Economía: todo lo que queda por cambiar en Brasil– Por Antonio Martín

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Economía: todo lo que queda por cambiar en Brasil

Por Antonio Martín

En un seminario histórico, pensadores de renombre internacional reunidos por el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) sugirieron que Brasil sigue siendo rehén de la búsqueda de rentas, que el interés impuesto por el Banco Central es sabotaje, y convinieron que hay una salida en políticas que el Ministerio de Hacienda aún no se atreve a adoptar

El muro de silencio levantado para que Brasil siga siendo tan desigual y retrocedido se filtró brevemente esta semana. Pensadores invitados por André Lara Resende a un seminario promovido por el BNDES  el 20 y 21 de marzo, surgieron al menos cuatro ideas esperanzadoras, y contrarias a la ortodoxia económica que asfixia al país desde hace tiempo.

En un Occidente sumido en una crisis civilizatoria y acosado por el fascismo, afirman, un proceso de reconstrucción nacional con reducción de las desigualdades, desencadenado en Brasil, podría tener repercusiones globales. Coincidieron que el prestigio internacional del presidente Lula da Silva es un catalizador muy potente.

Resaltaron la necesidad de romper obstáculos. La tasa de interés obscena que mantiene el Banco Central a favor del rentismo es la primera, pero no la única. En lugar de enviar señales bondadosas al Banco Central ya los oligarcas financieros, el gobierno federal puede, a través de la Secretaría de Hacienda, hacer su parte.

Ello significa multiplicar la inversión pública , en dos direcciones complementarias: servicios públicos e infraestructura, además de mejorar las condiciones de vida de la población, deshaciendo el sentimiento de impotencia que alimenta el fascismo. Además,  estas acciones son capaces de generar millones de puestos de trabajo.

¿De dónde vendrán los recursos? El Estado –que cada año emite cientos de miles de millones de dólares no previstos en el Presupuesto, para pagar intereses al 0,1%– no carece de condiciones para financiar este movimiento.

Pero en el seminario surgió una idea complementaria. En un ambiente parlamentario fisiológico, en el que cada leve aumento del gasto público es negado por diputados y senadores en busca de “compensación” de sus votos, quizás el capital externo tenga un papel acelerador. La visita de Lula a China, reprogramada, ayudará a probar esta hipótesis.

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La ambición del seminario, airear un debate económico marcado por el estancamiento y los dogmas, ya quedó clara en los discursos de apertura. André Lara Resende, cuyo currículum incluye la condición de cocreador del Plan Real, realizó una de las provocaciones imprescindibles: recordó que la teoría no puede permanecer ciega ante los nuevos y llamativos hechos ocurridos en los últimos años.

Se refería a la creación masiva de dinero por parte de los Estados, para salvar el sistema financiero en la crisis de 2008 y la pandemia. Este movimiento no provocó inflación -subrayó- y contradice la vieja teoría cuantitativa del dinero, la base teórica utilizada como pretexto por los bancos centrales occidentales para subir las tasas de interés.

Una nueva concepción, prosiguió André, necesita revisar el sesgo antiestatista, que marcó los años del neoliberalismo, y darse cuenta de que la acción de un “Estado competente” se ha vuelto cada vez más imprescindible para activar las economías, liberarlas del peso del rentismo y orientarlos hacia el logro de los objetivos éticos de las sociedades.

El cambio de rumbo del debate macroeconómico, que tanto tarda en llegar a Brasil, se destacó en la intervención de Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, quien insistió en venir personalmente al seminario y habló directamente con Lara Resende.“Hoy existe un profundo entendimiento de que los mercados por sí solos no pueden resolver los problemas de la sociedad, ni tampoco los de la economía”, subrayó.

Al revisar viejas teorías, añadió, se están poniendo de manifiesto algunos cambios. Los países que siguieron al neoliberalismo se estancaron. Y la creencia en el “goteo”, es decir, la idea de que el dinero arrojado en la parte superior de la pirámide social se filtraría a la sociedad en su conjunto, fracasó por completo. Solo resultó en más desigualdad. “Es muy bueno que un nuevo gobierno de Lula pueda asumir con nuevos aires”, añadió.

Hechas estas consideraciones conceptuales, Stiglitz pasó a discutir explícitamente el escenario brasileño. Su foco se concentró en desvelar la política del Banco Central, demostrando que su objetivo no es combatir la inflación, sino mantener e incluso ampliar la concentración de la riqueza. En las condiciones actuales, argumentó el Premio Nobel, las altas tasas de interés no sofocan la espiral de precios, e incluso pueden expandirla aún más.

Es que la inflación de hoy no es provocada por el exceso de demanda, sino por el estrangulamiento de puntos importantes de las cadenas productivas. Para remediarlo sería necesario invertir, por ejemplo, en la producción de alimentos para el consumo doméstico, chips para automóviles y electrónicos, o casas para suplir el déficit habitacional.

Sucede que, al remunerar las inversiones especulativas con tasas de interés reales muy superiores incluso al crecimiento de la economía china, el Banco Central desalienta estas inversiones.

La economía se desliza. Stiglitz citó datos elocuentes. Entre 2010 y 2021, el PIB per cápita brasileño creció apenas un 0,53 % anual, muy por debajo del 4 % alcanzado por los países de renta media-alta e incluso del 1,4 % de las economías maduras de la OCDE. “Las cifras de la tasa de interés brasileña (13,75 % anual, u 8 % por encima de la inflación) habrían condenado a cualquier economía a la muerte. Si Brasil se escapó, fue porque todavía tiene bancos públicos como el BNDES”, concluyó el economista.

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Menos de 48 horas después de que habló, el Banco Central de Brasil mantendría, en reunión mensual, su apuesta por la tasa de interés más alta del planeta y por la política que insta a la economía brasileña para que la captura de la riqueza social por parte de los más ricos permanezca intacta. Dirigido por un bolsonarista que tiene un mandato hasta finales de 2024, es poco probable que el BC cambie, a menos que crezca mucho la presión política y social sobre él.

¿Y qué hacer hasta entonces? Fue al tratar este tema que el seminario del BNDES señaló la importancia crucial de la inversión pública. Como consecuencia, quedó en evidencia el funesto error de perspectiva del Ministerio de Hacienda, al no adoptar acciones que amplíen esta inversión, prefiriendo apostar hasta ahora a un “ajuste fiscal”. Dos distinguidos expositores abordaron el tema: la indio Jayathi Ghosh y el estadounidense Jeffrey Sachs.

Ghosh, quien es profesor de la Universidad de Massachusetts y copresidente de la ICRCT -Comisión Independiente para la Reforma de la Tributación Internacional de las Corporaciones- utilizó un término fuerte y raro en el entorno macroeconómico: “masoquista”. Ésta, dijo ella, es la impresión que transmite Brasil, cuando adopta por iniciativa propia medidas que restringen la inversión pública, no experimentando condiciones que lo obliguen a hacerlo.

“No puedo pensar en ningún otro país que esté obsesionado con obtener superávits primarios, cuando no tiene una deuda externa relevante y no está obligado a hacerlo por un acuerdo con el FMI”, destacó Ghosh. Dijo que considera tan grave la ausencia de un gran plan de inversión pública como las estratosféricas tasas de interés que impone el Banco Central.

Y explicó por qué: “Los programas sociales son geniales, pero no son suficientes. Para transformar el país se necesitan gastos que sólo el Estado es capaz de realizar, porque están orientados a reducir la desigualdad. Y son estos gastos, por cierto, los que animarán a las empresas a invertir también, para aprovechar las oportunidades creadas”.

Al final de su discurso, la economista envió dos mensajes adicionales, que también debería escuchar el Ministerio de Hacienda. Ninguna reforma fiscal, dijo, ayudará a transformar la sociedad si su enfoque central no es obligar a los más ricos, «el 0,1%, no la clase media», a pagar impuestos relevantes.

Y añadió que Brasil no debe apresurarse a ingresar a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), ni a firmar acuerdos de “libre” comercio como el que se está negociando con la Unión Europea. Tales compromisos imponen cláusulas que constriñen la acción de los Estados, a favor de las grandes corporaciones.

Lo hacen, por ejemplo, impidiendo ciertos tipos de impuestos a las transnacionales y prohibiendo el control de los flujos de cambio. Estos son límites que Brasil tiene que aceptar.

Sachs, director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia y asesor del secretario general de la ONU, fue aún más enfático e incisivo al abordar la necesidad de multiplicar la inversión. Para él, la falta de ese componente es la razón esencial del estancamiento de la economía brasileña desde hace cuatro décadas y, peor aún, de que el país se aleje de los grandes saltos tecnológicos previstos para el futuro próximo.

Si la tasa general de inversión ya es magra (17% del PIB, contra alrededor del 30% en China, por ejemplo), la minúscula inversión del Estado es aún más impresionante, dijo el economista. La educación y la salud públicas, necesarias para la formación de capacidades humanas, reciben menos del 2,5% del PIB cada una. Como resultado, hay una caída abrupta en el número de escuelas a las que asiste la mayoría, lo cual es claro en las pruebas comparativas internacionales, como PISA y las de la OCDE.

En ellos, Brasil, cuyo PIB es ya el 12º del mundo (habiendo sido incluso el 6º), está por detrás de más de 80 naciones. Y la misma condición de empobrecimiento, agregó Sachs, se repite en la infraestructura: basta, para comprobarlo, observar la falta de saneamiento básico, las condiciones muy precarias del transporte en las ciudades.

Por todo ello, “no es el momento de la austeridad fiscal, sino de un incremento firme de las inversiones públicas”, subrayó el catedrático. Al señalar formas de hacerlo, una de sus sugerencias despertó polémica. Según él, Brasil tiene capacidad para endeudarse externamente. Podría hacerlo, en particular, en agencias oficiales, en lugar de recurrir a bancos privados.

Entre tales agencias, Sachs destacó el Banco BRICS, que será presidido por Dilma Rousseff y las “Nuevas Rutas de la Seda” (o “Iniciativa de la Franja y la Ruta”), a través de las cuales China ha invertido cientos de miles de millones de dólares en todo el mundo.

Intervenciones posteriores no estuvieron de acuerdo con este aspecto del discurso de Sachs. La india Jayathi Ghosh, y el economista Leonardo Burlamaqui, del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (Cebri) y de la Universidad Estatal de Río de Janiero (UERJ), recordaron que el Estado brasileño no carece de condiciones para crear recursos y destinarlos a inversiones públicas. Y recalcaron que esa facultad ahora se utiliza para alimentar la renta.

Aún así, hay al menos una razón para analizar más de cerca la sugerencia de Sachs. La capacidad material del Estado brasileño para crear moneda no se traduce automáticamente en capacidad política. La razón es la captura de las instituciones por parte del capital financiero. Para asignar miles de millones de reales a los rentistas, basta una reunión del Banco Central, sin necesidad de consultar al Congreso Nacional ni de reformar el Presupuesto.

Sin embargo, por cada mínima autorización del Parlamento para incrementar la inversión pública, muchas veces es necesario reformar la propia Constitución. Conservadores en su gran mayoría, los parlamentarios venden muy caro su voto. Muchas veces lo niegan, tanto para evitar que un gobierno democrático tenga éxito como porque se alimentan del discurso a favor de la “disciplina fiscal”.

En estas condiciones específicas, quizás la entrada de recursos externos estatales o paraestatales podría tener un saludable efecto demostrativo. Haría visible la importancia de la inversión pública, su capacidad para mejorar las condiciones de vida y generar empleos dignos en cantidad. Y ayudaría a resaltar lo absurdo de las restricciones actuales. El tema exige más debate y tal vez la hipótesis de Sachs pueda ser verificada en un evento importante, como el viaje de Lula a China.

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Es imposible reportar todo el seminario en este breve texto. Entre las participantes brasileñas, se destacaron tres mujeres. La abogada Élida Graziane coordinó la segunda mesa el primer día de manera cortés pero mordaz. Se dedicó a enfatizar más de una vez, ante los disertantes que convergieron en los cálculos del superávit primario, que el Presupuesto no puede ser, en un gobierno democrático, un montón de hojas de cálculo –sino una pieza política destinada a hacer efectivos los derechos inscritos en el Constitución.

La ministra Esther Dweck, que habló en la apertura, destacó la necesidad de abandonar la búsqueda de índices que agraden a los mercados y buscar la planificación a mediano y largo plazo.

La exministra Tereza Campello, ahora directora del BNDES. recordó que, en los últimos años, el país ha retrocedido, en varios campos, a la condición que experimentaba a principios del siglo pasado. Se refirió al trabajo esclavo, el hambre, la minería en las zonas indígenas. Afirmó que el BNDES estará al servicio de la reconstrucción nacional, objetivo propuesto por Lula. Pero sostuvo que este proceso no puede servir para repetir las distorsiones del pasado, en particular la desigualdad.

Puso un ejemplo expresivo: el del agronegocio actual, que se presenta como “contemporáneo”, pero produce devastación ambiental y bajísimas tasas de empleo, y además está asociado a un sistema alimentario deplorable. Aun así, se beneficia la gran masa de créditos destinados a la agricultura, quedando menos del 20% para la producción familiar.

El ministro Fernando Haddad pronunció el penúltimo discurso a distancia. No se involucró en el debate de los temas planteados por los disertantes, aunque estos dialogaron con opciones políticas en su cartera. Prefirió exponer, sin entrar en polémica, la agenda del ministerio, basada en la presentación de un “nuevo marco fiscal” y una “reforma” tributaria.

La última intervención recayó en Aloísio Mercadante, presidente del banco. Saludó a Haddad y le deseó éxito. Pero resaltó: “el BNDES está de vuelta”, destacando que el banco históricamente ha tenido, además del papel de financiero, el de un espacio de reflexión sobre el rumbo de la economía brasileña.

Recordó que en la conducción de las políticas económicas convivieron diferentes puntos de vista en muchos momentos de la República, “unos pisando más el acelerador, otros el freno”. Y prometió: “siempre estaré del lado izquierdo”…

Hubo quienes vieron, en esta expresión de no unanimidad, aliento y alivio. Es bueno saber que el debate está abierto dentro del propio gobierno y que, por lo tanto, la economía brasileña no vuelve a estar condenada al mando de un solo pensamiento .

*Antonio Martin es editor de Outras Palavras, El encuentro se realizó en cooperación con el Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (Cebri) y la Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo (Fiesp). Difundido por el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

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