Costa Rica: El bicentenario de la independencia del Reino de España – Por Andi Mirom
Este año se cumplen 200 años de la independencia del Reino de España. No vamos a hacer una reseña histórica de ese acontecimiento, ni vamos a ponernos a precisar si se debe celebrar en septiembre u octubre la efeméride, eso se lo dejamos a los historiadores; al contrario, vamos a escribir unas líneas en relación con el presente y respecto al contexto en que nos está tocando conmemorar esta fecha, la cual no es muy halagüeña que digamos.
El bicentenario nos llega con una sociedad completamente dividida. En lo social, ya se ha dicho hasta la saciedad, que se ha ido polarizando entre ricos y pobres, es decir, entre una minoría que tiene ingresos muy altos y una mayoría que no tienen para satisfacer sus necesidades básicas; no obstante, el uso de estas dicotomías es siempre engañoso y reduccionista, la radiografía social es más compleja y existen más diferencias que hablar de ricos y pobres.
La sociedad costarricense presenta diferentes clases de personas. Están los súper ricos y que se han beneficiado de un modelo económico que privilegia a esos grupos, luego están aquellos que tienen un ingreso alto, tanto en el sector privado como público, seguidos de personas que tienen un ingreso que les permite satisfacer las necesidades básicas y así comenzar a descender a los grupos que están en una condición de pobreza y así llegar a las personas que están en miseria extrema.
La engañosa clase media, prácticamente, ha venido desapareciendo. Se trata de una categoría altamente engañosa y en la que la mayoría de las personas tienden a ubicarse, sin embargo, los criterios que se usan para hacer estas clasificaciones invisibiliza los ingresos del sector económicamente más poderoso; dicho en palabras sencillas, el piso del percentil más alto de la clasificación está muy largo de los altísimos ingresos de los grupos más ricos que existen en Costa Rica y que la mayoría de la población ni siquiera conocen.
Lo social, como no puede ser de otra forma, está vinculado con lo económico. La economía presenta índices negativos en la mayoría de los rubros importantes, ya que tenemos un estancamiento en la práctica y a pesar que algunos hablan de una leve recuperación, el índice de desempleo sigue siendo alto, así como una devaluación del colón en crecimiento y con un problema fiscal que tampoco ha sido atendido como debiera, es decir, atendiendo la gran evasión y elusión que ha existido desde hace varios años.
El problema económico básico no ha sido resuelto y eso ha quedado plasmado en que cada vez son más las necesidades y los recursos siguen concentrándose en unos pocos. Las necesidades son muchas y los recursos limitados, este problema ha sido obviado cada vez más; en otras palabras, se ha dejado su solución a la mano invisible de Adam Smith y las personas de carne y hueso, los que tendrían que ocuparse de su solución, han vuelto la cara para otro lado y que cada quien se la juegue como pueda.
La sociedad costarricense, por otra parte, se ha convertido en un monólogo ideológico en materia política. Aparecen múltiples partidos políticos, grupos de presión y de interés, pero la mayoría están permeados por la ideología que se instaló en Costa Rica en los últimos treinta y cinco años; en efecto, en el discurso retórico hacen planteamientos alternativos, pero cuando se les pide que precisen la forma para concretarlos, resulta evidente que están en la línea de pensamiento que ha llevado a Costa Rica a ser la sociedad más desigual de su historia.
En consecuencia, teniendo en cuenta lo indicado, el Bicentenario de la independencia nos llega con una sociedad costarricense en una involución en relación con lo sucedido en el siglo XX. No vemos muchos motivos de celebración y si nos vamos al significado de la palabra independencia, francamente, ello también podría ser objeto de cuestionamiento; si hubiese que celebrar algo sería que todavía no hemos caído en una sociedad totalmente autoritaria, sin embargo, no andamos largo de que se instalen planteamientos de este tipo y que sucumbamos como lo han hecho muchas sociedades alrededor del mundo.
El Bicentenario debió haber llegado teniendo una Costa Rica más equitativa, más desarrollada y con una sociedad más feliz, pero el deber ser es algo muy diferente al es y la realidad es menos optimista que la imaginación.
(*) Andi Mirom es Filósofo