Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia: “El MAS siempre tiene un voto escondido”

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García Linera: El MAS confía en su voto oculto; solo queda por definir los 2/3

Por Miguel Gómez

El vicepresidente Álvaro García Linera, candidato a la reelección por el Movimiento Al Socialismo (MAS), entra sonriente a la sala de la Casa Grande del Pueblo. Su dolor de garganta no le bloquea el buen humor. Las protestas de los médicos que intentan ingresar a una plaza Murillo cercada por los policías, a dos cuadras a la redonda, evitaron que la entrevista sea en su cuartel general, que se encuentra a una cuadra. Viene de la entrega de equipos de laboratorio a escuelas de El Alto. Se acomoda en el sillón, junto a su infaltable vaso de agua tibia, casi caliente, y cruza la pierna izquierda sobre su derecha. Así, se declara listo para la charla.

—¿Nervioso? 

—No, ajetreado, usando todo el tiempo que se pueda para que la campaña avance favorablemente.

—¿Qué le dicen las encuestas?

—Que ganaríamos en primera vuelta, con una distancia notable, que tendríamos mayoría en ambas Cámaras de la Asamblea…

—No todas…

—Las serias, hablo de ellas, no las que son objeto de una cocina previa. Y el debate es sobre cuánto nos acercaremos a los dos tercios en el control de las Cámaras. Lo demás está zanjado, la victoria en primera vuelta y la mayoría absoluta obtenida.

—Aunque esos números no van de la mano con los que espera el Presidente, más del 50% o incluso el 60% de votación.

—El MAS siempre tiene un voto escondido. En 2014, cuando ganamos con el 63%, en el mejor de los casos las encuestas nos daban entre 49% y 51%, y apareció un voto superior de más del 10%. Lo mismo pasó en 2009. Hay un voto escondido del MAS que viene no solo de zonas rurales alejadas, donde no llega ningún encuestador y donde el apoyo al Presidente es mayoritario, sino también de las propias encuestas urbanas, donde la gente de las clases populares no necesariamente le dice su pensamiento al encuestador. Siempre hay un voto de lo popular que no te dice hasta último momento por quién está votando, y en el caso del MAS, el voto escondido es una regla de oro de las últimas tres elecciones. ¿Qué porcentaje será, 7% u 11%? Confiamos en ese voto que siempre aparece en el resultado final y que no está en las encuestas, y que ayude a ampliar la distancia con el segundo y el tercero.

—¿Mesa no es una amenaza?

—No tenemos actitudes triunfalistas, siempre trabajamos como que estuviéramos abajo, por mucho que las encuestas nos den un porcentaje elevado o súper elevado… Ni triunfalismos, ni temores, sino esfuerzo y un plan de trabajo sistemático y organizado…

—¿Y la oposición en general, pese a su división?

—Eso completa sus errores. Pero su pecado original, su error de fondo es no haber elaborado un proyecto alternativo de organización del Estado, la economía y la sociedad, que despierte entusiasmo y adhesiones para enfrentar al MAS. A lo que se dedicaron es a colocar notas a pie de página del proyecto del MAS. A ello se sumó su división porque fragmenta su voto. Y a esto se suma la debilidad de sus candidatos: uno marcado por la ambigüedad, por la pusilanimidad frente a la vida, y otro, caracterizado por su afincamiento meramente regional. Son tres defectos que se agrandan con el tiempo.

—Los números muestran que el MAS sigue fuerte en occidente, ratifica su avance en el oriente, pero ahora no tiene peso en el sur, que es opositor.

—Es la nueva característica de estas elecciones. Hay un desplazamiento del voto más opositor. En 2005 y 2009 había presencia mayoritaria del MAS en occidente, y débil y ascendente en oriente. En 2014, era mayoritaria en occidente y oriente, pero con debilitamiento en el sur, en Chuquisaca, Tarija, Potosí. Ello es novedoso y nos obliga a revisar nuestras debilidades, a pensar lo que no hicimos bien. Posiblemente no hemos sabido atender de la mejor manera antiguos conflictos regionales y que ahora están generando este pago de factura. Como el caso de las regalías del megacampo Incahuasi (se definió que el reservorio está en Santa Cruz y no en Chuquisaca), la gestión del gobernador interino Lino Condori en Tarija o la huelga de casi un mes en Potosí, de hace unos años, cuyas heridas no han cicatrizado del todo. No adoptamos posturas demagógicas y asumimos las cosas tal como son. Eso generó el desplazamiento de un voto opositor urbano, ampliado en esas tres ciudades. Pero lo que hacemos en la campaña es intentar cerrar esas heridas, mostrar nuestros argumentos. Aunque los opositores también hacen lo suyo, buscando generar más conflictos… Esto es lo más novedoso de esta campaña electoral, en términos de territorialidad electoral.

—Mesa ve un pacto entre el MAS y Ortiz, y éste también habla de una relación entre Mesa y el oficialismo…

—Lo repito, ambos son funcionales a nosotros, por el pecado del punto de partida. Son funcionales porque no han logrado despertar en el electorado la apetencia, el interés, la expectativa por algo distinto, por una economía distinta, por una relación estatal de poder distinta. Ese es un gran problema. En el fondo, ambos se disputan, hablando de que mantendrán los bonos, el Seguro Único de Salud (SUS). Entonces para qué son candidatos, ello no es serio. Ambos son tributarios de esta estructura política discursiva de la plurinacionalidad que hemos construido: nacionalización, distribución de la riqueza, ampliación de los derechos sociales, igualdad de pueblos indígenas con el resto de los bolivianos, desconcentración de la riqueza. Esos son los pilares, pero ellos nada nuevo, ni un solo pilar. Son funcionales porque validan que el único proyecto de país en Bolivia es el nuestro.

—Pero se nota que no hay un debate programático en estas elecciones…

—Dos cosas importantes. Es una campaña con menos entusiasmo social y con menos debate programático, porque no hay otro proyecto. Como quiera, hasta 2009, a pesar de que entonces ya fueron derrotados políticamente, había opositores que se esforzaban, diciendo que las privatizaciones son buenas. En 2014, desapareció el debate programático, pero habían postulantes más audaces y exigentes. Y ahora de qué debate vamos a hablar si todos en el fondo manejan el mismo programa. Y así, la campaña pierde intensidad, es como una especie de rutina. Se vuelve a validar la continuación del modelo económico en Bolivia. Y con eso no hay polarización y, por ello, las cosas son más rutinarias y menos apasionadas. Esa es la característica de esta campaña.

—¿Y en qué cambió el discurso programático del MAS tras 13 años en el poder?

—Hemos hecho un par de enriquecimientos del modelo económico, para darle más combustible. No es una sustitución, sino una ampliación. El tema de lo público-privado es lo nuevo, pero con una característica interesante: el Estado no se convierte en el competidor del privado, sino que logra una distribución de tareas con las cuales ambos se pueden complementar.

Esto inaugura una nueva era en el debate político boliviano, en cuanto al péndulo entre librecambismo y proteccionismo. Y lo que logramos, y ello sacó del juego a los opositores, es que hemos hecho una especie de síntesis. En vez de ver al proteccionismo como opuesto al libre comercio, o viceversa, en unas cosas hemos sido proteccionistas, y en otras, hemos optado por el libre comercio y los mercados externos. Y esto lo aplicamos a la relación con los privados. En cierta forma, hemos resuelto, en pequeño, el debate que se da en el mundo entre proteccionistas y globalizadores, con negocios que unen a lo privado y lo estatal. El etanol es un ejemplo, otro es el biodiésel, y así pasará con el litio y el hub de Viru Viru. No lo habíamos visto así en 2005, apostamos a que el Estado se concentre en lo estratégico, con más rentabilidad, y que el privado haga lo suyo. Ahora, las cosas se hacen juntos, cada uno hace su parte y forman una empresa. Es una de las novedades que hemos implementado en el modelo de desarrollo, para incentivar mayor inversión y empleo.

Otro punto que innovamos es en la economía del conocimiento. Bolivia va a apostar a esto con sus centros de investigación y apoyando al privado con la formación de las capacidades intelectivas de los estudiantes y universitarios, con becas de por medio. Ahora exportamos cerca de $us 80 millones de software y tecnología de punta, queremos multiplicar esto por 10. Hay una resignificación y una valoración del papel de la ciencia y la tecnología para el crecimiento del país. Es una nueva área del desarrollo, la del valor agregado cognitivo.

—¿Y qué errores pretenden subsanar de estos 13 años?

—Primero, en lo político, y lo digo de tiempo atrás, la falta de formación y cualificación política de los cuadros de militantes, como dirigentes o funcionarios públicos. La mayor parte de la nueva generación que entra ahora a ser dirigente no está en la escuela de los bloqueos, las marchas, o las persecuciones y la cárcel; se han forjado en la  estabilidad, en la carrera de ascenso social, y eso lleva a que no necesariamente hay el mismo nivel de compromiso político en las nuevas generaciones. Eso despolitiza la lucha social y la política es el compromiso por los bienes comunes de un país. Eso falta.

Segundo, la reforma de la Policía como institución nacional con mando único, con mejor equipamiento técnico y una reactualización de labores, esfuerzos en favor de la protección de las personas; no lo hemos hecho, no tuvimos el tiempo suficiente. Tercero, en el marco de la autonomía universitaria, una articulación sana entre oferta académica y demanda laboral. Los universitarios salen con una oferta que no está actualizada al mercado laboral. Fue un error no haberlo hecho…

—¿Y la reforma judicial?

—Es otro error. Pero quiero reivindicar la modificación del sistema en el ámbito procesal civil, y en el de la selección y de las nuevas normas para los notarios. Eso sí, nos hemos trancado en el ámbito penal. Pero no nos hemos detenido. Hemos hecho una modificación de la ley procedimental que empieza en octubre con miras a una justicia rápida y gratuita, que terminará de aplicarse en seis meses. Nos hemos atrasado, quisimos hacerlo en 2018, pero nos bloquearon.

—¿La elección de autoridades?

—Es un debate que está en la Constitución. No nos cerramos a debatir si la selección puede ser por la vía de la Asamblea. Pero si estamos en desacuerdo con esa medida hay que cambiar la Carta Magna. Eso sí, pese a todo, hoy un juez es elegido con el voto de 50.000 o 100.000 personas, y antes lo era por el Presidente o el Parlamento; pensábamos que era más democrático. ¿Nos equivocamos?, lo debatiremos para ver si hay una mejor manera de elegir y si es así, estamos dispuestos a acatarla, o cumpliendo la Constitución o cambiándola.

—Visto así, su preocupación es si logran la mayoría en la Asamblea Legislativa…

—Fíjese lo que sucede cuando no hay un acompañamiento del Legislativo con el Ejecutivo. Un Legislativo te puede tumbar. En 1984 tumbó a Hernán Siles Zuazo y en cierta manera lo hizo con Carlos Mesa en 2005. No podemos regresar a ello. Por eso es importante que gane quien gane, los bolivianos le den también al ganador el apoyo mayoritario en la Asamblea. Es posible, pero no es sano democráticamente que haya un presidente con alta votación, pero con un parlamento opositor. Así no va a gobernar y tarde o temprano uno va a liquidar al otro. Ahí, el país se bloquea políticamente, en la economía, en sus instituciones, y se viene una serie de catástrofes que acompañan a esta crisis institucional. Queremos ser gobierno y pedimos que el pueblo nos dé la mayoría parlamentaria para ser un buen gobierno. Y si le da el gobierno a otra persona, que igual le dé mayoría parlamentaria, porque sino tendrá un gobierno débil e instituciones enfrentadas, y la gente padecerá el resultado en su economía porque va a tener un país paralizado.

La Razón

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