La Amazonía y los proyectos de explotación minera

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La explotación de la Amazonía se da al comienzo a través del extractivismo clásico, basado en la extracción de los productos de la selva, que eran después exportados, como es el caso del caucho en la segunda mitad del siglo XIX, debido a la demanda de la revolución industrial en Europa. Ese fue el primer gran emprendimiento económico de la región que alteró el carácter incipiente de la explotación hecha hasta entonces.

El control de la producción y extracción de la materia prima por parte de las potencias imperialistas hizo que el centro dinámico de la economía amazónica se encuentre en el exterior. El Estado brasilero tuvo un papel decisivo en la estructuración de esa plataforma de explotación centrada en la exportación de materiales primas. Durante décadas el Estado promovió el desplazamiento de contingentes inmensos de trabajadores desde la región Nordeste para suplir las necesidades de fuerza de trabajo en la explotación del caucho. Esos trabajadores fueron subordinados a relaciones de servidumbre, no tenían ningún derecho y dependían de los productos provistos por los comercios locales, de propiedad de los patrones. Después de la entrada en el mercado mundial del caucho proveniente de Asia, cuya producción era controlada por Estados Unidos, la actividad cauchera entró en crisis, lo que llevó a un mayor deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores.

El gran salto en la explotación de la Amazonía comienza con la dictadura civil-militar (1964-1985) con programas de ocupación de todo el territorio. Por detrás del discurso de defensa de la soberanía nacional, el objetivo real era garantizar la explotación por el capital privado y extranjero. En los programas de desarrollo nacional le cabe a la Amazonía ser la “frontera de recursos naturales”, con función de exportadora de minerales.

El neoextractivismo,que es el concepto para designar actividades que extraen grandes volúmenes de recursos naturales sin procesar, utilizando tecnologías de explotación intensivas y rápidas, y que se destinan sobre todo a la exportación, es la nueva forma de explotación de la región, sin que se altere su papel en el capitalismo mundial.

Una de las experiencias principales y muy antiguas de explotación del mineral en la Amazonía data de 1945 con el descubrimiento del manganeso en el estado de Amapá, por parte de la empresa minera ICOMI, que representaba los intereses de la multinacional estadounidense Bethlehem Steel, que poseía el control de la extracción mineral brasilera.

Pero, fue a partir 1967 que el Estado consolida el proyecto de convertir a la Amazonía en una región exportadora de minerales a escala industrial, con la venta de tierras para el desarrollo del Proyecto Jari por la Universe Tankship Inc., subsidiaria del conglomerado del estadounidense Daniel Ludwig, que instaló una minera de bauxita y caolín.

El Estado brasilero, además de la serie de incentivos fiscales, estuvo a cargo de la construcción de toda la infraestructura necesaria como carreteras e hidroeléctricas. Decenas de ellas fueron construidas en los ríos de la Amazonía y muchas otras están aun en planos. Toda la generación de energía estaba (y está) destinada a las grandes mineras multinacionales, sin que la población tenga acceso a la luz y la energía necesarias.

Se dio así, un largo período de avance de la explotación de minerales, en el cual no se tomó en cuenta a los pueblos que allí vivían, ni a los trabajadores que eran llevados. Seringueiros, indígenas, remanentes de quilombos, sin-tierra, caboclos, poseiros, pequeños productores, ambientalistas, asalariados entraron en conflicto constante con el proyecto del Estado.

La privatización en los 90 de la empresa minera mas importante se configura como un nuevo marco de la explotación de la minería en la Amazonía, siendo la gran minería ahora dominada por diversas multinacionales, sin control directo del Estado brasilero, que apenas debía garantizar la infraestructura.

Muchas commodities minerales se extraen de la Amazonía, el principal producto que se exporta es el hierro, que representa un 44,4% del total, seguido por el cobre con 11,1%. El gran consumidor de minerales amazónicos es China, seguida por Japón, gran parte de este hierro se extrae de las minas de Carajás, en Pará. Debido a la concentración de las exportaciones en las commodities, la dependencia del consumo internacional es muy alta, y los cambios de precios y el enfriamiento de la economía china se sienten en la economía de la región.

Esta concentración de las exportaciones en productos minerales no procesados refuerza el papel de la Amazonía como simple exportadora de recursos naturales. En 2017, el 78,3% de todas las exportaciones de la región Norte fueron productos sin procesamiento, in natura, el 7,7%, productos semi-manufacturados (como la alúmina y el aluminio primario) y apenas un 14% de productos manufacturados. La Vale sola respondió por 62% de todas las exportaciones de la región Norte y 70,2% sólo del estado de Pará.

El rompimiento de represas de residuos, como el de Mariana, en 2015, y de Brumadinho, en 2019, ambas en el estado de Minas Gerais y de propiedad de Vale, acabó revelando a la sociedad la gran cantidad de construcciones de ese tipo que existen en el estado, muchas de ellas con riesgo de sufrir rompimientos. En la Amazonía existen decenas de estas represas, además de otras pertenecientes a hidroeléctricas en funcionamiento, en construcción o planeadas. Por cada montaña de mineral exportada, se crea otra de residuos.

Se trata del avance de la lógica del capital, de la posesión privada de la tierra y de sus recursos, ignorando criminalmente las formas normales de ocupación común, colectiva, de esas riquezas. El poder de las empresas y su estrategia de coerción han causado, con frecuencia, la desregulación los marcos legales por una clase política sin compromiso con el sentido público de los bienes comunes.

Desde el golpe de 2016, la ofensiva de empresas mineras sobre el Estado ha presionado para la creación de leyes y la modificación del código de minería. Estos cambios afectan directamente a la Amazonía y la actuación de las empresas mineras en la región.

En 2017, el gobierno extinguió la Reserva Nacional de Cobre y Asociados (RENCA) localizada en los estados de Pará y Amapá, a través del Decreto 9.142. Esa fue una señal clara para el sector financiero de la minería sobre la entrega de las reservas estatales. Esa intención también se evidenció en diversas medidas para facilitar el licenciamiento ambiental, autorizar la minería en territorios indígenas y en áreas de frontera, y la extranjerización de tierras. En 2018 se revocó el decreto debido a la gran repercusión internacional y a la presión de movimientos ambientalistas y sociales, pero la intención de autorizar la libre explotación en la Amazonía quedó clara.

La RENCA fue creada en el período de la dictadura militar con la justificación de garantizar la soberanía nacional con el dominio de minerales estratégicos en territorio brasilero. En la reserva están mapeadas más de 67 ocurrencias de oro, cobre, diamante, hierro, manganeso, cromo, tántalo, estaño, cobalto y niobio.

La empresa Anglo Gold Ashanti, tercera productora de oro más grande del mundo, en su segunda mina más grande de este metal, en Crixás (estado de Goiás), extrae cerca de 7,4 gramos de oro por cada tonelada de roca extraída. Para facilitar la comparación, la proporción de oro mapeada por estudios de la Compañía de Pesquisa de Recursos Minerales (CPRM) en la RENCA es de 21,2 gramos por tonelada de roca extraída.

En 2018 Bolsonaro no mencionó la minería en su plan de gobierno, pero dijo que haría que Brasil se convierta en una referencia en la extracción de niobio y grafeno sin explicar que acciones se emprenderían para volver efectivo ese deseo. El grafeno es una tecnología relativamente nueva, aunque ya viene siendo producido en algunos lugares de Brasil y del mundo. El niobio es un mineral bastante explotado en el país que ya es referencia en extracción, al punto que 93,7% del niobio comercializado en el mundo se extrae en Brasil y 98% de las reservas mundiales están en este país, en los estados de Goiás, Minas Gerais, Amazonas y Rondonia. La intensificación de la explotación y procesamiento de minerales traerá consecuencias tanto para la Amazonía como para el resto del país.


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