Brasil: el desmantelamiento de la razón – Por Tarso Genro

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Brasil: el desmantelamiento de la razón

Tarso Genro*

La extrema derecha está en red en todo el mundo, dentro del cual fluyen discursos breves e idiotas.

Las manifestaciones del bolsonarismo en Inglaterra, que acompañaron la visita del innombrable a ese país, demuestran que hay un nuevo tipo de organización política de extrema derecha en formato definitivo en el mundo. Está en una red, dentro de la cual fluyen breves e idiotas discursos, que facilitan la captación de adeptos, prescinden de la presentación de “programas” y excluyen toda racionalidad para el debate, o incluso para la comprobación de concepciones en conflicto. Sin embargo, aglutinan -por el sentimiento de orfandad social- un contingente de desempleados, inmigrantes, lumpens y ultraderechistas supuestamente intelectualizados de todo el mundo.

Castells, Jordi Borja, Richard Sennett, Chomski, Boaventura, Baumann y muchos otros intelectuales y profesores de todo el mundo y de nuestro país, han abordado este nuevo y desafiante mundo desde la especificidad de sus experiencias de investigación y acción política. En él, el “internacionalismo proletario” ha sido reemplazado por las conexiones materiales “objetivas” del capital financiero global, y la democracia política ha sido subsumida bajo el control mediático de los parlamentos, que se dedican –al límite de sus crisis intermitentes– a dar más satisfacción a los cronistas políticos de la gran prensa que al pueblo soberano.

Estas organizaciones están surgiendo en el espacio dejado por los partidos tradicionalmente organizados, que ya no son capaces de “hablar” con todos los excluidos, de todos los tipos, de todos los géneros, de todas las culturas, de todas las innovaciones digitales e informacionales, que hoy atraviesan el vida cotidiana de la humanidad. Se trata de un nuevo tipo de organización política, con mil cabezas y cientos de centros financiados por los flujos de dinero que se escapan del espacio clandestino de las redes secretas, de las relaciones políticas con el crimen y la explotación, de los gobiernos sobre los pueblos más adaptables. a los encantos de la esclavitud posmoderna.

El nazismo y el fascismo tenían una clara ideología nacional de inhumanidad, opresión racial y de clase, intereses nacionales concretos que diseñaron una barbarie bien formada: aquellos que no querían verla podían tomar una decisión consciente sobre su futuro, porque si simpatizaban con la propósitos sucios podrían entonces sustentar sus efectos. Esta actitud política era moralmente la misma que el apoyo al fascismo de entonces, pero este nuevo y actual tipo de fascismo -aparentemente sin centro dirigente- se esparce como un virus invisible en un aire contaminado de ilusiones inmediatas: es la evasión de la mediocridad. y triste realidad de sus adeptos que los inmuniza de cualquier pensamiento lúcido sobre su propia condición infeliz.

Un emigrado brasileño que envía a un inglés, en su propio país, a Venezuela, cuando pedía luto y respeto por la muerte de su Reina, que lo sentía en lo más profundo de su alma como la idea de su nación, puede ser un símbolo de dónde estamos y adónde podemos ir: la mayor parte de la política tradicional, llena de frases arabescas y programas barrocos, puede tener un corto tiempo de supervivencia y sucumbir, después de cierto momento, vaciada por las sentencias de muerte del diálogo racional y asediada por la violencia directa de los milicianos armados bien pagados.

El negacionismo frente a la pandemia del coronavirus fue el primer gran ejercicio práctico del tipo de genocidio que prometía el neofascismo en ascenso, ya que supuso -al mismo tiempo- una implosión del humanismo como ideología y la presencia de una nueva “ciencia” instrumental a un campo de concentración cortado por la infección propagada por el Estado.

Sus mantras son los mismos en todas partes, adaptándose -por supuesto- a los respectivos espacios nacionales: “globolixo”, “comunistas”, “vamos a Venezuela”, “globalistas”, “vamos a Cuba”, “Dios sobre todo, patria sobre todo”. ”, son fórmulas repetidas hasta el agotamiento, tanto en las redes como en sus breves apariciones físicas en las calles, a través de una vanguardia ciertamente pagada. Las frases, sin embargo, adquieren significados por la agresividad de sus muecas inconexas -por la falta de respeto sin mediación a los interlocutores- y por la forma violenta en que son emitidas.

Van mucho más allá de su contenido verbal para excluir y desmantelar la razón y no significan nada, sólo profetizan el odio como unidad en la infelicidad colectiva y como proyecto de destrucción de la democracia, de retorno a las tinieblas medievales. En el Brasil concreto que vivimos, una victoria de Lula en primera vuelta, con esta gran unidad promovida por la izquierda, podremos inaugurar el primer gran bloqueo continental – por razones democráticas – a la bestia fascista que aquí prolifera.

* Fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, Alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil. Autor, entre otros libros, de Posible utopía

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