Entrevista a Estela de Carlotto: “El de Macri fue un gobierno negacionista”

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Por Ezequiel Escuchuri

La sede de Abuelas de Plaza de Mayo no tiene descanso. Por la puerta principal entran y salen distintas personalidades vinculadas con los derechos humanos. La recepcionista debe pedir paciencia a los visitantes que quieren hablar con Estela de Carlotto “porque es una persona de 88 años”. Y es que no lo parece. La presidenta del organismo tiene la agenda colapsada. Se la ve optimista de cara al futuro mientras camina por los pasillos repletos de consignas como el Ni Una Menos o el pedido de paz en Venezuela. Cada tanto, observa las paredes con cuadros de las caras de algunxs de lxs 30.000 desaparecidxs en la última dictadura -entre ellxs su hija Laura-. “Falta poco para que esto termine”, dice en referencia al gobierno de Cambiemos.

— ¿Con qué expectativas y con qué realidades se encontraron cuando Macri asumió como presidente?

— Si uno hacía el seguimiento de la campaña de Macri en 2015, donde prometió muchas cosas importantes, era muy difícil creerle. El advenimiento de su Gobierno llegó después de ocho años de gestión en la Ciudad de Buenos Aires. Era todo previsible. Nosotros nunca fuimos recibidos por él mientras fue jefe de Gobierno. Conocíamos a otra gente de su equipo, sobre todo en el Parque de la Memoria donde tenemos relación bilateral y yo soy parte desde que se empezó a hacer la colección de obras de arte. No lo habíamos tratado personalmente nunca. Cuando asumió, los organismos de derechos humanos hicimos lo mismo que con todos los gobiernos desde la recuperación de la democracia: pedir una audiencia para expresar nuestras necesidades y pedir su apoyo. Nos respondió con una carta, que me la mandó solo a mí porque creía que era la jefa de todos los organismos, donde nos aclaraba que no tenía tiempo para recibirnos y que desde ese momento en más nos comuniquemos directamente con la Secretaría de Derechos Humanos. Fue una forma de decir: “No me molesten, no van a tener más contacto directo con la Presidencia, busquen en otro lado”.

—¿Con estos cuatro años transcurridos, cambió algo su mirada respecto de aquella primera impresión?

—No. El Gobierno ha hecho mucho con tal de no favore­cer la memoria, la verdad y la justicia, y hay que repararlo. La memoria la quisieron borrar diciendo “basta, miren para adelante y lo que pasó, pasó”. La Justicia independiente no existió con este hombre, que quiere a los represores en sus casas con prisión domiciliaria cuando cometieron delitos de lesa humanidad que son de gravedad universal y que, además, corresponden a ancianos peligrosos. Fue una suma de elementos que conspiró contra nuestra lucha, al igual que la designación de una ministra de Seguridad que actúa como un gendarme. Patricia Bullrich autorizó la muerte por la espalda a quien le resulte sospechoso. Hubo una violación de normas legales y éticas en reserva de la vida que espanta. Felizmente falta poco para que esto termine y los organismos nos estamos preparando para ponernos a disposición de todo lo que el próximo Gobierno necesite.

—¿Cuál cree que es el rumbo que debe tomar el próximo gobierno ante la herencia recibida por el macrismo?

—Tiene que empezar por lo que es trabajo, alimentación, medicamentos para los jubilados y la preservación de la infancia. Es decir, por los sectores más vulnerables. Hay que tener en cuenta la carga enorme que tendrá con la deuda externa, que parece impagable. Las escuelas no se construyeron, las universidades las abandonaron con la excusa (y la mentira) de que los pobres no las usan, los hospitales no tienen insumos para atender a la gente. Es tal el desastre que hay mucho para trabajar. Me parece importante, también, que los que han hecho esta entrega de la Argentina al mejor postor y ahora se van tengan que rendir cuentas. Ya lo han dicho los expertos, en un país agroganadero que puede alimentar a 400 millones de personas, no es admisible que haya gente que no tenga comida. Están desmantelando bosques y apropiándose de nuestras tierras de la mano de propietarios millonarios amigos del Presidente, como Luciano Benetton y Joe Lewis, combatiendo contra los pueblos originarios sin darles el derecho que merecen a tener su espacio. Abandonaron la cultura y la educación porque quieren un país ignorante para hacer más fácil la aceptación a su forma de gobernar. No es casual lo que está pasando. No es un accidente. Que haya chicos que no se llegan a desarrollar físicamente porque acceden a comida que satisface pero no los alimenta, como las harinas o el agua saborizada con leche, responde a un interés monetario.

—Hagamos un repaso de lo que fue su relación con el gobierno en estos años. La campaña comenzó llamándolos “curro” y después algunos funcionarios (Juan José Gómez Centurión, Darío Lopérfido) cuestionaron el número de los desaparecidos en la última dictadura. ¿Cómo fueron esos primeros meses?

—Nos recibieron por primera vez a la fuerza en una visita del entonces presidente de Francia, François Hollande, porque él quiso juntarse con nosotros. A mí, particularmente, quiso verme junto con mi nieto porque en su país hicieron mucho por él. Tuvimos el primer encuentro porque les dio vergüenza que nos quieran contactar mandatarios de todo el mundo y ellos todavía no habían tenido la iniciativa. Igual no sirvió para nada. Macri se agrupó con gente como él mismo, que trataron de ofendernos y de quitarnos el mérito de estos 42 años de lucha en paz. Nos dijeron que éramos mentirosos, que no fueron 30.000 los desaparecidos. Creen que tenemos una fábrica de nietos que vamos sacando cuando nos conviene. Algo absurdo pero que en cierto sector tiene efecto y nos tratan de estafadoras.

—¿Les dolió ese destrato?

—Claro que sí, pero de todas formas a nosotros nos han propuesto para el Premio Nobel de la Paz, tenemos el cariño de la gente buena e inteligente y con ellos estamos. El resto es una minoría muy poderosa en lo económico, muy torcida en sus ideas, que estigmatiza al morocho como peligroso. Ahora mismo, de hecho, están pidiendo documento por portación de cara. Ésa es la gente que está con Macri y que, me parece, ya está preparando la casa en el exterior. Hay que intentar que se queden, los que tienen causas abiertas no pueden salir del país. Ellos van a tener que explicar qué hicieron con la plata del FMI en algún momento. Son todas luchas que incorporamos a Abuelas. Somos también ciudadanas y no es indiferente para nosotras lo que pasa. Queremos que todos nuestros hijos, todos nuestros nietos y bisnietos vivan bien en el futuro. Por fortuna todo lo malo pasa también, pero tiene que haber justicia porque quién sabe el sacrificio que vamos a tener que hacer los ya sacrificados para solucionar esto.

—¿Cómo fue el avance de los juicios por delitos de lesa humanidad en estos cuatro años?

—La verdad que dejan un panorama en el que sigue faltando mucho. En este Gobierno no hubo independencia de poderes. Lo que el Poder Ejecutivo influenció sobre el Judicial y so­bre el Parlamento fue insólito. Nombraron jueces a dedo. Intercedieron para fomentar los encarcelamientos políticos sin juicio previo, como el caso de Milagro Sala. Los legisladores también se han manejado con total imprudencia, como las últimas declaraciones del senador Miguel Pichetto, que siempre fue una cara rara, pero ahora está mostrando la hilacha. Las expresiones que está teniendo son francamente delictivas, como cuando afirma que quiere dinamitar villas. Todo esto no ayudó los avances de los juicios por crímenes de lesa humanidad. El de Macri fue un Gobierno negacionista que creyó que el país era una de sus estancias donde podían hacer lo que querían. Los tiempos están cambiando y nosotros no queremos venganza, pero siempre vamos a reclamar justicia.

—En cuanto a justicia, hay dos puntos clave en estos cuatro años: el 2×1 y las reuniones del ministro de Justicia Germán Garavano con grupos o personas que reivindican el accionar militar en la última dictadura, como por ejemplo Cecilia Pando.

—Es que no disimularon nada. Nunca. El tema es que son mentirosos. Mienten con una caradurez tremenda. Dicen y se desdicen todo el tiempo. Macri en su campaña volvió a prometer cosas como si no hubiese un antecedente que nos dijera que es imposible que con él estemos mejor. Ahora mismo no sabemos quién gobierna. Todo lo que dicen está tergiversado cuando ves lo que realmente hacen y un Gobier­no negacionista puede decir que está a favor de los derechos humanos pero sus acciones nos demuestran que no. Felizmente no hay alteraciones en la conducta del pueblo como está pasando en Ecuador o Chile. Los organismos pedimos paciencia y que no haya violencia, pero nunca dejar de movilizarnos ni bajar los brazos. En sus últimos días de campaña, Macri dio un decidido vuelco a la derecha en su discurso: participó en un homenaje a militares muertos por Montoneros en los setenta.

—¿Si hubiese ganado las elecciones habría radicalizado la teoría negacionista?

—Sin dudas. Iba a pregonar la Teoría de los Dos Demonios en caso de tener un segundo mandato. Estaban preparando avances en ese sentido porque a la gente que lo sigue le gustan esas cosas. Recuerdo que se lo vio en la misma marcha a la que asistió Aldo Rico, un delincuente que fue golpista. Obviamente nadie va a dejar de llorar a los muertos. Si los familiares quieren honrarlos nadie puede decir nada, porque fueron usados por las fuerzas armadas, que tomaban chicos de 19 o 20 años y los hacían encabezar los ataques. La historia del país no es la que Gobierno enfoca. Había otro matiz. Mi hija era montonera, estaba en prensa. Nunca portó un arma y creéme que si lo hubiera hecho te lo diría porque en esa época se manejaba de esa manera. Si vamos a culpar a gente por usar las armas tendríamos que empezar por San Martín, el prócer que por redes sociales le gusta tanto al Presidente. El Gobierno tergiversa la historia y por eso es importante que la escriba la gente buena. En las escuelas se tiene que decir la verdad y estudiar por qué pasaba eso en nuestro país.

—¿Qué rol le atribuís a los medios de comunicación en esta escalada negacionista?

—La mayor expresión es la nota editorial que el diario La Nación saca ni bien gana Macri pidiendo el fin de los juicios. La prensa hegemónica es una prensa enemiga de la democracia. Ellos avanzan hacia el lado que les conviene y consiguieron el monopolio de la prensa durante la dictadura. La causa de Papel Prensa, por ejemplo, es algo por lo que algún día el CEO de Clarín, Héctor Magnetto, va a tener que rendir cuentas. La lucha es, a pesar de ellos, seguir prosperando en la memoria, la verdad y la justicia; enseñar en las escuelas lo que ha pasado, sin escándalo ni dramatismo, pero con contundencia para explicar la historia. Los jóvenes tienen que saber qué pasó para que nunca más haya gobiernos negacionistas.

Revista Cítrica


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