Versión pagana del cristianismo en Colombia: el general en su laberinto religioso – Por Jairo Alberto Franco Uribe

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Versión pagana del cristianismo en Colombia: el general en su laberinto religioso

Jairo Alberto Franco Uribe*

En una entrevista reciente, el director de la Policía Nacional, General Henry Sanabria, dejó claro, como siempre que aparece en público, que es un católico convencido y, además, dio una serie de declaraciones ahora virales; el General cita la Constitución y la Biblia de memoria y muy en la letra, y parece que las dos llegan a ser una sola cosa en su mente religiosa.

Respeto la fe del General –la libertad de cultos es un principio–, pero en mi opinión esa fe es más pagana que cristiana.  Me choca usar el término pagano porque es mal entendido, con él quiero hablar no de los creyentes de otras religiones sino de una religiosidad que manipula a Dios y lo pone al servicio de la causa que interese, del Estado, de la victoria, del bienestar, de la prosperidad económica; un deus ex machina, no el Padre de Jesús. Les explico mi posición enseguida.

El General recibe en su despacho a la periodista Vicky Dávida, una especialista en meter agujitas para sacar agujones. Un despacho que más bien parece una capilla, lleno de imágenes, del crucificado, de la Virgen María, de San Miguel… El entrevistado, al hablar, es más hierático que militar: se me perdió la cuenta de todas las veces en que echaba bendiciones y hacía la señal de la cruz; incluso hubo un momento, gracias a Dios lo atajó una súbita cordura, en que se disponía a hacer un rezo, una especie de sesión de espiritismo, tomando las manos de la periodista… V

icky le daba cuerda para que hablara y el General, cuando menos lo pensó, se vio metido en un laberinto religioso de exorcismos, demonios, luchas contra el mal, brujas, de su propia pureza angelical, de la fidelidad a su mujer que, según él, fidelidad que lo acreditaba como buen militar, de sus confesiones semanales y comuniones diarias y de cómo es un santo de uniforme, etc… un laberinto donde apareció también, y jugando un papel bien extraño, el obispado castrense de Colombia.

Resumamos un poco lo que dijo, o mejor lo que “pulpitió” el General.  Contó que en las protestas del 2021, se valió de un crucifijo y que se lo sacó a los de la “primera línea” y que con esto los fulminó… el diablo, deducía de esto, estaba del lado de los que protestaban, los movía, y de su parte estaba Dios mismo.

Aseguró después que los carteles de la droga fueron vencidos con exorcismos y habló hasta del cadáver de un mafioso que se arrastraba movido por amuletos que no dejaban ir su alma en pena.  Reveló que al Mono Jojoy, líder de la guerrilla, lo dieron de baja gracias a un exorcismo desde Bogotá que hizo un sacerdote castrense, porque afirmaba que el obispado “nos ayuda a luchar contra el mal”; y no sólo el Mono Jojoy, todo el estado mayor de las Farc fue abatido gracias a estos exorcismos, y que incluso fue un ministro castrense el que con sus ritos logró la exacta ubicación de Raúl Reyes y que por eso lo pudieron matar en las selvas ecuatorianas (según él, estos ritos que hacen militares y sacerdotes funcionan como GPS y dan la ubicación de los “malos”).

Llegó a decir que siempre que disparaba recitaba el padrenuestro y que no tenía miedo a dar de baja al adversario, y se comparó con David que venció al gigante con la fuerza de Dios.  No dejó el militar de citar a Constantino y su “in hoc signo vincis” (“con este signo vencerás”) y quería demostrar que los triunfos de la Policía eran gracias a la cruz.  Ah, y finalmente el General nos invitó a su laberinto cuando nos desafió, especialmente a los que dudaran de sus testimonios sobre el diablo, a ir a un cementerio a las 3 de la mañana y darse cuenta de la multitud de espíritus condenados que andan por allá.  Espeluznante.

Esas fueron pues las declaraciones del General.  Ahora veamos porqué, aunque el que las dice se declara católico y se apoya en el obispado castrense, son muestra de una religiosidad pagana, esa que, como en los tiempos en que se rendía culto a Júpiter y a los dioses de panteón, se pretendía manipular lo sagrado.  Viene a mi cabeza una famosa discusión, allá en el siglo IV, entre Símaco, un pagano y senador romano, y Ambrosio, el obispo de Milán.

Símaco era un hombre muy religioso y defendía el culto a la diosa Victoria, cuya estatua, en el forcejeo entre cristianos y paganos, se quitaba y se volvía a poner en la sede del senado romano.  Para Símaco, esta estatua era muy importante y había que quemarle incienso y darle culto, porque de ella dependía el triunfo en las batallas que libraba el imperio, y se lamentaba de las que se perdían y atribuía las derrotas al enojo de la diosa y de los dioses por no darles culto.  Ambrosio, el obispo, le hace saber que el triunfo en las batallas no tiene nada que ver con la divinidad, que el triunfo se tiene que atribuir sólo al valor y buena estrategia de los soldados:  “Los trofeos de la victoria dependen de la fuerza de los que luchan…

El Africano encontró sus triunfos no entre los altares del Capitolio, sino entre las filas de Aníbal”[1].  El eje de la historia, lo que sucede, lo deja bien claro Ambrosio, está en la libertad de los hombres y mujeres, las batallas las ganan los soldados, no hay un dios luchando detrás de ningún ejército.  El cristianismo deja sin piso la divinización de la fuerza y no da lugar a esperar de arriba lo que de hecho sucede sólo abajo; al poner a Dios a pelear sus batallas el general se devuelve al paganismo.

Es sorprendente también encontrar en su despacho tantas imágenes de la virgen, hasta en su mismo casco de policía, y atribuir a ella los logros militares sobre los enemigos.  Creo que el General, como muchos cristianos de nuestro tiempo, confunde a la madre de Jesús con la antigua diosa Victoria, y le atribuye poderes que ella no tiene y no quiere tener.  María, cómo aparece en el Evangelio, es una mujer sencilla, una que sigue a Jesús, una que vivió la Palabra; hacer de sus imágenes un amuleto para ganarle a los enemigos es desvirtuarla y no coincide con ella. Otro paso atrás al paganismo.

El General reduce la realidad, en este caso la colombiana, a una guerra entre dios y el diablo; un Dios bueno y un diablo malo; al lado de dios, está el mismo General que se pasa de bueno en su guerra contra los malos, está el Estado y sus fuerzas militares,  están los sacerdotes al servicio de las fuerza pública, está San Miguel estripando a un negro bajo sus pies, y está la Virgen María en persona; pareciera que la lucha se decide en un más allá, en una especie de “salón de la justicia” muy lejos de aquí; todo lo cual es nada más y nada menos que regreso al gnosticismo, ese movimiento de los primeros siglos de la Iglesia en el que se vieron envueltos cristianos que no renunciaban al paganismo: la salvación según ellos sucedía en otra esfera, la realidad era una lucha de contrarios y fuerzas misteriosas, de las que tenían conocimiento unos pocos elegidos, como ahora el General y sus exorcistas, fuerzas que determinaban la historia.

El gnosticismo es una negación de la realidad y anda sólo en ideales y doctrinas; es evidente que también el General se aleja de la realidad de Colombia, desconoce el mal que ha habido en la fuerza pública, y la hace aparecer como ejércitos de luz en los que dios mismo se alista y comanda. Sabemos que esto no es así, y que allí también hay muchas verdades para reconocer en este país que busca la reconciliación; hace aparecer a los oponentes como malos en esencia y desconoce que la violencia que tenemos no viene porque unos malos cogieron las armas, sino que hay causas en la injusticia, iniquidad y exclusión en nuestra sociedad.

No faltaba en el gnosticismo un énfasis exagerado en la moral, un desprecio a la materia, a lo de esta tierra, a la sexualidad, al placer, a la vida, y esto también se nota a lo largo de la entrevista.

Y no se queda el General sin sentirse un nuevo Constantino y citar la supuesta visión que el emperador tuvo y en la que vio la cruz y escuchó la famosa sentencia  “in hoc signo vincis”… Constantino, un pagano que se bautizó sólo a punto de morir y que realmente nunca se convirtió al cristianismo, comprendió que la cruz, y esa simbolizaba el cristianismo, le serviría para dominar y hacerse al poder; él quería vencer y, buen estratega como era, encontró en la Iglesia su aliada…

La Iglesia que nace de esta visión de Constantino es la versión pagana del evangelio de Jesús, o mejor, su perversión.  Creo que por aquí anda la eclesiología del General y, si es cierto lo que él dice, también la del obispado castrense.

Tenemos pues, como director de la Policía Nacional, un General en su laberinto religioso.  Esa religiosidad, General, no es cristiana, es pagana. El Dios cristiano no quiere dar de baja a nadie, busca la salvación de todos; el Dios cristiano no es el señor de los ejércitos, es el Dios crucificado.

Nota: General Sanabria, los seguidores de Jesús no vamos a ir a un cementerio a las tres de la mañana para toparnos de frente con espíritus condenados y calibrar la fuerza del mal; no nos invite a eso. Tenemos que ir, sí, a las muchas fosas comunes en las montañas, a los ríos de esta patria y que se volvieron cementerios, a La escombrera, por ejemplo.

Por esos lugares están los restos de más de 120.000 desaparecidos, los 6,402 falsos positivos, seres humanos tirados por los violentos de todos los grupos, incluida la fuerza pública, incluida la Policía; ir allí, a donde quieren llegar las mujeres buscadoras, allí es donde hay que ubicarse hasta encontrar no sólo huesos sino dignidad.  No nos invite a ir de noche a hacer morbo con el horror, invítenos, y de día, a encontrarnos con las víctimas, en ellas, no en los exorcismos, se hace densa la salvación de Dios.

* Sacerdote colombiano, misionero javeriano de Yarumal, trabajó en Kenia desde el 2001. Analista de Religión Digital.

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