No más impuestos o la vuelta al populismo económico – Periódico Sinembargo, México
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región
El Presidente Enrique Peña Nieto y su equipo económico, comandado por el Secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Luis Videgaray Caso, realizaron ayer un anuncio que, por decir lo menos, se antoja temerario: en lo que resta del sexenio no propondrá nuevos impuestos ni aumentará la tasa de los ya existentes.
Se antoja como una medida arriesgada si se considera que a este sexenio le quedan más de cuatro años de vida y transcurre con una economía endeble que en 2013 apenas si avanzó 1.1 por ciento, el menor crecimiento desde la caída de 6 por ciento generada por la crisis financiera mundial de 2008 y 2009; una tasa de desempleo que impacta a 2.4 millones de personas, mientras que 29.6 millones de mexicanos viven del empleo informal, y una inflación que instalada arriba de 4 por ciento, nivel que supera las metas planteadas por el Banco de México (Banxico).
Además, diversos organismos han previsto que 2014 tampoco será un año boyante en la economía global y, si acaso, habrá signos más firmes de recuperación en Estados Unidos, aunque persiste la incertidumbre sobre su política fiscal.
“Con esta medida [la de no mover impuestos] protegeremos la economía de las familias mexicanas y les daremos certeza a los inversionistas que creen y confían en nuestro país”, dijo Peña Nieto ante inversionistas japoneses que ayer presentaron la una planta de la automotriz Mazda en Guanajuato.
Animado quizá por su éxito en la aprobación de las reformas estructurales, particularmente la Reforma Energética, y por el reciente golpe mediático de la captura de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, calificado como el narcotraficante más influyente en el mundo, el Presidente y su experto, Luis Videgaray, dieron un paso que rompe con la ortodoxia económica, base del neoliberalismo, que pugna por la libertad de mercado y la no interferencia del Estado.
Sin embargo, es también una medida que claramente se acerca al populismo de los gobiernos priistas de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo que basaron su “estabilidad” en el aumento de la deuda pública para cubrir el déficit fiscal del país y que, al final de cada uno de esos sexenios, heredaron crisis financiera, elevadas tasas de inflación y de crédito, confrontación con el sector privado, huida de capitales y, como consecuencia, mayor desempleo y pobreza.
Por supuesto, las administraciones del también priista Carlos Salinas de Gortari y las de los panistas Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa hicieron lo suyo al aplicar medidas oportunistas en materia económica, más ligadas a intereses políticos y electorales que a establecer bases de desarrollo de largo plazo. El mecanismo para sostenerlas, de nuevo, fue pedir dinero prestado.
El problema acá es que Peña Nieto no dice cómo hará, sin subir impuestos, para aumentar los ingresos públicos. No habla, por ejemplo, de ir fiscalmente por los grandes evasores que, generalmente, son también las corporaciones más importantes del país.
No se tiene, hasta donde se sabe, un plan para recortar el tamaño del gobierno ni programas de eficiencia, por lo que no se adelgazará el gasto corriente.
Además, las millonarias inversiones que espera lleguen como consecuencia de las reformas en los sectores energético y de telecomunicaciones están cifradas en el mediano plazo. Si ese flujo llega con la fuerza que se ha difundido será hasta en tres o cuatro años más.
No subir impuestos siempre genera aplausos y mucha simpatía, más aún en un país que durante las últimas dos décadas ha sido severamente castigado por medidas impositivas. Pero tampoco es una solución de fondo para garantizar el bienestar de las familias, pues se responde a coyunturas y a previsiones, sin las respuestas certeras de una bola mágica.
Por eso, el que Peña Nieto afirme que con esta medida “protegeremos la economía de las familias mexicanas” es temerario. Y aunque todos deseamos que así suceda y que, por el bien de la mayoría de los mexicanos, él mismo tenga éxito con sus decisiones de política pública, las enseñanzas del pasado muestran que las medidas para “caer bien” y ser apreciado nunca dejaron nada bueno y, en cambio, produjeron grandes crisis económicas en el país.
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