Bolivia | ¿Conspiración avisada, derrota del proceso de cambio? – Por Jhonny Peralta Espinoza

1.379

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Bolivia. ¿Conspiración avisada, derrota del proceso de cambio?

 Jhonny Peralta Espinoza*

En un anterior artículo nos referimos a los aprestos de la derecha para derrocar al compañero Lucho, y también pusimos énfasis en las limitaciones, errores y carencias que tiene el Gobierno y su instrumento, el MAS.

Puede ser que en octubre y noviembre, el plan de la derecha se vaya por la borda, pero esto no implica que, de una vez por todas agarremos el toro por las astas, tomemos las acciones que se deben tomar, porque es la única manera de prepararnos para una futura ascensión y arribo de la derecha, a no ser que soñemos que las victorias electorales se producirán usque ad extremum dierum.

Sin embargo, habría que preguntar si los líderes del MAS, las organizaciones sociales, el movimiento indígena, las mujeres, la juventud, etc. reman en una sola dirección; si tienen una sola estrategia o se mueven por el tacticismo reaccionario; es hora que el MAS diga lo que puede o no puede hacer, lo que sucede al interior, todo lo que pasó en el golpe de Estado, no solo es honesto, es estructural.

Movimiento indígena: ¿sujeto histórico o voto duro?

Concluimos que el sujeto es siempre el correlato de sus prácticas, así el movimiento indígena siempre estuvo a la altura de las exigencias históricas y políticas, ya sea ofrendando su sangre o su voto en las urnas; pero hay gente que intenta forzar que los indígenas sean el sujeto histórico, olvidando que para llegar a ser sujeto político tiene que afirmarse como sujeto cultural, o sea, que sus creencias, sus ideas, sus valores, su visión del mundo sea la dominante.

Pero esto no ocurre, por tanto, los que hablan así solo tratan de utilizar al movimiento indígena como carne de cañón o voto duro, y esto es inmoral, indigno y contrarrevolucionario; porque si no fuera cierto lo que afirmamos, no hay ningún izquierdista que plantee que ahora sea la clase obrera el sujeto histórico, porque saben que está subordinada a la ideología dominante de la burguesía y, por el momento, no ofrendarán sus vidas.

Así, sin cultura propia, no hay identidad y sin identidad no existe autonomía, entonces una clase sin cultura, identidad y autonomía, tres variables del proceso de formación de una clase, deja de ser sujeto histórico para convertirse en objeto de manipulación por sus enemigos o la ideología burguesa.

¿Quién es hoy el sujeto de cambio? ¿El pueblo o la clase o el movimiento indígena? ¿Quiénes somos, en definitiva, «nosotros»? ¿Quién es el sujeto histórico, quién es el nosotros de una hipotética revolución cultural? Para que un grupo se sienta como un sujeto en la historia, ¿no ha de tener también una conciencia teórica proyectada? ¿Un desafío común que enarbole un proyecto colectivo compartido? Y no creo que podamos movilizar a un sujeto sin tener ideales. No creo que se pueda.

Tampoco podemos pensar que el sujeto histórico es el pueblo, los mineros, los movimientos indígenas, que como sujetos trascendentes o identidades transhistóricas se ponen en marcha y pasan a la acción. El pueblo, los proletarios, los indígenas, las mujeres, no es una identidad, algo que está dormido y después pasa a la acción, la acción crea al sujeto histórico y en cada momento es un sujeto distinto.

Ahora que se avecina una ola reaccionaria, y como las protestas, los bloqueos, las marchas son necesariamente esporádicas y ocasionales, y liderizadas por el movimiento indígena, no podemos exigir a ningún sujeto colectivo, como son los hermanos aymaras y quechuas, que puedan estar todo el tiempo en la calle o en los caminos, porque el desgaste es enorme.

Entonces, por un buen tiempo, las batallas y escaramuzas se darán en las ciudades, donde no debemos hacer concesiones, ni situar el odio y el conflicto como prioridad de la política. Para afrontar cualquier lucha política, primero necesitamos dotarnos de una militancia combativa; para esta tarea y en las actuales condiciones sin procesos de politización, hay que prepararse y, por tanto, construir compañerismo, unirse y organizarse en un cuerpo colectivo, capaz también de hacer frente a las derrotas.

El ejemplo de los partisanos italianos es aleccionador, el que quería combatir a los nazis aislado y mal organizado era derrotado rápidamente. De esto se deduce que la amistad, el afecto, la solidaridad, estrechamente compartido por la misma causa, es la condición prioritaria de cualquier experiencia política (que implica también, por supuesto, el odio y el conflicto).

Ante la falta de una formación política que construya cuadros desde la experiencia, hemos planteado el ejemplo de los partisanos, porque su “política” fue una política experimental: excluía la discusión en términos ideológicos y solo pensaban exclusivamente en cómo organizarse en el presente, en las condiciones existentes en la situación presente. A luchar también se aprende.

Convertir los modos de vida, en modos de lucha

Hoy en día, la derecha con sus bandas paramilitares, sus paros, sus periodistas del odio, sus estructuras militares y policiales intactas, sus cabildos y sus conades, plantean una guerra; ¿nosotros tenemos las fuerzas para afrontar esa maquinaria de violencia? En lugar de entrar en la guerra en espejo, podemos partir de lo más propio. En lugar de copiar las maneras de hacer de la derecha, pensar con autonomía. ¿Qué tenemos los que no poseemos una maquinaria de guerra? Básicamente nuestras formas de vida: una serie de afectos, de vínculos y de territorios.

Los afectos, son los que nos mueve, lo que nos importa, lo que hace que la vida merezca la pena. Lo que llamamos creencias, valores, apegos, etc. Cuando las hordas posfascistas se cebaron contra la wiphala, contra las mujeres de pollera, el movimiento indígena aymara-quechua, salió a defender su cultura; los afectos son el “plus” capaz de desequilibrar las relaciones cuantitativas de fuerza, de provocar lo imprevisto, de producir el “milagro”. Es lo que se denomina, en el pensamiento estratégico y militar, el “elemento moral de la guerra”. El elemento determinante, decisivo, que pone los cuerpos en movimiento. ¿cómo construir afectos de esa calidad en los bloques urbanos del MAS?

Los vínculos, es todo un tejido complejo que enlaza a las personas unas con otras, comunica a las personas mediante hilos invisibles y hace que se importen entre sí, que tengan una vida compartida. En agosto de 2020 en sus más de 200 puntos de bloqueos, aymaras-quechuas en cada punto de bloqueo había una red de complicidades: lazos de apoyo mutuo, de solidaridad, de empatía, de simpatía, como también otra manera de pensar el proceso de cambio, otra forma de hacer política. ¿Cómo construir esos vínculos con los cientos de miles de funcionarios?

Por último, los territorios, no se refiere al medio que nos rodea, sino el mundo que nos organiza, nos hace y deshace; son los lugares vivos, donde trabajamos, habitamos, amamos, crecemos, morimos, que los conocemos como la palma de nuestra mano porque son parte de nosotros mismos (y viceversa). Los aymaras-quechuas tienen sus territorios en los que luchan, y por los que luchan. ¿Cómo convertir los espacios de trabajo en lugares con vitalidad, con sentimientos, con afectos?

Como vemos, la fuerza del proceso de cambio está en los aymaras-quechuas, y sus formas de vida, porque en momentos de olas reaccionarias o de sublevación, esos lazos de solidaridad, reciprocidad, empatía, se activan políticamente y salen a luchar. El reto es cómo reproducir diariamente lo común en el mundo urbano, cómo construir que un grupo de funcionarios coordine para acudir con mística a una manifestación, cómo lograr que una fiesta del MAS sirva para comunicar un mensaje de solidaridad, cómo conseguir que las mujeres del MAS que trabajan en oficinas empiecen a preparar una acción de reciprocidad, de igual a igual, con las bartolinas. La política se activa si los saberes, los vínculos y las experiencias se tejen.

Reaccionario es la persona partidaria de mantener los valores políticos, sociales y morales tradicionales, y se opone a reformas o cambios que representan progreso en la sociedad. Un ejemplo claro de reaccionarios, fueron los cientos de militantes que no dijeron nada durante la dictadura de Añez, se callaron en las masacres de Senkata y Sacaba y, lo peor, no lucharon en el golpe de Estado.

Hoy al compañero que hace una crítica, se lo considera traidor, derechista, agente de la embajada, y con esto lo se quiere conseguir es un silencio reaccionario. Creo que la discusión sobre si es legítimo criticar al gobierno o hay que permanecer cerradamente callado, que se lo toma como lealtad, es reaccionaria, anacrónica y contrarrevolucionaria. Quienes dimos apoyo por medio del voto y la argumentación pública al actual gobierno tenemos sobrados derecho, no sólo a opinar, criticar y a putear, sino también a exigir.

El gabinete de ministras y ministros se puede considerar que están a la cabeza del pueblo, así fue y así es; mientras estas «mujeres y hombres políticos», junto a sus más de 400 mujeres y hombres de la alta burocracia, miran al poder estatal como el lugar privilegiado para la transformación social (se toma el poder y desde arriba se cambia la sociedad); Pasolini, ese cineasta maricón y comunista asesinado por el fascismo, nos advertía que el capitalismo avanza mediante un proceso de «homologación cultural» que arruinaba los «mundos otros» (indígenas, obreros, mujeres y hombres llanos, juventud) contagiando los valores y modelos del consumo «horizontalmente» a través de la moda, la publicidad, la información, la televisión, la cultura de masas, etc.

Así pues, esas “mujeres y hombres políticos”, acompañados de su alta burocracia estatal, mediante sus vestidos y andares, su seriedad y sus sonrisas, sus gestos y sus conductas, provocan una “mutación antropológica” (Pasolini) en marcha: la revolución del consumo y la revolución de la ideología, o sea la reafirmación del capitalismo puro y duro. Pero a estas mujeres y hombres de la alta política, es que ahora les exigimos dar ejemplo, porque algo nuevo que podemos construir desde esas alturas, es que desde sus ministerios politicen e intenten dar un paso en la revolución cultural.

Por ejemplo, que cada ministro instruya a sus viceministros que organicen cuantas células puedan y éstas designen un responsable, dar textos cortos o temas de coyuntura, para debatir cada viernes, en las dos últimas horas de trabajo; pero en discusiones que permitan abierta y libremente, sin complejos, confrontar ideas y comenzar a ver de otra manera a los compas y a nuestro entorno, esto se llama politización y batalla cultural. Planteamos esta propuesta, porque hasta ahora el proceso de cambio ha fortalecido el vínculo Estado-ciudadanos (movimientos y organizaciones sociales) excesivamente liberal, en contra de lo comunitario, vínculo que se caracteriza por ser higienizado, estéril y vacío, que no toca la experiencia emocional de lo comunitario (comunidad).

El gobierno es un terreno de combate político 

Decir que el proceso de cambio ha cumplido las tareas más estratégicas, es una exageración verbal; pero afirmar que el MAS como organización está ya construido, es una verborragia. Con respecto al proceso de cambio y su instrumento hay que pensar en “organizar” “construir”, más en un verbo, una acción, una práctica, y no en un sustantivo, un nombre. Organizar y construir significan algo que se hace, aquí y ahora, una y otra vez, nunca igual, porque no es un producto acabado, sino un proceso interminable, todo porque hay muchas voces diversas.

Así, el instrumento y el proceso de cambio, no “es”, sino que “se hace”. Si no se hace organización o construye proceso de cambio, no “es”, por tanto, el proceso de cambio y la organización no existen independientemente de nuestro hacer. Pero el problema del MAS es que solo algunos hablan o construyen, y no me refiero a los ampliados, congresos, sino a la construcción diaria de lo común, que es el proceso de cambio y el instrumento.

Entonces organizar al MAS y construir el proceso de cambio cada día, significa abandonar esa idea de que hay política sólo donde hay líderes y visión; la política surge de la vida misma, nace de lo cercano y no de la proyección hacia lo lejano, solamente en el contacto se descubren al compañero y al enemigo; por tanto, una situación política no sucede de la decisión de los de arriba, sino de un choque o del encuentro entre varias decisiones. Si la organización, se piensa y decide desde cenáculos exteriores a las luchas concretas, es cuando se hace política desde hipótesis abstractas, dejando de lado las realidades, de esta manera se va en contra de lo que se está organizando y construyendo.

El gobierno es un terreno de combate político y esto deben entenderlo cada miembro del gabinete, desde el gobierno también se organiza al MAS y se construye el proceso de cambio; por tanto, se debe generar conquistas políticas y sociales que perforen en todas las instituciones sociales para forjar nuestra identidad, lo que somos y en lo que nos reconocemos.

En las organizaciones sociales y las instituciones públicas, en las universidades y las escuelas, en las empresas privadas y las fábricas, las mujeres están cansadas de ser víctimas de las dominaciones y opresiones del patriarcado; es tarea del ministerio de la presidencia iniciar un proceso de despatriarcalización de forma transversal en el Estado.

En un momento de creciente crisis capitalista, la crítica de la economía política está recuperando su lugar fundamental en la teoría y en la práctica; el movimiento obrero boliviano es un espacio social y político estratégico para analizar a fondo aspectos de la economía política; es tarea del ministerio de trabajo iniciar un debate político y tener pautas para una nueva forma de organización obrera posneoliberal.

Cuando el mundo se hace multipolar, y el capitalismo tardío y/o salvaje amenazan con imponerse, y el futuro para millones de mujeres y hombres es incierto y desgarrador; es tarea del ministerio de relaciones exteriores desplegar una diplomacia de los pueblos para ostentar la soberanía económica y tecnológica, en beneficio de los más desfavorecidos.

La educación sigue ampliando brechas en las generaciones de jóvenes de familias acomodadas y de escasos recursos, marcando un porvenir nada promisorio para la juventud de los sectores populares; es tarea del ministerio de educación cualificar el rol del profesorado y dar una educación de calidad.

Una de las crisis que se avecina es la de los alimentos, el país posee enormes extensiones de tierra donde construir la soberanía alimentaria y convertirse en un vivero para la región; es tarea de los ministerios de desarrollo rural y productivo implementar proyectos junto a los movimientos indígenas.

Planteamos estas propuestas, que con seguridad falta otras, conscientes de que una mente que piensa en términos de porvenir es incapaz de actuar en el presente, porque no busca la transformación: la evita.

*Exmilitante de las Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka

Más notas sobre el tema