La hora de la naturaleza y la humanidad – Por Silvia Oliviero Ghietto, especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Silvia Oliviero Ghietto, Lic. en Química FIQ/UNL, Experta PNUMA. Docente en Ambiente UTN, UMET y UNDAV.

“Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz. En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras” 

(Preámbulo de la Carta de la Tierra, Rio de Janeiro, 1992).

La variedad de alimentos que comemos, el aire que respiramos, el agua que bebemos y el clima que hacen posible nuestra vida en el planeta, no existirían sin los servicios de la naturaleza. Cada año, las plantas marinas producen más de la mitad del oxígeno de nuestra atmósfera, y un árbol es capaz de limpiar nuestro aire absorbiendo 22 kilos de dióxido de carbono y liberando oxígeno a cambio. A pesar de todos los beneficios que nos brinda nuestra naturaleza, todavía se la sigue maltratando. El Modelo Civilizatorio actual necesitaría los bienes de 1,6 planetas Tierra por año, para satisfacer las necesidades básicas de todos los seres humanos. Si continuamos en este camino, la pérdida de biodiversidad tendrá graves consecuencias para la humanidad, incluido el colapso de los sistemas alimentarios y de salud.

El pasado 5 de junio fue el Día Mundial del Medio Ambiente, que es la fecha más importante en el calendario oficial de las Naciones Unidas para fomentar la conciencia y acción ambiental. Este día recuerda la primera Cumbre sobre Ambiente Humano que tuvo lugar en Estocolmo en 1972 que puso en evidencia los límites al crecimiento supuestamente “ilimitado” del Modelo Capitalista como consecuencia de la “finitud” de los bienes naturales  y el acelerado deterioro del planeta.

El tema elegido este año es la Biodiversidad –motivo de preocupación tanto urgente como existencial–. Los eventos recientes, como los incendios forestales sin precedentes en Brasil, California y Australia, la invasión de langostas en el Cuerno de África y ahora la pandemia de COVID-19, demuestran la interdependencia estrecha entre los seres humanos y la naturaleza.

La biodiversidad es la base que sustenta toda la vida en el planeta y tiene relación con todos los aspectos de la salud humana: proporciona agua y aire limpio, alimentos nutritivos, conocimiento científico y fuentes de medicamentos, resistencia a enfermedades naturales y mitigación del cambio climático. Cambiar o eliminar un elemento en esta intrincada red afecta todo el sistema de vida y puede producir consecuencias irreparables

La aparición de la COVID-19  ha puesto en evidencia que cuando destruimos la biodiversidad destruimos el sistema que sustenta la vida humana. A nivel mundial, 1000 millones de personas son contagiadas cada año y millones de ellas mueren debido a las enfermedades causadas por los distintos tipos de coronavirus; y alrededor del 75% de las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son zoonóticas, lo que significa que se transmiten de animales a personas.

Nuevas enfermedades zoonóticas están surgiendo y resurgiendo a un ritmo exponencialmente creciente. La Republica Democrática del Congo ha tenido 11 brotes de virus Ébola desde la década de 1970, pero seis han ocurrido en la última década. Las infecciones por coronavirus también están surgiendo con mayor frecuencia: desde el SARS hasta el MERS y ahora el COVID-19. No todas las enfermedades zoonóticas se convierten en pandemias, pero la mayoría de las pandemias son causadas por zoonosis y se han convertido en características de la era del Antropoceno

Esta Pandemia deja en claro la importancia de la salud y el bienestar. Las implicaciones de la pandemia para las sociedades son de largo alcance. Sin embargo, la respuesta a esta pandemia requiere acciones más allá del sector salud, incluso de las formas habituales de trabajar en la salud global. Los gobiernos no han abordado adecuadamente la desigualdad, las crisis económicas en curso o el daño ambiental continuo, lo que socava la salud de las generaciones actuales y futuras. Un ejemplo de ello es como la alta prevalencia de Enfermedades No Transmisibles (ENT) está contribuyendo al impacto de COVID-19:

  1. La obesidad se ha triplicado desde 1975, y alrededor de 2200  millones de personas tienen sobrepeso en todo el mundo.
  2. Alrededor de 2 mil millones de personas no tiene acceso a agua potable y 4200 millones carecen de saneamiento.
  3. La contaminación del aire es responsable de aproximadamente 7 millones de muertes al año, y cada año 5 millones de personas mueren por lesiones o violencia prevenibles.

Esta situación se profundiza en América Latina y el Caribe por la precarización de las condiciones de vida y derechos vulnerados de vastos sectores de la sociedad, y se reflejan en los datos anticipados por la CEPAL para fines del 2020: Pobreza del 34,7% y nivel de indigencia de 13,5%.

Esta pandemia es una advertencia aleccionadora contra la explotación del mundo natural sin pausa, y que las zoonosis afectan no solo a la salud sino a todo el tejido de la sociedad. COVID-19 no será la última y quizás la peor pandemia zoonótica

A nivel mundial, existe un conocimiento cada vez mayor de cómo la ganadería y la agricultura intensivas, el comercio ilegal de animales silvestres, la invasión humana a los hábitats de la vida silvestre, junto con las redes de viajes internacionales, la urbanización y el calentamiento global, han interrumpido la interfaz humano-animal-naturaleza y están interactuando con profundas implicaciones para la salud humana con efectos agudos, a largo plazo e intergeneracionales.

La naturaleza nos está enviando un mensaje y nos reclama la construcción de un Mundo Nuevo con bases en la solidaridad, cooperación, universalidad de los derechos básicos y el cuidado de la casa Común, como dice Leonardo Boff hacia una “sociedad biocentrada”.

América Latina tiene la oportunidad de ofrecer a la humanidad el conocimiento originario del Buen Vivir que fue consagrado en las Constituciones de Ecuador (2008) y Bolivia (2012), siendo las únicas a nivel global de considerar a la naturaleza y sus ciclos vitales como sujeto de derecho, como asi tambien establecer la universalidad de los derechos al agua, la soberanía alimentaria y energética, entre otros.

En el misma sintonía se expresan la Encíclica Laudato Si sobre el Cuidado de la Casa Común y el la Exhortación Querida Amazonia de Francisco que nos invita a encontrar soluciones integrales y sistémicas para hacer más racional, ecológica y humana la vida sobre la Tierra…

Fuentes: ”Zoonosis: más allá de la interfaz humano-animal-medio ambiente”, The Lancet, julio 2020. “Transición ecológica hacia una sociedad biocentrada”, L. Boff, junio 2020.”Informe sobre el impacto económico en América Latina y el Caribe de la enfermedad por coronavirus (COVID-19)”, CEPAL, marzo 2020.


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