Deuda externa pública, la experiencia reciente de Argentina – Por Juan Valerdi, especial para NODAL

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Por Juan Valerdi *

La deuda pública de los estados ha sido históricamente una herramienta que nada tiene que ver con el desarrollo y crecimiento del país que toma esa deuda, sino con la intención de factores de poder internacional de limitar los márgenes de maniobra de los gobiernos, en especial de los que eventualmente suceden a quienes tomaron la deuda. La salida a los mercados a colocar deuda pública es realizada casi con exclusividad por parte de gobiernos que están alineados con las políticas que tratan de imponer las potencias dominantes internacionales y en especial las fuerzas representantes del sector financiero de esos países.

La región Latinoamericana ha demostrado sobradamente, en especial en las últimas cinco décadas, las consecuencias del endeudamiento público limitante e impuesto por fuerzas geopolíticas externas con complicidad de las oligarquías locales al servicio de esas fuerzas, tanto en tiempos de democracia como especialmente durante las dictaduras. Sin embargo el reciente caso de Argentina, entre 2016 y 2018, no solo es paradigmático sino que parece marcar un récord en cuanto a su profundidad, tiempo y consecuencias.

A fines del 2015, al asumir el gobierno la coalición de derecha liderada por Mauricio Macri, el nivel de endeudamiento estatal en dólares era extremadamente bajo para la región e incluso el mundo, menos del 10 % neto respecto del PBI según el propio Nicolás Dujovne, Ministro de economía de Mauricio Macri. En tan solo dos años las autoridades económicas de Mauricio Macri organizaron un festival de emisión de bonos de deuda tan salvaje que no solo llevó a agotar el crédito internacional a principios de 2018 y llegar a casi un 100% del PBI de endeudamiento estatal, sino que además hizo inviable el pago de los vencimientos ya en el año 2018 y obligó al gobierno a recurrir a un préstamo extraordinario del FMI de 50 mil millones de dólares, récord histórico para ese organismo a nivel mundial. Fue un «aporte de campaña» que impulsó Donald Trump para apuntalar un gobierno de derecha en el tercer país latinoamericano de mayor relevancia económica y que -afortunadamente- resultó insuficiente para que Macri lograra su reelección presidencial.

Ahora que Argentina parece dispuesta a dar un viraje político con su nuevo presidente Alberto Fernández, y Brasil se encuentra en manos de un gobierno de derecha reaccionario con apoyos inestables y México es uno de centro izquierda, el tablero regional está complicado para la puja entre los Estados Unidos y China por la hegemonía mundial y regional. Esta guerra geopolítica disfrazada de disputa comercial tiene que ver con el acceso a los mercados para colocar la producción, pero también con la compra de alimentos, explotación de recursos naturales, energéticos, estratégicos e inversiones en infraestructura. Esta situación sin duda podría ser aprovechada por las nuevas autoridades argentinas para obtener apoyo de Estados Unidos en la renegociación de la impagable deuda con los acreedores privados pero más aún en la otorgada por el FMI, donde ese país no solo tiene poder de veto sino que obtiene un alineamiento casi automático de parte de los demás socios mayoritarios. Queda abierta la puerta también a jugadas de alto riesgo o sorpresivas como la de obtener fondos de China; sin embargo esta posibilidad, alguna vez mencionada por el nuevo presidente de Argentina cuando estaba en campaña, parece por ahora muy poco probable.

Respecto del resto de los países de la región la puja geoestratégica entre las dos grandes potencias podría llevar a que sean presionados a tomar deuda de los socios financieros de Estados Unidos o de organismos manejados por este país. También, a que acepten que las inversiones en infraestructura sean financiadas por aliados de Estados Unidos, aunque también estará abierta para ellos la posibilidad de jugar con el gigante asiático. Pero, esto parece poco probable considerando las consecuencias del antecedente de esa jugada, que -limitada y solapadamente- realizó Evo Morales en Bolivia.

El endeudamiento y posterior crisis de deuda latinoamericana de las décadas del 70 y 80 del siglo pasado sentó las bases para imponer en esta región el llamado “Consenso de Washington” con su festival de desregulaciones, privatizaciones y reformas para desmantelar el Estado de bienestar y las capacidades de planificación y regulación estatales. Las fuerzas sociales y políticas de la región deberán estar alertas para que una nueva etapa de de ajustes y alineamientos forzados no pueda tener cabida en el siglo XXI.

* Economista y docente de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) y ex asesor del Banco Central de la República Argentina


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