Verónica Ávila, activista feminista de Chile: «Nos interesa una democracia feminista como salida a los conflictos políticos y sociales»

3.835

Entrevista a Verónica Ávila, vocera Coordinadora Feministas en Lucha

Por Carla Perelló, de la redacción de NODAL

Hace siete años que las colectivas feministas salen a las calles cada 25 de julio en reclamo de aborto libre, legal, seguro y gratuito. Las llevó a gritar sobre el asfalto el embarazo y la maternidad obligatoria que desde las instituciones del Estado impusieron a una niña de 12 años violada por un familiar cercano en 2012. En ese entonces, en Chile, el aborto estaba prohibido en cualquiera de sus formas. Hoy, por séptima vez, vuelven al espacio público con una relectura de la situación de las mujeres y la diversidad sexual chilena: “Abortemos al racismo” y “no bastan tres causales”, son las principales consignas. ¿Por qué? En esta entrevista con NODAL, Verónica Ávila, vocera de la Coordinadora Feministas en Lucha, un recorrido sobre el derrotero de la lucha feminista en Chile y, también, los desafíos y perspectivas en América Latina.

¿Por qué una marcha antirracista y por aborto libre en Chile? ¿Qué vínculos hay entre esas consignas y por qué ambas son necesarias?

En Chile, como en toda América Latina, ha habido desde siempre una intención de borrar y limpiar y blanquear la historia haciéndonos creer que la piel negra es algo ajeno a nosotros. Y que nosotros, por lo tanto, somos todas, todos, todes blancos cuando eso no es verdad. El llamado antirracista lo hacemos este año porque debimos haberlo hecho siempre o al menos desde el año 92 hasta la fecha, que es desde cuando cada 25 de julio se conmemora el Día de la Mujer Afrocaribeña, Afrolatina y de la Diáspora.

Nosotras el 25 de julio, hace siete años atrás, salimos a la calle furiosas, indignadas, ante los dichos de este gobierno, de Sebastián Piñera durante su primer mandato, frente a la situación que se dio en ese momento en la que una niña de 12 años había sido violada por un familiar cercano. En este país no había ley de aborto en tres causales hace siete años y esta niña fue obligada a ser madre. En la rabia, en la injusticia, las mujeres nos autoconvocamos y salimos a la calle, justo un 25 de julio, hace siete años en 2012. Por lo tanto, la lucha y el día de nuestras compañeras negras había quedado de alguna manera invisibilizada en esta irrupción callejera por el aborto libre, legal, seguro y gratuito. Pero había intención de hacer esta unión, esta interseccionalidad que existe entre género, raza y clase, y finalmente este año logramos coordinar con dos colectivas y otras compañeras independientes afrodescendientes, Negrocentricas y Microsesiones Negras, con quienes hicimos el llamado en conjunto. Tenemos dos voceras que son afro, más dos de la Coordinadora Feministas en Lucha. Para nosotras era muy importante que esto ocurriera. Además, este año recién se logró el reconocimiento de la afrodescendencia en el país, la afrochilena, a partir de la pelea que se dio en Arica, el norte, por una organización que se llama Colectiva Luanda. Ellas empujaron y mantuvieron la pelea hasta lograr el reconocimiento del Estado chileno de su descendencia afro.

¿Cuáles consideran que son los desafíos para el activismo feminista en Chile y en la región latinoamericana?

Creo que los desafíos son varios, pero particularmente me interesa hablar de uno que es el que para mí impulsa al resto: es el avance de los neofascismos y los fundamentalismos cristianos en nuestra América Latina con la instalación de varios gobiernos de ese corte o que se le asemejan. El icono de ellos es el presidente de Brasil Jair Bolsonaro, por lo tanto, creo que desde ahí el desafío para el activismo feminista en Chile y en América Latina es combatir ese avance de los neofascismos y de los fundamentalismos y seguir luchando persistentemente porque los Estados reconozcan nuestra condición y calidad de sujetas de derecho a todas las mujeres por igual. Sin distinción de raza, clase ni género, a todos los cuerpos gestantes. Creemos que el avance y el impulso de seguir luchando por nuestros derechos sexuales y reproductivos y en particular por el aborto en Chile legal, libre, seguro y gratuito, es fundamental. Tiene que haber una coordinación latinoamericana que vaya empujando desde este lugar esta lucha de una manera más o menos coordinada porque estamos todos, o la mayor parte de este pedazo de continente, sufriendo los embates de esta derecha. En Chile está instalada y en Argentina, también. Aunque no es lo mismo que el fascismo que se instaló en Brasil, pero tenemos un alto riesgo de que eso ocurra. Por lo menos en Chile hay un personaje que circula pero que tiene y se para desde un lugar muy parecido al de Bolsonaro, desde donde se nos niegan los derechos, nos quieren volver a la casa y se habla de la constitución de una familia en términos muy tradicionales, se acepta la adopción homoparental y todas las disidencias sexuales están siendo también castigadas. En Chile tenemos la dificultad profunda con las compañeras racializadas y migrantes que están en una condición muy muy precaria, incluso con el riesgo de ser expulsadas constantemente, entonces, creo que por ahí tiene que ir y necesitamos una articulación latinoamericana potente.

¿Cómo piensan los espacios de poder ocupados por mujeres y feministas? ¿Cuál debería ser su perspectiva y cuál su desafío?

Creo que los espacios de poder aún son mínimos. No hablaría de espacios de poder ocupados por las mujeres porque lamentablemente eso no es así. Nosotras tenemos apenas paridad, se avanza en ley de cuotas, al menos desde lo institucional, pero en el mercado laboral, en los trabajos, en la vida diaria, en la producción y reproducción, la vida de las mujeres está totalmente por debajo de los estándares de producción y reproducción de la vida de los hombres, de los cuerpos masculinos. Creo que hoy pensar en caracterizar una forma de poder, para mi es únicamente desde el feminismo. Es decir, hay una forma de conducción política feminista. A nosotras nos interesa hablar de democracia feminista como una posibilidad y una salida a los conflictos de orden político y social que están presentes en nuestras sociedades. Creo que ese carácter desde la democracia feminista, la participación feminista, los liderazgos con características feministas, la participación política de las mujeres puede empezar a cambiar, pero porque no nos bastan las cuotas y no nos basta la paridad porque creemos que tenemos que avanzar en una situación donde hombres y mujeres en la institucionalidad compitamos de igual manera, donde ocupemos cargos en el ámbito social de la misma manera. Es decir, democraticemos nuestras relaciones entre unos y otros, el desafío es ese. Avanzar en ese camino, avanzar en un cambio cultural y estructural profundo, donde caigan el patriarcado y el capital. Ahí es donde están establecidas esas relaciones de poder que sostienen que los hombres son superiores y están por sobre nosotras. Por lo tanto, creo que el desafío va en desarticular todos los dispositivos que están presentes en nuestra estructura social, política y económica, esos dispositivos patriarcales, capitalistas y colonialistas que merman el desarrollo de los cuerpos de mujeres, de los cuerpos disidentes y donde tenemos claramente dificultades para seguir avanzando. Creo que por ahí debiera haber una salida. Todo esto en una clave desde un feminismo de clase, que se hace cargo no sólo de las diferencias entre el hombre y la mujer, sino de una diferencia donde nosotras sabemos que no es lo mismo estar en una clase o en otra. Por eso hablamos de esta interseccionalidad entre género, raza y clase. Nuestros feminismos debieran estar hablando en esa clave para poder buscar una salida de clase a esta gran dificultad que nos imponen el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.


VOLVER

Más notas sobre el tema