Día de la Rebeldía Nacional: Cuba celebra 67 años del asalto a los cuarteles Moncada y Céspedes
Raúl Castro y Díaz-Canel envían ofrendas florales a los mártires del 26 de Julio
El General de Ejército, Raúl Castro Ruz; el Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel; el Presidente del Consejo de Estado, Esteban Lazo Hernández y el pueblo de Cuba enviaron ofrendas florales al mausoleo a los Mártires del 26 de Julio de 1953, ubicado en el Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia, de la ciudad de Santiago de Cuba.
Participaron en la ceremonia, el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, Lázaro Expósito Canto y Beatriz Johnson Urrutia Presidente y vicepresidenta del Consejo de Defensa Provincial, respectivamente.
Posteriormente ante la piedra, monumento funerario que guarda las cenizas del líder del Asalto al Cuartel Moncada y máximo guía del proceso revolucionario Fidel Castro Ruz, los Comandantes de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez y Guillermo García Frías colocaron flores, al igual que las máximas autoridades de la provincia santiaguera.
Igualmente depositaron ofrendas florales ante las tumbas del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, del Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes y la Madre de los cubanos Mariana Grajales Cuello. (Fuente: perfil de FB del periodista Yuzdanis Vicet Gómez)
Inauguran obras sociales en Cuba con motivo del 26 de Julio
Muchas son las Obras Sociales que se inauguran en todo el territorio nacional en ocasión de conmemorarse este domingo 26 de Julio, el Aniversario 67 de la gesta del Moncada.
26 de Julio de 1953, mucho más que una fecha: El asalto al Moncada o el reinicio de la Guerra Necesaria
A principios de los cincuenta del siglo pasado, el panorama político de la sociedad cubana vivía un vacío ético alarmante. El 10 de marzo de 1952 y mediante un golpe de Estado apoyado por la CIA, Fulgencio Batista se hizo con el poder derrocando a Carlos Prío Socarrás. Para justificar su golpista intervención, Batista alegó que Prío tenía sumido al país en la bancarrota, donde las drogas y el juego eran elementos habituales en el diario acontecer de la Isla —en realidad, Prío fue eliminado de la escena política cubana porque se estaba distanciando de los intereses del gobierno yanqui, no a favor del pueblo sino de su propio bolsillo—. Aunque aquella afirmación era cierta, el nuevo lacayo del imperio norteamericano —nuevo relativamente, porque entre 1940 y 1944 presidió por primera vez la República— no hizo otra cosa que agravar la ya caótica situación de la población cubana que, de manera ilegal, gobernó hasta el primero de enero de 1959, día en que, junto a sus más estrechos colaboradores, huyó del país cargado de dinero público. Cabe recordar que Batista derogó la Constitución de 1940 e intentó, en vano, legalizar la situación política creando unos «Estatutos Constitucionales».
Con estos antecedentes, el año del centenario del natalicio de José Martí —1953— se presentaba nada halagüeño. Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! —expresó Fidel en su alegato «La historia me absolverá»—. Pero ese mismo año sucedió algo de suma importancia en Cuba que frenó la caída en picado, produciéndose, a partir de entonces, un ascenso moral y cultural de amplio alcance social; me estoy refiriendo al asalto a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo. El asalto al Moncada —segunda fortaleza militar del país por aquel entonces— supuso la respuesta necesaria al golpe de Estado, y, además, la heroicidad de los combatientes repercutió de manera decisiva en la situación política y social de toda la Isla. Los asaltantes no obtuvieron la victoria militar, pero sí, sin duda, una victoria política muy importante, ya que con la gesta había surgido un movimiento cuya trascendencia ética y política era incuestionable. Sin embargo, la victoria política no llegó exenta de grandes sacrificios.
Era domingo de carnaval aquel 26 de Julio de 1953 en Santiago de Cuba cuando, de madrugada —a las 5 y 15 a.m.—, un grupo de ciento setenta y cinco jóvenes de la llamada Generación del Centenario, a las órdenes de Fidel Castro, inició el asalto. El objetivo del mismo era requisar el armamento para, posteriormente, convocar a la huelga general en todo el país y leer el último discurso de Eduardo Chibás. Raúl Castro y su grupo llegaron a tomar el Palacio de Justicia, como estaba previsto, y Abel Santamaría, con el suyo, hizo lo propio con el Hospital Civil, sitos los dos edificios junto al cuartel. Pero un accidente imprevisible hizo que el grupo de Fidel no pudiera tomar la fortaleza. Aquella calurosa mañana, la fatalidad quiso que la mejor arma que poseían los revolucionarios —el factor sorpresa— quedara neutralizada al toparse con una pareja de la llamada «guardia cosaca». A pesar de ello, la supremacía correspondió a los asaltantes, quienes causaron al ejército treinta bajas, de ellas once muertos y diecisiete heridos. Pero el Moncada acogía en su interior a más de mil soldados de la tiranía, contra los que, eliminado el mencionado factor sorpresa, poco o nada se podía hacer. De modo que los revolucionarios optaron por retirarse, luego de combatir durante dos horas y cuarenta y cinco minutos, aproximadamente.
En caso de no poder tomar el cuartel, la consigna era retirarse a Siboney para, desde allí, procurar llegar a las montañas de la Sierra Maestra y proseguir la lucha. Pero tampoco la retirada resultó de manera satisfactoria. Muchos fueron detenidos y posteriormente asesinados, unos pocos lograron escapar y salir al extranjero, otros, perseguidos por las fuerzas represivas, fueron detenidos días después, sometidos a juicio y condenados a prisión.
Fidel fue capturado el primero de agosto en las estribaciones de la Gran Piedra por una patrulla militar al mando del teniente Sarría que, siendo una excepción en aquel ejército, se negó a entregarlo al comandante Pérez Chaumont, conduciéndolo al Vivac santiaguero para presentarlo ante los tribunales. El comportamiento del teniente Sarría salvó, sin duda, la vida del jefe del asalto. Anteriormente, en el momento de la detención, Sarría tuvo que poner freno a los guardias de su patrulla, ya que estos querían asesinar a todo el grupo de detenidos, a Fidel entre ellos. ¡Las ideas no se matan!, hubo de expresar repetidas veces el teniente para persuadir a sus agresivos subordinados.
La represión desatada por los tiranos contra los asaltantes fue de lo más salvaje que uno puede imaginar; para probar esta afirmación sobran los ejemplos. Apresados tras el asalto, a Abel Santamaría le sacaron los ojos y a Boris Luis Santa Coloma —hermano y novio de Haydée Santamaría respectivamente— le arrancaron los testículos. Una veintena de combatientes —entre los que ellos se encontraban— fueron sacados con vida del Hospital Saturnino Lora y trasladados por los soldados de la tiranía al asaltado cuartel, donde por orden de Batista —éste ordenó matar a diez prisioneros por cada soldado muerto— fueron salvajemente torturados y asesinados. En ese mismo hospital cumplieron su misión Haydée Santamaría y Melba Hernández, quienes igualmente fueron detenidas y llevadas al Moncada. Estas dos mujeres fueron testigos de excepción de la masacre allí cometida. Si no las ultimaron a ellas también fue porque un fotógrafo, que acompañaba a la periodista Marta Rojas, simuló hacerles una fotografía —no tenía película en la cámara— y, regándose la noticia de que en el cuartel había dos mujeres detenidas, los soldados ya no podían presentarlas como muertas en combate. A otros compañeros los asesinaron en el Hospital inyectándole en las venas aire y alcanfor. Pedro Miret sobrevivió y, en el transcurso del juicio, denunció el hecho.
Después, los cadáveres de algunos combatientes fueron dispersos por diferentes lugares del cuartel. A otros los arrojaron en las proximidades de El Caney y Siboney… también de Songo y La Maya, para simular su muerte en combate.
Los participantes en el asalto al cuartel de Bayamo no tuvieron mejor suerte. Basta citar un solo ejemplo para mostrar la masacre allí cometida: Tras ser detenidos, Hugo Camejo y Pedro Véliz fueron ahorcados atados con una cuerda al cuello y arrastrados por un vehículo en el Callejón de Sofía, cerca del cementerio de Veguitas. Al igual que a sus compañeros, a Andrés García Díaz le aplicaron el mismo método asesino. Dado por muerto, éste sin embargo, sobrevivió y pudo denunciar el hecho.
Nadie duda de los horrendos crímenes cometidos por los subordinados de Chaviano y Pérez Chaumont —siendo estos, a su vez, ordenados por Batista—. Existe, además, una prueba irrefutable que los certifica: De las 70 personas que murieron el 26 de julio y en días posteriores a manos de la tiranía, sólo ocho cayeron en combate; el resto de los cadáveres, sin excepción alguna, presentaban signos de evidentes mutilaciones y salvajes torturas.
«Dante dividió su infierno en 9 círculos: puso en el séptimo a los criminales, puso en el octavo a los ladrones y puso en el noveno a los traidores. ¡Duro dilema el que tendrían los demonios para buscar un sitio adecuado al alma de este hombre… si este hombre tuviera alma! Quien alentó los hechos atroces de Santiago de Cuba, no tiene entrañas siquiera» —estas palabras son de Fidel refiriéndose a Fulgencio Batista y Zaldivar.
Fidel fue separado del resto de sus compañeros y juzgado en una pequeña sala del Hospital Saturnino Lora, habilitada para la ocasión. Era 16 de octubre de 1953 y, en su autodefensa, pronunció su alegato final ya mencionado en estas líneas y conocido como «La historia me absolverá». Igual que a todos sus compañeros, un día después fue trasladado al reclusorio nacional de Isla de Pinos —hoy Isla de la Juventud—. Los meses de prisión no mermaron un ápice las ansias libertadoras de los revolucionarios, todo lo contrario; entre sus rejas fueron definiendo su condición ideológica —Martí fue el autor intelectual del asalto al Moncada— y maduraron el reinicio de una guerra popular contra la tiranía, trazando estrategias de futuro.
Los moncadistas nunca aceptaron la libertad a cambio de condiciones previas y deshonrosas propuestas en algún momento por sus adversarios. Fue la presión de la opinión pública la que, finalmente, consiguió la amnistía de 1955 para todos los presos políticos, incluidos los participantes del asalto al cuartel Moncada, materializándose ésta el 15 de mayo.
Ya en la calle —mientras estuvo preso nunca perdió contacto con el exterior-, Fidel aceleró el proceso organizativo del Movimiento, y se creó una dirección nacional. Fue el 12 de junio cuando se confeccionó la estructura de su aparato dirigente y se adoptó el nombre de Movimiento Revolucionario 26 de Julio.
La situación política estaba cada día más tensa. Fidel era vigilado de cerca por las fuerzas represivas, de modo que, aun habiendo anunciado al salir de prisión que seguiría en Cuba, decidió marcharse fuera de la Isla para preparar la insurrección armada. El 7 de julio de 1955, antes de partir hacia México redactó esta carta:
«Me marcho de Cuba, porque me han cerrado todas las puertas para la lucha cívica.
Después de seis semanas en la calle estoy convencido más que nunca de que la dictadura tiene la intención de permanecer veinte años en el poder disfrazada de distintas formas, gobernando como hasta ahora sobre el terror y sobre el crimen, ignorando que la paciencia del pueblo cubano tiene límites.
Como martiano pienso que ha llegado la hora de tomar los derechos y no pedirlos, de arrancarlos en vez de mendigarlos.
Residiré en un lugar del Caribe.
De viajes como este no se regresa o se regresa con la tiranía descabezada a los pies».
Como todo el mundo sabe, de México regresó el 2 de diciembre de 1956 en el yate Granma, junto a otros ochenta y un expedicionarios. Cumplió con el contenido de su histórica frase: «En el año 1956 seremos libres o seremos mártires». Tras un desembarco accidentado, parte de ellos lograron llegar a la Sierra Maestra. Con el paso del tiempo el Ejército Rebelde fue aumentando en efectivos y en aceptación por parte del pueblo. Sus acciones fueron cada vez más osadas y eficaces, a pesar de estar en clara desventaja con respecto al ejército del tirano, que era abastecido y entrenado por los yanquis. Finalmente, cinco años, cinco meses y cinco días después de los asaltos a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo se proclamó el triunfo de la Revolución.
No es extraño que en Cuba, pues, el 26 de Julio de 1953 sea mucho más que una fecha y que, coincidiendo con ésta, cada año se celebre el Día de la Rebeldía Nacional. En Cuba saben muy bien a que se tradujo aquel heroico suceso del Moncada. Por eso en la Isla irredenta, desde entonces, siempre es 26 de Julio.
El asalto al Moncada o el reinicio de la Guerra Necesaria
No diré que los imperialistas yanquis y europeos son unos necios crónicos, pero sí que el ansia de lucro y poder les convierte muy a menudo en individuos carentes de raciocinio. En Cuba, la oligarquía nacional y extranjera siempre tuvo mucha fuerza, cierto, pero fortaleza no es sinónimo de inteligencia. Cegados por su parásita codicia pusieron en serio riesgo el mantenimiento de sus inmensos e injustos privilegios, tanto que, por querer más y más, finalmente acabaron perdiéndolos todos.
Los imperialistas y sus obedientes lacayos apretaron demasiado la soga alrededor del cuello de los oprimidos, y éstos, sencillamente, no tuvieron otra alternativa que recurrir, con éxito, al único método eficaz que les quedaba para alcanzar la soberanía de la nación y hacerse con las riendas de su propio destino: el reinicio de la Guerra Necesaria. A eso obedeció el asalto al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, aquel 26 de Julio de 1953, y al Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, cuyo autor intelectual, sabemos, fue José Martí.
Y es que todo maltrato tiene su límite. Existen maltratos soportables y maltratos insoportables. Si la población «maltratable» es maltratada con «moderación», el maltratador podrá adquirir pingües beneficios económicos, y al maltratado difícilmente se le ocurrirá rebelarse contra el maltratador de forma decidida y contundente. Es decir, seguirá permitiendo el maltrato a cambio de las migajas que le permitan creer que vive a un nivel de vida más o menos aceptable. E incluso, en algunos casos, tendrá palabras de agradecimiento para su maltratador porque, éste, «con su bondadoso y arriesgado esfuerzo me está dando de comer todos los días». Pero, insisto, la parásita ambición de los históricos maltratadores es insaciable, y ésta no les permite ver más allá de sus propias narices; así está el mundo como está, que estallan conflictos por doquier todos los días.
La población cubana siempre fue extremadamente maltratada por la colonia española, primero, y por la neocolonia yanqui después. Por eso el pueblo cubano se rebeló repetidas veces contra el colonialismo español y el imperialismo yanqui.
Con el Grito de Yara —10 de octubre de 1868— se inició la Guerra de los Diez Años. Ésta finalizó tras la firma de un pacto indigno —el del Zanjón, 10 de febrero de 1878—, aunque un grupo de insurrectos, con Antonio Maceo a la cabeza, salvó la honra del pueblo con la Protesta de Baraguá del 15 de marzo de 1878.
Año y poco después, el 26 de agosto de 1879, la Guerra Chiquita estalló en Santiago de Cuba. Ésta guerra la conocemos con el nombre de «Chiquita», ya que fue la más corta de las tres desatadas durante la época colonial. Pero no lo fue tanto, porque se combatió hasta 1881, y los muertos, heridos y prisioneros se acercaron a los 6.300. Aunque éste intento no fructificó, sirvió para mantener vivo el espíritu de combate.
Después, tras diecisiete años de «tregua fecunda» o «período de reposo turbulento», el 24 de febrero de 1895, en Baire, estalló la ya mencionada Guerra Necesaria ideada por Martí. No por gusto, al cabo de la «tregua fecunda» el Apóstol dijo de Cuba que era «un presidio rodeado de agua». Y anteriormente dejó escrito: «Para que la Isla sea norteamericana no necesitamos hacer ningún esfuerzo, porque, si no aprovechamos el poco tiempo que nos queda, para impedir que lo sea, por su propia descomposición vendrá a serlo. Eso espera este país y a eso debemos oponernos nosotros».
Con Martí y Maceo caídos en combate, y el anexionista Tomás Estrada Palma adueñado de la dirección política de la guerra sin que fuera efectivamente electo; con la intervención yanqui de 1898, la disolución del Partido Revolucionario Cubano a final de aquel mismo año —eliminando de esa manera la unidad ideológica de la Revolución—; con la disolución igualmente del propio Ejército Libertador, así como de la Asamblea General de Representantes de la Revolución, Cuba siguió en manos extranjeras, ya que de las garras españolas pasó a las estadounidenses.
En 1901 se aprobó una Constitución a medida de los imperialistas yanquis, a la que además, como apéndice de la misma, se le impuso la Enmienda Platt, que permitía al Gobierno estadounidense intervenir militarmente en Cuba siempre que lo considerara necesario; de hecho llegaron a intervenir entre 1906 y 1909 y desde 1917 hasta 1922. La Enmienda Platt también permitió la cesión de parte del territorio nacional —la porción de Guantánamo que hoy todavía permanece ilegalmente ocupada— para, según su sarcástico artículo séptimo, «mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa». Finalmente, con la firma del Tratado Permanente y el Tratado de Relaciones Comerciales se oficializó la dependencia política y económica respectivamente de Cuba a los Estados Unidos. La Revolución quedó pospuesta, y el pueblo cubano siguió sufriendo sobremanera.
Entre 1920 y 1930 —llamada por Juan Marinello como «La Década Crítica»—, se rescató la conciencia nacional de inspiración martiana y antiimperialista. A esta importante época pertenece el surgimiento de la Protesta de los Trece, el Movimiento de Veteranos y Patriotas, el Grupo Minorista, la Federación Estudiantil Universitaria, la Universidad Popular José Martí, la Confederación Nacional Obrera de Cuba y el primer Partido Comunista de Cuba; emergiendo como protagonistas de estos hechos tan importantes nombres no menos importantes para la historia como el ya nombrado Marinello, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente Brau, el «Canciller de la Dignidad» Raúl Roa, Antonio Guiteras…
Derrocada, el 12 de agosto de 1933, la sangrienta dictadura de Gerardo Machado —el «asno con garras», al decir del citado Rubén— por la lucha revolucionaria del pueblo —la Revolución del 30—, el 29 de mayo de 1934 quedó abolida la Enmienda Platt y con ella también cesaron los desembarcos de marines y las injerencistas notas diplomáticas. Así acabó la era del protectorado (1902-1934), el régimen semicolonial de dependencia que sustituyó a la anexión, y se iniciaron los tiempos de la neocolonia (1934-1958) no mucho mejores, como lo demuestra la historia.
Con Machado derrocado, los yanquis trataron de prolongar el machadismo sin Machado. Pero el 4 de septiembre de 1933 se instaló en el poder, por primera vez en la historia de la republica plattista, un gobierno producto de un golpe revolucionario que, obviamente, no contó con la anuencia y aprobación de los Estados Unidos, sino todo lo contrario. El nuevo gobierno contó con el respaldo mayoritario del pueblo, y, por supuesto, con la acérrima oposición del gobierno imperialista, así como de los politiqueros y la oligarquía nacional. Pronto dictó leyes de carácter social, llegando a intervenir la compañía norteamericana de electricidad.
Pero los Estados Unidos no podían tolerar un gobierno nacionalista y popular en Cuba —que ya había rechazado la Enmienda Platt al no jurar la Constitución de 1901—, y no tardaron en comenzar a tramar, desde su embajada en La Habana, una conspiración con la reacción del país y el concurso traicionero del por aquel entonces jefe del Ejército, Fulgencio Batista. Mientras tanto, amenazante, la flota de guerra yanqui rodeaba las costas cubanas.
El «Gobierno de los Cien Días» no consiguió sostenerse, y acabó cediendo el poder el 18 de enero de 1934. Una lástima, sin duda, porque, como dijera el Che, «revivió, en una de las épocas más oscuras de Cuba, todos los ideales de la generación anterior, que fueron frustrados después de 1898» y «volvía a tomar el espíritu de aquellos mambises…»
Estados Unidos utilizó a Fulgencio Batista para instaurar la república neocolonial en 1934, y lo utilizó otra vez colocándolo al frente del gobierno tras el golpe militar del 10 de marzo de 1952. «No fue suficiente la traición de enero de 1934… el pueblo sintió que había retrocedido veinte años de historia patria» —expresó Fidel en La historia me absolverá.
Por la vía electoral estaba claro que no existían posibilidades de tomar el poder. La Plataforma Programática del Partido Comunista de Cuba lo dijo de esta manera: […] «el imperialismo y los sectores más reaccionarios de las clases dominantes nativas, temerosos de las fuerzas de las masas, no estaban dispuestos a permitir el triunfo electoral de los candidatos que contaban con el respaldo de las mayorías nacionales, lo cual no habría implicado un cambio social, pero sí la barrida de la pandilla gobernante de turno, abriéndose nuevas perspectivas de lucha».
Así lo entendió en su momento la llamada Generación del Centenario que, afortunadamente, tenía bien aprendida la lección del Maestro: «Un hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, y permite que le pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado. […] En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Ésos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana…»
El 28 de enero de 1953, José Martí cumplió 100 años de nacido. «Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, ¡tanta era la afrenta!» —expresó Fidel en su alegato del 16 de octubre de aquel mismo año—. «Pero vive, no ha muerto —continuó diciendo—, su pueblo es rebelde, su pueblo es digno, su pueblo es fiel a su recuerdo […] ¡Cuba, qué sería de ti si hubieras dejado morir a tu Apostol!»
Efectivamente, José Martí no murió el año de su centenario, todo lo contrario. Con las primeras luces del día 26 de Julio de 1953, un grupo de jóvenes dirigidos por Fidel Castro Ruz asaltó los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel Céspedes de Bayamo. Estos hechos supusieron el reinició la Guerra Necesaria de 1895, la continuidad, en definitiva, de la Revolución iniciada en 1868.
Debido a algunos contratiempos, los asaltantes fracasaron militarmente, pero nunca políticamente. Prueba de ello es que, cinco años, cinco meses, cinco días y 20.000 compañeros caídos después, la contundente victoria del Ejército Rebelde liberó al pueblo de Cuba de sus gruesas y oprobiosas cadenas.
Pueblos del mundo saludan a Cuba este 26 de julio, Día de la Rebeldía Nacional
Grupos salvadoreños de solidaridad con Cuba destacaron la impronta de aquella gesta
El aniversario 67 del asalto en Cuba a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes fue recordado hoy en El Salvador en un foro virtual dedicado a ese hito revolucionario.
Miembros de grupos salvadoreños de solidaridad con Cuba destacaron en el encuentro la impronta de aquella gesta en los movimientos de emancipación en América Latina, y en las luchas por un mundo más justo.
Domingo Santacruz, exembajador de El Salvador en Cuba, calificó dichas acciones como ‘heroicas y aguerridas’, pues propiciaron el posterior nacimiento del movimiento que derrocó al dictador Fulgencio Batista.
Los participantes resaltaron los primeros actos realizados en El Salvador para recordar la efeméride, desde las marchas organizadas en Soyapango en 1993, hasta los encuentros ante el busto de José Martí en esta capital.
‘Debemos aprender las lecciones del proceso cubano, para tener más incidencia en la historia de nuestro pais. Seguimos admirando su firmeza, su visión solidaria’, declaró a su vez el diputado Damián Alegría.
Rememoran en Panamá gesta cubana del Moncada en reunión virtual
Celebraciones en épocas de restricciones por la pandemia requieren del ingenio humano, de ahí que en Panamá rindieran hoy un original recuerdo al asalto al Cuartel Moncada de Cuba, el 26 de julio de 1953.
Una convocatoria virtual reunió a más de medio centenar de entusiastas, muchos de los cuales debieron vencer dificultades logísticas y tecnológicas para ocupar una cómoda luneta hogareña frente a la cámara del celular o el ordenador y asistir a un acto habitualmente celebrado en salones o al aire libre.Música de Carlos Puebla, cantor de la Revolución cubana y un video con la declamación del poema Era la mañana de la Santa Ana ocuparon espacios en el escenario virtual, donde la niña cubana Celia Fernández, desde su cuarentena hogareña, recitó Ya estamos en combate, escrita por Raúl Gómez el día antes de su asesinato, tras asaltar la segunda fortaleza militar de Cuba.
Otras voces como la de José Castillo aprovecharon la presencia de la embajadora de Cuba, Lydia González, para a través de ella trasmitir el saludo del Partido Revolucionario Democrático a la isla y recordar que su ejemplo recorre el mundo con las brigadas médicas cubanas que salvan vidas, pese a los obstáculos impuestos por el bloqueo de Estados Unidos.
La nueva hornada de panameños irredentos también se expresó a través de los universitarios Ileana Corea y Gilberto Solis, quienes tuvieron palabras emotivas para el arrojo de los jóvenes cubanos de la Generación del Centenario del apóstol José Martí, que intentaron tomar aquellos muros del Moncada por asalto.
Algunos un poco ya mayores, como Luis Alberto Powell y David Carrasco, prefirieron recurrir a sus recuerdos de Cuba, y en ese sentido el primero agradeció su título de ingeniero en telecomunicaciones que obtuvo en una universidad de la isla.
Comunistas de Chile celebran aniversario de fecha histórica de Cuba
El 26 de julio de 1953 marcó el inicio de una revolución que encendió el espíritu de los pueblos de América Latina, y hoy brilla con su luz de dignidad, autodeterminación y solidaridad para nuestros pueblos.
Así destaca hoy un mensaje enviado por el Partido Comunista de Chile al gobierno, al pueblo y al Partido Comunista de Cuba con motivo del aniversario 67 del asalto al Cuartel Moncada (en el oriente cubano), hecho que marcó la inicio de la insurrección que culminó con el triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959.
El mensaje señala que este año, pese a los resguardos requeridos por la pandemia de Covid-19, el Gobierno y el pueblo cubanos estarán acompañados por las múltiples actividades que se efectuarán en distintos rincones de Chile en homenaje a esta gesta.
Considera que ‘el pueblo de José Martí y de Fidel Castro ha escrito hermosas páginas de la historia de América Latina en favor de la libertad, el progreso y el respeto a los derechos humanos fundamentales de los pueblos’.
Añade que ‘lo ha hecho a pesar del criminal bloqueo económico y las agresiones militares llevadas a cabo por el gobierno de una docena de presidentes de los Estados Unidos en contra del proceso revolucionario.
Ratifican en Costa Rica apoyo a Cuba en Día de la Rebeldía Nacional
Partidos y agrupaciones solidarias de Costa Rica ratificaron hoy su apoyo a la Revolución cubana en el aniversario 67 de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, por el Día de la Rebeldía Nacional.
En el acto virtual por la pandemia de la Covid-19, el exministro de Cultura de Costa Rica Arnoldo Mora afirmó que con el asalto al Cuartel Moncada comenzó un proceso liberador, revolucionario que transformó la historia de Nuestra América y fue un amanecer para todos los pueblos. El Partido Vanguardia Popular (PVP, comunista) exalta que esa brillante sublevación histórica marcó el inicio de la lucha por una sociedad justa, auténticamente democrática y solidaria y asevera que Cuba es un gigante de la resistencia política y ética contra el más bestial imperio en la historia.
El Frente Amplio (FA) de Costa Rica resalta que ‘esa batalla de las ideas que nos hablaba y nos sigue hablando Fidel está hoy más vigente que nunca. En el asalto al Cuartel Moncada se gestó una Revolución madura que ha sabido de sus tiempos y sus metas, una Revolución que a diferencia de otras nunca ha avergonzado, y que hoy no le ha fallado al siglo XXI’.
La Asociación Cultural de Cubanos Residentes en Costa Rica Antonio Maceo envió un fraternal saludo al pueblo cubano y reconoció la labor internacionalista de los profesionales cubanos de la salud en la actual crisis sanitaria que vive el mundo, al tiempo que ratificó su respaldo a la Revolución cubana y la condena al bloqueo económico de Estados Unidos.
Conmemoran en China Día de la Rebeldía Nacional de Cuba
Miembros de la misión estatal de Cuba, su comunidad residente en China y estudiantes conmemoraron hoy el Día de la Rebeldía Nacional de su país con un llamado al reforzamiento constante de la unidad.
El embajador Carlos Miguel Pereira indicó que cada aniversario de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes es un momento obligado para la reflexión y el balance respecto a lo logrado, pese a la hostilidad permanente de Estados Unidos.
‘La gesta del 26 de julio (de 1953) transciende el pasado y nos sigue mostrando el camino, continúa vigente en las transformaciones del modelo socioeconómico cubano, siempre en la búsqueda del bienestar de nuestra gente’, precisó.
Abogó porque unir fuerzas contra las maniobras y campañas difamatorias contra Cuba, así como aportar a su desarrollo aprovechando las potencialidades.
‘Hoy reivindicamos la importancia y la oportunidad de mirar siempre hacia el futuro, construir entre todos los cubanos ese país mejor en beneficio de nuestro hijos’, remarcó.
La actividad incluyó un segmento cultural con danza, una muestra de dibujos por la efeméride de los más pequeños y de una colección de sellos del joven artista Fidel Alay con los rostros de figuras clave en la historia por la independencia de Cuba.
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