Los tratados de libre comercio obstaculizan la integración latinoamericana – Por Enrique Daza Gamba
Los tratados de libre comercio obstaculizan la integración latinoamericana
Por Enrique Daza Gamba*
La integración de América Latina es un tema que ha estado presente en la historia de la región, especialmente en los últimos 50 años. Ante la indudable debilidad de cada uno de los países por separado, muchos gobernantes han defendido desde la independencia la idea de alguna clase de integración continental. En Suramérica, se creó el Pacto Andino (1969), que dentro del auge de la globalización pasó a llamarse Comunidad Andina desde 1996 y se creó el Mercosur (1991).
Los pocos logros alcanzados en esos procesos de integración han intentado ser desnaturalizados o absorbidos por las corrientes globalizadoras a nombre del “regionalismo abierto”, que no resultó sino una forma de hacer compatible la integración regional con los tratados de libre comercio.
Se suma el debate entre el panamericanismo, de un lado, que ha pretendido unir a todo el Continente, inclusive Estados Unidos y Canadá, y del otro, la integración de los países latinoamericanos, incluyendo a Brasil, y cuya expresión más relevante es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac, creada en 2011.
Hasta ese momento las relaciones con Estados Unidos se regían en lo diplomático por la Organización de Estados Americanos, OEA. En lo económico, por los tratados de libre comercio, que remplazaron en la mayoría de los países la fracasada Área de Libre Comercio de las América (1998-2005). En el aspecto militar, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, suscrito dentro del marco de la OEA y que en su aplicación permitió excluir a Cuba del sistema interamericano. Fue invocado para apoyar a Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo después de los atentados a las Torres Gemelas en 2001, sirve de marco para la operación Unitas que cada año realiza la Armada estadounidense con otros ejércitos de la región y se complementa con distintos programas de asistencia militar bilateral, como es el caso del Plan Colombia, con dineros destinados a combatir el narcotráfico, entre otros. Ese es el marco de la llamada unidad continental bajo el liderazgo de Estados Unidos, que con el curso de los años fue revelando que más que a la integración, servía a preservar los intereses estadounidenses en América Latina.
La OEA ha vivido en los últimos lustros una creciente pérdida de influencia. Las Cumbres de las Américas que se realizan bajo su patrocinio no podrían ser más grises e intrascendentes. Su último secretario general, Luis Almagro, se ha caracterizado por ser simple emisario de Washington y su intervención abierta en el apoyo al golpe de Estado en Bolivia, así como su activismo en contra de gobiernos como el de Venezuela y Nicaragua, le han restado autoridad a un organismo que no debería tener un sesgo ideológico, sino respetar el derecho de cada país a darse la forma de gobierno que considere.
Las relaciones económicas con los países del norte tienen como eje los tratados y políticas de libre comercio, en los cuales Estados Unidos define las reglas para garantizar que en las relaciones económicas de los países latinoamericanos primen los intereses de las multinacionales, la exportación de productos básicos y la liberalización total de los flujos de capitales.
Esta situación ha sido cuestionada paulatinamente por los esfuerzos de autonomía, visibles en la creación de Unasur (2008), que se fue debilitando hasta su práctica extinción, quedando solamente en esta organización Bolivia, Venezuela, Guyana y Surinam. Por Iniciativa de Iván Duque y Sebastián Piñera se creó en 2019 Prosur, que tuvo una vida más que efímera, pero que reflejaba la posición de los países partidarios de los tratados de libre comercio.
Últimamente se ha hablado de un relanzamiento de la Celac, Unasur e incluso de la adopción de una moneda única. La Celac no es un mecanismo de integración sino un foro para el diálogo político heredero del Grupo de Río (1986), a su vez un mecanismo de consultas y solución de conflictos, sin mayor desarrollo institucional. Unasur fue víctima del saboteo de gobiernos de derecha y sus avances más sistemáticos se vieron contrarrestados por el enjambre de tratados de libre comercio con la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos que muchos de los países de Suramérica han suscrito, creando una situación compleja con Ecuador dolarizado, Uruguay tratando de escaparse del Mercosur, Venezuela sometida a toda clase de sanciones.
Hablar de integración a partir de Celac y Unasur, supone hacer un balance de cuáles son los factores de su debilidad
Hablar de integración a partir de estos dos organismos, Celac y Unasur, supone hacer un balance de cuáles son los factores de su debilidad. Entre ellos se encontrará principalmente la falta de autonomía de muchos de los países que bajo los TLC han renunciado a promover políticas autónomas.
No se trata de que para los procesos de integración sea necesaria una identidad ideológica, exigencia que conspiró contra los mismos procesos de integración, dada la inevitable diversidad de los países, pero sí se requieren consensos mínimos tales como el derecho a adoptar modelos de desarrollo diversos pero autónomos, distanciarse de los TLC, promover la industrialización y la soberanía alimentaria, entre otros.
*Psicólogo, presidente de la Junta Directiva de Cedetrabajo, director de 60 números de la revista “Deslinde”, exsecretario de la Alianza Social Continental