Pérez y Lasso: las derechas del greenwashing y la oligarquía – Revista Crísis, Ecuador

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Al cerrar la edición actual, alrededor de las 2:45 AM del 8 de febrero, a pocas horas de concluir la jornada electoral, el candidato de los progresismos, Andrés Arauz pasa a la segunda vuelta, con al menos 12 puntos porcentuales de ventaja frente al candidato que le acompañará el próximo 11 de abril. Lo que aún no queda claro, es exactamente quién será el nombre en la papeleta presidencial. Hasta el momento, según la página oficial del Consejo Nacional Electoral –CNE-, se han procesado 97,03% de actas, con Andrés Arauz con 32,23% de votos, Yaku Pérez con 19,72%, y a 0,06 puntos porcentuales, Guillermo Lasso, con 19,65%. Hasta el momento, Pérez y Lasso se encuentran frente a un empate técnico respecto a su diferencia porcentual.

Estos resultados colocan al pueblo ecuatoriano en medio de una incertidumbre acerca de quién entrará en contienda con la propuesta de los progresismos en segunda vuelta. Por una parte, se posiciona el neoliberalismo del greewashing de Yaku Pérez, aliado a las operaciones de las ONGs injerencistas, “mejor amigo de Biden” y por lo tanto de las buenas y servilistas relaciones con los EE.UU. y su Departamento de Estado. Por otra parte, el neoliberalismo de Guillermo Lasso, co-gobernante con Moreno, heredero de la oligarquía banquera y buen representante del ala más conservadora del país. Ambos candidatos basan su identidad política en el anticorreísmo: el primero desde el indigenismo superficial, y el segundo desde el emprendedurismo, pero ambos alineándose en contra de la noción de integración latinoamericana que proponen los progresismos en la región, y enunciándose políticamente a la derecha.

De darse una segunda vuelta entre Arauz y Lasso, el electorado se estaría enfrentando a un evidente choque ideológico que distancia a ambos candidatos, el uno del otro, y por lo tanto a sus electores. Como es de conocimiento público, Lasso acumuló su fortuna a costa de la venta de bonos estatales durante el feriado bancario, es decir, a costa de la vida digna el pueblo ecuatoriano. Lasso es un banquero reconocido, político ultraconservador, fiel miembro de la secta católica del Opus-Dei, admirador confeso de María Paula Romo y buen amigo del socialcristianismo porteño (espacio definitivamente perdido al correísmo con más del 41% votado para Arauz).

En cambio, de darse una segunda vuelta entre Arauz y Pérez, las distancias ideológicas serían menos evidentes. Es más complejo entender a Yaku como un candidato de la derecha, por un sinnúmero de factores. Primero, Pérez se refugia detrás de la ambigüedad del discurso que se desmarca tanto de derecha como de izquierda, pero que al mismo tiempo hace alusión histórica a los movimientos sociales de izquierda. Los discursos liberales –profundamente capitalistas- cooptan reivindicaciones y luchas sociales, para lucrar de ellas. En el caso del feminismo liberal y el ambientalismo liberal, la fábula se cuenta sola.

Otro factor importante recae en el racismo internalizado, que aqueja a gran parte de la ultraizquierda del país. Existe la tendencia a romantizar la posición subalterna de un sujeto, y esperar de este mismo, una posición política subversiva o disidente. Esto se evidencia en que, a pesar de las tantas declaraciones púbicas que Pérez ha hecho acerca de su posición de acólito del imperialismo yanqui, de su desacuerdo con el acceso libre al derecho al aborto, y de la legalización del uso recreativo de la Marihuana, esta izquierda ultrista, romántica y esencialista sigue colocando en su imaginario a Yaku Pérez, como un candidato de izquierda y “antisistema”. De la misma manera, Pérez ha sabido conducir de manera formidable, este punto a su favor: al asumirse principalmente como un cuerpo racializado, lo que hace es esencialismo estratégico.

Una lección preliminar de la primera vuelta electoral del pasado 7 de febrero resulta ser el posicionamiento efectivo de la figura de Yaku Pérez por parte de la derecha nacional e internacional, el cual se evidencia como una jugada maestra. Al construir la ficción de un sujeto alrededor de lo popular, alternativo, pachamámico, ambientalista y hasta feminista, la derecha logra captar la atención de un electorado que en otras condiciones difícilmente se uniría a sus filas. Por ejemplo jóvenes que se identifican –pero no necesariamente han politizado- una visión más armónica entre la humanidad y la naturaleza, que se han acercado a los movimientos sociales de una forma pragmática, más no teórica, y gente que trabaja en ONGs, siendo o no cuadros políticos de las mismas. Por otro lado, estos grupos de poder lograron colocar a un sujeto fiel a sus intereses de clase –los de la derecha- totalmente deslindado de la carga histórica del feriado bancario, evento catastrófico que si está en la memoria de un electorado de mayor edad.

En todo caso, con cualquiera de los dos posibles candidatos de la derecha en segunda vuelta -sea Guillermo Lasso o Yaku Pérez- la contienda principal aún sigue siendo la continuación del neoliberalismo, o la construcción de un Estado burgués proteccionista, planteado por Arauz y los progresismos. La única estrategia a la que puede apelar la izquierda revolucionaria, los movimientos sociales y las organizaciones populares, es disputar las condiciones de lucha en las calles, que irremediablemente serán condicionadas por quien ostente el poder político.

En el escenario electoral, esta estrategia implica hacer un ejercicio de conciencia de clase, al mismo tiempo de analizar más detenidamente la figura de Yaku Pérez: sus inicios (MPD), sus aliados (CREO – ID), a quién le arrebató la candidatura (Leónidas Iza y la memoria de octubre 2019), sus patrocinadoras (ONGs) y sus grandes beneficiarios (el imperialismo yanqui y la oligarquía local). Hacer un ejercicio de autocrítica con respecto a la romantización de los sujetos subalternos y la identificación política electoral, que contemple la lectura materialista del momento al que nos enfrentamos en la lucha de clases.

Revista Crisis

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