La muerte entre los Sanöma/Yanomami en Brasil. Negacionismo sobre negacionismo – Por Sílvia Guimarães, especial para NODAL

Foto: Silvia Guimarães
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Por Sílvia Guimarães *

A principios de mayo de 2020, una madre del pueblo indígena Sanöma, un subgrupo de la familia lingüística Yanomami, fue desplazada de la Tierra Indígena Yanomami a la ciudad de Boa Vista, estado de Roraima, Brasil, con su bebé que necesitaba someterse a un tratamiento contra la neumonía. El bebé murió a los pocos días. A fines de mayo, otras dos madres Sanöma, una de las cuales vive en un pueblo de Venezuela y buscó tratamiento en el puesto de base ubicado del lado brasileño de la frontera, fueron trasladadas a Boa Vista para el tratamiento de sus bebés. Todos los niños eran menores de un año, tenían neumonía y requerían tratamiento en hospitales de la ciudad. Sin hablar portugués y distantes de sus redes de apoyo, estas mujeres ingresaron al peor escenario de la COVID en Brasil, el de los hospitales y la Casa de Saúde Indígena (CASAI) -un lugar donde se hospedan los indígenas cuando requieren atención de mediana y alta complejidad-. Los tres bebés murieron. Las madres recibieron la noticia de las muertes, pero no se les informó el paradero de los cuerpos ni la presunta detección del virus. La noticia de las muertes se difundió entre los Sanöma que estaban en CASAI y el líder Sanöma, presidente de la Asociación Indígena SanömaIpasali, que vive temporalmente en Boa Vista, dividida entre la ciudad y la Tierra Indígena, emprendió viaje para saber dónde estaban los cuerpos de los niños. La primera suposición fue que los cuerpos todavía estarían en el hospital. Los ancianos y las ancianas de la comunidad se enteraron de la noticia a través del sistema de radio y presionaron a los dirigentes para exigir a las autoridades que devolvieran los cuerpos al territorio. La dirigencia, luego de ir en busca de los cuerpos en los hospitales y CASAI, habiéndose contagiado ellos mismos de COVID, recibió la triste noticia de que los bebés muertos habían sido enterrados en el cementerio y solo podían ser exhumados y regresar a su territorio al cabo de tres años.

En total, hasta el momento, 57 Sanöma han sido contaminados por COVID en CASAI, desde mayo hasta este mes en la ciudad de Boa Vista. En los hospitales, cada uno de los tres bebés había muerto.

La angustia invade a las madres Sanöma que están en CASAI y sus familias que están en el territorio. Sin información, sin explicaciones y sin participar en la toma de decisiones, estas mujeres sufren diversos tipos de violencia: la desaparición de los cuerpos de sus hijos, el entierro compulsivo de sus cuerpos y decisiones tomadas por ellas. Estas mujeres junto a sus comunidades reclaman a viva voz pero son ignorados por los servicios de salud. Y negados, una vez más, por el Estado.

Algo muy grave para el mundo Sanöma está sucediendo: la no realización de la ceremonia fúnebre, el jabón. Esta ceremonia tiene como objetivo hacer olvidar a los muertos, para que se dirijan en efecto a la morada de los muertos y no se queden en el mundo de los vivos, amenazándolos con su presencia y queriendo llevarse a sus familiares con ellos. Mientras la ceremonia no pueda llevarse a cabo, los sueños y vivencias durante la vigilia pueden estar marcados por la peligrosa presencia del difunto. Este proceso de hacer olvidar a la gente supone recordar los hechos que formaron la experiencia del difunto, las interacciones que mantuvo y los sentimientos surgidos de esas interacciones. Así, la ceremonia fúnebre está marcada por la cremación del cuerpo y todo lo que le pertenece con el objetivo de destruir sus marcas, olvidarlo, borrarlo, al mismo tiempo que se oyen lamentos que se asemejan a los de los muertos. Después de la cremación, el ritual continúa con la producción de cenizas a partir de huesos carbonizados y, en diferentes momentos, con el consumo de estos, mezclados en una papilla de plátano, por parte de los familiares del difunto.

Como es evidente, esta compleja ceremonia fúnebre se opone radicalmente al entierro de los cadáveres. Para los Yanomami, enterrar a sus muertos es violencia. Las ceremonias funerarias son elementos centrales en la existencia del pueblo Yanomami y de todos los pueblos en general. En esta pandemia las formas de contagio son múltiples y de gran riesgo, pero aún quedan algunas preguntas por plantear: ¿se puede evitar la reedición de prácticas negacionistas de la diversidad cultural, de la violencia contra los cuerpos del “otro”, de la existencia del virus y su formulación en términos de “gripezinha”? Y, aún más cabe preguntarse, ¿cuál es el peso del dolor de muerte en esta pandemia para una mujer indígena, que no habla portugués, está alejada de su red de apoyo y no tiene noticias del fallecimiento de su hijo?

* Profesora del Departamento de Antropología, Universidad de Brasilia


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