Bojayá no debe estar sola – El Tiempo, Colombia

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Colombia ha vivido una larga e injusta etapa de violencia. Hay zonas en las que esta se ensaña más. Una de ellas es Bojayá, en el Chocó.

En los primeros días de noviembre, los bojayaseños estaban haciendo el duelo, después de casi 18 años, cuando por fin les entregaron los cofres mortuorios de 79 personas –entre ellas varios niños– que aquel triste 2 de mayo de 2002 murieron a causa de la brutalidad de las Farc, al lanzar una pipeta que explotó en la iglesia del pueblo, repleta de gente atemorizada.

Se pensaba –desde afuera, desde lejos, como casi siempre pasa con apartadas localidades, que son noticia por los males que afrontan– que así se cerraba un penoso capítulo para esta comunidad. Pero las fuerzas oscuras no parecen saber de duelos. Y no les importa.

El año empezó con noticias de que allí asedian distintos grupos armados ilegales, no vale el brazalete que porten: narcotraficantes, bandas criminales, disidencias guerrilleras, etc. Todos enemigos de un pueblo laborioso que ha seguido siendo desplazado. Los criminales estaban sembrando miedo en Pogue, corregimiento de Bojayá.

Y, como no solo lo hacen mostrando las armas, sino intimidando con llamadas, el destacado líder social Leyder Palacios, secretario ejecutivo de la Comisión Interétnica por la Verdad del Pacífico, sobreviviente de esa masacre en que la perdió a 28 familiares y amigos cercanos, fue conminado por los violentos a que saliera del Chocó o él y su familia estaban en riesgo.

Por suerte, el Gobierno actuó con prontitud y envió a la Fuerza Pública y le ofreció respaldo y protección a Palacios. Pero lo claro es que se necesita no solo atender las alertas tempranas con urgencia, allí y donde se requiera, sino hacer presencia estatal permanente a través de todas sus instituciones. Y trabajar con las comunidades para que no se sientan indefensas ante las poderosas economías ilegales. Bojayá no debe estar sola nunca más.

El Tiempo

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