La columna de Pedro Brieger | ¿Se cerró en Chile el ciclo de octubre 2019?
¿Se cerró en Chile el ciclo de octubre 2019?
Por Pedro Brieger
El abrumador rechazo al nuevo texto constitucional parece haber cambiado el rumbo político en Chile. Sin embargo, la pregunta más difícil de responder es si se cierra el ciclo que se abrió en octubre de 2019 con las gigantescas movilizaciones populares que se extendieron hasta el 8 de marzo de 2020 cuando miles de mujeres salieron a las calles y protagonizaron una de las marchas feministas más grandes del mundo. El presidente Sebastián Piñera estaba literalmente contra las cuerdas aunque pocos días antes del estallido de octubre se jactaba de que Chile era “un verdadero oasis” de estabilidad dentro de una «América Latina convulsionada».
Pero llegó la pandemia y marcó una pausa.
El estallido cambió radicalmente el panorama político y abrió un ciclo que puso a la defensiva a la derecha en su conjunto que fue sufriendo un revés tras otro, hasta el plebiscito.
Veamos. El presidente Piñera intentó desacreditar la protesta por todos los medios y para desactivarla apeló a la represión. No lo logró. Menos de un mes después tuvo que impulsar el proceso para redactar una nueva constitución y frenar el descontento creciente, aunque su intención era mantener la de 1980 redactada durante la dictadura y que tuvo modificaciones durante los gobiernos democráticos. Ante la magnitud de las protestas hubo que reformar la constitución y habilitar un plebiscito que se realizó en octubre 2020 donde se preguntó si se quería una nueva constitución que fuera redactada por una Convención Constitucional. Por abrumadora mayoría (78%-21%) -con voto optativo- triunfó el sí. Como desde el gobierno querían controlar la Convención a través de los partidos políticos también preguntaron sobre la conformación de la misma, y la respuesta (con guarismos similares) fue que no debía incluir miembros del Congreso. Otra derrota para el gobierno de Piñera y la derecha en su conjunto. Pensaron que, de todas maneras, tendrían 1/3 de sus miembros para frenar cambios estructurales. Tampoco lo lograron. Y se definió que la redacción se realizara de manera paritaria, un logro de los movimientos feministas, que no suelen ser vistos con simpatía por las derechas chilenas.
En el ínterin, en julio de 2020, el Congreso aprobó una reforma que permitió el retiro de hasta un diez por ciento de los ahorros en el sistema de jubilación privada -el corazón del modelo económico heredado de la dictadura- con votos de sectores de la derecha y a pesar del rechazo del presidente. Otro revés.
En mayo 2021 los partidos de derecha sufrieron el peor resultado electoral en los últimos 30 años cuando se eligieron gobernadores y alcaldes. Incluso numerosos medios de comunicación afines titularon “la debacle de la derecha”, porque apenas lograron una sola gobernación de las 16 regiones.
Durante las discusiones sobre el nuevo texto constitucional la declaración de Chile como “Estado plurinacional” se convirtió en un tema álgido y fue presentado como antagónico del nacionalismo chileno. Más allá de la cuestión en sí misma, es real que desde octubre 2019 se vieron flamear las banderas chilena y mapuche a la par y la cuestión de los derechos del pueblo mapuche se convirtió en un tema de debate público, aunque tal vez desmedido.
Como resultado de la concatenación de derrotas de la derecha chilena llegó el triunfo de Gabriel Boric, un emergente indirecto del llamado “octubrismo” ya que no fue un partícipe central del estallido social de 2019, como tampoco lo fue ningún otro dirigente político. Boric fue hábil para leer el ciclo histórico que se abría y capitalizar el descontento que le permitió triunfar en el ballotage, fundamentalmente por el rechazo a José Antonio Kast que sin tapujos reivindica el golpe de Estado de 1973. El triunfo de Boric fue otra derrota para la derecha que apoyó a Kast.
Ahora, con el abrumador triunfo en el plebiscito, los partidos de derecha se sienten envalentonados. Paradójicamente, en su inmensa mayoría ya no se oponen a una nueva constitución, lo que rechazaban de plano antes de octubre 2019. Desde ya que tratarán de imponer su sello a la redacción de una nueva carta magna, pero aceptando que la de 1980 está muerta. Y está muerta por el estallido social de octubre de 2019 y el ciclo histórico que se abrió entonces.
La derrota del Apruebo servirá para instalar la idea de que la revuelta de 2019 fue un hecho espasmódico y que se debe volver a cierta “normalidad” donde solo se pueda hacer retoques al modelo heredado sin tocar sus bases socio-económicas. No obstante, la participación de millones de personas en esta votación -que fue obligatoria- apoyando el Rechazo refleja también un voto de protesta y no solamente por el texto de constitución.
Por eso la gran pregunta es si el resultado del plebiscito cierra el ciclo de conflictividad social que se abrió en octubre 2019 y abre uno nuevo indefinido. El tiempo lo dirá.