Acuerdo con el FMI: maniobras en la escena política – Por Jimena Montoya

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Por Jimena Montoya*

El pasado viernes 28 de enero Alberto Fernández anunció el acuerdo con una puesta en escena un tanto triunfalista. Un tono similar se observó en el ministro de Economía Martín Guzmán que, luego de explicar los detalles económicos del acuerdo, agradeció victorioso a los principales actores del Frente de Todos y a su equipo en el Palacio de Hacienda.

Con el correr de las horas y los días, dicho tono se fue apagando para dar lugar a posiciones más sensatas y acordes con lo que verdaderamente significa un acuerdo con el FMI para cualquier país del planeta.

“No celebro lo que firmamos. Esa no es la expresión correcta; no hay nada que celebrar. Pero sí el viernes no firmábamos, hoy no estaría hablando con usted sino analizando si decretábamos feriado cambiario el lunes”, señaló Alberto Fernández en una entrevista concedida al cronista Mario Wainfeld (Diario Página/12, 30/01/2021).

Para ese momento, el silencio de la vicepresidenta Cristina Fernández señalaba una evidente tensión con el acuerdo alcanzado. Por otro lado, la idea de un feriado cambiario, más allá de que la urgencia sea real o exagerada, habla de la debilidad económica que el país atraviesa luego de la demolición macrista y la pandemia mundial del Covid-19.

El presidente argentino afirmó que la aceleración del entendimiento con el FMI se realizó para destrabar un urgente acuerdo con el Banco Europeo de Inversiones para el ingreso de divisas. Con esto, el presidente terminó por posponer cualquier alternativa de llevar a juicio una deuda odiosa e ilegítima, no abrir la alternativa incierta del default, y construir desde el arranque un escenario de fuerzas apostando a la integración regional y a una articulación con Pekín y Moscú. Existen indicios de que, de haber seguido Trump en la Casa Blanca, ese hubiese sido el único camino posible.

En relación a lo planteado, Alberto Fernández argumentó, en la entrevista concedida a Wainfeld, que “China y Rusia no son excepción –describe y se enoja un poco–, se equivocan los que creen que podemos arreglar con ellos a espaldas del resto del mundo. No entregan nada si no se está en regla con los organismos internacionales de crédito”.

Del otro lado de la grieta, con afirmaciones tan delirantes como que “el FMI se hizo peronista”, algunos actores radicalizados del macrismo, como Fernando Iglesias, se posicionaron en contra del acuerdo.

Sin embargo, todo indica que la mayoría de los parlamentarios de esta coalición política aprobarán el acuerdo en el Congreso, aún falseando la realidad y cacareando en los estudios de Todo Noticias – TN (del Grupo Clarín, principal articulador de la alianza empresaria opositora a la fuerza en posición de gobierno AEA) y La Nación Más – LN+ (medio del que se dice que el propio Mauricio Macri es propietario). Otra opción es que se abstengan, lo que permitiría el mismo resultado, pero lavándose las manos de toda responsabilidad sobre la deuda contraída por su propio gobierno.

Así lo indicó la presidenta de PRO, la “halcón” Patricia Bullrich y alineada a la conducción de Mauricio Macri, quien adelantó en una entrevista en Radio Mitre que Juntos por el Cambio (JXC) no negaría el financiamiento que la Casa Rosada necesita para cumplir el acuerdo firmado con el FMI. Bullrich afirmó que “cuando decimos ‘queremos ver la letra chica’ no estamos diciendo que eso condiciona el voto en el Congreso, porque en realidad el Congreso no vota eso, el Congreso vota el financiamiento [para que el gobierno pague el acuerdo alcanzado]”, destacando que el acuerdo anunciado “le parece importante en el sentido de que estábamos al borde del abismo” (Portal El Destape, 30/01/2021).

Todo parece indicar que de la misma manera procederá el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta, una “paloma” con intenciones presidenciales en 2023.  Rodríguez Larreta en septiembre de 2021 realizó una gira por los Estados Unidos que incluyó un almuerzo con Bill Clinton, mentor de la actual cúpula del Partido Demócrata, a instancias de Rolando González Bunster, un empresario argentino-estadounidense que preside la Fundación del ex presidente norteamericano. La deuda y sus intenciones presidenciales para el 2023 fueron los puntos que trascendieron de la conversación.

Para los principales actores de la coalición opositora, el acuerdo alcanzado por Alberto Fernández garantiza una legitimación del ciclo de endeudamiento y fuga abierto por el gobierno macrista, tensiona el despegue económico que requiere el mercado interno para recuperar el poder adquisitivo de los sectores asalariados y pymes, y termina potenciando sus perspectivas políticas de cara a las próximas elecciones de 2023. De igual manera, resulta obvio decir que el acuerdo con el FMI tensiona el rumbo de la Argentina en línea con el posicionamiento geopolítico, explícito de la principal oposición argentina, tan propensa a celebrar cada 4 (independencia estadounidense), pero no cada 9 de julio (independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica).

Aunque pueda resultar paradójico, todo indica que la contradicción principal ante la firma del acuerdo entre Argentina y el FMI se ubica hacia el interior de la alianza social y política en posición de gobierno. El episodio que señala la centralidad que ha adquirido el debate interno de la coalición del Frente de Todos es la renuncia a la conducción del bloque oficialista en la Cámara de Diputados por parte de Máximo Kirchner.

Indicando que dará un paso al costado, pero permanecerá en el bloque, Máximo Kirchner señaló que “esta decisión nace de no compartir la estrategia utilizada y mucho menos los resultados obtenidos en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), llevada adelante exclusivamente por el gabinete económico y el grupo negociador que responde y cuenta con la absoluta confianza del presidente de la Nación, a quien nunca dejé de decirle mi visión para no llegar a este resultado”.

La maniobra de Máximo Kirchner señaló que no todo es consenso en la coalición de gobierno. Mirado sólo desde lo político-institucional, tal decisión puede resultar incomprensible. La derrota gubernamental en la elección de medio término fuerza a muchas subjetividades de la coalición de gobierno a señalar la importancia de la unidad. Sin negar la necesidad de la misma, en un momento de relativa debilidad económica y política, es preciso indicar que la decisión de Kirchner no responde a una “acción de vidriera” o un “desmarque” dentro de la política institucional, sino a instalar una consigna que le permite al kirchnerismo legitimarse ante su propia fuerza social y electoral, por lejos la mayoritaria de la coalición de gobierno. Al mismo tiempo, la decisión indica la disputa de visiones, de proyectos estratégicos, que cortan transversalmente a la coalición de gobierno. Queda claro que no es una decisión individual de Máximo sino que su decisión busca capitalizar el caudal electoral identificado al programa político de la fuerza nacional, popular y democrática, que se expresa en consignas como “primero se crece y después se paga” y “Patria o FMI”.

La vacancia en la presidencia del bloque fue rápidamente cubierta por Alberto Fernandez con el diputado Germán Martínez. Integrante de la Corriente Nacional de la Militancia, cuya referencia es el Exministro de Defensa Agustín Rossi, el diputado nacional por la Provincia de Santa Fe tiene, por la posición política de su espacio, la capacidad de pivotear entre las visiones contrapuestas dentro del Frente de Todes y garantizar la unidad necesaria para resolver la votación de un acuerdo que, pese al anuncio de Fernández y las explicaciones pormenorizadas de Martín Guzman, todavía no fue escrito en el respectivo “memorando de entendimiento” entre el organismo internacional y el ejecutivo argentino.

El acuerdo alcanzado con el Fondo plantea una serie de dificultades. La intención de Martín Guzmán de sostener una “expansión moderada del gasto” se va diluyendo a medida que uno pone en perspectiva y en movimiento las diversas letras chicas del acuerdo. De igual manera, la posibilidad de un default de la deuda introduciría a la Argentina en un complejo laberinto, cuya resolución requiere una voluntad política y unas relaciones de fuerza con las que este gobierno no cuenta actualmente. En síntesis, la tarea gubernamental, del conjunto de actores de la coalición, es maniobrar más decididamente para alcanzar mayores márgenes de libertad de acción para la economía y la política nacional.

La actual situación económica, signada por la brutal transferencia de ingresos desde los sectores asalariados y pymes hacia los grandes actores financieros, tecnológicos y energéticos, vía endeudamiento especulativo, dolarización de tarifas, leyes a medida, desregulaciones, inflación, corridas bancarias y fuga de capitales, como elementos claves de la política económica del macrismo, se complejiza ahora por el pago íntegro de la deuda con el Fondo, odiosa e injusta, que sólo sirvió como “seguro de cambio” para el gran capital transnacional y cipayo local. “La plata del FMI la usamos para pagarles a los bancos comerciales que se querían ir”, señaló el propio Mauricio Macri en un extraño ataque de sinceridad, pero sin dejar de culpar al kirchnerismo (Diario Perfil, 8/11/2021).

Durante los próximos 10 años la política económica será monitoreada por el FMI. Esta subordinación implica, en términos geopolíticos, que Argentina juegue como un actor dependiente en el cambio de fase que vive el sistema económico mundial, a partir de la denominada cuarta revolución industrial, que orienta la economía hacia la transformación digital, la hiperconectividad, los sistemas ciber-físicos, la computación cuántica, la robótica colaborativa y sensitiva, las bio y nanotecnologías y la conquista económica del espacio.

Por supuesto, el acuerdo es un marco dificilísimo, pero las posibilidades de revertir sus condicionamientos siempre están abiertas. Todo depende de una actitud más audaz. La decisión de que Argentina asuma la presidencia de la CELAC y el inmediato viaje a Rusia, China y Barbados (en agenda latinoamericana) luego del anuncio del acuerdo por parte del presidente Fernández, de la firma para la construcción de la central nuclear “Atucha III”, que tiene al gobernador Kicillof como referencia;  la invitación de Cristina Fernández a Lula Da Silva a un Acto Político en Argentina (el pasado 10 de diciembre) y su reciente viaje por Honduras a la asunción de Xiomara Castro, donde fue reconocida por haber sido protagonista en la resistencia internacional al Golpe de Estado contra Mel Zelaya en 2009; son acciones que marcan un rumbo en contrario al FMI.

Pero, para pasar del terreno de las maniobras al de las batallas se requiere, necesariamente, de una convocatoria al protagonismo popular en la toma de las decisiones políticas y estratégicas. No hay posibilidades de revertir la imposición neoliberal sin un pueblo en las calles y, también, en los lugares donde se toman las decisiones.

* Licenciada en Comunicación (Universidad Nacional de Córdoba). Analista e investigadora argentina del Centro Latinomericano de Análisis estratégico (CLAE).

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