El dictador millenial – Por Franklin Selva

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Franklin Selva *

Desde que Bukele llegó a la presidencia de El Salvador, en junio de 2019, ha sorprendido con su particular manera de manejar el campo mediático, desde aprovechar con inteligencia el uso de redes sociales, aprovechando su popularidad y desgaste del resto de partidos políticos, hasta hacer uso ridículo de la victimización política.

En un llamado irresponsable a la insurrección, pasó de ser el presidente cool y millenial al tradicional y obsoleto político que en los años 60’s y 70’s utilizó la matonería militar para amedrentar a la gente, esta vez, contra los diputados de la Asamblea Legislativa, tomándose el control, del Palacio Legislativo que no logró el quórum para sesionar, pero sí que tuvo la suficiente cantidad de elementos militares que, en lugar de estar patrullando las zonas más peligrosas de San Salvador, por ejemplo, estuvieron controlando la zona del Centro de Gobierno de la Capital salvadoreña.

El conflicto, originado por la necesidad del Ejecutivo para lograr un préstamo por $109 millones para fortalecer acciones de seguridad, en uno de los países más violentos del mundo, donde la preocupación por la inseguridad sigue siendo el principal problema entre los salvadoreños, que ya se han acostumbrado a un nivel de vida cada vez más difícil de sortear, tuvo su punto de quiebre cuando en clara intromisión de las funciones de los Órganos del Estado, el presidente convocó de manera obligada a sesionar, y además votar por el préstamo, a los diputados a través del Consejo de Ministros de su gobierno, ha derivado en la espectacularización de la política, haciendo uso de elementos tan tradicionales y nada “millenial” como las movilizaciones de simpatizantes del gobierno en buses, o la toma de calles, mismas que en algún momento criticó el gobernante.

Esta vez, no hubo selfie, como la que en septiembre pasado se realizó en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en la que criticó el “obsoleto” formato de la reunión de la ONU, pero sí ocurrió lo inesperado después de que el mandatario amenazara al Órgano Legislativo con hacer un llamado a la insurrección, acompañándose de la Fuerza Armada, que juró lealtad al presidente, asegurando que defenderían la patria incluso con sus vidas, el domingo, dentro del Palacio Legislativo, el mandatario realizó una oración, y después de asegurar que Dios le habló, salió de nuevo a la calle donde una multitud lo esperaba exigiendo insurrección, y fue entonces donde, rodeado de militares, francotiradores y policías, se dirigió a ellos y en un formato mesiánico pronunció aquel mensaje que Dios, le transmitió: “paciencia”, agregando además que, si el quisiera “apretaría el botón” pero daría una semana más a los diputados para que ellos decidieran votar, mismos a los que, un día antes les había retirado su seguridad y había enviado elementos militares a merodear sus casas.

La insurrección estaba siendo televisada y transmitida por redes sociales, con evidente uso de fondos estatales, sin embargo, su “plática con Dios” le permitió dar una semana para decidir si disuelve la Asamblea Legislativa y gobierna de manera dictatorial. Horas más tarde, su equipo de comunicaciones emitió un comunicado donde el presidente aseguraba que había pedido la calma y decidió actuar de forma prudente.

Un presidente que el domingo pidió paz, pero que ignoró conmemorar el Aniversario de los Acuerdos de Paz, que pusieron fin a un conflicto que en los 80’s cobró la vida de miles de salvadoreños. Un acuerdo de paz que, además significó un paso trascendental para la construcción democrática del país, pero que ahora, en clara estrategia política, se ignora para borrar la memoria histórica.

Los elementos del espectáculo político quedan registrados para el análisis y estudio de una nueva forma de llegar al poder, vendiéndose como diferente, moderno y “cool”, para luego gobernar con autoritarismo, maldiciendo a sus adversarios, pero también haciendo uso del simbolismo espiritual: la oración como fuente de sabiduría para calmar al pueblo que horas antes se había enardecido en atención al llamado del presidente.

Queda esperar que la sensatez prevalezca en la toma de decisiones, y no las acciones deliberadas que no ayudan a resolver la construcción de la sociedad, que se suponía había roto el bipartidismo, pero terminó construyendo un gueto para quienes piensan diferente y son vapuleados en redes sociales, cuando las cuentas del presidente lo ordenan. Nada cool.

* Comunicador, especialista en estudios de opinión pública


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