Uruguay: La derecha en el gobierno, el relato de la dictadura, el nuevo enemigo interno – Por Nicolás Centurión

1.079

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Nicolás Centurión *

Este 27 de junio se cumple un nuevo aniversario de la última dictadura sufrida en Uruguay, encabezada por el entonces presidente Juan María Bordaberry del Partido Colorado, junto a las Fuerzas Armadas, en el año 1973.

El relato de la derecha sobre la dictadura se podría resumir brevemente: Uruguay vivía los años sesenta de manera pacífica, la democracia era robusta y justa, hasta que de buenas a primeras los Tupamaros –junto a otras formaciones- lucharon contra las instituciones. A los militares no les quedó otra opción que dar un golpe de Estado.

La primera afirmación (de que en los 60 Uruguay vivía de manera pacífica), es por demás discutible. El relato oficial grafica un país sin sobresaltos, con instituciones robustas y una calma democrática cuasi que envidiable. ¿Qué pasaba en los cincuenta, en los sesenta antes de que los grupos guerrilleros tomaran protagonismo en la escena nacional?

Existe una laguna histórica en la construcción del relato que no es ingenua, sino que obedece a esa parte de la historia que para la derecha es mejor olvidar. En su libro “La trama autoritaria.

Derechas y violencias entre 1958 y 1966″, la historiadora Magdalena Broquetas rescata un Uruguay muy distinto al que evoca el imaginario colectivo oriental, donde grupos estudiantiles de derecha y extrema derecha daban golpizas a miembros de organizaciones de izquierda, realizaban atentados y divulgaban ideas fascistas en sus medios de prensa.

Varios son los hechos que hacen tambalear la convicción del Uruguay pacífico. La muerte de los militantes portuarios Esteban Kirich, Blas Facal y Wellington Galarza en 1949, la del trabajador de la lana Dantier Gómez en 1950, la proscripción del Partido Socialista en 1967 y los mártires estudiantiles durante los gobiernos de Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry, ambos del Partido Colorado, uno de los dos tradicionales (junto al Nacional o blanco).

El gobierno de Jorge Pacheco, el 13 de junio de 1968 decretó las Medidas Prontas de Seguridad y quince días después congeló salarios y precios. Esta deriva autoritaria fue continuada por Bordaberry al ganar las elecciones de manera fraudulenta en 1971.

Dentro de los argumentos que esgrime la derecha quedan por fuera todo tipo de alusiones a la crisis económica, el ajuste a la clase trabajadora, a la Guerra Fría como marco estructural, a las logias de ultraderecha dentro de las Fuerzas Armadas, a la Doctrina de Seguridad Nacional implantada en todo el Cono Sur y un plan económico que sin represión no se sostenía.

El último axioma de la derecha es que a los militares no les quedó otra opción que el golpe de Estado, pero el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) tenía en 1972 -cuando el golpe de Estado fue en 1973- a todos sus militantes presos, exiliados o asesinados.

Democracia tutelada

La vuelta a la democracia se dio con la asunción a la presidencia del colorado Julio María Sanguinetti en 1985. Dicho período de gobierno poco aportó a la reparación histórica y a los postulados de los familiares de desaparecidos: memoria, verdad y justicia.

Sanguinetti se erigió como el arquitecto de la teoría de los dos demonios y el escudero de la impunidad. Uno de los puntos más controversiales de su mandato fue la censura a un spot televisivo de Sara Méndez, militante de derechos humanos, que buscaba a su hijo que había sido apropiado en dictadura.

Hecho similar sucedió cuando el actual Presidente de la República Luis Lacalle Pou le negó la cadena nacional del 20 de mayo por la Marcha del Silencio a los familiares de desaparecidos, en medio de la pandemia.

En 1989 la impunidad venció en un referendum para juzgar a los militares por los delitos de lesa humanidad cometidos en la dictadura. Mientras los uruguayos votaban las amenazas de que los militares vuelvan a salir de los cuarteles estaba a la orden del dia. Jorge Batlle, otro presidente colorado, planteó “no tener ojos en la nuca” y no mirar hacia atrás, que había que dar vuelta la página.

En 2009 a la par de las elecciones nacionales, donde resultó electo José “Pepe” Mujica como presidente, de la coalición centroizquierdista Frente Amplio, se celebró un plebiscito con similares postulados al de 1989. La impunidad volvió a extender su manto de oscuridad.

Los dos demonios

La teoría de los demonios sigue vigente, al igual que Sanguinetti, convertido hoy en ideólogo de la derechista-ultraderechista coalición que hoy gobierno el país. Esta teoría equipara las violencias del Estado a la de los grupos guerrilleros, opone estos dos polos y los ubica dentro de una “guerra”, toma al pueblo como rehén y desliga de toda responsabilidad a civiles, empresarios, medios de comunicación, a su vez que oculta los asesinatos de militantes que no eran guerrilleros.

Esta teoría es mantenida con vida no solo por la derecha sino también por determinados referentes del Frente Amplio, como el propio exguerrillero Pepe Mujica, que ha declarado que el tema de la dictadura se terminará cuando se mueran los militares implicados y los guerrilleros.

Otra vez, invisibilizando a los cientos y cientos de militantes que fueron apresados, torturados, exiliados, desaparecidos y/o asesinados cuando militarmente los Tupamaros estaban derrotados.

Un fantasma recorre Uruguay…

El fantasma de los grupos armados que quieren acabar con la democracia uruguaya es un recurso recurrente en la política autóctona, tan recurrente como su par que lo contradice, pero es utilizado por la misma derecha: el “demos vuelta la página”.

«Siempre estudié que la prescripción era una institución pacificadora como lo es de alguna forma el olvido. Honestamente, los crímenes cometidos por el terrorismo han sido amnistiados”, declaró el senador por el partido de ultraderecha Cabildo Abierto, Guillermo Domenech y su correligionario, el senador Raúl Lozano pretende presentar un proyecto de ley de Amnistía para los militares.

El 14 de abril, siendo aniversario de la cruel matanza de ocho militantes del Partido Comunista del Uruguay en 1972, el hoy senador de Cabildo Abierto y exgeneral Guido Manini Ríos reclamó en el Parlamento por los militares que habían sido condenados por delitos de lesa humanidad.

El Ministro de Defensa, Javier García, perteneciente al Partido Nacional, ha cuestionado un fallo de la justicia que condenó a un soldado raso por un delito en 1972, ya que éste disparó a un militante capturado que estaba esposado y de espalda. García se mostró preocupado ante los medios presentes en Torre Ejecutiva, sede de la Presidencia, y dejó en claro que la preocupación era compartida con el Presidente Lacalle.

A la semana siguiente, en oficina del Ministerio del Interior se volvió a colocar el cuadro del comisario Víctor Castiglioni, Jefe de Inteligencia de la dictadura y torturador consumado que luego de la dictadura seguía espiando clandestinamente a partidos políticos, militantes y sindicatos, entre otros.

Enemigo interno

El nuevo enemigo interno es el narcotráfico, y se usan todos los medios de comunicación para imponer ese imaginario colectivo. Es hoy, predilecto objetivo de la derecha, siguiendo los dictados estratégicos de Washington, y no le implica cambiar mucho su discurso con respecto a lo que decía sobre el marxismo internacional: corrompe a los jóvenes, arruina familias, es un fenómeno foráneo y socava las instituciones.

Este 30 de mayo, tres marinos en la base del Cerro de Montevideo fueron asesinados. Raudamente las alarmas de grupos guerrilleros sonaron en los oídos de la derecha. Sanguinetti no perdió oportunidad para seguir erigiendo su relato y declaró que “A los que tenemos algunas historias vividas de los tiempos de violencia se nos vino a la memoria lo de mayo de 1972, cuando cuatro soldados que estaban haciendo guardia fueron también asesinados. Aquellos eran tiempos de violencia política, hoy estamos en tiempos de violencia delictiva”.

El senador nacionalista Jorge Gandini, tuiteó que lo que ocurrió fue “el costo de dejar crecer el narcotráfico durante años”, aprovechando para golpear a la anterior administración frenteamplista.

El crimen se resolvió con celeridad y terminó siendo un simple robo. Las retractaciones brillaron por ausencia y parece que aquí se daba por cerrado el episodio, pero la máxima goebbeliana aún está vigente y algo queda…

El 16 de junio, el blanco Jorge Larrañaga, Ministro del Interiorl, anunció que está realizando gestiones para que la agencia antinarcóticos de Estados Unidos, la DEA, vuelva a Uruguay, como también junto con otras agencias internacionales para combatir el narcotráfico.

Uruguay vuelve al redil imperial más que nunca y se enreda en una supuesta guerra contra el narcotráfico que ha dado sobradas muestras que es un fracaso y que además es contraproducente. La cuerda siempre se corta por el lado más fino. El enemigo interno no termina siendo el narcotráfico realmente: si no fuera así se investigaría a fondo las estancias y contenedores de empresarios con más de seis toneladas de cocaína exportadas a Europa.

El reflujo del relato que siempre estuvo latente, de que la izquierda como organización criminal que intenta desestabilizar el Estado de derecho, sigue vigente. En el pasado utilizaron esa excusa para desestabilizar gobiernos contrarios a las directrices de la Casa Blanca y colocar gobiernos afines a los mismos.

Hoy quieren volver a imponer esta estrategia con un aditivo: el combate al narcotráfico es la nueva Doctrina de Seguridad Nacional Siglo XXI. Se pretende desde sectores reaccionarios obturar todo tipo de cuestionamiento de lo que se hizo en dictadura, imponer su relato como única versión de la realidad.

Este 27 de junio también hace aniversario de la heroica huelga general de los trabajadores que resistieron ante la dictadura, siguiendo la línea trazada por el Congreso del Pueblo en 1964, de donde salió la central sindical Convención Nacional de Trabajadores y su plan de lucha.

Los señores del olvido, los que imponen su verdad con la Biblia en la mano y la picana en la otra, pretenden culminar su proyecto de exterminio de todo lo que no comulgue con sus creencias. Su memoria para reprimir y torturar es como andar en bicicleta: por más que pasen los años, lo pueden volver a hacer.

* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)


VOLVER

Más notas sobre el tema