Desafíos abiertos en Brasil
El último Censo Agropecuario del país, realizado en 2017, demuestra que los años pasan, pero la estructura concentrada de la tierra no solo permanece, sino que se agrava, con índices de concentración cada vez mayores. De acuerdo con esa investigación, cerca del 1% de los propietarios de tierra controlan casi el 50% del área rural del país. Por otro lado, los establecimientos con áreas menores a 10 hectáreas (cada hectárea equivale a una cancha de fútbol) representan la mitad de las propiedades rurales, pero controlan apenas el 2% del área total.
Este retrato de la realidad ilustra el tamaño de la expropiación realizada por el capitalismo a lo largo de siglos, con consecuencias políticas, económicas, sociales y ambientales en la construcción histórica del país. Al final de cuentas, las relaciones con la tierra son fundamentales para el desarrollo de una nación. Cuando se habla de tierra se habla de población, de control de los bienes naturales, de desarrollo económico, social y cultural. La tierra es la expresión de una sociedad, y estos números reflejan el grado de desigualdad e injusticia desarrollado por más de cinco siglos de historia en Brasil.
Pasados treinta y un años desde el comienzo de esa experiencia del MST, los desafíos no han cesado. “Se construye en medio de muchas contradicciones. No se puede decir que es un mar de rosas”, apunta con serenidad Irma.
Uno de los mayores desafíos es mantener a la juventud en el campo, ya que la mayoría de lxs jóvenes acaba yendo a la ciudad cuando alcanza determinada edad. “Tenemos el desafío de mantener a los jóvenes aquí, mejorar los ingresos, conservar el espíritu de solidaridad y de cooperación. En una sociedad tan individualista como la nuestra, remamos contra todas las mareas”.
Para Irma, el elemento clave para que esta experiencia deje de ser una excepción y pase a ser la regla gira en torno a la reforma agraria popular. “Muchas veces acabamos reproduciendo la lógica del agronegocio en nuestros asentamientos. Pero nuestro gran punto de resistencia está en el debate de la agroecología, la cooperación y la solidaridad. Eso es lo que nos da placer, nos hace vivir y nos mantiene en pie. El tema de la reforma agraria popular dialoga con la sociedad en otros niveles. Es la forma de decir lo que es la alimentación saludable, la agroecología, la vida social y que el campo es un lugar bueno para vivir”.
VOLVER