Ecuador y la segunda ola progresista – Por Emiliano Guido

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región. Por Emiliano Guido

En un mes habrá elecciones presidenciales en el país andino. El candidato del correísmo, al estar proscripto su líder y ex presidente, es el joven economista Andrés Arauz, quien encabeza los sondeos. En contraposición, el banquero Guillermo Lasso y el empresario Álvaro Noboa disputan el apoyo de la élite local. El Covid ha afectado el devenir de la campaña, al estar el sistema sanitario al borde del colapso se han prohibido la realización de grandes actos partidarios; además, el propio Arauz restringió sus intervenciones públicas ya que padece coronavirus. De fondo, la mayor parte del electorado se muestra indeciso y apático ante la oferta electoral. El gobierno del saliente presidente Lenin Moreno, que aplicó un fuerte recorte del gasto público para conseguir un rescate financiero del FMI, contribuye al mencionado escenario de bajo voltaje político. El Tribunal Electoral, con más razones políticas que legales, aún no convalida la postulación de Noboa y mantuvo en vilo la candidatura de Arauz, que recién fue aprobada hace poco más de un mes. Días antes, la Vicepresidenta Cristina Fernández recibió al candidato presidencial correísta en Buenos Aires, denunció su proscripción política y de esa manera evidenció el apoyo del gobierno argentino a un candidato que podría concretar un nuevo triunfo progresista en el Cono Sur tras la reciente victoria de Luis Arce en Bolivia.

El candidato presidencial de la Unión por la Esperanza (UNES), el economista Andrés Arauz, tiene 35 años. Ambas menciones, la recién creada alianza política y el joven dirigente, expresan los formatos que ha encontrado el correísmo para eludir la proscripción electoral implementada por el gobierno de Lenin Moreno contra su histórico líder, el ex presidente Rafael Correa exiliado en Bruselas, la plana mayor del movimiento e, incluso, contra la utilización del sello partidario Movimiento Revolución Ciudadana.

Arauz cuenta aún con poco relieve a nivel regional; sin embargo, es conocido en su país, donde fue ministro de Correa. Además posee un amplio bagaje académico y en la actualidad realiza un doctorado en economía en la prestigiosa Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Blanco, catedrático, insospechado de haber cometido actos de corrupción, Arauz replica de alguna manera lo decidido por Evo Morales en Bolivia cuando promovió como candidato presidencial a su ex ministro de Economía Luis Arce. Hasta el momento, a un mes de la elección presidencial, la apuesta del correísmo parece ir en buen camino. Firmas como Perfiles de Opinión o la encuestadora Eurek lo posicionan al frente de los sondeos en un podio que comparte con los derechistas Guillermo Lasso y Álvaro Noboa, un poco más atrás se sitúa Yakú Pérez, del movimiento indigenista Pachakutik, articulador social del último gran levantamiento popular contra los planes de ajuste de Moreno.

Un escenario incierto

Sin embargo, el mencionado mapa, el de las encuestas, es un lienzo incierto por varias razones. Contra el correísmo pesa una significativa campaña de hostigamiento tanto en la Justicia como en los medios de comunicación; es probable entonces que el apoyo de Arauz sea mayor al consignado en la propia prensa. A su vez, el número de indecisos es tan grande como el sector de la población que ha manifestado su simpatía política. Ecuador sufre una catástrofe sanitaria producto de los magros recursos públicos para enfrentar al coronavirus. El gobierno dispuso acotar las reuniones familiares de fin de año y las salidas de verano para evitar un nuevo crack hospitalario y así poder contar con camas y respiradores.

A poco más de cuatro semanas de la concurrencia a las urnas Ecuador transita una elección fría. Arauz ha debido recluirse ya que está con coronavirus. La candidatura de Noboa, incluso, aún está en revisión por el Tribunal Electoral, que ha prohibido mítines con más de 200 simpatizantes. Sin fuegos artificiales, sin vacaciones, con el bolsillo raleado por el ajuste de Moreno y el temor creciente de caer bajo los pies de la segunda ola de Covid, la ciudanía ecuatoriana incorpora de a poco a su agenda diaria la elección del 7 de febrero.

Los diarios más influyentes como El Comercio o El Universo dan cuenta en sus crónicas de campaña de que los locales de los principales partidos políticos ofrecen en sus bunkers cursos gratuitos de “costura y gastronomía” para concitar la atención del electorado independiente. En ese cuadro apático solo cobra dimensión la ostensible campaña de Lasso en internet. De tal grado son los recursos volcados por el banquero en Facebook que, según consigna el recomendable portal Ruta Kritica, la cara de Lasso aparece hasta en “páginas de pornografía”.

Un análisis desde el lugar de los hechos

Pablo José Iturralde es director de la plataforma de investigación académica Centro de Derechos Económicos y Sociales (CDES), desde Quito comparte con Nuestras Voces su mirada sobre la particular campaña electoral, un escenario político tensionado por el impacto sanitario del Covid y la persistente ofensiva del denominado lawfare contra el correísmo: “Noto tres particularidades políticas en la actual elección, lo primero es el desencanto general ante la política electoral; de hecho, a un mes de la elección entre el 40% y 50% de la sociedad aún no ha decidido su voto. En segundo lugar, los comicios están signados por la proscripción del movimiento Revolución Ciudadana. Hay una notoria persecución jurídica y un notable cerco mediático contra el correísmo; es más, todos los candidatos han coincidido en atacar con persistencia a Andrés Arauz. En tercer lugar, la elección está marcada por el estallido social de octubre de 2019 y, dado el protagonismo del indigenismo en ese levantamiento, por primera vez el movimiento Pachakutik es una importante opción electoral”.

Iturralde, además, reflexiona sobre la vigencia política del ex presidente Rafael Correa en la actual coyuntura ecuatoriana: “Correa sigue polarizando al electorado. El escenario todavía está ordenado por el clivaje correísmo-anticorreísmo, la evidencia está expuesta en las declaraciones de los candidatos, que apuntan una y otra vez contra Correa o Arauz. Es evidente que el correísmo debería ganar en primera vuelta ya que es muy factible que todos los partidos se unan en el ballotage para evitar el triunfo de Arauz. Pero, además, el correísmo debería conseguir un triunfo contundente ya que, así como es previsible la unidad anticorreísta, también es estimable que el aparato del gobierno recurra a una impugnación del triunfo de Arauz si la victoria se concreta por unos pocos puntos. En síntesis, el correísmo necesita consumar un triunfo holgado”.

Por último, Nuestras Voces preguntó a Insaurralde por qué razón, una vez más, no se ha logrado concretar una alianza entre dos fuerzas, el correísmo y el movimiento Pachakutik, criticas del neoliberalismo: “La unión no fue posible porque, primero, durante la década pasada el boom de los commodities generó una exacerbación del modelo económico extractivista, al que Correa adhirió, y que precipitó además choques y conflictos entre el Estado y los movimientos sociales. Pero, en segundo lugar, hay una razón más histórica y profunda: el proyecto plurinacional de los pueblos indígenas tiene una mirada del país diferente a la matriz nacional y popular, que hoy representa el correísmo. El indigenismo no solo se presenta como anti neoliberal, sino como un proyecto anti colonial. Sin embargo, los dos bloques mencionados se han acercado en los últimos años, por lo tanto aún hay esperanza de que consuman pronto una alianza estratégica”.

Nuestras Voces


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