Evocaciones y semejanzas en tiempo de pandemia – Por Laura Franchi

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El COVID19 se expande por todo el planeta y en numerosos países existe lo que se llama “distanciamientos físicos” o “cuarentenas” que recluyen a miles de personas en sus hogares. Si bien se trata de evitar la propagación del virus, los confinamientos tienen múltiples efectos sobre ellas. En esta sección “reflexiones sobre la pandemia” NODAL comparte testimonios de quienes han pasado por diversas experiencias de falta de libertad. Es un espacio de pensamiento abierto, para contribuir a visibilizar otros aspectos de la pandemia.

Evocaciones y semejanzas en tiempo de pandemia

Por Laura Franchi*, especial para NODAL

Salvando las distancias de lugar y tiempo, es imposible para los que estuvimos privados de nuestra libertad, sumergidos en incertidumbres y frente a un futuro sin horizontes, dejar de establecer puntos de comparación con la experiencia en la que navega actualmente toda la humanidad.

Situación impredecible, un después que no visualiza y un enemigo de nombre Coronavirus que recorre el planeta y altera al orden establecido.

Llegué expulsada de mi país la Argentina a Francia en 1981 y tuve la suerte, que no tuvieron los que desparecieron en los campos de concentración de la dictadura argentina, de poder contar lo vivido. Por ellos también hablo.

En aquel entonces, hablar despertando recuerdos era un ejercicio difícil.

¿Cómo testimoniar frente a una sociedad que vivía en un “Estado de bienestar” en el país de los Derechos Humanos?

¿Cómo encontrar el lenguaje apropiado del encierro?

Mientras avanzaba con mi historia y sin que fuera mi intención, veía los rostros tornarse grises y notas de incomprensión invadir el espacio. Silencios que precedian sistemáticamente a la pregunta inevitable: ¿cómo se soporta el encierro? ¿Cómo se soporta la falta de libertad?

Creo que hoy con el lenguaje del confinamiento mi respuesta sería más comprensible: los seres humanos tenemos recursos inimaginables para enfrentar lo imprevisible…

Salvando la distancia de los factores tiempo y espacio podemos hablar de un denominador común. Es esta pérdida de libertad el denominador común, hoy tenemos que aceptar que otros tracen nuestro cotidiano y que con autoridad nos adviertan que seremos pasibles de ser sancionados si no seguimos las consignas de seguridad y mansamente debemos agradecer el estar vivos.

Durante mi encierro trataba de imaginar la fascinación del Poder en someter a seres inteligentes que no admiten por naturaleza tal condición. Sentía que se estudiaba nuestro comportamiento grupal como los animalitos en un laboratorio, para dominarnos mejor.
Hoy en circunstancias diferentes percibo que se perfila la mísma intención: incitarnos a todos como manada, casi sin pestañar, a hacer lo mismo y llevar toda la humanidad frente al televisor a la hora de las noticias con un mismo fin: visibilizar el futuro.

Frente a la sensación de vacio que provoca la oscuridad y el naufragio emocional, surge el miedo como otro denominador común. Aquí no se trata como en la época de la dictadura o de la guerra, del miedo a que hombres irrumpan en tu domicilio destruyéndolo todo y que te desaparezcan y maten, no!

Aquí se trata de un enemigo invisible. ¿Pero cómo definirlo? Cuando cruzamos a alguien nos cuesta levantar la mirada porque la desconfianza crece y se multiplica como el virus. ¿Cuál es el enemigo?

El enemigo que trabaja el terreno del miedo es invisible y peligroso, nos paraliza y nos vuelve poco reactivos a imaginar una estrategia de defensa…

Lo impensable abrió viejas heridas: el confinamiento nos impide despedir a nuestros muertos, ritualizar, hacer el duelo. Ninguno de los detenidos pudimos despedir a los nuestros cuando dejaron este mundo y miles de familias todavía buscan a sus desaparecidos para darles sepultura.

El Mediterráneo se convirtió como dice el Papa en una “tumba colectiva” y en Europa, muchos comprenderán hoy lo que significa no estar presentes en la última despedida. Pero también frente a esta tragedia que invade hasta los últimos confines de la tierra, constato otro denominador común: ¡el humor como arma eficaz frente a la adversidad!. Nos despertamos con cientos de memes que captan la actualidad y lo ironizan todo, nos hacen reir y se convierten en la mejor arma de defensa frente al confinamiento. En tiempo de encierro carcelario la risa nos hacía libres, y como hoy, en otro tiempo y espacio, permitia la catarsis sanadora.

En la soledad y en las largas semanas de encierro aparece el tiempo sin tiempo y cada uno de nosotros frente a sí mísmos, reconectándonos con nuestra historia, con nuestros afectos, con nuestros defectos. Y vemos proyectarse la pelicula de nuestra vida. Así también aparece el ocio creador y reparador que nos permite descubrir todo lo que podemos hacer e inventar.

Decía en mi respuesta de qué somos capaces los humanos: soportar y adaptarnos…¡pero no someternos! porque hay algo superior a todo, lo aprendí en la cárcel: la fuerza de lo colectivo.

Hoy la sociedad en su gran mayoría lo está reclamando, “¡cuidémonos!”. Así rezan los millones de mensajes en todas las lenguas: “Quédate en casa…” “Cuidándote nos cuidamos todos…”

Así fue cuando estaba presa, nos cuidábamos como se cuida lo más precioso… y es así como los muros del miedo se derrumban y la fuerza colectiva actúa con su arma más eficaz: EL PODER DE ORGANIZACION y como guía de aprendisaje: LA MEMORIA.

*Ex-detenida política argentina ( 1974 -1981), exiliada en Francia desde 1981


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