Los apóstoles del bitcoin que conquistaron El Salvador – Por Nelson Ruda Zablah

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Los apóstoles del bitcoin que conquistaron El Salvador

Nelson Ruda Zablah*

Más que una moneda, el bitcoin es una religión. Surgió de las ideas de unos apóstoles de la libertad y activistas perseguidos por el gobierno. Sus usuarios y creyentes hablan de esta moneda no estatal con fervor. ¿Cómo fue que esos «libertarios» evolucionaron a millonarios que utilizan helicópteros militares para promover un proyecto gubernamental en El Salvador? ¿Por qué su presidente, cada vez más autoritario, impulsó esta riesgosa –y excéntrica– iniciativa? En este artículo están muchas de las respuestas.

Tres meses después de escuchar sobre el bitcoin y sobre lo afortunados que éramos los salvadoreños por haberlo adoptado tan pronto, de ver lo inútil que era hacer cálculos de equivalencia en dólares porque el precio cambia diariamente y de tratar de explicarles a medios internacionales cómo era vivir en un país que usa los frijoles mágicos más populares de internet como moneda, me enviaron a Miami a conocer el paraíso.

El bitcoin es, por supuesto, una moneda digital, pero esta no es una historia financiera. Si lo fuera, quizá debería haber ido a Nueva York, con el toro de Wall Street y los corredores de bolsa. Bitcoin no es solo una moneda. Ocho meses después de empezar a conocer a miembros de la comunidad bitcoin de Estados Unidos, de Venezuela, de Senegal y Egipto, de Holanda e Inglaterra, Guatemala y El Salvador, algo en su lenguaje y en su actitud me hace pensar en ellos como miembros de un culto religioso.

«Hay que entender la teología de liberación espiritual de bitcoin, el resto es fácil», dice el gurú Max Keiser, un ferviente porrista del caso salvadoreño de adopción del bitcoin y de uno de los apóstoles más populares, el presidente Nayib Bukele. «Es más fácil que se apague el sol que que el precio del bitcoin se reduzca a cero», me dijo un empresario de bitcoin guatemalteco. Alex Gladstein, un activista del bitcoin y de derechos humanos, enlista la moneda a la par de lo que considera logros equiparables de la humanidad: las pirámides de Egipto, la capacidad de volar, la llegada a la Luna, la energía nuclear.

Todos parecen personajes de Ayn Rand, la filósofa libertaria: son titanes, hombres insumisos y pioneros, su moneda es el fuego de Prometeo, el fruto prohibido de Adán. «Crear un sistema monetario que nadie puede corromper puede ser nuestro logro más improbable e impresionante», dice Gladstein. «Sí, parece religioso», admite. «Quizá deberíamos comparar el bitcoin y la cristiandad por un segundo…».

Como el cristianismo, el bitcoin tiene un fundador misterioso, un texto sagrado y sus apóstoles. «Creo que dentro de 10 o 20 años habrá una religión organizada alrededor del bitcoin», dice Gladstein. Pero dice también que el bitcoin es más real que el cristianismo. «Una cosa es creer en Jesucristo y tomar la Eucaristía. Pero eso requiere estirar la imaginación porque no hay nada físico. Bitcoin es real: es matemática respaldada por energía, no se puede crear de la nada», dice.

Aunque suena como John Lennon cuando dijo que los Beatles eran más grandes que Jesús, Gladstein no es un fanático, ni un extremista, ni una excepción en el mundo bitcoin. Es uno de los organizadores del evento por el que llegué a Miami. Su cargo es muy serio: director de estrategia de la Fundación de Derechos Humanos (hrf, por sus siglas en inglés)1. La fundación organiza el Oslo Freedom Forum, una conferencia que reúne a activistas con artistas, empresarios y periodistas, una especie de festival Coachella de derechos humanos. En Miami fui a buscar a algunos de esos apóstoles y evangelistas que han convencido al presidente de un país pobre como El Salvador de gastar unos 200 millones de dólares para creer en el sueño que nos sacará a todos de la pobreza.

Eso es exactamente lo que la publicidad dice. «¿Tenías 10 dólares en Bitcoin en 2010? En agosto de 2021 son 500.000 dólares. No pierdas los próximos 10 años», dice el copy de Binance, una casa de intercambio de criptomonedas. Celebridades como Kim Kardashian, el basquetbolista Stephen Curry y el jugador de fútbol americano Tom Brady han publicitado inversiones en criptomonedas. Hubo seis anuncios de empresas cripto en el Súper Tazón de 2022. El actor Matt Damon estelariza un anuncio de crypto.com, la misma plataforma que patrocina al psg y que compró los derechos para renombrar el Staples Center, el estadio donde juegan los Lakers de Los Ángeles. Peter McCormack, un empresario de bitcoin inglés, compró el Real Bedford, un equipo de fútbol que compite en la décima división, y se trazó el objetivo de llevarlo hasta la liga Premier y usar el bitcoin como estrategia comercial para hacerlo. El Salvador se convirtió en un hito para la comunidad de creyentes desde que, en junio de 2021, el presidente Bukele anunció la adopción del bitcoin como moneda legal2. En la avenida Jerusalén, de San Salvador, hay una gigantografía que muestra a un hombre sonriente –la escena cripto está llena de hombres– y dice: «Santiago Acevedo, 28 años. Dueño de su negocio global en Paxful. Sé el próximo. Invertí en bitcoin».

Tres días después de oír el evangelio del bitcoin en los lujosos hoteles de Miami, sentado en una playa de arena blanca y aguas cristalinas, empecé a pensar en lo que decían. Aquí me podría convertir en un hombre nuevo, manejar por la costa en un Lamborghini naranja para ir a ver los murales del barrio de Wynwood. Aquí con las muchachas en los bikinis diminutos y los muchachos de cuerpos bronceados en busca de la ola perfecta. Aquí en Miami Beach, donde el invierno no llega y nadie fracasa, y la edad promedio es 23. Mi trabajo sería acostarme bajo el mismo sol que Camila Cabello y Pitbull y mantener la esperanza. Podría pedir un coco o un trago tropical que se viera bien en Instagram, usar lentes oscuros, posar sin camisa para lucir mi bronceado y, dentro de diez años, contarle a todos cómo es mi vida porque compré una escalera al cielo llamada «bitcoin».

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El mito creacionista del bitcoin es una historia sobre liberación, sobre levantar a los desprotegidos y confrontar a los poderosos. En Miami, el portador de este mensaje es Nic Carter, un veinteañero, inversionista de bitcoin, con nombre de estrella pop, mocasines sin calcetas, traje sin corbata y lentes de sol en el saco.

La génesis del bitcoin, dice Carter, se remonta hasta la década de 1970. En 1976, Whitfield Diffie implementó por primera vez la criptografía, el cifrado de mensajes usado en el ámbito militar y gubernamental, para fines civiles y académicos. Diffie creía que la criptografía era «una herramienta poderosa para proteger a los individuos de un adversario poderoso». Casi una década después, otro criptógrafo, David Chaum, publicó una profecía3. En 1985, Chaum escribió que «se están plantando los cimientos para una sociedad dossier en la que las computadoras serán utilizadas para inferir los estilos de vida, hábitos, ubicaciones y asociaciones de los individuos». Como lo que Facebook o Amazon hacen ahora.

En 1988, otro apóstol del cripto, Tim May, escribió el «Manifiesto criptoanarquista»4, donde predijo el comercio electrónico y la piratería. En 1992, en San Francisco, California, May se empezó a reunir con un grupo de personas alrededor de estas ideas de libertad y privacidad. Se apodaron «cypherpunks», un juego de palabras en inglés entre el género de ciencia ficción cyberpunk (al que pertenecen Blade Runner o la trilogía Matrix) y la palabra cipher, cifrado. Los cypherpunks creen, esencialmente, que la privacidad es importante, que pedir al Estado que la proteja es inútil y que la mejor forma de protegerla es escribiendo códigos y desarrollando programas que permitan hacerlo. Además de sus reuniones, los cypherpunks crearon una lista de correo electrónico que es algo así como un lugar sagrado.

Tal como Moisés recibió los diez mandamientos en el monte Sinaí, el creador del protocolo Bitcoin, Satoshi Nakamoto, usó esa lista de correo para publicar el texto sagrado del bitcoin, el Libro Blanco, 16 años más tarde.

Nakamoto es el seudónimo bajo el que se publicó el texto fundacional del bitcoin5, el 31 de octubre de 2008. Nadie sabe su género o incluso si se trataba de una o varias personas. En 2011, la revista The New Yorker publicó un artículo que buscaba identificar a Nakamoto, pero solo llegó a deducir que su estilo de escritura era inglés británico6. En el mito creacionista, Nakamoto es el gran liberador, el mesías. Su Libro blanco o White Paper describe los fundamentos técnicos del bitcoin. El documento describe así qué es el bitcoin: «una forma de dinero en efectivo electrónico peer-to-peer [entre pares] que permite enviar pagos en línea directamente entre las partes y sin pasar a través de una institución financiera». En su invención, el rol de un banco en garantizar la moneda y las transacciones lo cumple una red de computadoras. En lugar de confiar en un banco, los creyentes confían en una red de computadoras que realizan los procesos necesarios para verificar las operaciones. Ahí empieza la jerga bitcoiner: el libro de registro de todas las transacciones se llama «blockchain». Al trabajo de las computadoras se lo llama minería y a los operarios, mineros. Como pago, los mineros reciben fracciones de bitcoin llamadas «satoshis», por el nombre de su creador, que se abrevian «sats».

En el mito de creación del bitcoin, como en el cristianismo, también hay un elemento de persecución: la de Phil Zimmermann, un desarrollador que creó en 1991 pgp, la primera aplicación de mensajería de correo electrónico encriptada7. Zimmerman fue procesado por el gobierno estadounidense porque catalogaron su invento como «munición» y alegaron que necesitaba una licencia de exportación. Cada vez que se publica una noticia de que un país prohíbe las transacciones en criptomonedas o la minería bitcoin, en la mentalidad de los creyentes se activa el mito de que el bitcoin es un descubrimiento tan revelador como el evangelio y, por tanto, es perseguido.

Por supuesto, como en toda religión, hay creyentes en una vida después de la muerte. Hal Finney, un cypherpunk que ayudó a corregir el código de bitcoin, murió en 2014 pero fue congelado a la espera de que se halle una forma de regresarlo a la vida. El tratamiento de criogenización fue financiado, en parte, con donaciones de bitcoin.

El cuento sobre el invento de unos nerds que abogan por mayor privacidad y libertad incrementa el contraste con la escena actual de ricos y famosos. No hay un ejemplo más actual de esa paradoja que El Salvador.

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Fui a escuchar la prédica de Nic Carter porque se trata de un personaje clave en la génesis del bitcoin en El Salvador. Todo empezó en Miami8. El 5 de junio, el presidente Bukele apareció en un video en una conferencia llamada Bitcoin 2021. Habló en inglés y anunció que El Salvador adoptaría el bitcoin como moneda de curso legal. Tras él, Jack Mallers, un gringo emocionado, dijo que casi se orinó en los pantalones por la noticia, mientras la audiencia gritaba y aplaudía eufórica.

Bukele hace ese tipo de cosas de vez en cuando: se toma una selfie en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (onu)9, se cambia la bio de Twitter y coloca como perfil «dictador», publica una foto comiendo caviar. Pensé que la movida del bitcoin se trataba de otra ocurrencia y que teníamos problemas más grandes. Me equivoqué. Tres días después del video en inglés y del gringo incontinente, me encontré en la Asamblea Legislativa mientras se aprobaba la ley que oficializaba el uso del bitcoin como nueva moneda en El Salvador.

Ese 8 de junio, Nic Carter creó un space en Twitter, un chat en vivo, para traducir la Ley Bitcoin a los estadounidenses interesados en lo que estaba pasando en El Salvador. A ese chat se conectó, primero, Karim Bukele, hermano del presidente y uno de sus principales asesores. «Yo no estaba en contacto con ellos y no he estado en contacto con ellos desde entonces», asegura Carter. «Fue una completa coincidencia, quizá un golpe de suerte», dice. «Karim nos dio una descripción de la ley y todo corrió como bola de nieve a partir de entonces».

En el Parlamento salvadoreño, los diputados estudiaron la ley durante menos de 90 minutos y la aprobaron en cinco horas10. Me conecté al chat de Carter porque estaba claro que había información más valiosa ahí que donde de hecho estaban aprobando la ley. Por ejemplo, un diputado dijo (en español) antes de la aprobación que la ley no obligaría a nadie a usar el bitcoin. En la otra dimensión, se daba en inglés la explicación real de lo que estaba ocurriendo. «Si vas a un McDonalds, no podrán decir ‘no aceptamos bitcoin’», explicó el presidente Bukele, que se unió al chat invitado por su hermano.

Así, la explicación de una ley que afectaría a millones de salvadoreños se dio a un puñado de estadounidenses, en inglés, en un chat de Twitter. Quienes tomaban turnos haciendo preguntas no éramos periodistas salvadoreños, sino inversionistas de bitcoin, aquellos a quienes Carter decidía dar el micrófono.

«Ellos encontraron la plataforma útil para alcanzar a la comunidad occidental de bitcoin en ese momento. Me asombró que, en un momento histórico de aprobación de la ley, [el presidente] eligiera estar en Twitter con una audiencia que honestamente era más que todo de estadounidenses», dice Carter. «No era mi objetivo involucrarme en la política salvadoreña», añade.

Queriendo o sin querer, los bitcoiners juegan un papel importante en la política del gobierno de Bukele y están metidos hasta en la cocina. En El Salvador, los bitcoiners no parecen activistas de la libertad y la defensa de los ciudadanos. Son amigos del gobierno. Son asistentes vip a fiestas exclusivas. Suben a helicópteros, surfean y hacen viajes de pesca11. Tienen acceso privilegiado a políticos, los llevan a tours privados en instalaciones del gobierno, los escolta la policía e incluso toman decisiones de políticas públicas12. Y a algunos les encanta.

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Un montón de gringos bailan canciones de Pitbull sobre la arena en el club de playa La Bonita, iluminados por unas lámparas italianas colgadas de palmeras y la pantalla de la plataforma del dj. En medio baila una muchacha de ojos claros, con tacones, un short de lona y una blusa negra que deja ver su abdomen. Un rato después, algunos conocidos, organizadores de la fiesta, me la presentaron. Me dijo que trabajaba como «creadora de contenido». Lógico, porque esta era una fiesta de lanzamiento para Starbackr, una plataforma para monetizar contenido. Como un OnlyFans pero con bitcoin.

Fiestas como la de La Bonita son cada vez más frecuentes en El Salvador. Desde junio de 2021, muchos de los predicadores e inversionistas de la escena cripto que desfilaron en Miami han llegado al país. En la segunda mitad de noviembre, hubo dos conferencias de bitcoin. Ambas se llevaron a cabo en la Zona Rosa, un barrio donde hay bares, hoteles y discotecas exclusivas en San Salvador, aunque, por supuesto, los asistentes hicieron varias excursiones a las playas, a solo media hora de distancia.

La playa es un punto obligatorio de peregrinaje. En 2019, Michael Peterson, un empresario estadounidense, recibió una donación anónima de bitcoin para hacer proyectos en la comunidad de El Zonte: nacía Bitcoin Beach13, donde varios negocios aceptaban la moneda antes de la ley de 2021.

Esta iniciativa local ha sido punto de encuentro, pero también punto de división entre los creyentes. Así como entre los cristianos hay un sinfín de variedades –católicos, bautistas, luteranos, pentecostales, etc.–, los bitcoiners son variados. Hay creyentes politeístas, que impulsan otras iniciativas cripto. Para el lanzamiento de la ley, Brock Pierce, un multimillonario estadounidense, se presentó como embajador del bitcoin. Pierce dio una extravagante fiesta en un hotel de playa con un show de drones, fuegos artificiales, música electrónica y celebridades en la que terminamos bailando conga alrededor de la piscina14. Pero Pierce, creador de otra criptomoneda llamada Tether, no es considerado embajador por muchos miembros de la comunidad. «Personas como Pierce imprimieron su propio dinero y tratan de convencer a otros de que lo usen. Es muy avaro», me dijo el activista Alex Gladstein15.

Gladstein, a su vez, representa a otro grupo de bitcoiners más conscientes de asuntos de derechos humanos, democracia e inclusión. Es más idealista y es común escucharlo referirse a la manera en que el bitcoin sirve a personas en Nigeria o Líbano para justificar las ventajas de la moneda. Las opiniones de Gladstein sobre el desmantelamiento democrático en El Salvador le han valido epítetos como el de ser «agente de la cia»16 y lo confrontan con otro grupo, uno de los más radicales: los «maximalistas».

Los «maxis» son una facción que cree en la supremacía del bitcoin sobre cualquier otra moneda y que han devenido grandes porristas del presidente salvadoreño. Claro, ese entusiasmo tiene sus beneficios. El 8 de enero de 2022, el gurú Max Keiser, su pareja Stacy Hebert y el empresario Samson Mow publicaron fotos suyas en un taxi particular: despegaron en helicóptero desde la Escuela Militar de San Salvador. En una de las fotos aparece un operario con uniforme de aerotécnico de esa institución. Los estadounidenses volaron al oriente salvadoreño para conocer el lugar donde el gobierno ha prometido construir Bitcoin City, una ciudad futurista en la que los inversionistas no tendrán que pagar impuestos de ningún tipo.

Keiser estuvo en otra fiesta playera exclusiva para bitcoiners, que captó la atención de medios en todo el mundo por lo estrafalaria. Bukele hizo su aparición con un avatar animado, un show de luces y una canción de ac/dc. En la fiesta, uno de los pasajeros del helicóptero, Mow, subió al escenario con Bukele para explicar la emisión de un bono en bitcoin, una idea de Keiser17. En la fiesta también se anunció la construcción de una utopía bitcoin: esencialmente, la idea es privatizar un terreno dentro del país y construir una zona económica especial18, un concepto muy parecido al de empresarios europeos que han tenido reuniones con funcionarios, alabando la adopción del bitcoin y confirmando su interés en adquirir un pedazo de El Salvador19.

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Saquemos algo del camino. Desde el año pasado, todos los académicos y periodistas extranjeros con los que he hablado del bitcoin me preguntan: «¿Por qué Bukele lo adoptó?». He sintetizado mi respuesta en dos razones.

La primera: relaciones públicas. La apuesta por el bitcoin le ha conseguido al gobierno de Bukele muchos embajadores. Cada celebridad del mundo bitcoin que habla sobre El Salvador, sobre las playas de El Salvador, sobre lo seguro que es El Salvador20, sobre lo moderno y lo progresista y lo bonito sirve para limpiar la cara del régimen. «Creo que parte del motivo es promover a Bukele y funcionó. Se propulsó a esta posición de superestrellato político y ahora es el jefe de Estado mejor conocido de Centroamérica y quizá de América, con la excepción de [Jair] Bolsonaro», tal como me dijo Nic Carter. Los embajadores omiten que Bukele tiene negociaciones con las pandillas21, que persigue a fiscales que investigan corrupción gubernamental22, que es sospechoso en un escándalo de espionaje telefónico a periodistas23 o que ha cooptado un órgano judicial que, entre otras cosas, ya habilitó su reelección, contra lo que dice la Constitución salvadoreña24.

La segunda razón es financiera. El Salvador es un país profundamente endeudado y los desvaríos autoritarios de Bukele no han hecho sino aumentar el riesgo país. A mayor riesgo, más intereses cobran los prestamistas. En bitcoins, tiene acceso a una red alternativa que no es gobernada por eeuu, con cuyo gobierno Bukele está enfrentado y de cuya moneda El Salvador depende desde que su economía fuera dolarizada en 2001. No en vano, Estados marginados como Venezuela25 o Corea del Norte26 también han hecho sus propios experimentos con criptomonedas. Este año, El Salvador planea emitir deuda por 1.000 millones de dólares en forma de un criptobono emitido por una empresa domiciliada en Kazajistán27.

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La fe en el bitcoin es recompensada en El Salvador. Les voy a contar tres anécdotas.

Uno: el 29 de noviembre de 2021, Jairo Vélez Pérez, un empresario colombiano, daba emocionado su testimonio durante una junta de bitcoiners. Vélez es maximalista y dijo que decidió ir a El Salvador sin efectivo ni tarjetas de crédito y tratar de pagar exclusivamente en bitcoin. Pero el primer obstáculo lo enfrentó en el aeropuerto. El Salvador exige a algunos países, entre ellos Colombia, el certificado de vacunación contra la fiebre amarilla. Vélez no lo tenía. En la reunión, Vélez dijo que estuvo discutiendo con la empleada del control migratorio hasta que vio a una muchacha con un cartelito que decía «bitcoiner». Entonces, le explicó que él venía al país a la conferencia, y santo remedio: fue eximido de un requisito legal. Bienvenido a El Salvador.

La de Vélez no es una historia aislada. El 17 de noviembre, en medio de la semana de conferencias bitcoin, El Salvador eliminó los requisitos de prueba de vacunación o prueba negativa de covid que estaban vigentes desde septiembre de 202028. No es un secreto. La comunidad de bitcoiners tiene alta repelencia a los mandatos legales de vacunarse o utilizar mascarillas, basada en el argumento de que coarta la libertad. En el hotel de la conferencia, escuché cuando una empleada le dijo a otra: «Ya me aburrí de decirles de la mascarilla». Dos meses después, a mediados de enero, El Salvador enfrentó un alza de casos de covid y la población debió hacer largas filas desde la madrugada en busca de una de las pruebas gratuitas del Ministerio de Salud. Pero el país sigue abierto, sin restricciones, para los turistas, y especialmente para los bitcoiners.

Dos: la noche de la aprobación de la Ley Bitcoin, mientras los estadounidenses se atropellaban en el chat virtual para hacer preguntas al presidente, alguien le preguntó si había pensado en minar bitcoin en el país. «Jamás se me ocurrió, pero cada día habrá una nueva idea. Así que no habíamos contemplado la minería, pero podemos hacer algo para promoverlo, por supuesto», respondió Bukele la noche del 8 de junio. Al día siguiente, anunció en Twitter que había ordenado a la empresa estatal de electricidad geotérmica que ofreciera un plan con el principal insumo que necesitan los mineros: energía barata29. Ahora, El Salvador tiene una instalación de minería de bitcoin en Usulután30.

Tres: el 17 de noviembre, cuando comenzó una de las conferencias, la policía cerró la calle de acceso al Teatro Presidente, donde se llevó a cabo Labitconf. Entonces caminé unos 500 metros pero me di cuenta de que había algunos carros a los que sí dejaban pasar desde el punto donde me detuvieron a mí. Al siguiente día cambié de estrategia. Cuando llegué al redondel, me puse lentes oscuros y le dije a la agente policial, con un acento fingidísimo, como si no hablara español, que venía a la conferencia de bitcoin. Funcionó: la agente quitó los conos y me dejaron pasar.

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Tras estar en la conferencia de Miami, rodeado de gente que prometía que el precio del bitcoin llegaría a las nubes, a la Luna, a Marte, de escuchar a personas que habían sido indigentes y ahora son millonarios, de desear ese estilo de vida de Miami, donde todos parecen extras de un video de Will Smith, sentí miedo. Hay una sigla común en los bitcoiners para eso: fomo (fear of missing out), el miedo a perderse algo.

Le pregunté a Gladstein, el activista de la Fundación de Derechos Humanos, qué es lo que los bitcoiners saben que todos los demás no sabemos. Él puso un ejemplo colonialista: dice que los bitcoiners han descubierto un mejor dinero que el que usa el resto del mundo. «Los nativos americanos usaban wampum, cinturones, como moneda y luego llegaron los ingleses que tenían oro. Ninguna persona con conocimiento diría ‘Prefiero usar el wampum’», dice. «Creo que los bitcoiners se han dado cuenta de que el bitcoin es un dinero más duro que cualquier otro dinero producido por los gobiernos».

Decidí poner a prueba las palabras de los apóstoles. Mi primer problema fue decidir qué billetera usar, de las decenas que hay en el mercado. El gobierno salvadoreño creó su propia billetera, Chivo Wallet, a través de una empresa privada financiada con fondos públicos. La billetera solo es para salvadoreños, requiere registrarse con el documento de identidad. Pero yo no puedo usar la Chivo Wallet porque, como les ocurrió a otros cientos de salvadoreños, alguien usó mi número de identidad para registrarse. ¿Por qué? Bueno, el gobierno ofreció un subsidio de 30 dólares a todo el que la bajara. Si alguien más registró mi usuario, alguien más se quedó con mis 30 dólares. Les sucedió a muchos: una organización presentó una demanda colectiva representando a 131 damnificados31. Nunca me pude registrar. Traté en vano de solventar mi caso en un centro de llamadas de la Chivo Wallet y en un punto de atención. Hay cientos de denuncias de personas que han perdido dinero en la Chivo Wallet: gente que envía remesas que nunca se acreditan, transacciones no autorizadas, usurpaciones de identidad, robos. Chivo ha sido tan cuestionado que muchos de la propia comunidad, tan entusiastas del presidente, han promovido el lema: «Chivo no es bitcoin».

Entonces usé otras billeteras. Compré bitcoins la primera vez en un cajero instalado en un centro comercial. Metí un billete de 20 dólares a la maquinita y mi cuenta fue acreditada con 19 dólares y tres centavos. Me cobraron una comisión de casi 5%, no tan distinta de las de los cajeros automáticos normales. Fue una desilusión, porque se supone que Bitcoin es distinto de todas esas empresas como los bancos y las compañías de remesas que cobran grandes sumas de dinero. Pero me dijeron que lo que tenía que hacer era comprar bitcoins directamente en línea, sin intermediarios.

Lo hice. Compré 100 dólares en bitcoins con mi tarjeta de crédito en la aplicación Binance. Pero me dijeron que no era conveniente guardar dinero en Binance, que es un intermediario, sino que hay que tener el control, ya saben, por la privacidad y la libertad. Entonces transferí mi dinero mágico a otra billetera, Muun, aunque para entonces solo eran 66 dólares y 14 centavos. ¿Qué pasó con los otros 33 dólares? Bueno, Binance me cobró una comisión por la compra y otra comisión por sacar el dinero de su plataforma.

Imagino que otros creyentes más experimentados en esto de las criptomonedas se reirán de todas mis novatadas. «Estúpido, ¿no sabes que hay un truco para sacar de Binance sin pagar comisión?». No sabía, y me costó 30 dólares descubrirlo. Ahora, yo puedo ser un fracaso como inversionista, pero piensen una cosa: si los datos del gobierno son ciertos, hay millones de salvadoreños haciendo sus propios experimentos con estas tecnologías. Y hay miles de personas pagando el precio de experimentar. La Fiscalía salvadoreña recibió en 2021 más de 6.000 denuncias por delitos informáticos, la mayoría por hurto por medios informáticos y robo de identidad.

Este experimento no sería posible en un país donde no gobernara un creyente. En noviembre, un documentalista inglés me entrevistó en San Salvador. Le dije que lo ideal para experimentar con bitcoin sería un lugar como Suecia o Finlandia, un lugar que de hecho pueda costearse algo como esto. Me respondió que esto nunca habría sido posible en un país como esos, que se necesitaba un strongman, un hombre fuerte, para hacer que un país cambiara su sistema monetario tan drásticamente. Yo pensé: touché. Con reglas democráticas normales, esto sería imposible.

Debe ser muy interesante ver los eventos desde afuera, venir de visita, hacer cálculos cuando alguien más paga la cuenta y tu país no es la pelotita que da vueltas en la ruleta. Por ahora es una cuestión de fe. Quizá mi país sí llegue a ser la Florencia del Renacimiento 2.0 o Singapur o Suiza. Y quizá mi inversión, valorada en 46 dólares mientras termino de escribir esto, me haga millonario algún día. Tal vez en 10 años, como dice la publicidad.

Nota: este texto es parte del proyecto «Elites sin destino», apoyado por el Programa de Medios y Comunicación para América Latina y el Caribe de la Fundación Friedrich Ebert (FES). Una versión previa fue publicada en el periódico digital El Faro, 3/2022 (https://elfaro.net/).

1. N. Rauda: «Alex Gladstein: ‘No usen Chivo, porque es contradictorio a bitcoin’» en El Faro, 31/10/2021.

2. N. Rauda y Roman Gressier: «Asamblea aprobó en solo cinco horas la Ley Bitcoin que Bukele había anunciado tres días antes» en El Faro, 10/6/2021.

3. D. Chaum: «Security without Identification Card Computers to Make Big Brother Obsolete» en Communications of the ACM vol. 28 No 10, 10/1985.

4. Disponible en https://nakamotoinstitute.org/crypto-anarchist-manifesto/» target=»_blank»>https://nakamotoinstitute.org/crypto-anarchist-manifesto/

5. Disponible en https://bitcoin.org/es/bitcoin-documento» target=»_blank»>https://bitcoin.org/es/bitcoin-documento

6. Joshua Davis: «The Crypto-Currency. Bitcoin and its Mysterious Inventor» en The New Yorker, 3/10/2011.

7. Ph. Zimmermann: «Why I Wrote PGP», extracto disponible en http://www.philzimmermann.com/EN/background/index.html» target=»_blank»>http://www.philzimmermann.com/EN/background/index.html

8. N. Rauda Zablah: «Cómo Bukele, presidente de El Salvador, adoptó el bitcoin en tres días» en elDiario.es, 12/6/2021.

9. J. Alvarado: «Otra selfie y ni una palabra sobre nuestros migrantes» en El Faro, 26/9/2019.

10. N. Rauda y R. Gressier: ob. cit.

11. Encrypted Production: tuit, 19/1/2022, https://twitter.com/EncryptedFilm/status/1483757858873352194?s=20.

12. Noticiero El Salvador: posteo en Facebook, www.facebook.com/Noticieroslv/posts/204376101880641.

13. R. Gressier: «Los creyentes en bitcoin buscan un nuevo paraíso en Atitlán» en El Faro, 20/3/2022.

14. N. Rauda: «Los evangelistas del bitcoin bailan conga en El Salvador» en El Faro, 11/9/2021.

15. N. Rauda: «Alex Gladstein: ‘No usen Chivo, porque es contradictorio a bitcoin’», cit.

16. M. Keiser: Bitcoin Pioneer, tuit, 17/2/2022, https://twitter.com/maxkeiser/status/1494301953244991490?s=20&t=loIlatzhtuemom7j40ffuq.

17. N. Rauda y J. Alvarado: «Bukele explora financiar El Salvador con criptomonedas y sin el Fondo Monetario Internacional» en El Faro, 25/11/2021.

18. N. Rauda: «Ciudades privadas: el sueño que inversionistas bitcoiner presentaron en El Salvador» en El Faro, 17/11/2021.

19. Cristian Flores: tuit, 2/12/2021, https://twitter.com/CrisFloresSV/status/1466529636964356098?s=20.

20. Jimmy Song (송재준): tuit, 20/1/2022, https://twitter.com/SoundInvestor/status/1484299119″ target=»_blank»>https://twitter.com/jimmysong/status/1484299119267135488?s=20.

21. Carlos Martínez, Gabriela Cáceres y Óscar Martínez: «Gobierno de Bukele negoció con las tres pandillas e intentó esconder la evidencia» en El Faro, 23/8/2021.

22. G. Cáceres: «Fiscalía allana oficinas de fiscales que realizaron la investigación Catedral» en El Faro, 11/1/2022.

23. Jacobo García: «22 periodistas e integrantes de ‘El Faro’, espiados con Pegasus durante el mandato de Bukele» en El País, 13/1/2022.

24. El Faro/Redacción: «Sala de lo Constitucional avala reelección de Bukele y Estados Unidos lo compara con Hugo Chávez» en El Faro, 5/9/2021.

25. Florantonia Singer: «El petro venezolano: una ilusión y una moneda de chocolate» en El País, 30/1/2020.

26. Josh Smith: «N. Korean hackers stole $400 mln in cryptocurrency in 2021 – report» en Reuters, 14/1/2022.

27. J. Alvarado y N. Rauda: «El ‘bróker’ de los criptobonos: ‘Hablé con Yusef Bukele sobre el plan para los bonos Bitcoin’» en El Faro, 5/1/2022.

28. Migración y Extranjería El Salvador: tuit, 17/11/2021, https://twitter.com/migracion_sv/status/1461067453916663814″ target=»_blank»>https://twitter.com/migracion_sv/status/1461067453916663814.

29. N. Rauda: «Primer minero salvadoreño de bitcoin: ‘buscamos electricidad más barata’» en El Faro, 8/2/2022.

30. TCS Noticias: «Minería de Bitcoin ya funciona en El Salvador», video en YouTube, 15/11/2021,https://www.youtube.com/watch?v=ZWasg3JrD0Y» target=»_blank»>www.youtube.com/watch?v=ZWasg3JrD0Y.

31. Ronald Erazo y Dennis Argueta: «‘La Sala de lo Constitucional está permitiendo esta vulneración a los ciudadanos’: Cristosal sobre nuevas demandas contra Chivo Wallet» en La Prensa Gráfica, 8/12/2021.

*Periodista salvadoreño. Trabaja desde 2015 en El Faro. En 2018 fue finalista del European Press Prize y en 2020 fue nominado al Premio en Innovación de la Fundación Gabo. Este texto es parte del proyecto «Elites sin destino», apoyado por la Fundación Friedrich Ebert (FES).

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