Haití | Las claves para entender el asesinato de Jovenel Moïse – Por Nicolás Retamar
Las claves para entender el asesinato de Jovenel Moïse
Por Nicolás Retamar, de la redacción de NODAL
Jovenel Moïse, presidente de Haití, fue asesinado en su residencia en la madrugada del 7 de julio de 2021 por un comando extranjero, según afirmó el primer ministro Claude Joseph. La pregunta que es cómo y por qué se llegó al magnicidio de Moïse.
Jovenel Moïse, de 53 años, ganó en los comicios de 2016 en medio de acusaciones de fraude y la suspensión de unas elecciones iniciadas en 2015 que el Consejo Electoral Provisional fue postergando por protestas y hechos de violencia. Moïse, quien ingresó a la política gracias a su predecesor Michel Martelly, enfrentó masivas y duraderas protestas por el aumento del precio del combustible, por el desfalco de Petrocaribe (alianza impulsada por Hugo Chávez que le permitió a Haití y otros países del Caribe acceder al petróleo a precios preferenciales) y por la finalización de su mandato en 2021.
Desde la perspectiva socioeconómica, su gobierno no obtuvo logros y profundizó la etiqueta de Haití como el país más pobre de la región. Según un informe del Banco Mundial en enero de 2020, el 60 % de la población haitiana es pobre. En la lucha contra la pandemia del Covid-19, se destacó por haber privatizado el acceso a las vacunas sin haber iniciado la campaña de vacunación, siendo el único país de la región que todavía no recibió dosis para inocular a su población y cuyo aumento de cifras es alarmante puesto que en mayo fallecieron más del 50% de la totalidad de las personas desde el inicio de la pandemia y los casos positivos también subieron exponencialmente.
Durante su gobierno, el aumento de la violencia organizada fue una constante, lo cual se tradujo en secuestros, asesinatos y masacres. Las bandas armadas fueron ganando terreno en Puerto Príncipe, con la complicidad de Moïse, lo que derivó en el asesinato de funcionarios, policías, docentes, estudiantes universitarios, periodistas, activistas. Según Lautaro Rivara, sociólogo y comunicador popular, en Haití circulan más de 500 mil armas, la mayoría de ellas ilegales. Solamente en la última semana de junio de 2021, una fundación de derechos humanos denunció el asesinato de 60 personas.
No solo escaló la violencia organizada durante la presidencia de Moïse sino la intención de encaminarse hacia un gobierno más personalista y autoritario, enfrentando y desconociendo la separación de poderes. El expresidente suspendió el Parlamento de mayoría opositora en enero de 2020 y desde ahí gobernó por decreto, intervino y nombró de forma irregular a jueces en los principales tribunales del país, creó un Consejo Electoral Provisional elegido a dedo, desconoció la finalización de su mandato en febrero de 2021 e impulsó el referendo constitucional que planteaba la eliminación del Senado, la figura del Primer Ministro y habilitaba la posibilidad de contar con dos mandatos presidenciales consecutivos. Su última medida fue la exención de responsabilidad total y completa a exfuncionarios para que puedan presentarse como candidatos en las próximas elecciones.
Sin embargo, Haití no llegó de forma independiente y soberana a esta crisis que terminó con el asesinato del presidente. La complicidad de ciertos países y organismos internacionales resulta un factor clave en esta historia.
La comunidad internacional
La intervención de la mal llamada “comunidad internacional” en el país es una constante de larga data y los resultados nunca fueron positivos para el pueblo haitiano.
Por ejemplo, la ONU sostuvo una Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) que operó en el país entre los años 2004 y 2017 y que luego fue reemplazada hasta 2019 por la Misión de Apoyo a la Justicia de las Naciones Unidas en Haití (MINUJUSTH) con la excusa de mantener la paz, estabilizar al país, promover y proteger los derechos humanos. Lo único que dejaron los cascos azules (soldados de diferentes países que formaron parte de la Misión) fue la introducción del cólera y abusos sexuales a niños, niñas y mujeres. Muchos de esos abusos sexuales se tradujeron en embarazos y hubo al menos 265 nacimientos fruto de esas violaciones.
La Organización de Estados Americanos (OEA) también tuvo un papel tristemente célebre en Haití. Su secretario general Luis Almagro defendió a Moïse en medio de las protestas que exigían su salida en febrero de este año. Si bien expresó su preocupación “sobre los derechos humanos y la independencia de poderes”, apoyó el referendo constitucional y lo reconoció como presidente hasta 2022.
Estados Unidos
La intervención de Estados Unidos es decisiva para entender la actualidad haitiana. Sabine Manigat destaca que tras treinta años de dictadura duvalierista, desde 1986 en adelante EEUU fue el encargado de dictar la adopción y el rechazo de leyes y reglamentos, y plantear las políticas públicas como la apertura arancelaria total, la desprotección de la economía agrícola y las restricciones al desarrollo y a la profesionalización de la Policía. En 1994, durante la presidencia de Clinton, EEUU envió 20 mil soldados para restablecer al presidente Jean-Bertrand Aristide, a quien una junta militar había depuesto. Cuando ocurrió el terremoto de 2010, donde fallecieron más de 315 mil personas y más de 1,5 millones se quedaron sin hogar, los expresidentes Clinton y Bush crearon un fondo a pedido de Barack Obama para asistir al pueblo haitiano. A su vez, el propio Clinton fue designado por la ONU para coordinar los esfuerzos nacionales e internaciones en la reconstrucción del país. Nadie sabe dónde fueron a parar los miles de millones de dólares recaudados a partir de las donaciones. Lo único que sí se supo es que la Fundación Clinton se enriqueció a partir del terremoto en Haití y que el funcionario que denunció la corrupción fue asesinado en Miami de un tiro en la cabeza en 2017 una semana antes de declarar ante la justicia.
Mientras que el gobierno de Trump sostuvo la presidencia de Jovenel Moïse, la llegada de Biden pareció, al menos desde lo discursivo, girar para otro lado. El nuevo gobierno se opuso públicamente al referéndum y más de sesenta congresistas exigieron una revisión significativa de la política en Haití.
Por último, la autodenominada comunidad internacional se condensa también en el Core Group, compuesto por los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Francia, la Unión Europea, el Representante Especial de la Organización de Estados Americanos y la Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas. Más de una vez en diversos comunicados cuestionó expresó su preocupación por diferentes decretos y medidas tomadas por Moïse.
Violencia civil y paraestatal, secuestros, asesinatos, masacres, enfrentamientos, corrupción, gobiernos de facto e ilegítimos, hambre, miseria y desidia. Haití, el país más pobre de la región, atraviesa la peor de las realidades desde el aspecto político, social y económico. ¿Asumirán sus culpas quienes empujaron al país hacia el abismo tras la oportunidad que significó el derrocamiento de Jean Claude Duvalier en 1986? ¿Será el magnicidio contra Moïse una chance para el despegue de una Haití libre, independiente y soberana o se profundizará la intervención directa de un puñado de personas, países e intereses?