Tragedia en el Río Bravo – El Periódico, Guatemala

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

El pasado domingo, por la tarde, un padre y su hija de un año y 11 meses de edad, originarios de El Salvador, murieron ahogados en su intento por cruzar el río Bravo (Grande), ubicado entre los EE. UU. y México, cerca de Matamoros, Tamaulipas, México, aproximadamente a un kilómetro del puente internacional. Los cuerpos de los migrantes fueron encontrados juntos y abrazados entre sí.

Esta desgarradora noticia le dio la vuelta al mundo al igual que la muerte de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años, cuyo cadáver fue encontrado, en septiembre de 2015, en una playa de Turquía, poniendo de manifiesto el drama humanitario sirio.

“El Santo Padre ha visto, con inmensa tristeza, la imagen del padre y de su hija muertos ahogados en el río Grande mientras trataban de pasar la frontera entre México y los Estados Unidos. El Papa está profundamente apenado por sus muertes, reza por ellos y por todos los migrantes que han perdido la vida tratando de escapar de la guerra y la miseria”, expresó el Vaticano en un comunicado.

Asimismo, a principios de este mes, en territorio estadounidense, fueron encontrados muertos dos bebés, un niño y una mujer, originarios de Guatemala, vencidos por el sofocante calor. En abril de este año, tres niños y un adulto, originarios de Honduras, murieron como consecuencia de que su balsa volcó en el río Bravo; y, a principios de junio de este año, una niña de seis años, originaria de la India, fue encontrada muerta en Arizona, EE. UU., en donde las temperaturas comúnmente superan los 37 grados Celsius.

El 8 de diciembre de 2018, una niña migrante guatemalteca de siete años de edad, que había ingresado de manera irregular a territorio estadounidense con su padre, falleció en custodia de la Patrulla Fronteriza, en circunstancias que no se han esclarecido.

Entendemos que cada país tiene sus regulaciones migratorias y que está en su derecho de aplicarlas. Sin embargo, esto no supone que los migrantes sean víctimas de la deshumanización. Para comenzar los migrantes no son delincuentes, sino que son seres humanos que buscan mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. Por tanto, debe ser obligación de todos los países civilizados del planeta preservar la vida, la integridad personal y la salud de los migrantes.

Por otro lado, en nuestros países los migrantes no deben ser vistos solo en términos de “remesas familiares”, sino como personas de carne y hueso que asumen la responsabilidad de sus propias vidas y que buscan trabajo que les permita generar ingresos. Entonces, abracémoslos y solidaricémonos con ellos.

En nuestra opinión, el problema de la migración debe ser analizado integralmente y a nivel regional. No solo debe ser abordado bajo estrategias de seguridad nacional. Para resolverlo, en el largo plazo, deben promoverse inversiones productivas y fuentes de trabajo, así como implementarse políticas públicas tendentes al desarrollo humano sostenible, en las zonas en las que las poblaciones viven en condiciones de pobreza, miseria, exclusión y marginación.

El desafío, entonces, está en lograr, en primer lugar, la estabilización socioeconómica de los países de los cuales parten los migrantes; y, en segundo lugar, alentar climas de negocios propicios, el emprendimiento y la actividad productiva. Solo así se desalentará la migración de raíz.

El Periódico

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