Malvinas y la región | La ayuda secreta de Perú durante la guerra y una mirada desde Bolivia

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La ayuda secreta de Perú durante la guerra de Malvinas

La participación peruana durante el conflicto por las islas Malvinas en 1982 entre la Argentina y el Reino Unido merece ser analizada desde una perspectiva histórica.

Son tres los ejes indispensables para analizar y desbrozar la postura y los lineamientos asumidos por el gobierno del Perú de aquel momento, ante la existencia de una imprevista guerra geográficamente cercana. Anotamos que el país estaba conducido entonces por el gobierno constitucional del arquitecto Fernando Belaúnde Terry, perteneciente al tradicional partido centrista Acción Popular.

En los años 70, primaban en la Región las dictaduras militares donde existían complejas herencias de conflictos territoriales irresueltos. Evidentes eran los cabos sueltos en la poco clara definición jurídica de algunas de las fronteras. Un ejemplo de ello fue la guerra entre Ecuador y Perú de 1941, tras la cual ambos tuvieron la posibilidad de elegir un país garante en la firma del Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro de 1942 que puso fin al conflicto, además de los garantes principales: EE. UU. y Brasil, por sus posiciones de hegemón hemisférico y subcontinental, respectivamente. Ecuador mostró simpatía y propensión por Chile, en tanto que Perú hizo lo propio con Argentina.

La década del 70 estuvo plagada de situaciones de tensión, como la crisis del canal de Beagle en 1978; la inminente efemérides del centenario de la guerra del Pacífico que enfrentó a Perú y Bolivia contra Chile (1879-1881); los reclamos bolivianos de salida al mar por el océano Pacífico y el desconocimiento ecuatoriano de un tramo de la frontera con Perú.

Esa fue la moneda corriente de las relaciones internacionales intrarregionales, con el agravante de que la expansión de gobiernos militares produjo un fuerte aumento del gasto militar sudamericano.
En los inicios de la crisis del Beagle, en 1978, hubo una intensa interacción y contacto entre los cancilleres del Perú, José de la Puente y Rabdill, y de la Argentina, César Guzzetti, quienes habrían analizando la posibilidad de su «trilateralización» en el contexto de una escalada con consecuencias bélicas bilaterales argentino-chilenas.

Eran tiempos en los que los gobiernos militares abundaban en el vecindario: Videla en Argentina, Pinochet en Chile, Bánzer en Bolivia, Morales Bermúdez en Perú y Alfredo Poveda presidiendo la Junta Militar en Ecuador. Todo ello, en pleno auge de las doctrinas de seguridad nacional. Hubo al respecto mucha «diplomacia militar» en la trama, con ministros de Relaciones Exteriores procedentes de las FF. AA., como en Chile y Argentina, y una creciente actividad de espionaje recíproco e intercambios de información, agravada por las notorias y masivas compras de armas, además de una figura como la del entonces embajador argentino en Lima, el almirante Luis Sánchez Moreno.

La diplomacia de Belaúnde

En 1982, ejercía en la Secretaría General de las Naciones Unidas un diplomático peruano de carrera: el embajador Javier Pérez de Cuellar, quien en todo momento guardó los obvios equilibrios inherentes a su cargo sin dejar de custodiar el patrimonio que significaba la defensa de los intereses latinoamericanos y coadyuvó a una salida mutuamente satisfactoria para las partes en conflicto.

En abril de 1982, el mandatario peruano Fernando Belaúnde Terry asumió un papel protagónico, dada su cercanía con EE. UU., y articuló una diplomacia presidencial que incluyó una interlocución válida con Washington para esos tiempos de guerra. Belaúnde había hecho su carrera en la Universidad de Texas y se exilió en Argentina y EE. UU. luego de haberse producido el golpe de Estado de 1968, que puso fin a su primer gobierno (1963-1968).

Fue un demócrata típico de la era de la Alianza para el Progreso de Kennedy, un «liberal», según el léxico norteamericano, que pretendía estrechar relaciones con EE. UU. Pese a su distancia de los halcones hard line republicanos de la era Reagan y del neoliberalismo conservador de Margaret Thatcher, Belaúnde se convertiría en una «bisagra» respecto de los actores involucrados en 1982.

Sus esfuerzos durante las conversaciones con el secretario de Estado, Alexander Haig, deben ser entendidos en el contexto de la búsqueda de una salida que fuera lo más realista y lo menos costosa posible para la Argentina.

El comandante en Jefe de la FAP en funciones, general Hernán Boluarte Ponce de León (derecha), artìfice del apoyo aéreo peruano a la FAA, y el entonces Mayor de la FAP Aurelio Crovetto Yánez (izquierda). Foto: Gentileza Andrés Gómez de la Torre Rotta.El comandante en Jefe de la FAP en funciones, general Hernán Boluarte Ponce de León (derecha), artìfice del apoyo aéreo peruano a la FAA, y el entonces Mayor de la FAP Aurelio Crovetto Yánez (izquierda). Foto: Gentileza Andrés Gómez de la Torre Rotta.

Lo paradójico fue que Belaúnde, un político civil neto, conversara con militares de línea dura, como Haig y Galtieri, ubicados en sus antípodas. Lo cierto es que Perú habría seguido jugando un rol activo muy importante en un hipotético escenario de posconflicto, con separación de ambas fuerzas militares en Malvinas y un régimen de administración temporal. También fue importante e intensa la labor desplegada por la Cancillería peruana ante la OEA en Washington para apuntalar las gestiones multilaterales llevadas a cabo por el canciller argentino Nicanor Costa Méndez.

Nunca fue secreta la existencia de estrechas relaciones institucionales en el nivel militar entre las tres ramas castrenses del Perú y la Argentina, especialmente en las décadas del 60 y del 70. Ambos países coincidieron y estandarizaron sus proveedores militares y sus políticas de adquisición de armas.

También influyó la coincidencia de los intensos contactos interpersonales, producto, entre otros aspectos, de la existencia de muchos oficiales peruanos graduados en centros de formación militar de Argentina. Con anterioridad, a fines de los años 70, hubo contactos permanentes entre los jefes de ambos ejércitos, particularmente entre Pedro Richter Prada y Leopoldo Galtieri.

Nunca fue secreta la existencia de estrechas relaciones institucionales en el nivel militar entre las tres ramas castrenses del Perú y la Argentina

Más intensa aún fue la cercanía entre los máximos jerarcas de la Fuerza Aérea: el general Dante Poggi visitó Buenos Aires en 1977 y, con posterioridad, el general Hernán Boluarte visitó Buenos Aires y labró una óptima relación con su par Omar Rubens Graffigna.

En setiembre de 1981, luego del breve incidente militar peruano-ecuatoriano en la frontera bilateral, aviones A-37B Dragonfly del Grupo 7 de la Fuerza Aérea Peruana (FAP) que participaron en ese conflicto se desplazaron a la IV Brigada Aérea de Mendoza para realizar ejercicios de recarga aérea con aviones KC-130 y ejercicios de combate disimilares con A-4 Skyhawk. Podemos hacer una doble lectura de este acontecimiento, pues la Fuerza Aéra Chilena disponía, como la FAP, de una cantidad apreciable de A-37 y había interés argentino en conocer detalles de tal aeronave.

El aporte peruano

Iniciado el conflicto de Malvinas en abril de 1982, hubo solicitudes y requerimientos específicos desde Buenos Aires para atender las demandas logísticas de Argentina. Figuras centrales de estos aprestos serían por la parte peruana el ministro de Aeronáutica, general José Gagliardi, y el Jefe de la FAP, Hernán Boluarte.

El apoyo y adhesión del Presidente Belaúnde a tales necesidades fue total y sin titubeos. Los mandos aéreos peruanos analizarían la situación al detalle y solo establecerían dos cortapisas para su apoyo: no transferir el abundante material soviético, en concreto los aviones de combate Sukhoi, para no hacer visible y en extremo evidente la participación peruana en las operaciones militares.

Se decidió, como más realista y discreta, la opción de enviar los Mirage 5 y sus sistemas de armas, como misiles Nord AS-30 aire-superficie. Todo indica que habrían sido diez aviones de la flota de 32 existentes en el Grupo 6 de Chiclayo, al norte de Lima.

La figura fundamental en la etapa de transferencia de los aviones fue el mayor Aurelio Crovetto Yáñez, quien lideró el recibimiento del silente vuelo de los aviones en la ruta La Joya-Jujuy-Tandil por espacio aéreo de Bolivia. Crovetto se quedaría en Argentina hasta finalizado el conflicto, como una suerte de apoyo técnico a sus pares de la Fuerza Aérea.

Sin embargo, el apoyo peruano no se circunscribió solo a lo apenas descripto. Los aviones de transporte peruanos DC-8 realizarían vuelos Lima-Tel Aviv-Lima-Buenos Aires para trasladar material necesario ante la urgencia que ameritaba la situación, en tanto que otros equipos fueron trasladados de forma directa desde Perú por aviones Hércules, en un contexto en que este país también sufriría algunos efectos militares de su toma de posición.

Pilotos de combate peruanos y argentinos, en septiembre de 1981, en la IV Brigada Aérea, Mendoza, Argentina. Foto: Gentileza Gómez de la Torre Rotta.Pilotos de combate peruanos y argentinos, en septiembre de 1981, en la IV Brigada Aérea, Mendoza, Argentina. Foto: Gentileza Gómez de la Torre Rotta.

De hecho, en 1982, un embarque de misiles Exocet MM-38, destinado a las corbetas peruanas PR-72, fue extraña e inusualmente «retenido», pero no embargado, en puertos franceses, debido a la suspicacia subyacente de que podría ser «tercerizado» a la Armada Argentina.

Resumir la participación del Perú en el conflicto de 1982 significa adentrarnos en aspectos y lazos históricos que existen desde la independencia entre ambas naciones. Un dato basta para ilustrarlo: el Libertador José de San Martín fue el creador, el 8 de octubre de 1821, de la Marina de Guerra del Perú. Un noble y patricio ciudadano de nacionalidad argentina, Roque Sáenz Peña, peleó del lado del Ejército del Perú en la Guerra del Pacífico contra Chile (1879-1883).

Sin embargo, la lógica que rodea la posición peruana en la guerra de 1982 no solamente está impregnada de esa condición histórica y emotiva de solidaridad latinoamericana, pues tiene otras características y aristas colaterales, no menos importantes y desdeñables, entre ellas la especial situación geopolítica, estratégica, política y militar existente por esos tiempos en el área subregional andina, y de sus conflictos de poder a partir de la competencia entre gobiernos militares. Es decir, todo ello se dio en el contexto de la disputa por el equilibrio de fuerzas y la supremacía en nuestro subcontinente.

INFOBAE


Una mirada desde Bolivia: Malvinas a 40 años de la gesta anticolonial

Por Eduardo Paz Rada*

Las fuerzas patrióticas y anticoloniales, argentinas y latinoamericanas, mantenemos la batalla política e ideológica contra las manifestaciones conservadoras, antinacionales y vasallas del imperialismo en torno al tema fundamental de la soberanía argentina en las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur cuando se cumplen los cuarenta años de la Guerra de las Malvinas, gesta de recuperación militar de los territorios ocupados desde 1833 por el imperio inglés.

Esta lucha tiene también el frente diplomático, los foros internacionales, la reorganización de los grupos de solidaridad en los países de la región y, sobretodo, la denuncia y enfrentamiento al colonialismo contemporáneo de Londres y Washington.

La colonización mental y pedagógica pretende archivar este asunto central de dignidad y soberanía de los pueblos latinoamericanos y caribeños a través de políticos, medios de comunicación, voceros, académicos e intelectuales cipayos del discurso anglosajón. Desde principios del siglo XXI con el respaldo de los gobiernos nacionalistas y antiimperialistas de la región, Argentina desempolvó y enfrentó la desmalvinización ejecutada por los gobiernos entreguistas y neoliberales, de Alfonsín, Menem y De la Rúa, reivindicando al mismo tiempo, como parte de un solo proyecto, la unidad e integración emancipadora de la Patria Grande.

La coordinación política bolivariana y sanmartiniana de los gobiernos de Venezuela con el comandante Hugo Chávez, de Cuba con Fidel Castro, de Brasil con Lula Da Silva, de Uruguay con José Mujica, de Bolivia con Evo Morales, de Ecuador con Rafael Correa, de Nicaragua con Daniel Ortega, entre otros, fue el impulso para potenciar las políticas del pueblo argentino y los gobiernos peronistas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de poner en primer lugar de las relaciones internacionales el asunto de Malvinas Argentinas.

Fue fundamental el rechazo frontal de los pueblos de América Latina y el Caribe a la intervención del imperialismo yanqui a través del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata en noviembre de 2005, vigilada de cerca por la cumbre social de los pueblos.

La estrategia norteamericana fue enfrentada con la formación y el avance de los proyectos de la integración de América Latina y el Caribe expresados en la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), PETROCARIBE, el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), como manifestación del intento más avanzado y profundo de construcción de la Patria Grande.

Todas estas instancias patrióticas regionales se pronunciaron reiteradamente por la reivindicación y derechos históricos, geográficos y geoestratégicos de la República Argentina, y los países miembros acompañaron las posiciones y demandas argentinas en todos los foros mundiales, particularmente la Organización de Naciones Unidas (ONU) que emitió un sinnúmero de resoluciones demandando al Reino Unido de Gran Bretaña al diálogo sobre la soberanía de las Islas Malvinas.

Asimismo, se constituyeron en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe y en otros de los demás continentes los Grupos Nacionales de Apoyo y Solidaridad por la Soberanía de Argentina en las islas Malvinas. Se realzaron dos encuentros regionales de los Grupos en Santiago de Chile aprobando documentos públicos de respaldo a la política impulsada desde Buenos Aires.

El retroceso generado por el gobierno neoliberal y pro inglés de Mauricio Macri de 2015 a 2019, paralelo a la arremetida del régimen de Washington contra Venezuela, Cuba y apoyando gobiernos títeres en Brasil, Ecuador, Chile y Colombia, principalmente, significó no solamente un tiempo de desmalvinización sino de entreguismo y sometimiento total a las tesis inglesas en torno a este asunto estratégico y fundamental, y económica y financieramente a los dictados de Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) poniendo a la Argentina de rodillas al Imperio.

El gobierno de Alberto Fernández desde 2020 ha reposicionado el asunto Malvinas al primer plano de la política internacional de Argentina, habiendo conformado un comité con la Agenda Malvinas 40 Años. Inicialmente Daniel Filmus asumió la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur y, al ser nombrado Ministro de Educación, ahora lo reemplaza Guillermo Carmona. En este nuevo contexto interno e internacional, los gobiernos progresistas, antiimperialistas y nacionalistas, ahora incluido el gobierno de México con Andrés Manuel López Obrador, se adhieren a la causa Malvinas Argentinas y también los grupos nacionales de los países de la región preparan actividades de apoyo.

El tema de la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur forma parte del desafío latinoamericano y caribeño de construir en este periodo histórico del siglo XXI la integración soberana de América Latina y el Caribe en una situación internacional en la que los Estados Continente, en este caso la Nación Latinoamericana, tienen la oportunidad de establecer su propio proyecto histórico frente a otras potencias como la Unión Europea, China, Estados Unidos, Rusia, India y probablemente la unidad africana y la unidad asiática.

Los antecedentes históricos

Los antecedentes históricos más antiguos sobre este asunto indican, según estudio de Hugo Alberto Santos que las Islas Malvinas fueron descubiertas en 1540 por una expedición española al mando de Francisco de Ribera, que pernoctó una jornada, en el contexto de la búsqueda de otros territorios que dieran mayores riquezas a la Corona Ibérica ávida de posesiones coloniales y de conseguir lugares de tránsito hacia el océano Pacífico, posteriormente en 1600 la expedición holandesa de Weert avistó la isla mayor. En 1763 el marino francés Boungainville funda Saint Louis como primer intento estable de colonizar las islas del Atlántico Sur.

El interés de Inglaterra se manifestó con la presencia de John Byron en 1765 con la fundación de Port Egmont; existiendo entonces puestos francés e inglés. El mismo año el Rey de España Carlos III hizo el reclamo por la ocupación de las islas al Rey de Francia Luis XV consiguiendo el reconocimiento por parte de Francia del derecho español a condición de cancelar un pago de indemnización a Boungaiville y ordenando la fundación de Puerto Soledad.

Tres años después salió la orden de expulsión de los ingleses y en 1770 partiendo del Puerto de Cádiz y haciendo escala en Buenos Aires las naves de Juan Ignacio de Madariaga con 250 hombres llegaron a las islas y lograron la rendición de los marinos ingleses. Finalmente, en este periodo (1790) Inglaterra firma el reconocimiento de España sobre la Patagonia y las Islas Malvinas. Desde 1770 hasta 1811 las autoridades de gobierno fueron nombradas por las autoridades coloniales desde Buenos Aires, encargándose de autorizar los asuntos de estancia, pesca y ganadería.

Con la guerra de la independencia de la Patria Grande, las Islas Malvinas pasan a ser parte de las provincias Unidas del Rio de la Plata y será en 1820 que la bandera argentina será izada en Puerto Soledad. En 1825 el Cónsul británico en Buenos Aires firma el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación sin ninguna observación en relación a los territorios argentinos. En 1829, el gobierno de Buenos Aires crea la comandancia político-militar y el mismo año se presenta una protesta inglesa.

Repentinamente, en el marco de la balcanización de América Latina y de la disputa entre los imperios comerciales de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y España por controlar territorios estratégicos de navegación entre los dos océanos, Estrecho de Magallanes y Cabo de Hornos, se presenta un interés especial de estas metrópolis. Se produce un primer ataque a las Islas Malvinas por parte de Estados Unidos en 1831 y luego del Reino Unido de Gran Bretaña que con la corbeta Clio, que zarpa desde Rio de Janeiro, ataca Puerto Soledad el 2 de enero de 1833 y ocupa ilegal y violentamente el territorio argentino.

De esta manera las Islas Malvinas se convirtieron en un enclave colonial estratégico de los ingleses. Recién en 1934 el parlamentario socialista argentino Alfredo Palacios puso a consideración del Congreso el problema de la usurpación de las islas del Atlántico Sur impulsando iniciativas para que la sociedad argentina conozca y asuma el derecho soberano que Argentina tiene sobre las Islas Malvinas.

Posteriormente los reclamos argentinos ante los organismos internacionales consiguieron que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) establezca el carácter colonial de la ocupación británica y apruebe en 1965 la Resolución 2065 que demanda el diálogo entre las partes ya que “admite la existencia de una disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Islas Sandwich y Georgias del Sur” bajo el título “Causa de las Islas Malvinas”. Desde ese momento, la ONU en su Asamblea General y en su Comité de Descolonización han aprobado más de cuarenta resoluciones recomendando el diálogo entre las partes.

La gesta descolonizadora

La gesta descolonizadora de Malvinas del 2 de abril de 1982 ha generado innumerables debates y controversias por haber partido de una decisión de la dictadura militar antinacional y represiva de los años precedentes, sin embargo, inmediatamente el movimiento obrero y popular, que resistió y rechazó a la dictadura, asumió una clara posición de respaldo a la recuperación del territorio argentino. La Central General de Trabajadores (CGT) en ese mismo momento convocó a realizar manifestaciones y tomó Plaza de Mayo para demostrar su posición de defensa del territorio argentino.

Su principal dirigente Saúl Ubaldini junto a Jorge Triaca, el peronista Deolindo Bittel y Jorge Abelardo Ramos, uno de los más brillantes teóricos de la Izquierda Nacional y autor de la Historia de la Nación Latinoamericana, viajaron inmediatamente a las Islas Malvinas recuperadas como demostración del respaldo del pueblo argentino a las acciones de recuperación soberana y patriótica.

Las operaciones militares permitieron a las fuerzas argentinas tomar las islas del Atlántico Sur y asumir su soberanía en tierras que eran parte de los territorios de las Provincias Unidas de Sudamérica, parte de la Patria Grande, desde el 25 de mayo de 1810, momento de la independencia, controlando todos los espacios coloniales de la corona española; por lo tanto, territorio de la República Argentina desde su nacimiento.

Como era de esperar la reacción del gobierno imperialista de Londres, dirigido por la conservadora neoliberal Margaret Thatcher, fue la de enviar una flota naval, submarinos, aviones avanzados, incluidas armas atómicas, para volver a ocupar las islas Malvinas. De inmediato la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el gobierno de Estados Unidos, dirigido por Ronald Reagan, se sumaron a las acciones de Gran Bretaña apoyando todas sus acciones militares y dando apoyo logístico, de información e inteligencia y desarrollando una estrategia como fuerza enemiga de América Latina y el Caribe.

De esta manera, descarada sin ninguna duda, Estados Unidos despreciaba el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) de 1947 que establecía la defensa mutua entre los países del continente ante agresiones extracontinentales.

A su vez, los países de América Latina y el Caribe, excepto el Chile del dictador Augusto Pinochet que comunicaba a Inglaterra los movimientos de los aviones argentinos, asumieron su total solidaridad con Argentina, inclusive Perú envió aviones de guerra para apoyar las acciones militares argentinas y desde varios países se sumaron voluntarios para luchar por la soberanía argentina en las Malvinas. La gesta del 2 de abril de 1982 reforzó los ideales de la Patria Grande y la certeza de la independencia y liberación de los pueblos de la región que será obra de los trabajadores y el pueblo organizados.

El ataque inglés, del que participaron los mercenarios gurkas, produjo la muerte de 649 soldados argentinos y también murieron 255 invasores ingleses. El crucero General Belgrano fue hundido por la marina inglesa con 330 soldados a bordo. El cese de hostilidades fue el 14 de junio de 1982 con la nueva imposición del colonialismo inglés aliado de las potencias europeas y Estados Unidos.

La lección histórica más importante para nuestros países semicoloniales y dependientes es que el enfrentamiento estratégico contra el imperialismo ha permitido fortalecer la conciencia nacional teniendo como única vía la lucha por la liberación, la construcción de la unidad e integración de América Latina y la construcción de la Patria Grande hacia un socialismo nacional latinoamericano y caribeño.

Jorge Enea Spilimbergo, dirigente de la Izquierda Nacional, haciendo un balance de la guerra, escribía “la moral de la revolución consiste en saber que los poderosos serán derrotados y que la ruptura histórica generada por la guerra del 2 de abril es inexorablemente irreversible”, asimismo “puso al desnudo que no somos un país europeo, avanzado, aliado de esas potencias llamadas “democráticas”, sino que formamos parte del llamado Tercer Mundo, que es un modo elegante de decir que formamos parte de la zona colonial” y que la Guerra de las Malvinas es un punto de inflexión histórica de Latinoamérica.

Bolivia y las Malvinas

El Alto Perú que fue en el periodo colonial primero parte del Virreinato del Perú y luego del Virreinato del Rio de La Plata se convirtió en 1825, por la balcanización de la Nación Latinoamericana y la derrota del proyecto bolivariano y sanmartiniano, en Bolivia. Antes de su creación, cuando se produjo el Grito de la Junta Tuitiva de La Paz y ahorcado el líder Pedro Domingo Murillo en julio de 1809, varios revolucionarios fueron confinados a las Islas Malvinas, bajo dominio español, a cumplir su castigo.

A esta referencia histórica desde Bolivia se agrega el hecho de que el gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz, mestizo impulsor de la Confederación Perú-Boliviana, se pronunció luego de la invasión inglesa -14 de julio de 1833- en contra de este acto abusivo e ilegal y manifestó su apoyo al derecho argentino en las islas: “Este suceso desagradable ha causado en el gobierno de Bolivia los sentimientos de desconsuelo que antes de ahora experimentó al ver que intereses mal entendidos frustraron el grandioso proyecto del Congreso de Panamá” y otro párrafo afirma “En violación tan manifiesta del derecho de gentes hay que considerar no sólo el ultraje hecho a la República Argentina, sino también el desprecio que envuelve hacia las demás naciones americanas”.

“En términos más claros, la conducta del Gabinete británico en las Malvinas, aunque sea perjudicial esencialmente al gobierno que se siente despojado de su posesión, es ofensivo y demasiado injurioso a todas las repúblicas americanas, y, a juicio del gobierno de Bolivia, es un asunto altamente continental”, dice la nota oficial

Un siglo y medio después las informaciones de la Guerra de 1982 fueron difundidas en Bolivia ampliamente en los medios de comunicación radial, escrita y televisiva y se generaron opiniones, análisis y debates muy diversos y muchos bolivianos y argentinos hijos de bolivianos se presentaron como voluntarios para luchar en las filas argentinas contra la nueva agresión británica.

El boletín Sobernaía, dirigido por Andrés Soliz Rada y un Consejo Editorial conformado por Gerardo Irusta, Guillermo Moscoso y Eduardo Paz Rada, publicó en 1982, durante la Guerra de las Malvinas documentos, datos, noticias y análisis realizando un seguimiento cotidiano de los acontecimientos bélicos y denunciando el pillaje colonial inglés. El “Embajador de su Majestad Británica” en La Paz, Stanley F. St. C. Duncan envío una nota a Andrés Soliz Rada de SOBERANÍA reivindicando la posición del Reino Unido y recibió una respuesta inmediata del Consejo Editorial.

Parte de la carta de Sobernaía dice “A mentalidades imperiales como la suya, señor Embajador, no le causa extrañeza que su país se haya apropiado, mediante la violencia, de islas ubicadas a más de 12.000 kilómetros de Londres, luego de desalojar a los habitantes y autoridades argentinos, pese a que las Malvinas de ninguna manera están integradas a la economía inglesa y ni siquiera a su defensa militar” y agrega “Lo que sí le parece insólito es que un país tercermundista recupere lo que siempre le perteneció por la misma vía que usaron los usurpadores”

Al respecto, la polémica entre Andrés Soliz Rada y el embajador inglés tuvo amplia repercusión nacional e internacional. En octubre de 2010, Soliz Rada participó del Primer Congreso Latinoamericano “Malvinas, una causa de la Patria Grande” en la Universidad de Lanús con la ponencia “sin soberanía interna, no habrá soberanía externa”

El 15 de septiembre de 2011, a pocos meses de los treinta años de la recuperación de Malvinas, se organizó en Bolivia, en coordinación con la Embajada Argentina, el Grupo Boliviano de Apoyo a la Cuestión de las Islas Malvinas, presentando públicamente la “Plataforma Boliviana de Solidaridad con la Causa de las Malvinas” de respaldo del derecho soberano de la República Argentina en las Islas Malvinas, Georgias de Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes.

El Acto Central de Homenaje a 30 años de la Recuperación de las Islas Malvinas y a los caídos en la gesta se realizó en el Paraninfo Universitario de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) con la presencia del embajador Ariel Basteiro y el expresidente del Centro de excombatientes de Malvinas en La Plata, Ernesto Alberto Alonso, quien combatió en la batalla de Monte Longdon.

Durante los siguientes años la embajada argentina y el Grupo Boliviano realizó varias actividades con conferencias y reuniones con los Movimientos Sociales de Indígenas, Campesinos, Mujeres Bartolina Sisa, Interculturales, Juntas de Vecinos, seminarios y conferencias en la Facultad de Derecho de la UMSA y homenajes en la Plaza José de San Martín. Ante la campaña boliviana de respaldo a la causa de Malvinas Argentinas, en 2012 el embajador inglés invitó a varios miembros del Grupo a reuniones con el objetivo de hacer conocer sus puntos de vista sobre el tema.

En marzo de 2013, la Cámara de Diputados de Estado Plurinacional de Bolivia aprobó una Declaración que, entre otros aspectos, decía “ratifica su firme respaldo a los legítimos derechos soberanos de la República Argentina y reitera el permanente interés regional que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte se avenga a reanudar las negociaciones con la República Argentina a fin de encontrar, a la mayor brevedad posible, una solución pacífica y definitiva a esa disputa, de conformidad con los lineamientos de la comunidad internacional y la resoluciones y declaraciones pertinentes de la ONU y la OEA”

En 2014 el Secretario de Malvinas del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, Daniel Filmus, visitó Bolivia, a quien se le entregaron documentos históricos de la posición boliviana y de las actividades realizadas. Luego una delegación boliviana, en representación del Grupo, participó en 2015 en el Encuentro de Grupos de Apoyo de América Latina a la Causa Argentina, realizado en Santiago de Chile, el mismo que aprobó un pronunciamiento de respaldo a los derechos de la soberanía argentina en las Malvinas.

Pasado el periodo de desmalvinización propiciado por el gobierno de Macri de 2015 a 2019, en septiembre de 2021, a iniciativa del embajador Ariel Basteiro se reunió nuevamente el Grupo Boliviano con la inclusión de nuevos miembros con la finalidad de realizar futuras actividades.

La Patria Grande

Finalmente corresponde destacar que la ONU ha determinado declarar la década de 2011 a 2020 como el “decenio de la eliminación del colonialismo” siendo el Imperio Británico el responsable de la mayoría de los casos de colonialismo en este siglo XXI y la Unión Europea, a través del Tratado de Lisboa de 2007, ha decidido validar la situación de las Islas Malvinas como “territorios australes de su propiedad”, en tanto que Estados Unidos e Inglaterra forman un tandém en las políticas de dominación de territorios y océanos de países coloniales y semicoloniales con fines de hegemonía geopolítica.

Solamente cuando se supere la balcanización de América Latina y el Caribe y se consiga la integración y unidad de la Patria Grande como Estado Continente será posible derrotar definitivamente a los imperialismos y potencias mundiales. Los procesos de liberación nacional y social que impulsan el socialismo nacional latinoamericano están en manos de los trabajadores y de nuestros pueblos que paulatinamente van tomando conciencia de su trascendencia histórica. Será la lucha por la soberanía y la dignidad de Argentina y América Latina y el Caribe en las islas Malvinas un hito fundamental en este proceso.

*Eduardo Paz Rada. Sociólogo boliviano y docentes de UMSA. Miembro del Grupo Boliviano Malvinas Argentinas.

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