México: comienza la Feria de las Lenguas Indígenas Nacionales

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Feria de las Lenguas Indígenas Nacionales (FLIN) para conocer otros horizontes

“Los límites de la lengua son los límites de mi mundo”, escribió alguna vez el filósofo Ludwig Wittgenstein. Si trasladamos esto a los que vivimos en México podríamos decir que nuestros límites son casi nulos, pues el país cuenta con 68 lenguas indígenas nacionales.

La gran riqueza de idiomas que existe comenzó a ser visibilizada con mayor fuerza gracias a la creación de la Feria de las Lenguas Indígenas Nacionales. Hace dos años que se organizó y regresa una vez más con una edición que se celebrará del 9 al 11 de agosto de 2019 en el Centro Nacional de las Artes México.

Organizada dentro del marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas (9 de agosto), la Feria surge como un espacio plural y diverso. Aquí convergen proyectos comunitarios relacionados con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios culturales, los cuales tienen en común la lengua indígena como fuente de creación, innovación y expansión.

Y es con el programa de actividades que se permite realizar un intercambio de experiencias, fortalecer las expresiones culturales y sociales de las comunidades originarias, así como fomentar la escritura y la oralidad en lenguas indígenas.

Día y hora: 09 agosto 2019 – 11 agosto 2019

Lugar: Centro Nacional de las Artes

Sección Amarilla


Cómo evitar la extinción de culturas (I de II)

En el marco de la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, previsto para el 9 de agosto, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) organiza una serie de eventos del 9 al 11 de agosto, conocido como la Feria de las Lenguas Indígenas Nacionales 2019, con la participación de 14 estados. Quintana Roo no figura. El lema de este año es “Ni una lengua menos”.

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Cuando se hizo la presentación de la Feria, el director del Inali señaló que con la participación de los tres órdenes de gobierno podrían rescatar 31 de las 68 lenguas originarias de México, en peligro de extinción. Si bien el maya yucateco no es una de ellas, tampoco se considera a salvo. Varios lingüistas del maya han hecho tal advertencia desde hace algunos años.

Sin duda la conservación de la lengua es una parte importante para evitar la extinción de una cultura, pero no lo es todo. Si la lengua sólo es aprendida en forma mecánica, sin la cultura ni la epistemología detrás del aprendizaje, aun cuando la puedan hablar y leer, se tendrían analfabetos funcionales. Es decir, no habría el sustento para que a partir de la lengua se pueda entender el entorno ni se podría construir conocimiento. Esto también equivale a la extinción de una cultura.

Las culturas indígenas actuales explican su presencia debido a una combinación de resiliencia con resistencia.

La resiliencia es la capacidad de no perder la esencia de la cultura y poder re-establecerse con las condiciones adecuadas; si se pierde la capacidad de resiliencia por ende también la cultura.

Pero la resiliencia no es suficiente. Si una cultura no sabe cómo resistir embates y preservar lo suyo, de nada serviría la resiliencia, pero la resistencia por sí misma, sin la capacidad de regenerar la esencia de la cultura, tampoco serviría.

Es la combinación de ambos factores lo que explica la persistencia y “terquedad” de las culturas por sobrevivir.

Gracias a la resistencia y resiliencia combinadas, los indígenas actualmente están logrando reconocimiento. Pero, como en la combinación anterior, la etapa de reconocimiento no puede por sí misma lograr la continuidad e innovación de la cultura. Se necesita algo mas, y ese algo más debe ser visible y entendible por quienes diseñan e implementan políticas públicas.

Si bien las ferias lingüísticas, y otras acciones, son importantes, no son suficientes si no están insertas en un marco mucho más amplio que permita la conservación de las culturas. Y a nuestro país le conviene mantener esta diversidad cultural porque ahí está gran parte del corazón y potencial como país para destacar a nivel mundial, especialmente con un gobierno que confía en los indígenas para alcanzar esa anhelada 4T.

El porcentaje de indígenas en México se ha elevado en forma importante. Pero lleva consigo retos que hay que atender. Por ejemplo, si el porcentaje de población indígena, alcanzado en QRoo en el censo del 2020, fuese del 50 por ciento y se usa como base para definir que una población reciba o no apoyo gubernamental, ¿qué pasaría con las comunidades o ciudades que no alcanzarían ese porcentaje? ¿Van a perder los apoyos aun cuando una o varias colonias de una ciudad o una sección de una comunidad tenga un porcentaje importante de población indígena? ¿No merecen apoyo poblaciones indígenas con menor porcentaje? Con esta realidad de mayor visibilidad, algo hay que adaptar de las políticas públicas.

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Otro aspecto del reconocimiento que hay que tomar en cuenta es cómo lograr la gobernanza ante tal crecimiento y cómo entender y atender el papel que juegan los líderes de grupos, organizados o no. En la medida que los grupos mantengan la disputa por la representatividad, o que esa disputa sea impulsada por intereses de diferente naturaleza (políticos, económicos, de poder, etc.) y no sea atendida adecuadamente por las políticas públicas, en esa medida el reconocimiento logrado será disminuido y afectará el siguiente paso necesario, e indispensable, para evitar la extinción de la cultura.

Vaya que hay muchos intereses y grupos en nuestro entorno que propician más división que unión. ¿Para que fuese útil un alto reconocimiento basado en el resultado del censo si no hay forma de lograr consensos?
Los ejemplos anteriores obligan a asociar el logro del reconocimiento con otro elemento igual de importante: la reconciliación entre grupos.

Esto no significa en lo absoluto que haya igualdad de pensamiento, o cooptación de ideas o sojuzgamiento de un grupo hacia otro. Esto implica que el reconocimiento necesita de la tolerancia, de la construcción de formas de pensamiento nuevo de como aprovechar el impulso del reconocimiento para avanzar a otros niveles mayores, del consenso para lograr el bienestar general.

En otras palabras, el objetivo de la combinación de resistencia y resiliencia no puede ser solamente el reconocimiento de la diversidad cultural.

No justificaría completamente los grandes sacrificios y luchas y sangre derramada y tiempo perdido. El reconocimiento sin la reconciliación no sería suficiente. Y la reconciliación no es solo intra-cultural, es decir entre grupos y personas de la misma cultura, sino que también debería ser intercultural, es decir con todas las otras culturas, en una sociedad multicultural. El reconocimiento debe ser mutuo, la reconciliación debe ser amplia.

Tal y como ha sucedido con otros pueblos exitosos en el mundo, como el caso de los maorí en Nueva Zelanda o de los saskatoon en Canadá, o de los uw’as en Colombia, o los bribris en Costa Rica, o los tulalip en el estado de Washington, varios de los cuales conozco personalmente, la resistencia/resiliencia y el reconocimiento/reconciliación son solamente eslabones de una red de acciones que deben conducir a un nivel más elevado de desarrollo social para que valga la pena la lucha para evitar la extinción de culturas.

La Jornada

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