Costa Rica ingresa a la OCDE – Por Luis Guillermo Solís Rivera (expresidente de Costa Rica), especial para NODAL

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Luis Gmo. Solís Rivera

El pasado 15 de mayo, el Secretario General de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Ángel Gurría, formalizó la invitación al presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, para que su país se incorpore a dicha entidad. Aunque todavía quedan pendientes algunos pasos importantes en el proceso de adhesión, este anuncio significa que Costa Rica pronto se convertirá en el 39no miembro de la OCDE, el cuarto latinoamericano en hacerlo tras Chile, México y Colombia.

Para Costa Rica el ingreso a la OCDE es de importancia estratégica. Por una parte, le otorgará al país un “sello” de calidad y seriedad esencial para ratificar sus credenciales como nación poseedora de un sistema de gobernanza democrática, sustentado en un sólido estado de derecho, y con estándares de gestión pública y económica coherentes con las mejores prácticas de los países más desarrollados del mundo. Asimismo, le permitirá adoptar de manera progresiva políticas de mejoramiento del aparato del Estado que lo vuelvan más ágil, moderno, transparente y eficaz. Y finalmente potenciará sus capacidades históricas para fortalecer su liderazgo internacional en temas que son centrales en su perspectiva del mundo: la conservación, regeneración y uso sostenido de los recursos naturales, la mitigación y adaptación al cambio climático, la generación de energías renovables, el respeto y promoción de los valores democráticos y de los Derechos Humanos, la desmilitarización, y el desarme.

Es importante precisar algunos elementos que pueden servir para aclarar la dinámica que sería esperable Costa Rica desarrolle en el espacio OCDE.

En primer lugar, la OCDE no impone sino recomienda, políticas públicas a los países miembros. Y lo hace con perspectiva técnica más que política. Eso significa que, en última instancia, los principales responsables de definir los modelos de desarrollo nacionales seguirán siendo los propios países miembros y sus tomadores de decisión en San José. En segundo lugar, la adhesión no conlleva el abandono de principios y valores esenciales de la cultura política. Todo lo contrario. Si hay claridad en sus dirigentes, tales cualidades, como las ya enunciadas, deberían convertirse en una plataforma de acción que la pertenencia a la OCDE potencie y multiplique en el plano global. En tercer lugar, si bien esas presiones privatizadoras en favor de un “capitalismo salvaje” existen y han existido en el país desde los años del “Consenso de Washington”, Costa Rica las ha matizado y adoptado solo de manera parcial, porque no reflejan la experiencia nacional ni el sentir de la mayoría de sus habitantes.

El ingreso de Costa Rica a la OECD no va a producir “milagros” productivos, políticos y sociales automáticos, aunque tampoco aumentará exponencialmente las vulnerabilidades del país, las cuales son conocidas. Lo que si puede lograr es un aumento significativo en el escrutinio público de las variables relevantes para el desarrollo y con ello incrementar la visibilidad y credibilidad de Costa Rica en el mundo como un país serio y transparente y como un destino confiable para la inversión extranjera directa. Misma que nuevamente será, junto con el turismo cuando este Sector se recupere de la destrucción de valor en sus ecosistemas productivos como consecuencia del COVID-19, el motor más dinámico de la economía costarricense en el mediano plazo. En este sentido, formar parte de la OCDE abre puertas, brinda certezas, ofrece posibilidades de acompañamiento técnico para el diseño y ejecución de políticas públicas, mejora la transparencia del funcionamiento de los mercados, acredita la seguridad jurídica del país y ofrece estadísticas confiables sobre su desempeño en los diferentes ámbitos de la vida nacional.

La adhesión también puede constituirse en un espacio idóneo para equilibrar, con perspectiva de futuro, los beneficios que ya ha traído a Costa Rica su vinculación a la economía mundial y su participación en las llamadas cadenas globales de valor, con aquellos que se deben estimular todavía más en el sector agro productivo y agroindustrial domésticos, con el fin de aumentar su seguridad alimentaria y bioseguridad. Y también en el ámbito de las micro, pequeñas y medianas empresas, así como de los emprendimientos de la economía social (las cooperativas, por ejemplo).

En suma, la adhesión debe entenderse como una oportunidad para iniciar un nuevo capítulo de su desarrollo. Uno en el cual Costa Rica estará obligada a asumir de frente y sin excusas, desafíos tan complejos como la transformación digital del Estado, el aceleramiento hacia la sociedad de la información y el conocimiento y, con ella, de sus manifestaciones productivas -la automatización, la inteligencia artificial y el “big data”- entre otros.


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