Paraguay no puede malgastar lo que invierte en ciencia y tecnología – ABC Color, Paraguay

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Es obvio que hoy, en la “sociedad del conocimiento”, la ciencia y la tecnología son tan decisivas para el desarrollo a largo plazo que el país que las desprecie quedará a la vera de la historia, hundido en la ignorancia que perpetúa la pobreza. Aquello de que “saber es poder” puede interpretarse ahora como capacidad para superar el atraso. El capital humano se ha vuelto más importante que los recursos naturales, de modo que resulta imperioso fomentarlo mediante la sostenida inversión pública y privada en ciencia y tecnología. No es ninguna sorpresa que del último “Informe sobre la Ciencia”, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), se desprenda que hay una correlación directa entre la riqueza y el atraso, en la medida que solo el 23% de dicha inversión global corresponde a los países donde vive el 67% de la población mundial. Se diría que los países subdesarrollados lo seguirán siendo porque, entre otras cosas, no están en condiciones de promover el conocimiento. No obstante, deberían esforzarse por desarrollar sobre todo aquellos sectores en los que tendrían necesidades elementales o ventajas competitivas, a fin de aumentar la eficiencia.

Con 20 millones de dólares anuales, el Paraguay es el país latinoamericano que menos “gasta” en esta materia vital para el crecimiento económico y social, según el experto compatriota Antonio Cubilla, quien estima que la inversión debería decuplicarse. Y conste que existe un Fondo para la Excelencia de la Educación y la Investigación, financiado por Itaipú Binacional, así como un Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología, integrado con recursos tributarios y administrado por un Consejo (Conacyt). El nuevo presidente de este órgano, creado por la Ley N° 1028/97, será designado en estos días por el presidente Mario Abdo Benítez, a partir de una terna propuesta por sus catorce miembros ad honorem. La cuestión ha generado protestas por parte de quienes creen que dicho órgano debería ser dirigido por un científico. Sin embargo, ninguno de ellos figura en la terna sugerida: el ingeniero Eduardo Felippo, el abogado José Asunción Matto y el ingeniero David Ocampos, representantes respectivos de la Unión Industrial Paraguaya (UIP), de las centrales sindicales y de la Asociación Paraguaya para la Calidad. Los otros consejeros representan a la Secretaría Técnica de Planificación, a los ministerios de Industria y Comercio, de Educación y Ciencias (MEC), de Salud Pública y Bienestar Social (MSPBS) y de Tecnologías de la Información y Comunicación (MITIC), a las universidades estatales y a las privadas, a la Asociación Rural del Paraguay, a la de Pequeñas y Medianas Empresas, a la Federación de la Producción, la Industria y el Comercio (Feprinco) y a la Sociedad Científica del Paraguay.

Entre sus funciones figura la de “incentivar la generación, uso, difusión y aplicación de conocimientos científicos, tecnológicos, de innovación y calidad que sean cultural, social y ambientalmente sustentables”. Como se lee en el informe de la Unesco antes citado, los países de ingresos bajos y medianos bajos esperan usar la ciencia y la tecnología para aumentarlos, pero existe el riesgo de que en la carrera por aumentar la competitividad nacional, se olvide que “sin ciencias básicas, no habría ciencia que aplicar”: la investigación básica produce los nuevos conocimientos que permiten o no aplicaciones comerciales.

Y bien, el doctor Cubilla sostiene que solo uno o dos de los consejeros están ligados a la ciencia, lo que en verdad sería deplorable. Es de suponer que los representantes del MEC y del MSPBS, al menos, tendrían algo que ver con esta cuestión, lo mismo que los de las universidades estatales y privadas, más aún porque uno de los requisitos para integrar el Conacyt, según el art. 10 de la ley que lo rige, es “poseer título universitario máximo, otorgado por una universidad nacional, preferentemente en las áreas de ciencias causativas o tecnológicas, o el equivalente de una universidad extranjera, debidamente revalidada en el Paraguay”. De hecho, si los hoy impugnados no poseen un título universitario, “preferentemente” en las áreas referidas, mal podrían ser consejeros. En particular, es lamentable que los ministerios, según el investigador José Luis Cartes, envían a “gente que no solo no tienen relación con la ciencia, sino que no tienen noción alguna de lo que son los procesos científicos”. O sea que envían a meros burócratas que nada pueden aportar en una cuestión de tanta trascendencia para el país, lo que también revela que al Poder Ejecutivo le tiene sin cuidado el desarrollo científico y tecnológico.

En el caso del representante de la UIP, las objeciones van mucho más allá de lo estrictamente académico, pues el doctor José Carlos Rodríguez inclusive lo acusa de “robar datos del Ministerio de Hacienda para intimidar a los investigadores”, junto con su hermano, el químico Ricardo Felippo, consejero por la Feprinco. Habrá que ver si el Ministerio Público toma cartas en este asunto de ribetes escandalosos. Hace un par de meses el último de los mencionados afirmó que “existe mala gestión e incapacidad en Conacyt”, llegando incluso a sostener que bajo su actual presidente, el ingeniero Luis Alberto Lima, hubo casos de pago indebido de subsidios a investigadores y de tráfico de influencias en la adjudicación de fondos. Dio el siguiente ejemplo: “Está el caso de la Universidad Nacional de Caaguazú, que se presenta desde una asociación de funcionarios y se beneficia con los montos que les damos para investigaciones”.

En fin, parece haber un consenso en cuanto a que el Conacyt, en este momento, es un verdadero desastre y que algo hay que hacer para que no se siga invirtiendo poco y mal. Si el problema es de origen legal, deberían procurarse las adecuaciones correspondientes, para que los científicos tengan la preeminencia necesaria en esa institución, a fin de desplegar su máxima capacidad en pro del desarrollo del país. El Conacyt no puede seguir siendo como una carreta tirada por bueyes que no conocen el camino. El Paraguay no puede darse el lujo de malgastar un centavo de lo que invierte en ciencia y tecnología.

ABC Color

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