El reto de la educación superior de integrar saberes adquiridos en otros escenarios

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La formación para toda la vida, el reconocimiento de saberes y una revisión del concepto de título por el de certificaciones digitales, son algunos desafíos de la universidad contemporánea.

Así lo plantea un detallado análisis que hace la última revista Pensamiento Universitario, de la Asociación Colombiana de Universidades ASCUN, que muestra cómo los distintos formatos, métodos o modalidades de aprendizaje no pueden seguir dándose de forma desarticulada, pues el conocimiento adquirido debe integrarse, reconocerse y potenciarse, y esa es una práctica hasta ahora poco frecuente en la universidad colombiana.

A continuación se reproduce el apartado de la revista relacionado con el nuevo sistema de reconocimiento de saberes:

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Tradicionalmente quien deseaba demostrar sus conocimientos en determinadas áreas de conocimiento tenía que pasar por la Universidad; es decir, cursar todas las asignaturas, materias, módulos… aprobar las respectivas evaluaciones y obtener un título o diploma, que le habilitaba para demostrar su conocimiento, ubicarse laboralmente y ejercer profesionalmente.

La universidad ha venido actuando como juez y parte. Por un lado, define los contenidos, enfoques y formas metodológicas de abordar el conocimiento que luego evalúa y, por otro, ella misma certifica el nivel de conocimiento del estudiante.

La Universidad era casi que la única institución social habilitada para ello; sus enseñanzas eran asumidas como el único conocimiento validado científica, académica y culturalmente, y se presumía que lo aprendido fuera de ésta carecía de rigor, contrastación y aplicabilidad.

Pero el nuevo escenario de rompimiento de paradigmas como producto de la globalización y la tecnología llevó a replantear el rol único de la titulación, de los planes de estudio inflexibles, de los requisitos inamovibles, de
los enfoques monodisciplinares, de los currículos fragmentados….

El ya tradicional debate en torno del “divorcio” entre la Universidad y la Empresa adquiere un tono preocupante cuando la segunda empieza a depender cada vez menos de los egresados de las universidades.

El joven de hoy no es el de hace una o dos décadas; y el conocimiento y los nuevos desarrollos están mediados o determinados más por la tecnología, la empresa y los intereses globales, que por la investigación universitaria y los nuevos paradigmas de producción (lo digital, lo disruptivo, lo masivo, lo urgente, lo mediático, lo multicultural, lo global, lo web, así como las nuevas actividades, roles, cargos y funciones inexistentes hace unos pocos años).

El título universitario reconoce una trayectoria en un modelo estructurado, académico, de larga duración y disciplinar, pero no dimensiona todo el desarrollo del potencial de un estudiante, las habilidades complementarias alcanzadas durante su formación así como las externalidades derivadas de su proceso académico (habilidades sociales, competencias ciudadanas, espíritu democrático, entre otros), más las profundizaciones técnicas específicas de su área de estudio (por ejemplo, énfasis en normas contables, para un administrador de empresas; edición multimedia, para un comunicador; gestión administrativa para un médico, entre otros).

El conocimiento, el dominio sobre un saber, un hacer bien, la capacidad crítica derivada de la experiencia, el aprendizaje como producto de la interacción con otros que saben más y la inteligencia práctica derivada del diario hacer, también constituyen un patrimonio de la inteligencia que adquiere igual o mayor valor que el ejercicio académico de un plan de estudio, acompañado de una evaluación y de una titulación.

Así, cada día cobra más vigencia el reconocimiento de los saberes, independientemente del cómo, cuándo y dónde estos han sido adquiridos.

El cómo, con quién, bajo qué método y en qué circunstancias son variables que históricamente han determinado la “calidad” de la formación universitaria, pero no son las únicas maneras de adquirir y demostrar conocimiento.

Las credenciales digitales alternativas

En muchos escenarios se comienza a posicionar el concepto de Credenciales Digitales Alternativas, (CDA or ADC, Alternative Digital Credentials) -o insignias-, entendidas como un registro digital (similar en su génesis a un título o diploma) con abundante información sobre las habilidades y competencias personales relevantes del estudiante o egresado, para el mercado laboral. Los CDA funcionan con tecnología blockchain, de tal manera que la información en ellos contenida, tiene plena seguridad y no puede ser modificada.

Blockchain permite transferir archivos digitales de forma segura. La información se halla almacenada en millones de ordenadores. Cada poco tiempo, las transacciones se agrupan en un bloque que se enlaza con el bloque anterior y con el que precede a éste, en una «cadena» en la que cada bloque lleva una marca de tiempo, lo que hace que resulte
prácticamente imposible hackear o alterar cualquier transacción sin afectar a toda la cadena.

Estas credenciales o insignias digitales se pueden compartir en plataformas sociales como Linkedin, Facebook o Twitter.

Para el ICDE (o Consejo Internacional para la Educación Abierta y a Distancia), las credenciales alternativas dan fe de las competencias obtenidas, centrándose en la aplicación práctica de los conocimientos adquiridos (competencias) o de los logros académicos por separado (aprendizaje evaluado).

Mientras que los expedientes académicos tradicionales se limitan a señalar que una persona cursó y aprobó un plan de estudios, sin el detalle de su desempeño o las habilidades y competencias adquiridas, las Credenciales Digitales Alternativas son una más precisa radiografía de los conocimientos y logros de la persona y resultan muy útiles al mercado laboral en su identificación de perfiles. Los títulos refieren a logros de aprendizaje (o conocimiento), mientras que los CDA reseñan competencias, que no sólo significa que se ha aprendido un conocimiento, sino que también se puede aplicar dicho conocimiento de forma práctica.

Los títulos digitales que están comenzando a expedir algunas IES colombianas como, por ejemplo, la de Antioquia y Rosario, que permiten al egresado consultar, descargar e imprimir su diploma y acta de grado, son una evolución tecnológica del proceso de entrega de títulos, pero no responden al concepto de certificación o insignia digital.

El conocimiento demanda una permanente actualización y el registro de un título o la denominación de un programa sólo termina siendo un acontecimiento descriptivo de quién, cuándo y dónde se formó, pero no puede demostrar las habilidades y conocimientos adquiridos, que es lo que realmente interesa a la empresa. Esto puede explicar, en gran medida, cómo sistemas de aseguramiento de la calidad (como el actualizado colombiano con el Decreto 1330 de 2019) están apuntando a los resultados de aprendizaje en los procesos de formación de educación superior.

Es así como grandes empresas (como, por ejemplo, Oracle, IBM, Cisco, Siemens, Microsoft) han optado por esta forma de certificar y reconocer los aprendizajes de estudiantes no formales o empleados suyos.

En el futuro, será cada vez más común emparejar a los candidatos con los puestos de trabajo de forma automática utilizando los datos de las credenciales (ICDE). En algunos cargos, roles o perfiles laborales es difícil hallar las competencias necesarias, por lo que la evaluación de la “huella digital” del candidato cobra gran importancia, y no siempre dicha huella apuntará al mejor resultado en la Universidad sino en otros escenarios. Por ejemplo, un empleador podrá estar más cómodo con quien demuestre una certificación específica, incluso si éste no tiene un
título universitario.

Algunas de las universidades que han comenzado a usar las CDA son: Georgia Tech, Universidad Estatal de Illinois, Universidad Politécnica de Madrid, MIT, Tec de Monterrey, UNED, Universidad Tecnológica de Graz -Austria-, Universidad de California y Universidad de Washington.

Universidades colombianas como la Javeriana, Piloto y Autónoma de Bucaramanga ya han avanzado en el tema y la Asociación Colombiana de Universidades está en el proceso de levantar su mapa de insignias digitales para quienes participan en el Programa Retos y para el reconocimiento de aportes a proyectos y al fortalecimiento de la gestión de la Asociación.

Hoy día son más las empresas, plataformas tecnológicas comerciales y sistemas de MOOCS los que entregan CDA que las mismas universidades.

Mientras que las universidades describen los títulos alcanzados en programas formales, las CDA están incluyendo el reconocimiento de las competencias o del aprendizaje adquiridos mediante otros proveedores, o a través de la propia experiencia del estudiante – egresado, con lo que se conforma un portafolio único que registra la hoja de vida intelectual y de potencialidad en habilidades y competencias del candidato.

Estas credenciales se constituyen -para el caso colombiano- en una puerta de entrada para lo que se ha identificado -aunque aún no concretado- como el Marco Nacional de Cualificaciones, que define para el país los diferentes niveles de formación en un continuo orientado por la Clasificación internacional de la UNESCO (ICDE 2011), y que corresponden a los niveles que se constituyen en el referente para diseñar rutas de formación y de establecer las cualificaciones descritas como aprendizajes que pueden ser evidenciados tanto por quienes las enseñan y quienes las certifican, como por el medio laboral, empresarial u organizacional que requieren para sus desarrollos cierto tipo de profesional o de experto en campos ocupacionales o técnicos.

Una vez se adopta para cada país un Marco de Cualificaciones, se plantea la necesidad de configurar un sistema que
permita la conexión entre requerimientos y formación y la definición de vías alternas de reconocer aprendizajes, adquiridos por el estudiante en distintos contextos, no necesariamente escolarizados, y que sirven para favorecer su movilidad y acceso en los diversos niveles de estudio, programas e instituciones de educación superior.

En Colombia prevalece el modelo tradicional de educación por niveles, titulaciones y tipologías. Esto ha traído, como
consecuencia, la desarticulación generada por una particular manera de interpretar el sistema educativo que ha llevado a que los logros académicos y aprendizajes en diversos escenarios y competencias sean vistos como escenarios diferentes, como habilidades y conocimientos que se llevan a la práctica en entornos que se creen no
compatibles. El estudiante no transita por el sistema y el reconocimiento de saberes no se ha incorporado como una política de Estado, a pesar de los intentos por integrar el sistema de educación terciaria.

De otro lado, si el sistema el sistema educativo, tanto en los niveles de la oferta como en las instituciones oferentes: las universidades y las distintas entidades de formación (comercial o no, presenciales o virtuales, nacionales y extranjeras…) asumen como un principio y una política dar valor y reconocer los aprendizajes previos (formales o no), los jóvenes y adultos hallan motivación para ascender en su proceso permanente de formación, y su posicionamiento laboral y social.

En un momento en que las titulaciones académicas tradicionales de grado se convierten en el requisito mínimo para acceder a los puestos de trabajo, las certificaciones por otras vías ayudan a los jóvenes a distinguirse en el mercado a través de credenciales alternativas que sustituyen o complementan los títulos universitarios tradicionales (American Council Education). Al fin y al cabo, a diferencia de hace unos siglos, e incluso pocas décadas, el conocimiento ya
no se encuentra en su mayoría en la Universidad y cada vez se reconocen centros de formación con mucho prestigio que no son propiamente instituciones de educación superior.

Lograr que cada vez más empleadores acepten estas credenciales (y por ende se favorezca la empleabilidad del estudiante) depende de la capacidad de las universidades de diseñar currículos que sin descuidar la formación de
criterio y de aportar valor a una perspectiva de aprendizaje a lo largo de la vida, también respondan a las demandas del mercado laboral y de sus dinámicas cambiantes. De no hacerlo, situaciones como las de grandes empresas como
PWC, EY, Random House, KPMG y Deloitte, entre otras, de eliminar la necesidad de contar con un título universitario para acceder a un puesto de trabajo interno Agnew, (2016), pueden complicar el panorama de demanda universitaria y la manera como la Universidad desarrolla sus misiones o funciones sustantivas de docencia, investigación y extensión.

El Observatorio de la Universidad de Colombia


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