Trump, Groenlandia, Centroamérica y el expansionismo estadounidense – Por Rafael Cuevas Molina
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Rafael Cuevas Molina *
Desde México, Centroamérica y el Caribe, los exabruptos de Donald Trump respecto a Groenlandia no nos son extraños. Eso, que parece ser producto de la torpeza del presidente actual, lo hemos sufrido nosotros toda la vida, desde que accedimos a la independencia. Ya desde antes, próceres norteamericanos, firmantes de su acta de independencia como Thomas Jefferson, consideraban que apropiarse de nuestros países era una buena idea.
Lo hicieron con México, a quien cercenaron la mitad de su territorio, y en 1855 se dejaron caer por Centroamérica aupando a una gavilla de bandoleros que se establecieron en Nicaragua comandados por un tal William Walker, que pretendía establecer estados centroamericanos racistas anexados al sur esclavista norteamericano.
Desde entonces, los norteamericanos nunca fueron mucho más corteses que Trump. Mandaban un acorazado, reclutaban bandoleros en las equinas de Nueva York, se referían a nosotros en los términos más procaces y abusivos. Tal vez no llamó tanto la atención porque somos países con poblaciones “de color”, pero ahora que se pelean con los rubiecitos daneses las cosas se ven de otra forma: una cosa es avasallar pueblos bárbaros y otra meterse con quienes son modelo de desarrollo, belleza y buenas maneras.
Hay otras diferencias que a lo mejor es bueno traer a colación. A los daneses les ofrecen comprarles Groenlandia, a nosotros ni siquiera eso. William Walker hizo lo de Julio César en la Galia: vini, vidi, vinci, y no soltó ningún dólar para nadie. El Canal de Panamá fue concesionado por 10 millones de dólares por un período de 100 años, una bicoca tomando en cuenta los réditos económicos y geoestratégicos que les significó.
No debemos perder de vista que hay otras diferencias que, a pesar de dejarnos mal parados a los centroamericanos, deben evidenciarse. La señora primera ministra danesa, Mette Frederiksen, no tuvo ningún empacho en parársele en seco al oferente Trump y reírse un poco de su salida de tono, tal vez un tanto incrédula de que alguien se atreviera a hacer algo de ese calibre en pleno siglo XXI.
En Centroamérica, sin embargo, nuestras autoridades gubernamentales no tienen las agallas para hacer algo así. En estos días, el señor vicepresidente de Guatemala, un tal Jafeth Cabrera, acaba de decir que el país no puede oponerse al atropello que está cometiendo Trump al declararlo Tercer País Seguro porque “si Estados Unidos puso de rodillas a China, no digamos a un país tan pequeño como Guatemala”. Es decir, que el señor se entrega al designio de míster Trump como a una fatalidad inexorable.
Desgraciadamente, en nuestras tierras siempre ha existido ese tipo de políticos de pacotilla. Afortunadamente para los groenlandeses, son territorio autónomo de Dinamarca, porque si lo fueran de alguno de nuestros paisitos con un presidente como este tal Cabrera, a estas alturas ya la transacción inmobiliaria –como la llama míster Trump- estaría finiquitada.
Nefastos los tiempos que vivimos. Quienes no deberían de haber pasado de la trastienda son quienes manejan el mundo. Esperemos próximamente más exabruptos como este o peores. Como buen dealer, el señor del copete amarillo seguramente ya está tramando nuevas sorpresas. Estemos atentos.
* Académico guatemalteco-costarricense. Presidente AUNA-Costa Rica
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