Haití, un régimen en decadencia – Por Narciso Isa Conde

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El pueblo haitiano ha venido tomando las calles y paralizando recurrentemente el país desde el 2018, protestando contra la carestía, exigiendo el fin de la represión, la corrupción y la impunidad; demandando la destitución del Presidente Jovenel Moíses y planteando la necesidad de un Proceso Constituyente.

El gobierno de ese hermano país ha podido sostenerse por el apoyo de las fuerzas militares y policiales creadas por la intervención militar de EEUU y Brasil con la complicidad de la ONU (Minustah), por el respaldo de la mafia empresarial de la cual forma parte el propio Presidente Moíses y por la determinación imperial de EE.UU y su OEA, en complicidad con Francia y Canadá.

Ese apoyo imperialista ha sido recientemente ratificado en medio de la actual huelga general y las grandes movilizaciones populares desplegadas en las principales ciudades de Haití.

La Administración Biden y la Secretaría General de la OEA a cargo del funesto Almagro -contrariando el criterio de la Corte de Casación de ese país- refrendaron el criterio oficialista de que el actual presidente debe permanecer hasta el 2022, aunque constitucionalmente debió dejar el cargo el pasado 7 de febrero.

¡El poder supranacional del imperialismo occidental actúa contra la voluntad de un pueblo movilizado e indignado! Presto desde su impronta colonizadora a alentar las espurias ambiciones de un presidente deslegitimado, que a continuación se inventó la farsa de un supuesta conspiración para asesinarlo, criminalizando a uno de los jueces que dictaron sentencia contra su nefasto y empecinado empeño en permanecer al frente de un gobierno impugnado por gran parte de la sociedad que él dice dirigir.

· La perversidad de Moíses y EE.UU, y las reacciones de la partidocracia opositora y la cúpula católica.

El impacto de la avalancha popular y del repudio generalizado a la actual gestión gubernamental ha sido tan espectacular, que Moíses y sus colaboradores, con la perversidad que los caracteriza, han optado por activar las bandas delincuenciales que financian y controlan para producir desproporcionadas acciones violentas; atribuyéndosela a las fuerzas convocantes de las movilizaciones y paralizaciones, con el objeto de desacreditar la justa resistencia popular.

Se copia así la fórmula de George Soros, empleada para desacreditar las protestas anti-racistas en EEUU y otras similares a todo lo largo y ancho del Hemisferio Occidental, y hasta para afectar las resistencias y ofensivas neofascistas del movimiento trumpista. ¡El empleo de la manipulación y el “control del caos” con propósitos espurios!

La conmoción político-social y la tendencia creciente es tal en Haití, que hasta la alta jerarquía católica demandó la dimisión de Jovenel.

Al mismo tiempo la partidocracia opositora –nada santa y con escasa credibilidad a nivel popular- ha “desafiado” al régimen; exigiendo lo mismo que el Obispado y estructurando de paso una fórmula de transición bajo su control, designando a la vez “Presidente Interino” al Decano de la Corte de Casación, Joseph Mécene Jean Louis.Eestá intentando “pescar en río revuelto” y mediatizar la salida política.

La fórmula tiene un cierto parecido a lo de Juan Guaidó en Venezuela, pero en otro contexto y frente a un gobierno entreguista, putrefacto y represivo.

Vale contemplar la posibilidad de que tras los móviles de ese “desafío” esté un sector del “stablishment demócrata” estadounidense; sin olvidar el rol preeminente de la Familia Clinton, y los intereses de la facción que representa en Haití, en el diseño de las políticas imperiales contra la autodeterminación del heroico pueblo haitiano; lo que permite no sorprendernos de cualquier desdoblamiento o giro del Departamento de Estado USA, en caso que la permanencia de Moíses sea insostenible.

Igual también no se deben descartar grados superiores de intervención militar si el accionar popular se escapa al control de EEUU; esto es, si se produce un desbordamiento de los actuales mecanismos colonizadores.

Y ante esa posibilidad, no olvidemos que en esta parte Oriental de nuestra isla, también existe una dependencia de EEUU, donde está vigente, desde finales del pasado siglo, un Memorando (firmado entre el Gobierno de Balaguer y EEUU) que le concede al Coloso del Norte usar Puertos, Aeropuertos y territorio dominicano para invadir militarmente a Haití.

Como tampoco obviar que esta isla está en el centro de la frontera imperial caribeña, cerca de Cuba, frente a Venezuela y en aguas comunes a estas dos Naciones, dignamente enfrentadas a la estrategia de dominación de EEUU en esta región.

· Un combate más allá de esta isla.

A la hora de examinar posibilidades y perspectivas de lo que está pasando en Haití, debemos tener muy presente que el poder de convocatoria de esas contundentes movilizaciones y protestas no está en manos de la partidocracia, ni de la llamada sociedad civil pro-estadounidense.

Convocan y organizan varias instancias sindicales y numerosos colectivos populares y profesionales independientes, lo que explica la relativa radicalidad de las consignas y posicionamientos de los/as manifestantes; así como su conducción en buena medida autónoma, aunque no compacta ni libre de una cierta dispersión.

La ausencia de una vanguardia revolucionaria con capacidad de articulación, conducción, creación de conciencia, propuestas transformadoras y construcción de hegemonía política al interior de la confluencia de tantos movimientos sociales, sigue siendo un déficit a tener en cuenta; que bien podría determinar, una vez más, que la salida a esta confrontación político-social no dé para emprender un proceso soberano e iniciar las transformaciones que Haití necesita.

Este déficit crucial no es exclusivo de Haití, sino que es un tema de estos tiempos, presente en no pocos países de Nuestra América, donde la crisis es muy profunda y las rebeldías sociales son recurrentes. Honduras es un caso señero.

De todas maneras estas luchas no son despreciables. Son sumamente importantes.

Ellas, paso a paso, posibilitan una importante politización al interior de los movimientos sociales que las protagonizan y facilitan mejores niveles de articulación política y de generación de propuestas alternativas con respaldo popular.

La necesidad -siempre que esté acompañada de procesos de politización revolucionaria- genera la posibilidad de superar carencias significativas, y a eso siempre debemos apostar.

Posibilidades que se amplían si superamos el localismo y pensamos en la dimensión continental del proceso hacia nuestra segunda independencia y la importancia que tiene para países de esta zona, y con estas características, vincular nuestras luchas antiimperialistas con las de otras naciones de Nuestra América.

En fin, avanzar junto a ellas, abrirle múltiples frentes al Imperio Agresor. Emprender muchos procesos de autodeterminación y hacerlos confluir en un gran torrente latino-caribeño, sembrando antiimperialismo y socialismo. Crear muchas Cuba, Venezuela, Bolivia, Argentina, México… levantar muchas rebeldías promisorias como las de Haití, Chile, Honduras y a mayor profundidad..!Adelante!

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