Se cumplieron cien años de la matanza obrera de Guayaquil
A un siglo de la masacre obrera de 1922, la lucha por los derechos laborales persiste
Al cumplirse 100 años de la masacre de los obreros perpetrada por el Ejército y la Policía, en Guayaquil, el 15 de noviembre de 1922, la lucha por mejores condiciones laborales sigue en firme.
Parece que la precariedad de aquella época aún permanece, pero con personajes distintos a los de la novela de Joaquín Gallegos Lara, “Las Cruces sobre el agua”.
La presencia de la Covid-19 en pleno siglo XXI trajo consigo graves consecuencias económicas a todos los países del mundo, en especial, a los de menos ingresos. Ecuador no fue la excepción y eso fue aprovechado por el Gobierno de turno (Lenín Moreno) para dar paso a la Ley Orgánica de Apoyo Humanitario que en lugar de ser un soporte para la clase laboral, se convirtió en una camisa de fuerza.
Los empleadores tanto del sector público, como privado ajustaron sueldos, horarios de trabajo, despidieron gente y dieron paso -más bien- a una precarización laboral.
Una crisis económica fuerte se vivió en 1922 bajo la presidencia del liberal José Luis Tamayo, electo para el período 1920 – 1924, debido al brusco descenso del precio internacional del cacao que en esa época era el principal producto de exportación del país.
El encarecimiento del costo de la vida por la falta de dinero circulante y la posterior devaluación de la moneda frente al dólar produjo inflación (desequilibrio existente entre la producción y la demanda).
El descontento entre la población que veía reducir su poder adquisitivo no se hizo esperar y en 1922 se fundó en Guayaquil la Federación Regional de Trabajadores del Ecuador (FRTE), una pequeña organización de varias corrientes ideológicas, pero que coincidían en la defensa de los derechos de los cacaoteros.
La FRTE se alejó del entonces mayoritario movimiento obrero organizado en la Confederación Obrera del Guayas (COG) en torno al gobernante, tampoco estuvo asociada a la Federación Regional de Obreros del Ecuador que agrupaba a los sindicatos socialistas – marxistas.
El conflicto comenzó en octubre de 1922 a raíz de un reclamo por atrasos en los sueldos a los trabajadores ferroviarios en Durán, considerados un sector importante de la fuerza laboral del país, debido a que en la empresa brindaban sus servicios 1.250 obreros.
A ese descontento, se sumaron artesanos, vendedores, trabajadores de los carros urbanos de la ciudad, quienes paralizaron sus actividades el 7 de noviembre.
Los reclamos por reivindicaciones fueron en cadena. Los empleados de la empresa eléctrica también exigieron una mejora salarial y la aplicación de la ley que establecía una jornada laboral máxima de ocho horas, aprobada en 1916, y el aviso en caso de despido con 30 días de anticipación.
Los empresarios no aceptaron las peticiones y, como contrapropuesta pensaron en aumentar el costo del pasaje de transporte público para poder subir los salarios.
El movimiento huelguístico se extendió. Hasta tuvo el respaldo de un pequeño sector empresarial antigubernamental y grupos influyentes interesados en derrocar al presidente Tamayo.
La jornada de huelga no fue violenta, pero los sindicalistas dejaron sin agua, sin alumbrado y sin transporte público a la ciudad.
El 13 de noviembre de 1922 la huelga fue total, hasta los mercados quedaron desabastecidos y el control del casco colonial fue asumido por la FRTE.
Un día después, 30.000 trabajadores desfilaron hacia la Gobernación del Guayas y le entregaron al gobernador Jorge Pareja un manifiesto. Los huelguistas de la FRTE le concedieron al Gobierno de Tamayo un plazo de 24 horas para que responda. La reacción fue el reingreso de la fuerza pública.
La orden del régimen fue dada al general Enrique Barriga Larrea, comandante de la Zona de Guayaquil, mediante un telegrama:
“Espero que mañana a las seis de la tarde me informe que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado”.
La crónica de la muerte anunciada se cumplió el 15 de noviembre y -aparentemente- fue en respuesta a los saqueos efectuados ese día por algunos delincuentes infiltrados entre los huelguistas.
Elías Muñoz en su libro: “El 15 de noviembre de 1922”, escrito en 1978, estimó que 30.000 personas asistieron a la manifestación convocada por la Gran Asamblea de Trabajadores.
En su relato señala que al escuchar las arengas de los sindicalistas, grupos de manifestantes entre los que también estaban militantes inspirados por las noticias de la Revolución Rusa intentaron desarmar a las fuerzas policiales.
Los manifestantes se concentraron en distintos puntos de la ciudad. Ellos exigían la libertad de sus compañeros detenidos en Durán. Pero la fuerza pública tenía como consigna detener el levantamiento a cualquier precio. Aunque otras versiones precisan que los disparos se ordenaron porque la marcha sindical no cedía.
En la actualidad, desde miradas socialistas y comunistas, muchos sectores rememoran este hecho. Algunos, incluso lo ven como una gesta heroica del proletariado que fue recogida en la novela “Las Cruces sobre el agua”, publicada en 1946.
El escritor Joaquín Gallegos Lara utilizó un realismo socialista para escribir su obra y ubicó a los protagonistas en los sectores más humildes y marginados de aquél Guayaquil, del que fue testigo cuando tenía 13 años.
El poeta e historiador Alejo Capelo, testigo de los hechos y simpatizante de la huelga, en su obra: “El crimen del 15 de noviembre de 1922” acusa a personas de la clase social alta de unirse a los militares y disparar contra los huelguistas desde sus casas.
“Pero el 15 de Noviembre; hizo el milagro de apartar las clases. (…) El pueblo miró en aquellos convulsos momentos, quienes eran los que le disparaban ocultos desde sus ventanas, y de que clase social eran las manos blancas que aplaudieron a la soldadesca sanguinaria que cantando aires marciales desfilaron a lo largo de la siempre ensangrentada avenida 9 de Octubre”, escribió Capelo.
Policías y militares tomaron el control de la situación y fueron asesinadas un número indeterminado de personas. Los cálculos varían de entre unas 90 a 900 personas.
Unos relatos advierten de que los cuerpos fueron lanzados al río Guayas, para que sirviera de escarmiento a los alzados. Otros, en cambio, afirman que los cadáveres fueron enterrados en una fosa común del Cementerio General de Guayaquil.
El evento ha cobrado gran importancia en la historia sindical de Ecuador y es recordado como el “bautismo de sangre de la clase obrera ecuatoriana”.
La fecha es rememorada todos los años por organizaciones de trabajadores, quienes colocan ofrendas florales y cruces en el Río Guayas en honor a los asesinados.
Este acto se lo realiza desde 1923 y se ha convertido en una tradición para simbolizar el martirio de los trabajadores que fueron masacrados por la fuerza pública.
Distintas visiones
Para Fernando Ibarra, presidente del Parlamento Laboral, la explotación de derechos laborales sigue en pleno siglo XXI y se acentuó con la pandemia al despedir a trabajadores sin lo que les correspondía.
Un caso emblemático fue el de la empresa Furukawa que mantenía a las familias que trabajaban en sus campamentos en condiciones de esclavitud moderna.
El hecho fue conocido en 2019 y dos años después la justicia ecuatoriana les dio la razón a 400 campesinos abacaleros.
Como consecuencia de la pandemia, Ibarra se refirió a la reducción del salario a la mitad y a la implementación de jornadas laborales distintas a las de las ocho horas.
Si bien dijo que -desde el 2020 que empezó la pandemia- las condiciones en las empresas e instituciones han mejorado, en la zona rural aún se vive en la precariedad.
Expresó que es complicado hablar de una remuneración justa, así como de temas de salud y seguridad de los trabajadores porque el mundo laboral en el país es maquillado por una imagen con poca realidad.
El primer texto normativo que reguló las relaciones entre trabajadores y empleadores (Código del Trabajo) se promulgó en 1938, 16 años después de la masacre de 1922. Esta norma recogía algunas disposiciones previas relativas a la protección social, al desahucio, la jornada de trabajo, días de descanso y al contrato laboral.
Ibarra señaló que a pesar de los años y las reformas realizadas la legislación laboral para muchos empleadores es “letra muerta” porque se vulneran derechos.
Para el jurista, el movimiento sindical ha perdido herramientas, pero mantiene un espíritu rebelde como aquél 15 de noviembre.
El titular del Parlamento Laboral manifestó que en Ecuador no se hace caso a los pronunciamientos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y que más bien se da un accionar colusorio en esa relación entre empleado y empleador, en donde los contratos colectivos ya no se pueden tramitar porque el Estado los frena.
El diccionario jurídico de Guillermo Cabanellas menciona que la acción colusoria es un convenio, contrato, inteligencia entre dos o más personas, hecha en forma fraudulenta y secreta con el objeto de engañar o perjudicar.
Si bien Ibarra puntualizó que Ecuador tiene una remuneración alta (USD 425 sueldo básico) en relación a los países de la región por ser el dólar su moneda oficial, no se equipara con el costo de la canasta básica familiar, compuesta por 75 productos, que fue de USD 756,51 en octubre pasado.
Mientras en otros países, la población cubre más del 80% la canasta básica familiar, en el nuestro país, eso es difícil.
El Parlamento Laboral se sumará a una serie de eventos programados para conmemorar el 15 de noviembre de 1922 en el que se hará hincapié al derecho al trabajo.
La Banca atrás de la crisis
Eduardo Vásquez, militante del Partido Comunista del Ecuador y vocero del Comité Organizador del Centenario de la Huelga Obrera del Noviembre de 1922, relató que con lo sucedido en ese año, se dio paso al nacimiento del Partido Comunista y la izquierda ecuatoriana.
“No conmemoramos la masacre como tal, sino la gesta heroica de la huelga de los trabajadores de Guayaquil, primero en octubre con los ferrocarrileros y en noviembre con la huelga general que motivó a que se sumen varios sectores”, subrayó.
Precisó que Floresmilo Romero, uno de los fundadores del Partido Comunista, fue parte de esa gesta que permitió en 1926 que se configure la organización política.
Contó que con esa acción de la clase obrera, salieron a relucir vertientes de anarquismo y marxismo que ya venían desde 1917 con la Revolución Rusa.
Dijo que en la década de 1920 se dio la maduración de la crisis capitalista en el mundo y Ecuador no fue la excepción con el cacao.
“La burguesía de aquél entonces, que vienen a ser los abuelos de los oligarcas de la actualidad pusieron el peso de la crisis en la clase trabajadora”, exclamó.
Acotó que la gesta de noviembre permitió la maduración de las centrales sindicales y dio paso a hechos históricos como la Revolución Juliana de 1925, a la insurrección de mayo de 1944, a la construcción del movimiento obrero, de la Confederación de Trabajadores del Ecuador, de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), de la Federación de Estudiantes Secundarios del Ecuador (FESE), entre otros espacios aún vigentes.
“Este proceso está concatenado. Los mismos actores que entraron en confrontación en aquella época eran de la banca ecuatoriana, la banca guayaquileña, los grandes cacaoteros que se sostenían de capital financiero. Por otro lado, la clase trabajadora que sufría el acoso de una crisis, son los mismos actores, sus hijos, nietos, tataranietos”, expresó.
El militante del Partido Comunista recalcó que fue esa misma banca la que asesinó a gente en el paro de octubre de 2019 y en junio de este año.
“Siempre las élites gobernantes van a buscar poner el peso de la crisis en los hombros de la clase obrera, como sucedió en la pandemia con la Ley Humanitaria que dio paso al despido de los trabajadores”, señaló.
Nacimiento del sindicalismo
Según Freddy Avilés, docente especializado en Historia por la Universidad de Guayaquil, existe un cierto paralelismo entre la conflictividad laboral de noviembre de 1922 y lo que ocurre actualmente. Aunque por la línea temporal también hay diferencias.
Avilés comentó que es indudable que muchas de las reivindicaciones que se planteaban por parte del movimiento obrero están siendo propuestas ahora por sectores como los indígenas, los campesinos y las mujeres, quienes además exigen respeto y mayores derechos dentro de la sociedad.
Recordó que cuando se dio la matanza, el movimiento obrero estaba en un desarrollo incipiente y como tal el sindicalismo nació a finales del siglo XIX con la irrupción de la Revolución Liberal.
En Guayaquil se formaron los primeros sindicatos (modalidad de organización de los trabajadores) y cuyo artífice fue el cubano exiliado Miguel Albuquerque.
Puntualizó que la lucha por las reivindicaciones laborales y los derechos no se da por la benevolencia de un gobernante, un gobierno o una élite, sino que es el producto de una organización y una movilización de sectores subalternos.
A partir de 1908, por ejemplo, en Guayaquil ya se plantearon las ocho horas de la jornada laboral desde distintos sectores de los trabajadores. Pero ya en la década de 1920, en dos congresos, se discutieron mayores acciones como la creación de un Ministerio de Trabajo y con la masacre se dieron otras reivindicaciones que se enfatizaron en 1925 con la Revolución Juliana. Posteriormente, se dio paso a la creación de Inspectorías de Trabajo y al Ministerio de Previsión Social. Este cúmulo de propuestas fueron normadas en el Código de Trabajo que se expidió en 1938.
Nada fue gratis, todo fue parte de la lucha en la que -incluso- se observó la igualdad de salarios entre hombres y mujeres.
Para Avilés este nuevo siglo en el que debería consolidarse y ampliarse la vigencia de derechos de los trabajadores, con la pandemia fueron soslayados.
A pretexto de la pandemia subrayó que los gobiernos de turno se han dedicado a restringir, por ejemplo, el derecho a la sindicalización, y -supuestamente- con leyes humanitarias han precarizado las condiciones de los trabajadores, al continuar tercerizando el trabajo con jornadas que sobrepasan las ocho horas, con negativas a la seguridad social y al pago de las utilidades.
“En lugar de haber avanzado, en Ecuador, y eso está incluso registrado en algunos informes de organismos internacionales que velan por los derechos de los trabajadores, los derechos han retrocedido”, puntualizó.
Derechos y obligaciones de parte y parte
A título personal, Rodrigo Gómez de la Torre, quien es conocido como representante del sector empleador, mencionó que no se puede desconocer el hecho histórico, pero que también hay que señalar que existen historias noveladas de un evento.
Es un hecho lamentable que se da en una coyuntura de la estructura de la Primera Guerra Mundial (28 de julio de 1914 a 11 de noviembre de 1918) que generaba una crisis en el mundo y en el Ecuador. También se arrastró lo sucedido en Chicago con una masacre de obreros. Esta serie de eventos dieron una pauta para debatir la importancia de las regulaciones de los Códigos Laborales y ciertos temas de defensa de derechos laborales.
Sin embargo, aclaró que el Código Laboral se dio 16 años después de los acontecimientos de 1922, aunque dijo que las causas de la masacre son difíciles de juzgarlas porque el general Enrique Barriga asumió la total responsabilidad de lo sucedido ante una orden dada.
Aseveró que lo que pasó después de esa orden ya acarrea varios matices por parte de los historiadores.