Caravana contra los femicidios en México: 10 mujeres por día son asesinadas

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Una caravana simbólica se abrió paso el domingo por las calles de Ecatepec, Estado de México, mientras sus integrantes sostenían ramos de rosas blancas en recuerdo a una niña de dos años que fue asesinada a golpes y abandonada en una acera de este suburbio al norte de Ciudad de México, una de varias víctimas en un país con un elevado índice de feminicidios.

Un promedio de 10 mujeres son asesinadas al día en México, a menudo después de una agresión sexual, asegura el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio. Eso convierte al país en uno de los más peligrosos para las mujeres. Y Ecatepec, una comunidad humilde de clase trabajadora con 1,7 millones de habitantes, ha registrado un mayor número de casos en los últimos años que cualquier otro municipio del territorio mexicano.

“Las mujeres de la periferia somos las olvidadas. Solo entramos en las cifras”, dijo Magda Soberones, de 28 años, madre de tres hijos y una de las fundadoras del colectivo que encabezó la procesión en Ecatepec, que es parte de “la periferia”, los suburbios de la capital mexicana que conforman una de las zonas metropolitanas más grandes del mundo, con 22 millones de habitantes.

El grupo de Soberones lleva el nombre de “Mujeres de la periferia para la periferia”, y organiza eventos artísticos para atraer la atención a la violencia contra las mujeres.

Varias personas se congregaron en la primera escala de la caravana, en el lugar en que fue hallado el cuerpo de la pequeña Samantha envuelto en una sábana, después de que la golpearan hasta matarla en junio pasado.

Los vecinos recordaron los gritos que escucharon en las primeras horas del feriado por el Día del Padre en México. Una mujer dijo que se asomó por la ventana y vio que una joven dejaba un bulto sobre la acera, que resultó ser el cadáver de Samantha. La vecina, que luchaba por contener el llanto mientras sostenía a su propio hijo en brazos, se negó a dar su nombre a The Associated Press.

“Jamás volvió a abrazarla”, dijo la vecina sobre la joven. “Yo no la hubiera soltado”.

Los residentes llamaron a la policía y aguardaron una larga hora para que llegara una patrulla. Los agentes tomaron declaraciones, pero no han regresado. La madre de Samantha acusó a su novio de golpear a la niña. Los vecinos señalan que no han visto a la pareja desde entonces.

“¡Justicia para Samantha!” gritaban las activistas el domingo antes de colocar una pequeña imagen de una niña y el nombre de Samantha cerca de un mosaico con la imagen de Jesús en la cruz.

La procesión se dirigió luego a un campo de flores blancas y amarillas, en donde se encontraron los cuerpos de una madre y su hija adolescente después de que pasaron la tarde en un baile. Ambas fueron violadas.

A su paso por una angosta calle, las activistas pidieron a los residentes que se mantuvieran más alerta.

“Señor, Señora. No sea indiferente. Se mata las mujeres en la cara de la gente”, corearon.

Los miembros del colectivo vestían largas faldas color morado y coronas de rosas en el cabello. El sonido del viento reverberaba por una bocina mientras las mujeres se levantaban las faldas para caminar por los elevados pastizales en el lugar en que se encontraron los cuerpos semidesnudos de la madre y su hija.

Se turnaron para decir el nombre de la madre –“Yo soy Angélica”– y luego el nombre de la hija –“Yo soy Karla”– mientras doblaban sus faldas por el aire como gigantes alas de mariposa.

Los familiares de las víctimas rompieron en llanto y las integrantes del colectivo las abrazaron, llorando juntos.

La hermana mayor de Karla, Angélica Estévez, dijo que la joven de 16 años pasaba mucho tiempo en casa, le gustaba estudiar y no tenía novio. La noche en que fue asesinada era la primera vez que salía a bailar, relató. Su madre vendía pan en el mercado y también era aficionada a bailar salsa.

“No merecían morir de esa forma, ninguna de las dos”, sostuvo Estévez.

Dos hombres han sido acusados de los asesinatos y su audiencia se realizará a mediados de octubre.

Familiares de otras mujeres que han sido asesinadas en la periferia de la capital ingresaron al campo para compartir sus historias, que coinciden en muchos aspectos: Muertes violentas, impunidad para los culpables e investigaciones prácticamente nulas por parte de las autoridades.

La hija de Lilia Florencio, Diana, fue encontrada violada y estrangulada a una cuadra de su casa en 2017. Su madre describió que las artes escénicas son una manera para “que se visualice lo que está pasando en ese México tan dolido”.

Señaló que lo único que ha recibido de la policía fue un cartel hace un año en que se prometía una recompensa a cambio de información que llevara a resolver el crimen.

“Nosotras, las madres, las familias, vamos a seguir exigiendo justicia”, prometió Florencio.

La siguiente parada de la caravana fue en un altar en conmemoración de uno de los más impactantes delitos recientes en el país: El sitio en que una pareja mató y descuartizó a más de una docena de mujeres. Juan Carlos Hernández y Patricia Martínez, que fueron arrestados el año pasado, admitieron haber asesinado a por lo menos 20 jóvenes en Ecatepec. Las descuartizaron, se comieron parte de sus cuerpos y vendieron algunos de los huesos de las víctimas a cultos religiosos.

Las integrantes del colectivo sostuvieron mascadas rojas sobre velas encendidas. Entregaron claveles rojos a la multitud y luego colocaron signos de interrogación sobre las faldas de varias muñecas de papel, colocadas en el altar en memoria de las víctimas, muchas de las cuales aún no han sido identificadas.

“Si no nos organizamos, podría ser alguna de nosotras”, advirtió la activista Lizeth Flores a la multitud.

Sin Embargo

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