Argentina: Armonía en el desorden urbano de Buenos Aires 2001 – Por Verónica Diez, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Verónica Diez *

En 1979, Michel Foucault escribía, en un artículo titulado « Inutile sublevarse? »[1] :

¿Se tiene razón o no para rebelarse? Dejemos la cuestión abierta. Uno se subleva, es un hecho…Un delincuente arriesga su vida contra los castigos abusivos; un loco no aguanta más de tanto estar encerrado y despojado; un pueblo rechaza el régimen que lo oprime. Esto no hace inocente al primero, no cura al otro, y no asegura al tercero el mañana prometido. Nadie, por otra parte, está obligado a ser solidario. Nadie está obligado a encontrar que esas voces confusas canten mejor que las otras y digan lo más profundo de la verdad. Basta que existan y que tengan en su contra a todo lo que se encarniza en hacerlos callar, para que haya un sentido en escucharlos y en buscar lo que quieren decir.

Con razón o sin ella, yo me preparo a contarles la corta historia de una sublevación perdida, en mi país, en el año 2001. En ese acontecimiento, usted no encontrará ni héroes ni heroínas, ni revolución ni toma del poder, sólo mujeres y hombres ordinarios quienes, el 19 y 20 de diciembre en Buenos Aires, dijeron NO al estado de sitio más ridículo de nuestra historia, revocando así a dos presidentes sin recurrir a la violencia armada. Los manifestantes ocuparon en masa el espacio público. Sus armas : el número de manifestantes, algunas cucharas y varias cacerolas. Sus prácticas temerarias : desobedecer, salir de sus casas, encontrarse con otros en las calles, en los parques y esquinas.

En esos días, yo me encontré con Armonía en las calles de Buenos Aires, manifestando contra el estado de sitio decretado por el presidente Fernando De la Rúa. De 2001 a 2008, nosotras compartimos la experiencia de un grupo de vecinos del barrio de Palermo Viejo reunidos en asamblea.

Muchos de aquellos que no salieron a las calles esos días ni los siguientes, temían a ese movimiento espontáneo, ruidoso, desorganizado, que rechazaba el hecho de quedarse ‘bajo custodia’. Algunos de ellos acusaban al movimiento de anarquista[2] y con ese término evocaban : el desorden, la compulsión, el caos. Todo lo contrario de aquello que sugiere el nombre de Armonía[3].

¡Las masas inspiran miedo! Incluso a Sigmund Freud, quien escribe su tesis sobre la psicología de masas en 1921, tomando como referencia a los estudios positivistas y reaccionarios[4] de su época. El psicoanalista describe allí a la ‘masa’ como una jauría de lobos ahuyando al unísono a la luna. En el fenómeno colectivo de la masa se produciría, según él, una regresión de la actividad psíquica a una fase anterior como aquella que puede encontrarse en el salvaje o en el niño[5]. Usted me objetará, seguramente, que en la época de Freud ciertas masas podían corresponder fielmente a esa descripción. Cierto. Pero, esa psicología de masas no me ayudaba en nada a entender la situación que estábamos viviendo en Argentina en aquellos días. Sin embargo, es gracias al psicoanálisis que, yo había aprehendido algo sobre el deseo de libertad, la potencia de las palabras y sus efectos transformadores.

En fin, esa sublevación me permitió cuestionar la idea común sobre los movimientos de masa como necesariamente alienantes y desubjetivantes. Un fenómeno de masa, ¿podría  permitir la emergencia de una nueva práctica colectiva donde la subjetividad de cada uno sería convocada, no para disolverla, pero para afirmarla, para hacerla evolucionar?

Contexto histórico-político

En 2001, Argentina, ahogada por la deuda y el sistema financiero se declara en quiebra. Durante los años noventa y comienzos de los años 2000, Domingo Cavallo bajo la presidencia de Carlos Menem (1989-1999) pone en marcha una política neoliberal de desregulación y privatización de empresas. Esa transferencia de empresas públicas a manos privadas ha generado, entre otras desventuras, el cierre de numerosas fábricas empujando a un gran número de trabajadores al desempleo. Estos últimos se organizaron en diferentes movimientos (MTD : movimiento de trabajadores desocupados) utilizando como medio de lucha : el piquete. Maristella Svampa[6] explica cómo esas grandes experiencias de los movimientos MTD fueron el producto de la desarticulación vertiginosa de una economía que tenía su eje de desarrollo en YPF (yacimientos petrolíferos fiscales).

En 2001, a pesar de varios procesos judiciales, Domingo Cavallo es nuevamente Ministro de economía de Fernando De la Rúa. Él aplica la medida llamada el ‘corralito’ el 1° de diciembre de 2001, limitando así la extracción de dinero en efectivo. Esto provoca una fuerte oposición de la clase media que se suma a los movimientos de resistencia preexistentes de los trabajadores sin empleo. En fin, el 19 de diciembre, De la Rúa declara el estado de sitio dando lugar a las manifestaciones del 19 y 20 diciembre. La multitud, ruidosa, golpeaba sobre sus cacerolas gritando : « Que se vayan todos, que no quede ni uno solo! ». Esa consigna decía bastante sobre la crisis de representación social y política que vivía Argentina. El 20 de diciembre, el presidente Fernando De la Rúa abandonaba la Casa Rosada en helicóptero.

‘Tres nuevos fenómenos políticos’[7] surgieron en Argentina en esa época : los ‘piqueteros’, los ‘trabajadores de fábricas recuperadas’, y las ‘asambleas de vecinos’.

Los piqueteros son los trabajadores fuera del mercado laboral que tuvieron que crear otras formas de lucha y de manifestaciones. Nacen así las ‘puebladas’ y los ‘piquetes’ en diferentes provincias del interior del país. Las personas salen a cortar las rutas y allí se instalan. Hay que subrayar la presencia de familias enteras en los piquetes, el fuerte anclaje territorial de las nuevas organizaciones así como el tipo de práctica autónoma fuera del sindicato y fuera del partido político[8].

Las fábricas en quiebra recuperadas por los obreros inaugura un proceso inédito que comenzó en el 2000 y que ha crecido vertiginosamente permitiendo el nacimiento del Movimiento nacional de fábricas recuperadas (MNFR). Hay que subrayar el hecho que no se recupera las fábricas por motivos ideológicos sino para proteger el trabajo. Además, la mayor parte de aquellos que originan el movimiento no tenían experiencia política precedente[9].

Finalmente, el empobrecimiento de las clases medias y el impacto del estado de sitio originaron las asambleas de vecinos en las grandes ciudades.

La crisis de 2001 no era únicamente de naturaleza económica o social, ella implicaba la representatividad del sistema político en su conjunto. Sobre la desagregación de los partidos políticos se puede leer : « La crisis institucional había hecho volar en pedazos el paisaje político argentino y había provocado el derrumbe casi completo del sistema de partidos, dejando pocos sobrevivientes : entre ellos, el Partido Justicialista, extremadamente dividido y los partidos de izquierda ligados a las nuevas organizaciones sociales. »[10]

Podríamos pensar que la ausencia total de partidos políticos no sería necesariamente a lamentar. Simone Weil escribía en 1940 : « Casi en todas partes – y incluso seguido a causa de problemas técnicos- la operación de tomar partido, de tomar posición por o contra, se substituyó a la obligación del pensamiento. Es una lepra que se ha originado en los medios políticos, y que se ha extendido, a través de todo el país, a casi la totalidad del pensamiento. Es dudoso que podamos remediar esa lepra, que nos mata, sin empezar por la supresión de los partidos políticos. »[11] 

Sublevarse 

La sublevación del 19 y 20 de diciembre no estuvo organizada ni por una marcha revolucionaria ni por un partido político ni por organizaciones ideológicas. Al contrario, para la mayoría de nosotros, ella tuvo lugar de manera espontánea, sin líder, sin llamado, sin convocatoria.

Los días siguientes, los manifestantes no se concentraban en Plaza de Mayo como de costumbre. Al contrario, sus cuerpos se dispersaban. Era un flux que se diseminaba en todos los barrios, los parques, y las esquinas de la ciudad. El espacio se dilataba y sobre las esquinas se formaban rondas de personas donde circulaba la palabra. Una potencia inédita, obtenida por la reversión de una situación de no-poder, se derramaba en la ciudad.

Esa sublevación era también un movimiento masivo de plena desmesura. Al principio, varias decenas de manifestantes murieron en los enfrentamientos con la policía. Hubo violentos desbordes de la multitud un poco por todos lados : saqueos en los supermercados, en la periferia, en el Congreso de la Nación, algunos árboles de la Plaza de Mayo fueron incendiados, los bancos fueron ‘bunkerizados’ (aún hoy numerosos grafitis cubren las paredes). Pero esos desencadenamientos de violencia no fueron generalizados a toda la multitud. Aquello que pudo instalarse en el tiempo y extenderse en el espacio esos días, fue el hecho de compartir la experiencia de desobediencia, la necesidad de hablar con esos otros desconocidos al lado nuestro, a quienes, el acto de sublevarse nos aproximaba al mismo tiempo que nos transformaba.

Jean Allouch, en « Quatre leçons proposées par Foucault à l’analyse » afirma : « La sublevación es un ‘decir que no’ en palabras, pero también en actos (…). Además, ese ‘decir que no’ toma su vuelo de la libertad de aquel que así se conduce. Decir que no y libertad son dos características de la sublevación que no sabríamos ligar al deseo sino al precio de múltiples contorsiones. De allí el cambio que yo propongo hoy : substituir « sublevación » a « deseo ».[12]

En ese mes de diciembre, ese ‘decir que no’ fue un acto de enunciación singular para cada uno de nosotros que resonó en el espacio público, entre la multitud, en una intensa alegría[13]. Un espíritu de fiesta nos empujaba a pesar de la policía, los caballos, el recuerdo de la dictadura. Ese espíritu transformaba la cólera en una potencia expansiva. Jacques Lacan formuló justamente una tesis sobre la sublevación del sujeto et la dialéctica del deseo : « El estatuto del deseo que se presenta como autónomo con relación a esa mediación de la Ley, por la razón de que es por el deseo por el que se origina, en el hecho de que por una simetría singular, invierte lo incondicional de la demanda de amor, donde el sujeto permanece en la sujeción del Otro, para llevarlo a la potencia de la condición absoluta (donde lo absoluto quiere decir desasimiento). »[14]

La potencia de ese desasimiento subjetivo evoca, en efecto, un sentimiento de liberación que tiene fuertes resonancias con la sublevación como acto singular y diferenciado.

« Sublevarse sería entonces el gesto por el cual los sujetos de la impotencia hacen advenir en ellos- algo como una potencia fundamental. (…) Hay en la potencia aquello que Bataille nombra « el primer movimiento de la plena desmesura » que es movimiento de insubordinación o de transgresión; mientras que el poder, incluso para aquel que lo ejerce, supone una lógica de sumisión y de encierro en las reglas. »[15] 

Ensamblarse

Luego de las intensas movilizaciones del 19 y 20 de diciembre, la potencia generada no desapareció. Al contrario, ella supo encontrar los medios para realizarse, desplegarse en una experiencia compartida durante varios años : la asamblea. No se trataba de la asamblea ateniense, ni de la asamblea de las comunas, ni la de los soviets. Ella era la « asamblea de vecinos », y era una elección conservar el nombre de vecinos. Si!! Usted puede sonreír, lo sabemos ! La categoría de vecinos no tiene ninguna potencia simbólica o compromiso político. Es un término flou, de baja intensidad, degradado. Y sin embargo, históricamente la figura del vecino había ya hecho irrupción en mayo 1810 cuando los ‘vecinos’ de Buenos Aires declararon la Primera Junta, separándose del Vice-consul español.

Los vecinos no son asimilables al pueblo[16] : ni anarquistas, ni proletariados, ni bolcheviques. «Vecino» : un nombre sin ninguna pretensión, que no autoriza ni a representar a alguien, ni a hablar ‘en nombre de’. Además, los vecinos no son tampoco una simple consideración topográfica sino una operación topológica (con un sentido preciso en matemáticas). No éramos vecinos, deveníamos vecinos[17], luego de haber compartido la calle y la asamblea. Según su definición clásica, el vecino implica el otro, el próximo. No se puede ser vecino solo. Devenir vecino depende de una toma de posición que puede ser provisoria. Justamente, para nosotros era importante tomar posición y no partido[18].

La asamblea de Palermo Viejo se reunía todos los jueves a las 21h, durante 3 o 4 horas. Era un lugar de palabra, de pensamiento y de toma de decisiones en vista de las acciones del grupo. Una palabra libre que circulaba entre todos de manera horizontal, bajo la forma de conversaciones, de discusiones a veces intensas, pero sin grandes discursos exaltados, ni puños elevados, ni índices dirigidos. Una palabra que no respondía a un saber preestablecido, que no se adaptaba a criterios ideológicos pero que intentaba hacer con un no-saber. Las asambleas, especialmente la línea autónoma, se levantaba contra toda forma de liderazgo o de militantismo. Existían tensiones al interior de la asamblea con aquellos que eran militantes de diferentes partidos u organizaciones, que deseaban captar los vecinos y que querían una asamblea del ‘pueblo’ y no de ‘vecinos’. Eso fue duro : la batalla de la horizontalidad del pensamiento contra la verticalidad del saber partidario.

Al interior de la asamblea, los vecinos ‘ordinarios’ eran a veces el ‘blanco’ del desprecio de aquellos que tenían años de experiencia en la lucha política. Las mujeres eran numerosas del lado de los no-partidarios. Ciertos gestos lúdicos acompañaban, a veces, nuestras acciones y jugábamos a las ‘brujas’[19] impidiendo la lluvia con los ritos de sal o aún bailando en círculos abiertos en el parque Avellaneda. Bailar[20], sobre el borde del abismo que nos rodeaba, transformaba los gestos del miedo y la violencia en potencia coreográfica.

Los militantes, evidentemente, no compartían esa rebelión que no tenía ni la ambición de tomar el poder, ni la pretensión de forjar una revolución. Ellos no podían entender esos gestos singulares, esa búsqueda de nuevas formas de existencia, del lazo a los otros, de juego, de mutación. Gestos que creaban una dinámica diferente del estar juntos.

Antonio Negri[21] había venido a hablar de su concepto de ‘multitud’ en una fábrica recuperada de nuestro barrio (Grissinópoli, rebautizada Nueva Esperanza) y de la necesaria diferenciación de la potencia y el poder. John Holloway había escrito « Comment changer le monde sans prendre le pouvoir ? »[22]. Y nosotros estábamos justamente empujados por la potencia y la alegría que emanaba del hacer colectivamente.

Las acciones de la asamblea

Dos acontecimientos marcaron fuertemente nuestra asamblea. El primero fue las jornadas de « La Trama », que se repitieron tres años consecutivos. El significante ‘trama’ nombraba de alguna manera el trenzado colectivo de los hilos todos diferentes de nuestras singularidades. Organizamos así encuentros culturales políticos económicos artísticos, que se desarrollaban en el barrio. Los artistas abrían sus talleres, los bares hospedaban tablas redondas de discusión, los restaurantes y también el mercado de pulgas coordinaban conciertos. Había también actividades de circo y marionetas en la calle para los más chiquitos.

El segundo acontecimiento fue la recuperación de un viejo mercado municipal del barrio, cerrado y abandonado desde hacía varias decenas de años. En la asamblea, habíamos discutido durante horas acerca de la necesidad de dejar la calle y conseguir un espacio protegido para hacer frente al invierno. El frío se dejaba sentir en nuestros cuerpos, para muchos resultaba cada vez más difícil permanecer durante horas en la esquina de Costa Rica y Humboldt. El día decidido para ocupar el espacio, la policía nos esperaba. Fue la policía contra las escobas, los detergentes y los baldes. Nosotros íbamos preparados para entrar y limpiar, hacernos cargos del lugar. Las cacerolas comenzaron a resonar fuerte, muy fuerte y los medios de comunicación llegaron. Finalmente, logramos firmar con el Director del CGP (centro de gestión y participación del barrio) un acuerdo sobre el uso del inmueble del antiguo mercado.

En nuestra segunda versión de la Trama (2003), el tema del debate fue la relación a ese nuevo espacio social : el mercado y sus pasajes, que no eran la calle, que no eran el exterior pero que tampoco eran un espacio íntimo o privado. Lo discutido versaba sobre las experiencias participativas de recuperación y reconstrucción de los lugares públicos. En esos debates un sueño se dejaba descifrar : el de la apertura de esos espacios, de la necesidad de compartirlos y de hacer de esas cosas públicas nuestro ‘común’[23].

En ese mercado, la asamblea entre otras acciones, organizó actividades de reconstrucción de la memoria de desaparecidos de nuestro barrio. Elaboró un proyecto de ‘economía solidaria’ que se puso en marcha con productores independientes y que sigue funcionando en la actualidad. Se compartió ese espacio con uno de los movimientos MTD, el Movimiento Teresa Rodriguez, y con Arde Arte, un colectivo de artistas originarios del movimiento de periodistas independientes Argentina Arde.

Nuestra práctica en asamblea fue una micro-experiencia[24] que no supo construir ni una red de refundación social ni extender su acción más allá del barrio, de lo ultra-local. Una asamblea inter-barrial en el Parque Centenario, propuesta por los militantes de izquierda con el fin de centralizar las acciones, vio la luz del día, pero terminó muy mal. Los militantes de los diferentes partidos se peleaban entre ellos y diríamos que los vecinos no se encontraban en su ambiente.

En 2003, el cambio de situación tocó fuertemente el movimiento, el gobierno comenzó a encerrar a los piqueteros, a diabolizar sus acciones y a desmontar los espacios recuperados por las asambleas[25]. Un proyecto de « shopping-parking » caía sobre nuestro mercado. Nosotros nos movilizamos para presentar un contra-proyecto con el objetivo de lograr el reconocimiento de ‘sitio de interés cultural’ para el mercado y lo obtuvimos. Laura siempre dijo : « nosotros partiremos, la asamblea desaparecerá pero el mercado quedará ». La asamblea duró aún varios años, yo me fui en 2008. El espacio protegido de Bonpland 1660 se convirtió en un mercado de productores ‘autogestionados’ y sigue aún en pie !

Armonía murió el 26 de junio de 2020, en el marco de la pandemia de coronavirus en Argentina. Nacida el 7 de junio de 1920, ella venía de cumplir sus 100 años. Podemos verla aún con su cartera cruzada en bandolera en el film-documental Centenarios[26]. Sus padres eran originarios de Cataluña-España. De madre anarquista, ella reivindicaba el hecho de haber crecido en un ambiente de ideas que se rebelan contre ‘los mesías salvadores’ que manipulan los sentimientos y las pasiones.

En aquello que concierne a esas mujeres y esos hombres que vivieron la experiencia de la asamblea, ellos saben, ahora, que otro mundo es posible : un otro mundo más fragmentario, más heterogéneo donde nuevas relaciones entre la cosas, los discursos, las imágenes pueden dar a pensar de manera inédita; donde el juego y el sueño no son dejados de lado sino deseados. Seguramente, varios de entre ellos, guardaran en su recuerdo algunas semillas y algunas piedras del espíritu de Armonía.

* Psicoanalista residente en Francia, y Antigua vecina del barrio de Palermo Viejo en Buenos Aires, Argentina

Notas

[1] Publicado en el diario Le Monde nº 10661, del 11 de mayo de 1979, en las páginas 1 y 2. (Nosotros traducimos)

[2] Véase Mariana Di Stefano, Anarquismo en Argentina. Comunidad discursiva, Editorial Cabiria, Buenos Aires, 2015. El movimiento anarquista en Argentina ha vivido un periodo de expansión y de popularidad entre 1871 y el fin de siglo cuando el anarquismo se consolida como un grupo político con una presencia en la vida política nacional y una gran influencia en las primeras organizaciones sindicales.

[3] El nombre de Armonía, como aquel de Libertad o Floral, son nombres elegidos por los anarquistas porque representan las aspiraciones de su comunidad.

[4] C.f. Georges Didi-Huberman, Désirer. Désobéir. Ce qui nous soulève,1. Les éditions du Minuit, Paris, 2019.

[5] C.f. Sigmund Freud, « Psicología colectiva y análisis del yo » (1921), O. C., Amorrortu ediciones

[6] Maristella Svampa, Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2009.

[7] Pedro Brieguer, Argentine, Enjeux et racines d’une société en crises. Colectivo bajo la dirección de Diana Quattrochi-Woisson, Ediciones Tiempo/Le Félin, 2003.

[8] C.f. Pedro Brieguer, Op. Cit.

[9] C.f. Pedro Brieguer, Op. Cit.

[10] Maristella Svampa, « Les frontières du gouvernement de Kirchner entre aspiration au renouveau et consolidation de l’ancien », Revue Tiers Monde, 2007/1 (n° 189), p. 113-134. URL : https://www.-cairn.info/revue-tiers-monde-2007. (Traducción propia)

[11] Simone Weil, Note sur la suppression générale des partis politiques (1950), éditions Sillage, Paris, 2016. (Nosotros traducimos)

[12] Jean Allouch,  « Quatre leçons proposées par Foucault à l’analyse », Site internet jeanallouch.com, janvier-juin 2014, p. 7

[13] A pesar de la opinión prejuiciosa de Starhawk, en Chroniques altermondialistes, Tisser la toile du soulèvement global, Éditions Cambourakis, Paris, 2016, p. 103.

[14] Jacques Lacan, « Subversión del sujeto y dialéctica del deseo », Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, Argentina, 1987, p. 794

[15] Georges Didi-Huberman, Désirer, désobéir. Ce qui nous soulève 1, Les éditions de Minuit, Paris, 2019, p. 48-62.

[16] Véase la complejidad de esta noción poli-semiótica en Quest-ce quun peuple ?, A. Badiou, P. Bourdieu, J. Buttler, G. Didi-Huberman, S. Khiari, J. Rancière, La fabrique éditions, Mayenne, 2013. Podemos leer en el artículo de Sadri Khiari «  Le peuple et le tiers peuple » (p. 117) : « El universo de sentido en el cual la noción de pueblo se desarrolla y toma significaciones particulares está generalmente construida sobre la articulación, jamás idéntica, entre otras nociones : la nación, la ciudadanía/soberanía, las clases llamadas subalternas. » (Nosotros traducimos)

[17] Véase Ignacio Lewkowicz, Sucesos argentinos. Cacerolazo y subjetividad postestatal, Paidós, Buenos Aires, 2002.

[18]Georges Didi-Huberman, Quand les images prennent position, Les éditions de Minuit, Paris, 2009, p. 109. El autor precisa la diferencia entre ‘tomar partido’, acción que corresponde a la comprensión de una totalidad dada en la historia y ‘tomar posición’ que implicaría renunciar a la totalidad, a cambio de una interpretación local y por lo tanto más fragmentaria : « su valor político es par consecuencia más modesto y más radical al mismo tiempo, porque más

experimental. » (Nosotros traducimos)

[19] C.f. Mona Chollet, Sorcières. La puissance invaincue des femmes, Éditions La Découverte, Paris, 2018.

[20] C.f. Ursula Le Guin, Danser au bord du monde, Éditions de l’éclat, France, 2020.

[21] Antonio Negri, Imperio, Paidós Ibérica, Espagne, 2005.

[22] John Holloway, Changer le monde sans prendre le pouvoir : le sens de la révolution aujourdhui, Éditions Syllepse, France, 2008.

[23] Pierre Dardot et Christian Laval, Commun, Essai sur la révolution au XXI° siècle, La Découverte éditions, Paris, 2014.

[24] Félix Guattari, « Pratiques écosophiques et restauration de la Cité subjective », Revue Chimères, 1992/3 N° 17, Cairn, France.

[25] Véase Maristella Svampa, Entre la ruta y el barrio, Op. Cit.

[26] Film de difusión alternativa.

 


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