Coronavirus: la pandemia desnudó el racismo y la desigualdad social en Brasil – Por Janaína Figueiredo

Foto: Adriano Machado / Reuters
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Por Janaína Figueiredo

Una de las primeras víctimas mortales de coronavirus en Brasil fue una empleada doméstica negra, identificada como Cleonice, que tenía 63 años y cuya empleadora había viajado a Italia entre fines de febrero y principios de marzo. Sin saber siquiera que existía la posibilidad de tener Covid-19, el día 16 de marzo Cleonice, que era hipertensa y diabética, se sintió mal y fue a un hospital público de la ciudad donde vivía, Miguel Pereira, a 125 kilómetros de Río de Janeiro . Un día después falleció. No hay dudas entre médicos y científicos brasileños sobre cómo las clases más altas de la elite del país importaron el coronavirus y, tampoco, sobre su mayor impacto en los sectores más humildes, en términos de ingresos. Dentro de ellos, los más afectados son los negros e indígenas.

Según datos oficiales, hasta fines de junio el total de personas blancas hospitalizadas con síndrome respiratoria aguda grave (SRAG) era de 41.604. De este total, murieron 13.287 pacientes (31,9%). Entre los negros, fueron hospitalizadas con SRAG 53.140 personas, de las cuáles fallecieron 21.903 (41,2%). En el caso de los indígenas, el total de hospitalizados con SRAG fue de 473 y las víctimas mortales llegaron a 224 (47,35%).

La pandemia desnudó la enorme desigualdad social que existe en Brasil y que convive con otros males que se arrastran hace más de un siglo, como el racismo. Es evidente, coincidieron especialistas entrevistados por LA NACION, que negros e indígenas tienen un acceso menor y de peor calidad a la salud. Y esa diferencia, sostuvo la médica Denize Ornelas, de la Sociedad Brasileña de Medicina de Familia y Comunidad, ya le costó al país muchas vidas. «La tasa de mortalidad de la Covid-19 entre negros e indígenas es mucho más alta. Son personas que, generalmente, trabajan en la informalidad; tienen menores posibilidades de cumplir con el aislamiento social; tienen menos acceso a hospitales y, en muchos casos, por sus dificultades, llegan tarde, como fue el caso de Cleonice», lamentó Ornelas.

Para esta médica, «lo que mata no es ser negro, es el racismo institucionalizado». Ella lamenta que teniendo un grado de desigualdad social enorme, Brasil no se haya preparado para implementar un plan que proteja a los sectores más vulnerables. «Este es el dilema ético de la pandemia en nuestro país, muchas muertes se podrían haber evito y aún podrían evitarse».

En mediados de mayo, Amnistía Internacional lanzó la campaña «Nuestras Vidas Importan», en Brasil. El objetivo de la ONG fue hacer un alerta al gobierno del presidente Jair Bolsonaro (sin partido) sobre el daño que la pandemia estaba causando en grupos considerados de riesgo, incluidos habitantes de favelas, negros y comunidades indígenas , entre otros. «La campaña busca dirigir la atención de las autoridades hacia un conjunto amplio de la población que viene siendo tratada con negligencia en las respuestas a la pandemia», dijo, en ese momento, la director ejecutiva de Amnistía Internacional, Jurema Werneck.

Desde marzo, la Universidad Federal de Pelotas, en Río Grande do Sul, viene realizando una de las mayores y más importantes investigaciones sobre el avance de la Covid-19 en el país, el Epicovid19-BR. El epidemiologista Pedro Hallal, rector de la universidad, asegura que uno de los resultados que más sorprendió a los investigadores, desde la primera vez que salieron a campo en todo el territorio nacional, fue la enorme diferencia social evidenciada por la pandemia.

En la tercera fase de la Epicovid19-BR, cuyos resultados fueron divulgados la primera semana de julio, fueron testeadas 32.383 personas blancas, de las cuales 372 estaban infectadas (1,1%). Entre los negros, de 1304 que participaram del estudio, 282 estaban contagiados (2,5%). Entre los indígenas, fueron examinados 1219 personas, de las cuáles 66 tenían Covid-19 (5,4%).

Para el rector de la universidad y coordinador de la investigación, «el proceso de la enfermedad está muy determinado por factores sociales. Este es un virus que se disemina muy rápidamente y más aún entre los sectores que tienen menor capacidad de protegerse y curarse», amplió el Dr Hallal.

Después de entrar al país a través de personas que estaban viajando en Europa o Estados Unidos , el coronavirus empezó a transmitirse internamente en muy poco tiempo. Ya a mediados de marzo se confirmaron casos de muertes de empleadas domésticas como Cleonice, porteros y otros trabajadores de clase baja, que circulan en barrios de las clases más altas de San Pablo y Río. El entonces ministro de la Salud, Henrique Mandetta, confirmó la llamada «transmisión comunitaria» del virus alrededor del día 20 de marzo y recomendó que todas las personas que llegaran a hospitales con síntomas gripales fueran tratadas como casos sospechosos de Covid.19. Pero los testeos fueron escasos desde el principio, recordó la doctora Ornelas, lo que dificultó el trabajo de los médicos en las comunidades más pobres.

«Tenemos una estructura poblacional racista. Los negros son los más pobres, los que viven en peores condiciones, y por eso, justamente, el gobierno debería haber tomado medidas para ampararlos. Lo que el Estado brasileño está y no está haciendo podría haber sido evitado», cuestionó la médica brasileña.

La semana pasada, el presidente vetó 16 puntos de la ley que establece medidas de protección a comunidades indígenas durante la pandemia. Entre los artículos eliminados por el Ejecutivo están el acceso de las comunidades a agua potable, materiales de higiene, camas en unidades de terapia intensiva y respiradores. La reacción más inmediata partió del juez Luis Roberto Barroso, del Supremo Tribunal Federal (STF), quien determinó que el gobierno de Bolsonaro debe actuar para contener el contagio y muerte de indígenas.

El coronavirus se instaló y se empezó a dispersar en Brasil, por ejemplo, en fiestas de la clase alta paulista. Es conocido el caso de la hermana de la influencer digital Gabriela Pugliesi, quien se casó el 7 de marzo, en un resort de lujo en Bahía. La familia confirmó que algunos de los invitados se realizaron posteriormente testeos y fueron positivos. Esto ocurrió cuando ya estaban de regreso en San Pablo, donde se registraron las primeras infecciones y muertes por Covid-19 y donde, aún hoy, se concentra la mayoría de los casos a nivel nacional. Uno de los casos positivos, comentó la doctora Ornelas, fue el padrino del casamiento, que acababa de llegar de un viaje a Aspen, en los Estados Unidos.

Los primeros pacientes se internaron en los hospitales de elite de San Pablo. Dos semanas después, el coronavirus circulaba por la ciudad, amenazando la vida de quienes no tienen los mismos recursos para hacer un diagnóstico, tratarse y hasta salvar sus vidas.

La Nación


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