Chile | Alfredo Riquelme, historiador: “Es evidente que el miedo a votar por el Partido Comunista se ha ido difuminando”
Estudioso de la historia del PC, el académico de la UC y autor de Rojo atardecer examina y pone en perspectiva las últimas noticias asociadas a la colectividad de la hoz y el martillo.
De los casi 100 años que el Partido Comunista de Chile lleva de vida con ese nombre, Alfredo Riquelme Segovia (65) conoce “de primera mano” un poco más de la mitad: entró a las JJ.CC. en 1971, cuando estudiaba en el Liceo Manuel de Salas, abandonó la militancia en 1982 y poco después, licenciado ya en Historia por la UC, inició en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) una carrera como estudioso de distintas facetas del partido de la hoz y el martillo. Una trayectoria que cuenta entre sus puntos salientes con la publicación, en 2009, de Rojo atardecer. El comunismo chileno entre dictadura y democracia, y que hoy lo tiene dirigiendo un proyecto Fondecyt que estudia los nexos entre la izquierda chilena y las izquierdas de Europa en los años ’70.
“El tema que más me apasiona de la historia del siglo XX chileno y mundial”, comenta a La Tercera, “es el tema el comunismo, sobre todo el comunismo occidental: el comunismo en sociedades democráticas en las cuales los PC tienen que hacer una revisión de sus señas leninistas de identidad para poder convertirse en actores de un sistema político democrático que no existía en la experiencia leninista”.
Doctorado por la U. de Valencia y académico en su alma máter, la proximidad personal de Riquelme a su objeto de estudio es ante todo un dato, como lo es también su calidad de asesor del Segundo Piso bajo las presidencias de Ricardo Lagos y Bachelet, así como la de asesor histórico para los libros de memorias de Patricio Aylwin y del mencionado Lagos Escobar. Es una experiencia que alimenta su quehacer, tal como lo hacen sus intereses ciudadanos, los mismos que lo llevaron en 1988 a inscribirse en el “instrumental” PPD (donde militó hasta 1992) y que lo tuvieron pegado a los medios el domingo de la megaelección, pero también el miércoles último, con el episodio de la inscripción de las izquierdas en primarias.
A propósito de una eventual izquierdización del electorado y de la vocación de mayoría, ¿en qué posición dejaron al PC los resultados del domingo?
Parecen configurar una nueva articulación de las preferencias de la ciudadanía marcada, incluso más que por la izquierdización, por la fuga de una sección significativa del electorado de los partidos hacia diversas opciones, incluso las proclamadas como independientes, aunque sólo en el caso de la Convención Constitucional estas últimas pudieron competir colectivamente organizadas. En las elecciones de concejales, a las que los distintos partidos concurrieron en el marco de la ley electoral común, por así llamarla, hay un incremento de la votación a la izquierda del “concertacionismo histórico”, la que sumaría por primera vez cerca de un tercio de la votación nacional, con el Frente Amplio y el Partido Comunista con alrededor de un 10% de los votos cada uno.
El argumento de la izquierdización se sostiene en que estos dos actores políticos, que constituyen hoy el eje de este sector, conservan el grueso de su votación en el caso de los constituyentes, mientras que en el “concertacionismo histórico” y en la derecha, esta se desploma ante la irrupción del voto independiente. A todo esto se suman buenos resultados para el FA y para el PC en las elecciones alcaldicias, incluyendo Santiago, en lo que ha sido la peor derrota imaginable para la derecha a manos de su némesis, sólo superada por la de haber quedado muy por debajo del tercio en la Convención Constitucional.
¿Y en qué posición deja al PC quedar en alianza con el FA, sin otras fuerzas opositoras?
Con el paso de las horas, comienza a aclararse cómo algunos intentaron y otros frustraron la ampliación de las primarias presidenciales de la izquierda hasta Paula Narváez. Según las declaraciones de sus propios dirigentes, el PC y el partido de Boric (Convergencia Social) vetaron la participación de los afiliados al PPD y a otras formaciones de centroizquierda que, en el curso del último día para hacerlo, fueron declarando su apoyo a la candidata y a su decisión, y la de su partido, de separarse de la DC y girar a la izquierda en su política de alianzas. De este modo, contra la opinión de Revolución Democrática y del propio Boric, comunistas y convergentes derribaron, a dos horas de anunciada, la formación de un bloque político de izquierda realmente amplio -y variopinto- que podría haber aspirado a representar un porcentaje del electorado semejante al alcanzado por el sector antes de la dictadura, y nunca logrado después.
¿Qué explica la decisión del partido?
La frustración de la coalición anunciada y desechada el pasado miércoles se explica, en lo que respecta al PC, por el giro duramente anticoncertacionista que ha adquirido su discurso desde el estallido social, con el cual busca sintonizar con las multitudes movilizadas y canalizar políticamente su descontento, acentuando su distancia de sus anteriores socios. El PC accedió sin mayor entusiasmo a los intentos de Boric y de RD de convocar a la candidata del PS a unas primarias de las izquierdas de mayor amplitud. Y cuando ella finalmente aceptó la invitación, los comunistas estuvieron entre quienes le cerraron finalmente la puerta, al vetar a los otros partidos que la apoyaron.
Creo que en la decisión comunista del miércoles incidieron, por una parte, la convicción de que por primera vez en su historia centenaria, un hombre de sus filas puede competir con alguna posibilidad de éxito por la Presidencia de la República. Esta expectativa, basada desde hace largos meses en una lectura de sucesivas encuestas, se vio reafirmada por la valoración optimista de los resultados electorales del domingo para Jadue y otros candidatos del partido. Asimismo, el éxito de la “Lista del Pueblo” en las elecciones constituyentes parece haber reafirmado la opción del PC por intentar confluir -junto al Frente Amplio- con este conglomerado político-social emergente, a pesar de que se arriesgan a recibir de la “Lista del Pueblo”, tan antipartidista como antineoliberal, un portazo parecido al que ellos dieron a los partidos de la ex Concertación.
¿Qué costos pueden esperarse?
El costo político del episodio del miércoles puede ser muy alto para el PC y el Frente Amplio, sobre todo por la tosquedad de las formas y la dureza de las descalificaciones que lo acompañaron. La percepción del PS de haber sido embaucado, ha dañado gravemente las confianzas y ciertamente incidirá en la ciudadanía de izquierda y centroizquierda que lo presenció a través de los medios, impactando en las primarias y en la segunda vuelta de las elecciones de gobernadores regionales. No debe olvidarse que en las elecciones de concejales el respaldo a la lista PS-PPD (15,25%) fue superior a la del PC-FREVS (12,52%). Y el electorado del espacio concertacionista en su conjunto (33,49%) supera ampliamente a la suma del respaldo de los partidos que finalmente concurrirán a las primarias Jadue-Boric (21,65%).
Circula, no sólo en la derecha, la percepción de que los votantes “perdieron el miedo” a votar PC. ¿Cómo lo ve? ¿Cómo lo asociaría a uno de los eslóganes de la campaña del partido: “Sin miedo”?
Es evidente que ese miedo se ha ido difuminando. Los resultados en Recoleta, en Santiago y otros son elocuentes en este sentido. Pero es todavía temprano para interpretarlo como un cambio permanente en la cultura política chilena. La imaginación revolucionaria que se ha encendido desde el estallido social en el PC y otros colectivos e intelectuales, de izquierda o populistas, acompañada de la valoración del antagonismo entre “nuevo pueblo” y “vieja élite” que parece avizorar la instalación de una suerte de revuelta permanente que acompañe el proceso constituyente y las próximas coyunturas electorales, puede acabar extendiendo como réplica una imaginación contrarrevolucionaria en distintos segmentos de la sociedad. A veces pienso que a esto apunta, consciente o inconscientemente, la intransigencia de la derecha gobernante y de los gremios empresariales, que han persistido en su rechazo -incluso tras el estallido social y a los devastadores efectos de la pandemia- a acordar reformas profundas de carácter redistributivo al modelo económico que concita la desafección de una amplia mayoría. La colisión de estas dos expectativas antagónicas puede conducir a situaciones impensadas y dolorosas.
¿En qué sentido el 18-O activó la imaginación revolucionaria del PC?
Un partido marxista revolucionario no puede dejar de ser interpelado por un movimiento social de estas características: su propia identidad lo conduce a intentar darle conducción política. Ahora bien, hay muchos modos de asumir este desafío. Para los comunistas chilenos de hoy, que hace poco reafirmaban su adhesión al pensamiento político de Lenin, parece seguir siendo esencial la idea de la articulación de “las formas de lucha”: en este caso, cómo combinar la revuelta, las sucesivas elecciones y el proceso constituyente. Lo que sorprende es el aparente olvido de algunos elementos esenciales de la “política de alianzas” que ha inspirado a los comunistas chilenos a lo largo de su historia, destinada a generar una “correlación de fuerzas” favorable para el cambio social sin exigir a los potenciales aliados compartir una identidad ideológica. En verdad, parece aplicar este criterio sólo a una fuerza pequeña y subordinada, como el FREVS, mientras se lo niega a actores que pudieron disputarle la hegemonía al interior de la alianza que no fue, como el PS y el PPD.
¿Cómo se inserta esto en la relación histórica del PC con la institucionalidad y la democracia representativa?
En sus declaraciones programáticas y estratégicas, así como en sus proclamas electorales, el compromiso histórico de los comunistas en Chile con la ampliación de la democracia y el respeto efectivo a las libertades y los derechos humanos sigue estando muy presente. Sin embargo, han surgido voces, como en otros actores de izquierda, que expresan cierto menosprecio por la dimensión procedimental de la democracia, que le es, en verdad, consustancial.
En ese marco, es difícil de entender la persistencia de la descalificación comunista del acuerdo político del 15 de noviembre de 2019, sin el cual la ciudadanía no habría podido convertir el proceso constituyente en un mandato soberano y un imperativo legal mediante su respaldo electoral cercano a 80%, y no habría podido conformarse democráticamente la Convención Constitucional en las elecciones del pasado domingo. En este sentido, sería desconcertante que se persista en la consigna de agitación que denuncia el quórum de dos tercios para aprobar las nuevas normas constitucionales.
Hoy, la principal preocupación del PC no está en reinstalar un clima insurreccional, como el de octubre 2019-marzo 2020, sino en cómo instalar un escenario electoral en el que, por primera vez en sus 100 años de historia, tiene la opción de ser una fuerza hegemónica dentro de una coalición más amplia, con un candidato competitivo a la Presidencia de la República. De alguna manera, eso ordena todo.
En las resoluciones del XXVI Congreso (2020) el PC se define como “partido feminista de clase, antipatriarcal”, además de interseccional, y hace unos días el triunfo de Irací Hassler en Santiago y de otras candidatas subrayaba este update. ¿Cómo se coteja esto con las acusaciones de Paula Narváez a Daniel Jadue de ejercer “una autoridad vertical, tradicional y patriarcal”?
Me parece que la instalación del feminismo como seña de identidad del PC está fuera de dudas (en los 70 era la única entidad que celebraba el 8 de marzo), más allá de la tosca masculinidad que a veces expresa alguno de sus dirigentes, que por lo demás es un problema transversal en el espectro político. Lo que hoy se llama interseccionalidad es parte de la identidad comunista desde hace cien años: me refiero a la idea de la confluencia de las luchas de distintas comunidades imaginadas como explotadas, discriminadas u oprimidas (trabajadores, pueblos, mujeres). Lo nuevo ha sido, en los últimos decenios, la emergencia del concepto de patriarcado al mismo nivel que el de capitalismo como estructuras a vencer, así como la correspondiente adopción de la categoría de género junto a la de clase. El protagonismo de sus liderazgos femeninos jóvenes, asimismo, ha sido muy determinante en la proyección del comunismo en las nuevas generaciones.
En ese marco, las declaraciones de la candidata socialista aludiendo al candidato comunista sólo muestran cómo el enfoque de género se ha convertido en un espacio ineludible de la crítica política, poniendo en tela de juicio el estilo agresivo y soberbio de algunos liderazgos masculinos.