UNQ | Cannabis medicinal: evidencias, acceso legal, mercado negro y aprendizajes
En la historia humana, el cannabis fue utilizado como materia prima y fuente de alimentos; en el diseño de productos textiles y materiales de construcción; así como también con fines recreativos. Todavía pueden rastrearse las huellas históricas de la presencia de la marihuana: protagonista excluyente de antiguos ritos funerarios grecorromanos, y consumida por emperadores orientales y poetas de la Francia moderna, que aprovechaban sus bondades para conseguir estados de éxtasis e iluminación. Unida históricamente por medio de un cordón umbilical a las religiones y al proceso civilizatorio, en el siglo XX, cayó presa de la telaraña geopolítica tejida por las naciones más poderosas del mundo. Como hacia finales de los 40’s, la planta perjudicaba los intereses comerciales de Estados Unidos, el gobierno decidió lanzar su política de guerra contra las drogas. Y etiquetó a la marihuana como “la droga de la violencia y de la locura”.
En el presente, el foco se estaciona en la aplicación más importante de todas: el cannabis como medicina. Silvia Kochen y Paulo Maffia, especialistas de las universidades nacionales Arturo Jauretche y Hurlingham respectivamente, y miembros de las Red de Cannabis y sus Usos Medicinales (RACME) del Conicet, hunden sus neuronas en las profundidades de un tema tan controvertido como apasionante. Su distribución y el acceso actual, la evidencia científica sobre su eficacia, el mercado negro y la legislación vigente.
Doctor, quiero cannabis…
Más allá de que cada vez más personas buscan acceder al cannabis para calmar dolores, o bien, con el objetivo de tratar enfermedades, acceder a su uso de manera legal no es tarea sencilla. Existen trabas burocráticas que, por un lado, suelen impedir su indicación por parte de un profesional de la salud y, por otra parte, restringen los usos a patologías específicas. “El médico podría indicarlo, cada vez hay más galenos convencidos de los efectos terapéuticos que tiene el cannabis. En la práctica, el principal problema se relaciona con las trabas administrativas que lo obstaculizan. Pienso que desde ANMAT deberían ampliar las categorías para que no solo sea considerado un remedio”, señala Silvia Kochen, médica, investigadora del Conicet y directora de la Unidad Ejecutora de Estudios en Neurociencia y Sistemas Complejos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.
En la mayor parte de las naciones del mundo se trabaja en esa dirección, con el objetivo de que los entes reguladores (ANMAT, FDA en EEUU y equivalentes) puedan habilitar más usos y aplicaciones. A la fecha, se destaca el uso tópico, las pastillas, los aceites, las hojas y los cogollos secos. “A pesar de todo lo que se hizo, aún venimos muy atrasados en Argentina. El cannabis medicinal fue aprobado para ser comercializado para el tratamiento de la epilepsia y no de otras enfermedades o dolencias. Además, es caro, es poco accesible”, apunta Kochen al respecto de lo que sucede a nivel doméstico.
¿Me lo puede recetar?
Cuando cualquier usuario, supongamos usted, se zambulle en ese universo que se conoce como Internet, localiza información con extrema velocidad, aunque esa velocidad no siempre vaya acompañada de calidad. Si, luego, le pregunta a Google “¿Para qué sirve el cannabis medicinal?” notará que este le dirá que puede ser una opción de tratamiento para múltiples patologías. En teoría, es útil para tratar desde pacientes con enfermedades neurológicas y patologías neurodegenerativas, así como también, posee fines terapéuticos en casos de Esclerosis Lateral Amiotrófica y cáncer. Incluso, también promete ser eficaz para resolver náuseas y dolores de todo tipo y color.
Esta plasticidad que caracteriza al cultivo, a contramano de lo que en muchos casos se podría esperar, genera un problema porque, a menudo, es empleado como argumento para los que se oponen a su uso y distribución. “Si sirve para todo, entonces no sirve para nada”, sentencian. Como el buscador de letras rojas, azules, amarillas y verdes es fantástico pero no imbatible, más vale lanzar el interrogante a la especialista.
–En concreto, ¿cuál es la evidencia científica sobre su eficacia y seguridad al respecto?
-En el país se están realizando investigaciones, tanto a nivel clínico como en modelos experimentales. En el mundo cada vez existe mayor evidencia acerca del rol efectivo que tiene el cannabis en diferentes patologías… pero viene lento. Hay que pensar que la industria farmacéutica no suele colocar dinero en ensayos de productos cuya eficacia ya está demostrada mediante siglos de uso. La opinión de los especialistas es muy positiva.
–Para el tratamiento de la epilepsia hay investigaciones que exhibieron muy buenos resultados…
-Sí, en epilepsia se logró avanzar con las pruebas porque el reclutamiento de voluntarios es más acotado. Pero imagínate que se prueba cannabis medicinal en individuos con dolor, con cualquier tipo de dolor. Se necesitaría contar con grupos poblacionales enormes. Luego, pensemos con prospectiva, supongamos que las pruebas son un éxito y que su eficacia para dolor es altísima. Las obras sociales deberían garantizar su acceso y, de seguro, comenzarían a obstaculizar los procesos. Se juegan intereses muy complejos que generan dificultades agregadas.
¿Lo compro en el tren?
Aunque el cannabis contiene muchos compuestos activos, hay dos que son de interés para fines médicos: el THC (delta-9 tetrahidrocannabinol) y el CBD (cannabidiol). A pesar de que ambos son cannabinoides, este último, a diferencia del primero no posee actividad psicoactiva y, por lo tanto, no provoca los efectos que, usualmente, se buscan cuando el consumo persigue fines recreacionales. Los principales receptores del organismo se hallan en el sistema nervioso central y en el inmunológico; en efecto, resulta perfectamente lógico que el cannabis actúe de manera favorable para tratar diversas patologías.
Paulo Maffia es biotecnólogo (Universidad Nacional de Quilmes) e Investigador del Conicet en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional de Hurlingham. Durante el último tiempo aprovechó sus conocimientos en microbiología para crear una línea de investigación muy prometedora relacionada al cannabis medicinal. “Esencialmente trabajo con antimicrobianos: busco y diseño moléculas nuevas que tengan actividad frente a bacterias resistentes a los antibióticos disponibles. Desde hace dos años, puntualmente, exploro la existencia de esas moléculas en la planta de cannabis”, explica.
De los dos cannabinoides, su área de investigación se inscribe en la prueba y la evaluación de CBD. En el presente, junto a sus colegas, trabaja con aceites que poseen CBD puro, es decir sin THC, que importaron desde Europa y que les sirve para poder realizar los experimentos necesarios con el propósito de conocer el efecto real que tiene sobre las diferentes cepas de bacterias. Lo prueban in vitro y en combinación con otros antibióticos ya desarrollados y disponibles en el mercado. El objetivo a mediano plazo es la fabricación de un producto de aplicación tópica –una crema o hidrogel en la piel– en base a cannabis.
“Hoy las cremas que se venden y que tienen como base al cannabis no fueron evaluadas con rigurosidad. El problema del mercado negro es que puede que compres cannabis o puede que no; puede que tenga los compuestos activos y puede que no. Por ello, la propuesta es realizar un análisis a partir de estándares validados internacionalmente. Hoy la evidencia seria indica que el CBD tiene propiedades antibióticas”, advierte el investigador. En cuanto a la formulación, Maffia trabaja en colaboración con el Investigador del Conicet Jorge Montanari. Apenas se produzcan avances significativos en esta línea, Laboratorios Pincen, previa aprobación de Anmat, se comprometió a la producción industrial y comercialización del producto. Hay futuro.
Planificar y aprender
Aunque la “Ley de investigación médica y científica del uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados” (27.350) fue sancionada en 2017, el decreto que reglamenta su ejercicio recién fue firmado por las autoridades del Ejecutivo nacional en noviembre de 2020. Su objeto, según dicta la norma, es “establecer un marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor de la planta de cannabis y sus derivados, garantizando y promoviendo el cuidado integral de la salud”. En esa instancia se creó el Registro Nacional del Programa de Cannabis (REPROCANN) para que aquellos pacientes con indicación médica puedan acceder a una autorización que les permita realizar un cultivo controlado. “Hay mucha gente que viene cultivando, que tiene saberes que deben aprovecharse al máximo y retroalimentarse con la investigación científica”, dice Kochen que, aunque cree que se avanzó durante los últimos dos años, sostiene que todavía no es suficiente.
Ya sea el realizado por laboratorios públicos, o bien, de forma artesanal, el desafío de cara a los próximos años será mejorar el control de los estándares de calidad durante el proceso productivo. Algunas figuras políticas, de hecho, miran a las plantas con los ojos bien abiertos: el cannabis, piensan, podría servir para conquistar cuantiosos mercados. Uno de los primeros que alzó la voz al respecto fue el gobernador jujeño, Gerardo Morales, que destacó: “Este negocio es más grande que el litio”. Y luego siguió con una comparación: “Esta década el negocio de cannabis va a mover más de 100 mil millones de dólares. Hoy Estados Unidos genera 320 mil puestos de trabajo y Jujuy ya tiene aprobada 35 hectáreas y 120 trabajadores”.
Como el recurso se revela estratégico de cara a los próximos años, la ciencia y la tecnología del país colocan manos a la obra. En septiembre pasado, el Conicet firmó un convenio de cooperación científica y técnica para impulsar la “Diplomatura en Cannabis y sus usos medicinales” con el Ministerio de Salud de la Nación, la Universidad Arturo Jauretche y el Consejo de Administración del Hospital “El Cruce Dr. Néstor Carlos Kirchner”. Kochen coordina el espacio curricular que se propone abordar de manera integral todos los aspectos vinculados al cannabis medicinal. Y lo mejor de todo: ¡cuenta con 7 mil inscriptos! Cuando de la planificación, además, participan los científicos y científicas, el horizonte brilla con más fuerza.