Cambio de época: ¿se puede evitar la barbarie neoliberal?

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1. Cambio de época: ¿se puede evitar la barbarie neoliberal?

Héctor Tajam*

En las circunstancias actuales, aceleradas y complejizadas por la crisis del mundo capitalista y la pos pandemia mundial del Covid 19, hablar de un cambio de época puede ser ubicarse en la antesala de la superación de la versión neoliberal del capitalismo, como lo realiza Atilio Borón, o el comienzo del fin del capitalismo como modo de producción y como sistema internacional tal cual lo plantea Slavoj Žižek (1). Hace unos cuantos años escuchamos a Immanuel Wallerstein en el Foro Social Mundial de Porto Alegre decir que el cambio de época, el punto de inflexión histórico del capitalismo y de la globalización neoliberal ya estaba en proceso y 2030 sería, aproximadamente, el año decisivo. Y planteó, si el cambio no viene impulsado por los desposeídos, lo harán las corporaciones y la sociedad del 1%.

El cambio de época viene también atado a los cambios en el ámbito internacional, con el creciente empoderamiento de naciones ascendentes en el escenario mundial (China, sureste asiático, Rusia, India), y la configuración de un espacio de naciones socialistas y gobiernos progresistas justamente en el patio trasero del imperialismo, en América latina y el Caribe. Allí Cuba y Venezuela mantienen en alto sus definiciones socialistas frente al asedio imperialista, y el progresismo en un proceso de vaivén, de avances y retrocesos, se mantiene como una alternativa pos neoliberal.

Todo ello se constituye en una señal cada vez más fuerte de la emergencia de un posible nuevo orden mundial pos neoliberal, signado por un contexto económico, político, cultural y militar muy conflictivo e incierto.

La era neoliberal se parece mucho hoy a un cadáver insepulto, que se resiste a morir, una especie de capitalismo zombie, al decir de Krugman, pero que se mueve, y en ese estado desata acciones terroríficas, sin precedentes, asaltando en forma genocida fronteras territoriales e ideológicas, repudiando la misma individualidad que reclama para su estatus teórico y la forma democrática que engloba su liberalismo económico, amenazando con otro posible desenlace: la barbarie. “O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática”(2) .

Lo que engendra el fracaso neoliberal

El neoliberalismo en general ha implicado una reducción drástica de las funciones históricas del propio Estado burgués (económicas, sociales y culturales) provocando una mayor desprotección del trabajo, las clases sociales subalternas y la sociedad en general, y una de sus consecuencias económicas más extremas, el desarrollo de un nuevo sistema financiero desregulado y de carácter esencialmente especulativo, despegado de la producción y el empleo, y potenciado por la revolución informática.

Fue una reacción a la crisis de los 70 que comenzó a gestar una crisis de mucho mayor calibre. En primer lugar desde el propio sistema financiero, que en el intento de rentabilizar la enorme masa de plusvalía generada y realizada en el contexto neoliberal, desencadenó en 2008-2009 una crisis de proporciones similares a la de 1929. Una década más tarde, la crisis aún se mantenía como un componente cotidiano en las decisiones económicas de empresas y estados en el mundo capitalista, y la pandemia cae en el campo fértil de sistema sanitarios y de seguridad social desatendidos por el dogma neoclásico, y de una globalización anárquica incapaz de diseñar el ámbito de voluntades colectivas indispensable a nivel planetario.

Aquí debemos hacer una especial mención a los países de ALyC que previo a la pandemia recorrieron la experiencia de gobiernos progresistas. Cuando la política sí importó, se desarrollaron sistemas de salud universal y de seguridad social inclusivos, que ante la pandemia contaban con las herramientas para enfrentarla. Y de ello se beneficiaron muchos gobiernos neoliberales, por cierto nunca reconocidos por éstos. Y esto hay que tenerlo en cuenta para la alternativa, la empresa privada actúa y piensa en “su” futuro, no el de la sociedad que integra.

Sin duda que el neoliberalismo respondió a una fase del capitalismo donde el sistema financiero se había transformado en el principal eje de acumulación, y además, en el “socio” indispensable a la hora de las inversiones corporativas y estatales. Luego de la crisis de 2008-09 se podría decir que el cambio de época comienza a definirse en torno a un eje de acumulación diferente con centro en las empresas transnacionales de las tecnologías de la información y de la comunicación. Las nuevas tecnologías se instalan en ambos márgenes del mercado, en la oferta diseñando procesos productivos y de competencia para las restantes corporaciones, y en la demanda, despertando apetitos consumistas desconocidos, pero además manejando información clasificada de los propios consumidores con fines publicitarios que se venden a las empresas del sector real de la economía.

Esa presencia omnipresente a través de los instrumentos de comunicación trabaja para que el discurso neoliberal se vuelva hegemónico, penetrando sobre las formas de pensar a tal punto que se incorporan en el sentido común de la sociedad, moldeando como interpretamos, vivimos y entendemos el mundo. “He allí la dificultad de resistir al neoliberalismo y recuperar la vida y la democracia” alerta Harvey (3). De los consumidores se pasa a los ciudadanos, a los electores, manejando información desde las preferencias de los consumidores a las preferencias políticas, mostrando el eje autoritario del neoliberalismo, casi como Orwell había imaginado en el Gran Hermano de su novela “1984”, dando paso a lo que se ha definido como Capitalismo de Vigilancia (4).

Por ahora, el mundo pos pandémico se nos presenta con estas facetas del mundo capitalista consolidadas, podríamos decir estructurales. Que han revolucionado el mercado, la comunicación personal y colectiva que se aleja de la presencialidad, la educación, y el trabajo, deslocalizando al trabajador de su centro laboral y flexibilizando su jornada de trabajo (teletrabajo).

A nivel internacional la pandemia reforzó las debilidades del capitalismo norteamericano instalando una tríada de países (EE.UU., China y Rusia) cuyos desencuentros van construyendo el camino impredecible que recorre la globalización hoy día.

Que hacer

Esta es una era caracterizada por el desprecio a los débiles, el fomento de toda clase de discriminación, se cultiva la emoción sobre la razón, la cultura cívica en declive, y la obsesión por la riqueza y los intereses personales. Estamos ante el peligro de que el neoliberalismo fermente una crisis política y cultural por medio de la ideología fascista. La unidad por encima de diferencias será crucial, en particular contra el imperialismo, nuestro principal enemigo.

Atilio Borón se pregunta “Pero, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia, ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes), ni la igualmente tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? ¿Por qué no pensar que una transición hacia el postcapitalismo será inevitablemente “desigual y combinada” con avances profundos en algunos terrenos?” Esa fue, en parte, la intención de la primera ola progresista, que avanzó en aquellas áreas donde el neoliberalismo era más débil a la luz de las mayorías postergadas. Por tanto se circunscribió a un proceso pos neoliberal, que se está revirtiendo hoy en Brasil, Ecuador y Uruguay con la derecha nuevamente en el gobierno.

El pretendido pos capitalismo abarcaría la desfinanciarización de la economía, y la desmercantilización de la sanidad y la seguridad social, para intentar avanzar en las “tareas pendientes” que obviamente tropezaban con mayores resistencias de la burguesía, por ejemplo el control de las plazas financieras, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía producida en función de su rentabilidad), la innovación tecnológica y los medios de comunicación, y por supuesto la recuperación pública de los “recursos naturales”, en realidad bienes comunes. Pensando en un camino unitario entre “muchos socialismos”, los cuales avanzarían de una forma desigual y combinada, pero con el objetivo común. Dentro de él, caben países muy diferenciados entre sí (relaciones de Estado y mercado, concepción de la democracia, papel de la empresa pública, social y privada, relaciones entre desarrollo económico y medio ambiente, derechos humanos o relaciones de género, etc.) pero agrupados contra el neoliberalismo y la hegemonía estadounidense.

El “nuevo” capitalismo en su conjunto se expresa en la acción combinada de cinco elementos: revolución informática, globalización, neoliberalismo, nuevo sistema financiero y hegemonía estadounidense. He ahí los capítulos de la acción conjunta de quienes harán frente al cambio de época contemporáneo. Con una prevención: “lo que el mundo requiere no es menos innovación tecnológica o globalización, sino más bien su ampliación y profundización civilizada, liberándolas de sus ataduras socio-institucionales con el neoliberalismo dominante, para afrontar las espantosas carencias sociales actuales y las no menos lúgubres amenazas genocidas y ambientales futuras” (5) y de su utilización para el dominio continental por parte del imperialismo norteamericano.

*Economista, docente y político uruguayo, dirigente del Frente Amplio. Presentado en el Foro internacional Revolución y Cambio de Época en el siglo XXI, Caracas febrero 2022

2. Presagios

 José Blanc*

El desplome del Silicon Valley Bank (SVB) es parte de los nubarrones que anuncian tormentas. SVB era el banco más grande del mundo tecnológico y ocupaba en Estados Unidos (EU) el lugar 16 por el tamaño de su valor bursátil. La corrida bancaria que lo derrumbó fue fulminante. Las Big Tech han quedado huérfanas: SVB se describía a sí mismo como el banco socio privilegiado de la economía de la innovación. A principios de este mes, la revista Forbes le otorgó el título de “el mejor banco americano”. Es el banco más grande en quebrar desde 2008.

Los problemas del SVB comenzaron a inicios de la semana pasada. El miércoles 8 de marzo la crisis se extendió al mercado bursátil: el valor de las acciones de SVB se desplomó 60 por ciento, nada menos. SVB respondió anunciando que obtendría un préstamo de 15 mil millones de dólares. Fue el anuncio de una búsqueda desesperada de liquidez que confirmaría la gravedad de su situación. El jueves la crisis se extendió a otros bancos: First Republic Bank perdió 16.5 por ciento; Signature Bank cayó 12; Zions Bancorporation, 11.4 por ciento. Gigantes como Bank of America y Wells Fargo experimentaron caídas superiores a 6 por ciento. El viernes 10 el valor de las acciones de SVB cayó otro 70 por ciento: la ruina estaba consumada en sólo dos días. Unos 60 mil millones de dólares de capitalización bursátil se esfumaron en un día. Janet Yellen, secretaria del Tesoro, informó que estaba vigilando a varios bancos a la luz de lo sucedido. Larry Summers, antiguo secretario del Tesoro, indicó: mientras el Estado intervenga, no hay razón para preocuparse de que el SVB pueda perjudicar a otros segmentos del sistema financiero: pura miopía.

Cuenta la leyenda que el SVB fue fundado en 1982 durante una partida de póquer, entre un banquero de Wells Fargo, Bill Biggerstaff, y Robert Medearis, profesor de la Universidad de Stanford, que se habrían percatado de la necesidad de una institución destinada a financiar a las empresas del naciente boom tecnológico. La leyenda tiene visos de verdad. Los bancos y el entero sistema financiero internacional son un enorme casino en el que la casa siempre gana y los jugadores pierden sin cesar, pero también hay, ha habido, bancarrotas en la que todos pierden.

El colapso de SVB obedece principalmente a las fuertes alzas de las tasas de interés decididas por la Reserva Federal (RF). Cuando las tasas estaban cercanas a cero, bancos como SVB se atiborraron de bonos del Tesoro a largo plazo. Pero las fuertes escaladas de la RF a las tasas de interés, para luchar contra la inflación, derrumbaron el precio de esos bonos, como resulta normal en el mercado financiero, dejando ingentes pérdidas a las organizaciones compradoras. Pero no sólo: esa caída ha arrastrado el precio de las acciones de las empresas tecnológicas, dificultando su captación de fondos. Ed Moya, analista de mercados de Oanda Corporation, apuntó en entrevista: Todo el mundo en Wall Street sabía que la campaña de subida de tipos de la Reserva Federal acabaría rompiendo algo, y ahora mismo eso se está llevando por delante a los bancos pequeños; y Konrad Alt, cofundador de Klaros Group, señaló: Los retos institucionales de SVB reflejan un problema sistémico más amplio y generalizado: el sector bancario está sentado sobre una tonelada de activos de bajo rendimiento que, gracias al último año de subidas de tipos, están ahora muy por debajo del agua, y hundiéndose.

Una crisis financiera global quizá de gran alcance está en gestación; puede avanzar rápidamente o desplazarse algunos meses o (pocos) años hacia el futuro, pero no hay salida. Las tendencias vienen de muy lejos. El annus horribilis de 2008 nunca fue superado; la conmoción de los cimientos del sistema financiero internacional de ese año produjo un estatus de riesgos no superado en los años posteriores. El endeudamiento global crece sin freno y hoy más que triplica al PIB mundial, pero el sistema financiero lo ve muy bien así, sin solución de continuidad por los siglos de los siglos; los bancos están dedicados a inventar instrumentos financieros cada vez más retorcidos para arrancar valor de donde sea. La banca central de cualquier parte, en medio de la complejidad, sabe sólo una cancioncilla. La RF, el ente regulador, está en cueros: continuará controlando la inflación, o hundiendo a los bancos con sus altas tasas de interés, veremos. Los bancos creen que sus ganancias dependen de unas buenas ocurrencias para patear el bote hacia delante y ya. Las presiones inflacionarias siguen actuantes y todos esperan a ver qué ocurre; nadie puede producir certezas sobre nada.

Ese ingente problema se originó en la liberación del sector financiero, operada por EU en la década de 1970. El sector financiero debería estar al servicio de la producción de bienes y servicios; hoy está estúpidamente al revés. La economía debe resolver el problema de la producción de bienes y servicios para satisfacer las necesidades de todos, no el hambre infinita de ganancias de los banqueros.

* Cronista, dramaturgo, ensayista, narrador y poeta mexicano. Estudió Lengua y Literaturas hispánicas en la FFyL de la UNAM. Investigador del INAH. Columnista de La Jornada

LA JORNADA

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