Violencia de género y salud: pensar las desigualdades, la discriminación y la opresión desde un punto de vista feminista – Por Claudia Cernadas Fonsalías

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Por Claudia Cernadas Fonsalías*

Para explicar la violencia de género es necesario remitirnos a la cultura patriarcal y al modo en que la misma genera vínculos asimétricos entre varones y mujeres, basados en una supuesta “jerarquía” masculina y en una distribución desigual del poder. Estas relaciones de desigualdad explican la opresión que sufren las mujeres así como las niñas y personas del colectivo LGBT.Por lo tanto, la violencia de género no se explica por aspectos singulares y patológicos individuales, sino que tiene rasgos estructurales de una forma cultural de definir las identidades y las relaciones entre los hombres y las mujeres. Esto sucede en todas las clases sociales, religiones y niveles educativos.

¿Por qué se habla cada vez más de la violencia contra las mujeres?

Cada vez más escuchamos esta pregunta, como si fuera un problema de los últimos tiempos. Sin embargo, no se trata de una cuestión novedosa en términos históricos como tampoco lo es la  desigualdad. Actualmente, según datos de ONU Mujeres (2015), mundialmente el sueldo de las mujeres es 24% inferior al de los varones, tienen menores probabilidades de cobrar una pensión en la vejez y muy pocas trabajadoras acceden a servicios de guardería o cuidado infantil organizados en los países desarrollados. Entonces, ante este contexto ¿cuáles son las respuestas colectivas de las mujeres?, ¿cómo es el accionar desde la salud pública?

La violencia de género es un instrumento de dominación y control social. Más aún, en palabras de la jurista y filósofa italiana Tamar Pitch  “la violencia, en nuestra sociedad, no es solo un instrumento para mantener a las mujeres subordinadas, sino que también es una reacción de los hombres ante la insubordinación de las mujeres” (2014). Pitch nos plantea, a su vez, un aspecto vital para ubicar a la problemática de la violencia de género en el sector salud. Señala que el término violencia de género ha venido a sustituir al de opresión, utilizado extendidamente por las izquierdas y los movimientos por los derechos civiles en los años 70. Este desplazamiento se liga a un contexto de avanzada neoliberal en el que el acento está en el individuo, se habla de “víctimas”y no de procesos sociales de desigualdad. En salud, esos procesos que conducen a las desigualdades son definidos por la OMS como los determinantes sociales de la salud, es decir las “circunstancias en que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen, incluido el sistema de salud”. Aquí, el modelo biomédico encuentra limitaciones.

¿Cómo define el campo de la salud al problema? ¿A qué desafíos se enfrenta?

Desde el campo sanitario, se entiende a la violencia de género como un problema social y sanitario prevalente de significativa importancia ya que es uno de los determinantes presentes en su morbimortalidad. Incide en la salud de las mujeres, particularmente en la salud sexual, la maternidad sin riesgos, la prevención de infecciones de transmisión sexual, entre otras.

Sin dudas el abordaje sanitariodebe trascender lo meramente asistencial y correrse de la lógica individualista de “víctimas” y “victimarios”en la que incurre con frecuencia el modelo biomédico.Para visibilizar, detectar tempranamente y promocionar los derechos de las mujeres, el contexto social debe ser materia de intervención de los equipos de salud. Se trata de situar la opresión. Así, la capacitación en perspectiva de género es vital y exige trazar interrogantes acerca de cómo se trabaja en salud y con quéherramientas se promuevela reflexión sobre las temáticas de género y las desigualdades.

En esta tarea todo el equipo de salud tiene un rol a cumplir, aunque la prioridad en materia de capacitación como de asignación de recursos debe asignarse alprimer nivel de atención. Se trata de promover una escucha profesional situada en cada contexto social, es decir abierta a lo que acontece en los barrios, en la llamada “comunidad”. El abordaje de las situaciones estructurales que hacen a la violencia de género requiere de articulaciones interisntitucionales y de una perspectiva interdisciplinariapropia de los estudios de género. Asimismo, el sector salud cuenta con las estrategias depromoción de la salud (Carta de Ottawa, 1986)para lograr equidad en las intervenciones. Ahora bien,las mismashan de desplegarse desde una lógica comunitaria. El riesgo es caer en una posición individualista que termine culpabilizando a las mujeres por no adoptar “estilos de vida saludables”, por no prevenir con eficacia conductas que conllevan factores de riesgo para su salud. En efecto, los equipos de salud deben ubicar a la problemática social de la violencia de género fuera de toda lógica de intervención individualista. No se trata de asistir víctimas y menos aún de pensar a las mujeres y/o a las niñas como personas que no han podido defenderse/prevenirse lo suficientemente bien o  comportarse de manera “adecuada”. No se trata de culpabilizar individualidades. El acento debe estar en la adopción de un enfoque de género y de un punto de vista feminista que tenga lapretensión ética de identificary cuestionar las desigualdades sociales.


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