Renovación de las luchas populares
La insostenibilidad de la dictadura cívico-militar abrió espacio para el avance de las luchas de diversos sectores de la sociedad que, poco a poco, se fueron masificando, alterando la correlación de fuerzas y provocando una reorganización de las luchas populares en el país.
Este período fue responsable por crear diversas organizaciones políticas de la clase trabajadora, como el Partido de los Trabajadores (PT) y la Central Única de los Trabajadores (CUT), además de reestructurar entidades que habían entrado en la ilegalidad en el período anterior, como la Unión Nacional de Estudiantes (UNE).
En el campo, la situación no era distinta. Las contradicciones del modelo agrícola post “Revolución Verde” expulsaron a millones de trabajadorxs del medio rural. Las condiciones socioeconómicas de ese proceso hicieron surgir nuevos focos de resistencia a la dictadura de las armas y la tierra en todo el país: arrendatarixs, asalariadxs, jornalerxs, aparcerxs, afectadxs por represas, convirtieron las ocupaciones de tierra en la respuesta campesina al latifundio y al autoritarismo.
De esas experiencias nace el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) en 1984. El MST se constituyó en base a tres objetivos centrales que perduran hasta hoy: lucha por la tierra, lucha por la reforma agraria y lucha por la transformación social. La primera tiene que ver con una lucha inmediata, la necesidad del sujeto de conquistar un pedazo de suelo; la segunda se refiere a una política de Estado, ya que sin ella no se consigue mantener ni realizar de forma masiva la conquista de la tierra; y la tercera lleva en sí la parte ideológica: la necesidad de modificar las relaciones de poder en la sociedad.
Desde el inicio del MST, las ocupaciones de tierra se convirtieron en la forma en que el movimiento se presenta ante la sociedad. La ocupación es un acto de cuestionamiento y de denuncia: cuestiona la función social de la propiedad y denuncia que determinada tierra no está cumpliendo su función social, como está previsto en la Constitución.[1]
A lo largo de su historia, cerca de 350.000 familias han conquistado tierra y otras 80.000 aún viven en diferentes campamentos esparcidos por el país. Pero en los últimos 36 años la lucha por la tierra atravesó diferentes momentos coyunturales. Cada estrategia y táctica de lucha correspondieron a necesidades objetivas presentes en cada período histórico. En el primer momento, por ejemplo, el enfrentamiento se daba entre campesinxs expropiadxs de un lado y propietarios latifundistas de otro. El campo brasileño estaba constituido por latifundios arcaicos, atrasados, improductivos y violentos.
En este sentido, en el proceso de redemocratización del país a comienzos de la década de 1980, el MST se proyectó nacionalmente por medio de grandes ocupaciones de latifundios a partir de la organización de miles de familias asentadas. Dos consignas impulsaron la lucha por la tierra en ese momento: “Sin reforma agraria no hay democracia” y “La ocupación es la única solución”. Fue un período de organización y convocatoria de las familias campesinas para ocupar latifundios, que tuvo como resultado muchas hectáreas de tierras expropiadas y el inicio de los primeros acuerdos de la reforma agraria.
Por su parte, la respuesta del latifundio fue la creación de la Unión Democrática Ruralista (UDR), un instrumento violento de los grandes hacendados para combatir al MST y presionar al gobierno federal para actuar contra el movimiento campesino.
Con el país ya redemocratizado y con el inicio del período neoliberal en Brasil en la década de 1990, lxs sin tierra sufrieron la violencia tanto por parte de la UDR como del Estado. Represión, prisiones, escuchas telefónicas e invasiones de secretarías de los estados fueron algunas de las acciones realizadas por la Policía Federal.
Ese fue un período de resistencia, de organización interna e inversión en la producción de alimentos en los asentamientos. El MST siguió con las ocupaciones masivas, organizó a su base para la resistencia y autodefensa, realizó marchas en los estados y construyó sus primeras cooperativas de producción en los asentamientos recién conquistados. Desde el punto de vista interno, el movimiento fortaleció su estructura orgánica e implementó las líneas políticas.
La forma en que el latifundio estaba organizado a lo largo de las décadas de 1980 y 1990 —basado en la improductividad y la violencia— hizo que el tema de la reforma agraria tuviera un eco muy fuerte en la sociedad, de modo que la lucha de lxs sin tierra pasó a ser reconocida en diversos sectores sociales.
Sin embargo, la consolidación del proyecto neoliberal provocó un retroceso de las luchas de la clase trabajadora presentes en la década anterior. Mientras tanto, en el medio rural, el gran capital aún no se había adentrado tan ferozmente en el campo y el MST aprovechó este período para organizar sus campamentos y asentamientos, realizar su primera Marcha Nacional en 1997 para dialogar con la sociedad, denunciar el proyecto neoliberal y exigir castigo a los responsables por la Masacre de Eldorado dos Carajás, ocurrida el año anterior. Se trata de un momento de expansión y territorialización del movimiento con apoyo internacional, así como de su consolidación como un referente político.
Notas
[1] En 1985, con el fin de la dictadura, comenzó el proceso de elaboración de una nueva Constitución, que fue promulgada en 1988. Uno de sus artículos establece la Función Social de la Tierra, que prevé que cualquier propiedad tiene que cumplir algunos criterios, como ser productiva y respetar la legislación ambiental y laboral. En caso contrario, se vuelve susceptible de expropiación para fines de reforma agraria.
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