Escalando el conflicto – Periódico El Mundo, Colombia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región
Golpeado por sus dificultades para comprender los problemas económicos y sociales que debe resolver y por sus limitaciones para conducir el país, mantener la cohesión interna y dirimir sus conflictos con medios y partidos opositores, el señor Nicolás Maduro ha recurrido a Colombia como excusa para justificar la escasez, la inflación, la inseguridad, la violencia política y la inestabilidad. El pretexto es fácil, pues este país ha sido distractor favorito de políticos venezolanos en apuros, y resulta cómodo, sobre todo cuando se cuenta, como lo hace el actual Gobierno de Venezuela, con que el pueblo amenazado o insultado no tiene Cancillería que lo defienda de los ataques de un “país amigo” (¿de quién?) para las conversaciones de La Habana.
La arremetida del señor Maduro contra Colombia comenzó con el cierre de la frontera para el comercio, medida extrema adoptada el pasado 30 de enero y anunciada con una declaración tan cínica que sería risible si ella no estuviera en el centro de un conflicto económico y político. Llama la atención que ese Gobierno haya adoptado el cierre de fronteras cuando el desabastecimiento de sus mercados llegó, según un índice del Banco Central que vigila los productos que no se consiguen en ese país, al intolerable 28 %, no cuando Colombia reclamó control para el contrabando de origen venezolano, que creció en forma vertiginosa en los últimos años, al punto de que el secretario de Gobierno de Uribia, el mayor y más pobre municipio de La Guajira, declara que “eran 600 los camiones que llegaban cada mes con comida para proveer a los habitantes de la Alta Guajira, que en su mayoría viven en rancherías bastante dispersas” y señala que estos son operados por cooperativas que operan abiertamente y son de utilidad para un departamento que en 2013 sufrió la muerte de 23 menores de edad por desnutrición.
Que el auge del tráfico de alimentos y de la gasolina que abastece a los pimpineros se debe al control cambiario y de precios, dos políticas económicas regresivas propias del autoritarismo y de la irresponsabilidad fiscal, características que abundan en el chavismo, es explicación obvia para un principiante en asuntos económicos. Sin embargo, en sus conocimientos sobre mercados, el señor Maduro alega, como publicó el oficialista Telesur, que “el contrabando es un problema de Estado” que ocurre porque “entre el 30 % y el 40 % de los alimentos que importa el país son llevados luego a Colombia por la vía del contrabando”. ¿Cómo no lo dirá si uno de sus gurús, el señor Ignacio Ramonet, asegura que “en Venezuela no existe escasez; sencillamente la situación es reflejo del alto poder adquisitivo y de consumo que tiene el pueblo venezolano”?
Entre el 30 de enero y el momento de escribir estas líneas, la crisis del gobierno Maduro desbordó las angustiantes filas de los supermercados desabastecidos y pasó a un difícil campo conflictivo, agravado por la equivocada reacción del chavismo contra la Marcha de la Juventud, que la oposición, o sea la mitad no chavista, realizó el pasado 12 de febrero. Tras diez días de choques callejeros, denuncias de asaltos a residencias y abuso de la Fuerza Pública, de censura y represión política, el Gobierno venezolano sigue atornillado al poder pero no logra encontrar una fórmula para regresar a la relativa paz que precedió a la que muchos quieren ver como “primavera venezolana”. Aturdido por errores como el apresamiento del carismático Leopoldo López y la censura a Telesur y confundido sobre la lealtad que le guarde la Guardia Nacional, buscó otro caballito de batalla: Colombia.
En la última semana, el presidente de Venezuela ha deportado a más de 500 colombianos que tenían una vida legal en ese país y ha tomado el micrófono para tratar al presidente Santos de “fascista”, apelando a un adjetivo que, como dijo el escritor Héctor Abad, describe al chavismo. Como remate a su colada de insultos y ofensas, declara que “nos quieren traer la violencia de narcotraficantes y paramilitares para acá (…) ya la han traído mejor dicho”. Ante el aumento de tono dentro de Venezuela, los insultos proferidos por el señor Chaderton contra los defensores de la democracia en la OEA y la incapacidad del señor Insulza para hacer valer la Carta Democrática, no parecen sensatas las voces que llaman a no preocuparse por el impacto que en las relaciones bilaterales y la paz en la frontera pueda tener la recurrencia en el uso del recurso Colombia como excusa y sofisma de distracción.
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