La economía entra al campo de batalla chileno como campaña del terror y desmovilización – Por Paul Walder

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Por Paul Walder *

La lucha está en la economía. Lo ha sido siempre en las revueltas sociales y en los procesos revolucionarios. Pero es también una batalla comunicacional y herramienta de control de fuerzas. Desde el estallido de la revuelta, la economía no había ingresado a escena como elemento de disuasión y temor.

Así había sido hasta esta semana, cuando se iniciaron presiones sobre el tipo de cambio y la difusión de informaciones que van desde desplomes en la bolsa, caídas en la producción y pérdidas masivas de empleos. Advertencias que tienen un aire de campaña del terror. Por venir de dónde vienen, por tener un destinatario claro y por el empleo de los grandes medios como canales de difusión.

Del mismo modo que el vandalismo se apodera de las pantallas de la televisión y las portadas de la prensa, el caos económico ha hecho ingreso para atemorizar a la población. El error de esta campaña, como ya han advertido analistas independientes, es que no tendrán efecto en una población movilizada que ha estado siempre en crisis. Que su única relación con el sistema productivo y financiero es como recurso para la ampliación de mercados.

El primer ingreso en el teatro de operaciones de la rebelión del 18-O que hacen las cúpulas económicas ha sido este martes aun cuando ya se habían observado ciertas expresiones desde el mismo corazón de las grandes finanzas. Desde aquel viernes de fuego hasta esta semana, el IPSA, el principal indicador de acciones local, ha retrocedido cerca de un quince por ciento, con desplomes mucho mayore en aquellas empresas expuestas a la indignación de la población.

En el retail, por ejemplo, y en los utilities, denominación que reciben las empresas de servicios públicos intensamente repudiadas por las altas tarifas y los frecuentes reajustes.

La jornada de huelga general de este martes detonó una nueva etapa, un referente económico a la crisis social, en el sector financiero. El primer indicador, que sonó cuan cacerola en los salones, ha sido la depreciación del peso, que cayó ante el dólar hasta un piso no visto desde las crisis de la década pasada.

Alcanzó la paridad de 800 pesos por dólar en algunos momentos de la mañana del martes y obligó al Banco Central a intervenir, por lo menos en palabra. No metió dólares al mercado pero dijo que eso haría, o podría hacerlo. La histeria entre los operadores se calmó un poco pero el miércoles repitieron la pataleta: el dólar cerró a 795 pesos. Hoy jueves sigue la misma tendencia.

La calma no solo ha estado en manos del Banco Central, que anunció una posible intervención durante los próximos meses de hasta cuatro mil millones de dólares de sus reservas de casi cuarenta mil millones. Ingresó a la escena Ignacio Briones, el ministro de Hacienda, desplegando todas aquellas propiedades de la economía chilena que la hizo durante décadas ser la hija pródiga del FMI y todas las agencias financieras internacionales.

Briones ha vuelto a presentar aquellos portentosos registros macroeconómicos a todos los inversionistas y especuladores, aquel relato del país más liberal y, así decían hasta octubre, exitoso.

Junto a la escalada del dólar, ha hecho su ingreso en la escena Alfonso Swett, el presidente de los empresarios y los representantes del comercio para entregar cálculos y proyecciones sobre los efectos de la rebelión en la economía. Swett habló inicialmente de la pérdida de 200 mil empleos, que podrían elevarse a 500 mil si la revuelta popular no decanta en los próximos diez días.

Todo ello a partir del decaimiento de la producción y los servicios afectados de una u otra manera por los desórdenes y la incertidumbre política. Otro efecto estima la poderosa Cámara Chilena de la Construcción. Un sondeo publicado esta semana afirma que la venta de viviendas ha bajado en un cuarenta por ciento.

A partir del ingreso de los dirigentes gremiales, se han sumado otras voces que han comenzado a esbozar una escena más compleja. Proyección, vaticinio o simple campaña del terror, no lo sabemos, desde la oficialidad de los mercados globalizados se augura recesión a partir de estos meses. El mismo Swett lo afirma: recesión técnica hacia el inicio del 2020, certeza compartida por José de Gregorio, ex presidente del Banco Central y actual decano de la FEN de la Universidad de Chile.

En todo caso, esta tendencia no sorprende. La economía chilena ha venido en contracción desde hace años y el trance presente no hace más que confirmar la tendencia. Con elementos adicionales, claro, pero no es lo fundamental. Chile no es Siria y no hay ningún daño estructural a la infraestructura productiva ni vial. Eso está intacto, salvo algunos galpones de acopio del retail.

Fomentar el terror económico es muy fácil. La intervención verbal de Briones y del Banco Central han tenido como efecto calmar un poco los mercados de la ola de especulación. Porque un dólar fuera de control sí que tiene efectos que van desde una presión sobre los precios de los productos importados y con componentes externos, que es casi todo, a una mayor carga financiera sobre los importadores endeudados en dólares.

Por qué sube. Ante el miedo y la incertidumbre el dólar aparece como un refugio. El economista Sergio Arancibia , destaca el mensaje que se le envía al mercado en el sentido de que “el BCC está dispuesto y en condiciones de intervenir tan pronto como los vaivenes en el precio del mercado superen los umbrales compatibles con los equilibrios de la economía chilena”.

Agrega que , “es saludable que el BCC tenga la capacidad financiera como para intervenir en los mercados cambiarios, y es importante que se haga política monetaria y no se tenga una actitud meramente contemplativa frente a las ciegas fuerzas del mercado”.

El otro punto que ha levantado el empresariado y los medios especializados es el desempleo. Patricio Guzmán, economista y asesor de trabajadores y sindicatos, no duda respecto a la campaña del terror económico levantada por las cúpulas empresariales y la prensa hegemónica.

“Toda cifra que se dé sobre pérdidas de puestos de trabajo por parte del gobierno o del gran empresariado es parte de la guerra sicológica en contra de la continuidad de la protesta social. No existe ningún estudio serio que fundamente esas cifras.. Por supuesto va a haber un impacto, pero ojo que en otro sentido. La reconstrucción de locales o infraestructura destruida generará empleo. Una distribución de la riqueza más democrática también debería dinamizar el mercado interno y generar empleo”, señaló.

* Escritor y periodista chileno, director del portal politika.cl, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (estrategia.la)

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