Oro blanco: la emergencia geopolítica del litio – Por Juan Agulló
Oro blanco: la emergencia geopolítica del litio
Por Juan Agulló*
“Llegué al salar de Uyuni, al sur de Bolivia, tras una parada de dos días en Potosí, la mítica capital de la fiebre conquistadora de la plata, a cuatro mil metros sobre el nivel del mar”. Así comienza el capítulo dedicado al litio de Oro, petróleo y aguacates, el libro con el que el periodista británico Andy Robinson pretende continuar Las venas abiertas de América Latina. Cincuenta años después de la primera edición del mítico texto de Eduardo Galeano, Robinson trata de demostrar que una docena de materias primas pueden explicar la mayor parte de las crisis, injerencias e inestabilidad que desde entonces han afectado a esta parte del mundo. El litio, en ese contexto, hace las veces de recién llegado.
Pero ¿qué es y por qué está adquiriendo tanta notoriedad?
Se trata de un metal que suele encontrarse vinculado a la sal. Procesado, tiene un enorme potencial para el aprovechamiento de las energías renovables. Sirve, más que para producir, para almacenar energía en baterías de gran capacidad y larga duración. Esas pilas son capaces de acumular energía eólica y solar, además de proporcionarle vida (y autonomía) a toda clase de aparatos electrónicos y vehículos eléctricos. Sus usos potenciales van desde lo civil hasta lo militar. Además, en tiempos de cambio climático, se trata de una alternativa real (y barata) a las energías fósiles que (como el petróleo) estaríamos abandonando.
El mercado global que regula su precio, primer detalle estratégico por subrayar, funciona en yuanes. El año pasado, su producción global creció un 21%. Simultáneamente, su cotización se ha revalorizado un 254% en los últimos cinco años y ha llegado a frisar, en marzo de 2022, los 80.000 dólares por tonelada. El petróleo, que cotiza en dólares, se revalorizó ―durante ese mismo periodo― menos de la mitad (un 108%). Hoy por hoy, una tonelada de salmuera de litio sin procesar cuesta unas 20 veces menos que el carbonato de litio ya refinado y unas 200 veces menos que el litio metálico, que es lo que se utiliza en las baterías. Último y definitivo dato: para 2040, según la Agencia Internacional de Energía (IEA), la demanda global de litio se multiplicará por 42.
¿Se comprende ahora por qué, el metal en cuestión, llama cada vez más la atención?
Una de las claves geopolíticas consiste en saber dónde están sus yacimientos. La respuesta no es necesariamente sencilla, pues la distribución del litio, tal como sucede con otras materias primas, no es uniforme. Además, antes de mencionar lugares concretos, lo primero que se debe saber es que las reservas, de nuevo como las de cualquier otro recurso natural, deben pasar por un costoso y garantista proceso de certificación técnica internacional que les permita acceder al estatus de “probadas”. En el caso del litio, como su comercialización a gran escala es reciente, todavía faltan muchas reservas por descubrir y por “probar”.
Bolivia es, hasta ahora, el país donde oficialmente hay más litio. China, país de referencia tecnológica, el que tiene una demanda más elevada y también, el que concentra más empresas productoras. Aquí en América Latina existen reservas considerables, especialmente en el punto de convergencia entre Chile, Argentina y Bolivia, aunque se sabe que también hay litio en países como Perú y Brasil. Y en México donde, si los recientes descubrimientos en la norteña Sonora acaban confirmándose, podríamos estar hablando casi de tantas reservas como en Bolivia, a menos de 300 km de Estados Unidos.
Dicho panorama, a reserva de que posteriormente vayan siendo descubiertos nuevos yacimientos en otras partes del mundo, pone a nuestra región en una posición estratégica privilegiada. Por enésima vez en la historia, América Latina parece estar bien ubicada ante un ciclo económico ascendente, vinculado a una commodity global (existen los precedentes históricos del azúcar, la plata, el café, el cacao, el oro, el guano, el caucho, etc.). Problema principal: en todos los casos citados, la dependencia política y tecnológica ha solido propiciar, simultáneamente, la exportación de materia prima y la importación de bienes manufacturados. Ese esquema reproduce el rentismo económico, la desigualdad social y la dependencia exterior.
Ahora mismo, a pesar de los avances, todavía estamos hablando de un metal que, aunque parece tener un futuro promisorio, aún no está siendo producido ni comercializado a pleno rendimiento. Elon Musk, el hombre más rico del mundo y dueño de Tesla, declaró recientemente que su empresa podría comenzar a minar y a refinar litio a gran escala. Existen precedentes: entre 1927 y 1945, el pionero automovilístico Henry Ford hizo un intento (fallido) de producir caucho, en plena Amazonia, para los neumáticos de sus automóviles.
En América Latina, por ahora, prima la diversidad de enfoques y de prácticas. Por una parte, está Bolivia donde, durante la presidencia de Evo Morales (2006-2019) se exploraron y se certificaron recursos, se reguló la explotación del litio, se creó uno de los primeros monopolios públicos del mundo y se llegó a un acuerdo con una empresa alemana para comenzar a extraer y a procesar. México, donde acaba de ser aprobada una ley que define al litio como recurso estratégico, parece compartir perspectiva. Pero ese no es el caso de todos: muchos Gobiernos ya han otorgado concesiones a consorcios privados, nacionales y extranjeros de países como China, Australia, Canadá, Japón, Estados Unidos, Corea del Sur, etc.
En el terreno práctico, la comercialización es el área donde ahora mismo hay más obstáculos: básicamente, se trata de discretas presiones del lobby de los hidrocarburos y de sutiles escaramuzas político-mercantiles orientadas hacia la toma de posiciones. Las críticas que se le han hecho a Bolivia deben ser contextualizadas en un marco como el descrito: han ido desde la “falta de experiencia” hasta una supuesta insuficiencia de las inversiones, pasando por objeciones ambientales, cuestionamientos relacionados con transporte y menciones a la debilidad estructural de la demanda internacional. En ese contexto, también debieran ser contempladas abruptas rupturas como la sucedida durante el “interinato” de Jeanine Áñez.
Pero ¿cómo dar un golpe de timón? La actual coyuntura internacional, con el cambio climático y la guerra de Ucrania como trasfondo, parece propicia: los hidrocarburos se evaporan. En ese contexto, Bolivia está promoviendo, a través de la concertación multilateral, iniciativas estratégicas más seguras. Recientemente La Paz, apoyada por la Cepal, promovió un foro virtual de alto nivel que funcionó como antesala de un congreso presencial, mucho más amplio y participativo, que debiera celebrarse antes de que acabe el año. En el aire, una idea: que se cree, como con el petróleo, un cártel de países productores de litio. ¿Se llegará a eso?
*Profesor del Instituto Latino-Americano de Economía, Sociedade e Política de la Univ. Federal de Integración Latinoamericana – UNILA (Brasil). Doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales – EHESS (Paris).