Perú | Los gatos también mueren – Por Mauricio Aguirre
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región. Por Mauricio Aguirre
Como un gato con siete vidas, el presidente Martín Vizcarra volvió a caer parado, aunque esta vez con varios magullones encima. Hace una semana todo era incertidumbre cuando 65 congresistas votaron por admitir el pedido para vacarlo, pero a la hora de tomar la decisión final, solo 32 votos apoyaron la intención de sacarlo del sillón presidencial.
Las bancadas que decidieron finalmente no apoyar la vacancia aseguran que lo hicieron por la estabilidad del país en tiempos de pandemia, y no por respaldar a Vizcarra. Es probable. Pero también quedó en evidencia que pesó mucho en la decisión la campaña impulsada desde el Ejecutivo para mostrar que detrás de la intención de vacarlo existía un bien orquestado complot.
Lo cierto es que una vez más un presidente sin partido político, sin bancada en el Congreso, y con un reducido entorno casi amical y familiar, pudo sortear una crisis política, quizá la más grave que enfrentó hasta ahora en sus tan solo dos años y medio de gobierno.
Pero a diferencia de crisis anteriores, esta vez Vizcarra ha quedado muy golpeado políticamente. La moralidad y la lucha contra la corrupción que pregonaba como banderas de su gobierno ya no son tales. El caso Richard Swing ha puesto en evidencia que el Presidente faltó a la verdad, y se puso de acuerdo con su entorno cercano para desaparecer pruebas que lo podían comprometer.
El Presidente está muy tocado, el Congreso está con la sangre en el ojo y el caso Richard Swing parece tener todavía muchas páginas por escribirse. Que no les extrañe estar ante un nuevo pedido de vacancia en los próximos meses.
Martín Vizcarra confía en su instinto para sobrevivir, y hasta ahora le ha ido bien, pero ¿cuántas vidas más podrá dejar en el tiempo que le queda en Palacio de Gobierno? Cuidado Presidente, hasta a los gatos las vidas se le acaban, y el país no está para seguir agarrándonos a arañazos.