Desarrollo de vacunas: ¿Dinero público para ganancias privadas? – Por Lina Merino y Alfio Finola
Por Lina Merino y Alfio Fin*
Parece que el acuerdo dominante es que los Estados “desarrollados”, particularmente los de occidente, son quienes deben asumir la responsabilidad de distribuir las dosis para lograr frenar la pandemia a nivel global. Claro, los Estados y sus arcas públicas. El tema es que el control de la producción y de la distribución de las vacunas está en manos privadas… y en muy pocas manos. Se vuelve a ver el cuento conocido de los “salvatajes” y de los beneficios financieros de un puñado de grupos concentrados.
La escasez y la mala distribución de vacunas a nivel mundial son el anverso de la especulación de los fondos financieros detrás de los grandes laboratorios mundiales. Pero, por más que se esfuercen en ocultarlo, el “dios mercado” que el neoliberalismo adora no ha financiado el desarrollo de las vacunas. Los pueblos, a través de los Estados, han sido los principales protagonistas de financiar su producción.
La Casa Blanca ha participado de manera protagónica otorgando subsidios directos a las principales farmacéuticas para la investigación y desarrollo vacunal, garantizando además la producción. Hace más de ocho años el gobierno estadounidense pagó a Emergent Bio Solutions, una empresa de biotecnología de Maryland conocida por producir vacunas contra el ántrax, una mega fábrica en Baltimore siempre lista para producir vacunas (o sea, con deliberada capacidad ociosa). Cuando llegó la pandemia, la empresa se puso en marcha para fabricar las vacunas contra el Covid-19 de los laboratorios Johnson & Johnson y AstraZeneca, produciendo alrededor de 150 millones de dosis.
En Rusia la vacuna Sputnik-V es financiada por el Fondo de la Riqueza Soberana de Rusia (RDIF) y desarrollada por el Instituto de Investigación Gamaleya, ambos de origen estatal, y el Ministerio de Salud de la Federación de Rusia. En China, Sinopharm pertenece al Grupo Farmacéutico Nacional Chino, una empresa estatal.
En pocas palabras, se puede afirmar que la mayor parte del financiamiento para investigación, desarrollo y producción de las principales vacunas contra la Covid-19 tiene origen en fondos públicos, aunque no en todos los casos las apropiaciones de esos beneficios volvieron a sus orígenes.
El “Big Pharma”, integrante de la Aristocracia Financiera y Tecnológica
El sistema financiero del capitalismo globalizado es, en los términos de Stefano Battiston, economista de la Universidad Politécnica de Zurich, una red global de control corporativo.
En la misma, un puñado de Fondos Financieros de Inversión Global son accionistas controlantes de los activos y los pasivos de las grandes corporaciones, particularmente de aquellas que integran los distintos segmentos de alta tecnología y conocimiento-intensivo en sus procesos productivos. La fusión de intereses de la banca de inversión con esos sectores, con la pandemia como marco, parecieran estar pariendo una nueva fase del capitalismo, una financiera, digital y tecnológica.
Si bien todo depende de cada empresa, un accionista con una propiedad superior al 4% de las acciones participa en los Directorios Corporativos y, cuando el porcentaje supera el 7% generalmente ya cuentan con una gran capacidad de decisión y veto.
El caso del “Big Pharma” no es la excepción. Sólo los laboratorios de Rusia y Cuba no están articulados en la red global de control corporativo, mientras que los laboratorios chinos Sinovac y Sinopharm cuentan con una penetración financiera de pequeña escala.
Cuadro de elaboración propia
La salud de la humanidad está en juego: Las vacunas no deben ser la mercancía con la que se enriquece la aristocracia financiera y tecnológica global
La vacuna como mercancía y no como bien social es lo que realmente hay que poner en debate. Unos pocos concentran las riquezas que surgen de los desarrollos científicos y tecnológicos, construidos en función de conocimientos sociales que la humanidad construyó y sigue construyendo. Los tiempos tan excepcionales que vivimos, que reafirman la necesidad de socializar el conocimiento estratégico como patrimonio de la humanidad, han empujado el comportamiento contrario de la aristocracia financiera y tecnológica global, dibujando el mapa geopolítico de la desigualdad.
En el mundo del revés, los desarrollos tecnológicos y farmacéuticos que exigió la atención de la pandemia sólo empujan una mayor concentración de las riquezas en el 1% de la población mundial.
La guerra multidimensional entre proyectos estratégicos, también incluye la disputa por las vacunas. Detrás de los discursos de los grandes jugadores mundiales, que intentan presentarse con “espíritu humanitario”, se esconde, ya sin tanto disfraz, un apetito insaciable por seguir concentrando y centralizando las riquezas a una escala planetaria. Los conocidos “salvatajes” (que no es más que transferencia de riqueza desde el trabajo al capital), las “donaciones” de vacunas con un espíritu caritativo vil y descarado y los sobornos a los Estados a cambio de vacunas para su población.
Se proponen así condicionar la voluntad de los gobiernos populares que representan proyectos de soberanía y autodeterminación, e intentan llevar adelante acciones que pongan en primer plano la salud de su población, sin subordinarse a los intereses corporativos. Los Estados se vuelven hoy un instrumento fundamental para garantizar la vida. Por ello se vuelve urgente develar los proyectos y las alianzas, sus actores e intereses, si el fin que nos proponemos es protagonizar desde abajo la construcción de un mundo más justo y humano.
[*] Merino es licenciada en Biotecnología y Biología Molecular (UNLP) y Doctora en Ciencias Biológicas (UNLP). Finola es licenciado y profesor en Geografía y Doctorando en Ciencias Sociales (UNRC) . Ambos investigadores del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECyT) asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia y al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).