El pentecostalismo busca atraer y retener fieles defendiendo su “verdad”
El pentecostalismo busca atraer y retener fieles defendiendo su “verdad”
Quienes se oponen a la diversidad sexual y de género suelen citar pasajes de Corintios, cuando dice que “ni los idólatras, adúlteros, homosexuales, ni los que se echan con varones heredarán el Reino de los Cielos”. Lo primero acá es preguntarse quién financió las traducciones de las Biblias que usan la palabra “homosexual” y por qué algunas personas decidieron, de manera arbitraria, traducir vocablos hebreos y griegos como sinónimo de “homosexual”, concepto creado hasta el siglo XIX por el psicólogo austro-húngaro Károly Maria Kertbeny.
Muestra de lo arbitrario de algunas traducciones es el hecho de que en la Biblia hebrea aparece la confrontación entre Yahvé con otros dioses cananeos y algunas traducciones califican a esos otros dioses como “abominación”. “Es muy diferente darles un nombre a llamarlos abominación por el hecho de pertenecer a otra religión”, agrega Mena.
Otro aspecto de los textos de Corintios, explica Mena, es que Corintio era un puerto en el que había prostitución -heterosexual y seguramente homosexual- con menores de edad. “Estos pasajes se refieren a las prácticas de uso y venta del cuerpo porque donde hay prostitución muchas veces hay proxenetas que se lucran de la explotación sexual, así como estafadores y adúlteros”.
Según Mena, habría que preguntarse: ¿por qué en este listado -idólatras, adúlteros, homosexuales, los que se echan con varón- no se nombra a los codiciosos, los ladrones o los estafadores. ¿Acaso estas personas serían rápidamente perdonadas y sí entrarían al Reino de Dios? ¿por qué no hay un tipo de lectura similar hacia ellas por ejemplo?
Pasa también, que por las interpretaciones literales de la Biblia, el fundamentalismo asume que la diversidad sexual y de género no es una parte de la identidad de las personas sino “elecciones equivocadas producto de la influencia de demonios que pueden corregirse”. Para esto lideran las mal llamadas “terapias de conversión” que pretenden a punta de exorcismos, ayunos y oración cambiar la orientación sexual y la identidad de género de las personas LGBT, pero que lo único que consiguen es causar dolor y sufrimiento a esta población. Además, de manera conveniente, los líderes a cargo de estas “terapias” condicionan la eficacia de sus “milagros” a que las personas LGBT renuncien a su vida sexual y afectiva.
A esto se suma que, durante la mayor parte del siglo XX, los líderes evangélicos colombianos no mostraron mayor interés por participar en política electoral. Pero a finales de los ochenta y principios de los noventa los evangélicos emergieron como una fuerza política en Colombia. En parte, explica William Mauricio Beltrán, porque buena parte de sus líderes afirman que la prosperidad económica y el poder político son aspiraciones legítimas de “los hijos de Dios”.
Los líderes evangélicos fundamentalistas animan a sus fieles a participar en política como parte de su misión de “establecer el reino de Dios en la tierra”.
Según Beltrán, entre los promotores de este tipo de pentecostalismo en Colombia están los esposos César Castellanos y Claudia Rodríguez de Castellanos (actual senadora de la República), fundadores de la Misión Carismática Internacional (1983), y quienes han convencido a sus seguidores de la necesidad de ingresar a la política para “cristianizarla” y “arrebatarle al diablo el poder político”.
Para el fundamentalismo, el cambio social llegará con la conversión masiva a sus creencias y con la mayor participación de “conversos” en cargos de poder para gobernar con base en sus convicciones evangélicas. “Los mejores gobernantes, dicen, son los que buscan transformar la sociedad según los principios de Dios y de la Biblia. Consideran legítima la pretensión de que la religión regule la sociedad y la política”, explica Beltrán en la investigación Del monopolio católico a la explosión pentecostal.
Por esto, cuando han llegado al Congreso se han opuesto a las iniciativas de ley que buscan despenalizar el aborto y reconocer los derechos de las parejas del mismo sexo por considerar que atentan contra el modelo de familia “instituido por Dios”. Dos de los grandes temas de su agenda política son: legislar con base en “valores cristianos” y “purificar” la política.
Esta agenda encuentra afinidad con los sectores católicos radicales, hecho evidente en 2011 con la propuesta de la jerarquía católica de integrar una coalición de credos para impulsar un proyecto que modificara el artículo 11 de la Constitución que señala: “…la vida de todo colombiano es inviolable, no habrá pena de muerte”, para agregarle: “la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”. Finalmente, el proyecto se hundió en el Senado por un solo voto.
También, durante la Semana Santa de 2011, la Conferencia Episcopal Colombiana en cabeza de monseñor Rubén Salazar, emprendió una campaña nacional para oponerse a una eventual sentencia de la Corte Constitucional que les permitiría adoptar hijos a las parejas del mismo sexo.
La Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa griega, la Iglesia anglicana, la Iglesia metodista, las Iglesias evangélicas y más de 300 pastores de diversas confesiones entregaron un comunicado que decía: queremos ratificar lo que parece evidente: no puede constituir un verdadero matrimonio o una verdadera familia el vínculo de dos hombres o dos mujeres.
No queda duda de que el fundamentalismo cristiano pretende legislar, no con la Constitución política, sino con las creencias que predican desde sus púlpitos y cultos, algo que a toda costa debe evitarse cuando un Estado se define “pluralista”, reconoce la igualdad entre todas las religiones y a las personas ateas y agnósticas y sabe que así como muchas personas viven su espiritualidad en las religiones, otras tantas no, todas opciones igual de válidas.