El samaritano colectivo – Por Lucas Schaerer
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Lucas Schaerer
Un individuo samaritano. Organizaciones samaritanas. Una humanidad samaritana.
El video del Papa Francisco al IV Encuentro Mundial con los Movimientos Populares alcanza casi los 40 minutos. No es la idea de este artículo detallarlo. Sí rescatar el novedoso concepto del samaritano colectivo. Bergoglio supera allí su propia definición de “poetas sociales”, como venía llamando a los militantes de los movimientos populares.
El enlace de fe y política es total. Samaritanos colectivos es la conceptualización que une el evangelio con la coyuntura política que encaró la pandemia del Covid. La actitud de misericordia con el prójimo como método de la más alta caridad, que es la política, como definió San Pablo VI y retoma Francisco.
Este desborde del llamado Sucesor de Cristo – que es guía terrenal para 1300 millones de católicos, e influencia en gran parte de los religiosos o personas con espiritualidad, como en aquellos que no la tienen pero militan en política (un buen ejemplo es el dirigente español de Podemos, Pablo Iglesias, que llamó a una alianza con el Papa) -tiene una lógica sencilla, aunque no siempre presente: es el primer Papa de la periferia mundial.
Argentina, aunque no lo digamos nunca, se encuentra en el fin del mundo. Y Bergoglio, que no reniega de ello, al contrario, lo ve como signo de Dios y reivindica ese mirar el mundo desde el extremo sur. Recuerda que “Dios eligió la periferia, fue allí donde nació la Iglesia”. Es cierto que en un pequeño pueblo, Galilea, vivió oculto junto a su madre María y su padre, el carpintero José. También es cierto que en esa época se decía que de allí “no podía salir ningún profeta, ni nada bueno”.
Lo cierto es que las galileas del siglo XXI son reivindicadas por este primer Papa de la historia, que fue elegido justamente por ser del último país del mundo, con una epistemología del sur, del continente donde se congrega la mayor cantidad de bautizados del mundo.
En su vídeo a los Movimientos Populares del pasado sábado 16 de octubre, Francisco no detalla lo que sí hizo en su último libro “Soñemos Juntos”, al contar cómo nació su vínculo con las organizaciones sociales.
“Por mi experiencia en la periferia pude descubrir los movimientos sociales”, señala en el libro que nace de sus conversaciones con el periodista Austen Ivereigh, en pleno confinamiento por la pandemia.
En “Soñemos Juntos” recuerda las misas celebradas al aire libre en la Plaza Constitución, destinada a todas las personas explotadas de la periferia, víctimas de trata laboral (sobre todo en la industria textil) y de trata sexual (prostíbulos), así como también a los excluidos, sobre todo cartoneros. “En esa multitud orante, sentí el Buen Espíritu”.
Fui testigo desde 2009, algo que continúa hoy con otros obispos, cómo Jorge Mario se mezcló con la gente en plena avenida Garay y Salta, a metros de la salida del subterráneo, del tren y de decenas de paradas de colectivos. Se dejaba fotografiar, interpelar, recibía carta de trabajadores de cooperativas, hablaba con las víctimas de trata, con los cartoneros y con vecinos de a pie. Desde el altar recibía las ofrendas de los costureros en cooperativas para salir de la esclavitud, los carros de los cartoneros y a las familias sometidas en campos avícolas.
Sin dudas, Bergoglio había encontrado en esas misas el ejemplo de “Jesús que, mezclado con pecadores y cobradores de impuestos o prostitutas, recuperó la religión capturada en los ambientes de las élites, del conocimiento especializado y de las familias privilegiadas”. La iglesia en el camino, en salida, samaritana, “derribando los muros que impiden a Jesús estar con su rebaño, estar con su pueblo”.
El Papa tiene un plan para resucitar y son los Movimientos Populares. La acción del samaritano con despliegue colectivo.
La parábola del buen samaritano nace de la pregunta a Jesús: ¿y quién es mi prójimo?
Un hombre en el camino es asaltado y herido. Medio muerto pasa a su lado, en el mismo camino, el sacerdote que lo vio y siguió de largo. Pasó el levita y lo mismo. Pero el samaritano lo vio y se conmovió. Entonces se acercó, curó sus heridas y lo traslado a una pensión de esas épocas, para su descanso y cuidado que costeó con sus propios ingresos.
“El samaritano: se para, se acerca, actúa, se mete en el mundo del hombre herido, en el sufrimiento del otro, y así crea un futuro nuevo. El cambio posible nace de la compasión y el servicio”.
En la página 117 de “Soñemos Juntos” vuelve el Pontífice sobre la parábola del buen samaritano: “Hoy en día urge una clase política y dirigente capaz de inspirarse en acercarse al herido. Tocar las llagas del pueblo”. Y aclara algunos renglones después (página118): “En el mundo post-covid, ni el gerencialismo tecnocrático, ni el populismo serán suficientes. Sólo una política enraizada en el pueblo, abierta a la organización del propio pueblo, podrá cambiar nuestro futuro”.
Como ya señalamos, la era Francisco tiene una marcada impronta: el apoyo a los Movimientos Populares. “Cuando recibí a dirigentes de más de un centenar de los movimientos en el Vaticano en encuentros celebrados en 2014 y 2016, y en el 2015 en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, me dirigí y pude dialogar con ellos”, señaló el propio Papa en su libro para la pos-pandemia.
En las pascuas del primer confinamiento por el Covid volvió a reforzar su apoyo a las organizaciones libres del pueblo. “Un ejército invisible en la primera línea del combate de esta pandemia, un ejército cuyas únicas armas son la solidaridad, la esperanza y el sentido de comunidad, que trabaja incansablemente por sus familias, barrios y el bien común”. Léase en los comedores, merenderos y ollas populares. La llamada economía del cuidado.
Además, aclara Francisco: “no es la Iglesia la que está ‘organizando’ al pueblo. Son organizaciones que ya existen -algunas cristianas, otras no”.
El líder católico también impulsa una mayor apertura de las parroquias y obispados: “Me gustaría que la Iglesia abriera más sus puertas a los movimientos populares; espero que todas las diócesis del mundo tengan una colaboración sostenida con ellos, como algunas ya las tienen. Pero mi papel y el de la iglesia es acompañarlos, no paternalizarnos: o sea, ofrecer enseñanzas y guía, pero nunca imponer una doctrina o intentar controlarlos”.
Es clave “saberse parte del pueblo, no por arriba del mismo. Tener ese sentido de pertenencia, porque salvando al pueblo no salvamos a nosotros mismos. Nos salva el encuentro, no la idea. Por eso para salir de esta crisis del Covid tenemos un destino común como pueblo. Abracemos la periferia… Desde los bordes llega la esperanza… Para recuperar la dignidad del pueblo necesitamos ir a la periferia a encontrarnos con todos aquellos que viven en los márgenes de nuestras sociedades”.
El Papa pedigüeño, como se autodefinió en el vídeo del pasado sábado a los Movimientos Populares, clamó al poder mundial.
La lista incluye a los laboratorios (para que reparen las vacunas anti-covid o liberen sus patentes de producción), a organismos financieros como el Banco Mundial y el FMI, a las corporaciones extractivistas (minería, petroleras, madereras), a las corporaciones alimentarias, a los fabricantes y traficantes de armas, a los dueños de internet, a los gigantes de los medios de comunicación y a los países poderosos (no al neo-colonialismo, para que se termina con la lógica imparable de la ganancia, la locomotora imparable por el dinero). Llamó a la ONU a ocupar su rol, a los políticos a que escuchen al pueblo y no a las élites económicas; y a los religiosos a que no bendigan guerras ni golpes de Estado.
El Papa volvió a clamar para que “escuchen el llanto, el canto y la alegría de la periferia” y “busquen en la capacidad poética, sueñen junto a los pobres, no sólo la mente, las manos, también la imaginación”.
Porque la otra pandemia de la humanidad es la indiferencia, y la vacuna para esa enfermedad es el buen samaritano. Más aún cuando es colectivo.
Al secretario general de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), Esteban “Gringo” Castro, le pregunté qué sensación le habían dejado las palabras del Papa. “Más centros imposibles”, respondió como buen hincha de fútbol. “Fue zarpadísimo”, agregó fuera de la formalidad del clásico reportaje. “Nos pidió no dejarnos cooptar. Entiendo que es no dejar de luchar por nuestras conquistas, que allí somos bendecidos”.
“Ojo que cuando habla de dejar los subsidios no es solo a los trabajadores incluye a los empresarios”, cerró el dirigente desde su trabajo en una bloquera de ladrillos en Luján.
En la ronda de discernimiento para este artículo recurrí a Gabriel “Pato” Duna, un peregrino de la Virgen de Luján y a su cuidador, el Negro Manuel, que es miembro de Misioneros de Francisco. “Hacemos lo que se debe hacer con nuestras deficiencias y errores. Pero no abandonamos la calle. Fijate que el lunes 18, por el Día de la Lealtad, los movimientos populares nos quedamos parados en la 9 de Julio. Acompañamos a los sindicatos de la CGT con humildad. En la calle, como el samaritano, sin violencia, compartiendo el ´sanguche de milanga´ y la bebida entre los pobres. Ni un accidente y mirá que estuvimos parados durante cinco horas. Nosotros, con la Virgen en los hombros, sentimos que ahí estaba Dios, que había sido algo bíblico”.
Para cerrar, “Pato”, un exrecolector de residuos y actual trabajador municipal, recordó que el Papa Francisco un día dijo: “los Movimientos Populares son artesanos de la unidad. Los apóstoles también fueron enviados a ganar la calle para la unidad en el amor al prójimo”.